COMO AFECTA EL COLETAZO CHINO A COLOMBIA


A través de crudo, dólar y acciones

El temor de los inversionistas frente a una mayor debilidad del gigante asiático de inmediato impactó el mercado del petróleo y, por esta misma vía, ayudó a que la mayoría de monedas de países emergentes, entre estas el peso colombiano, se debilitaran aún más.

El problema para Colombia es que un barril de petróleo en niveles de 30 dólares, como el observado en el WTI, es un duro golpe para los ingresos de la Nación, cuyas rentas dependen, en gran medida, de las exportaciones de crudo.

Esta situación genera temor entre los inversionistas por la posibilidad de un mayor deterioro de la economía, impulsándolos a buscar refugios más seguros para sus capitales.

Así las cosas, algunos están optando por vender sus acciones en Colombia para obtener liquidez en dólares que sacan del país, con lo cual se genera no solo una caída en el precio de las acciones, sino una presión sobre el costo del dólar.

China le pega de dos formas a Colombia, una directa y otra indirecta.

La primera, dice, es vía exportaciones de bienes básicos, y en la medida en que esa economía crezca menos, como se prevé que lo hará, será menos la demanda de esos productos hacia el país asiático en los próximos años.

“El dato más reciente del crecimiento de China marcó un 6,9 por ciento, que no es malo. Sucede que el mundo estaba acostumbrado a unos crecimientos de esa nación del orden del 8 y 9 por ciento”, señala.

Hasta noviembre del 2015 las exportaciones de Colombia hacia China sumaron unos 149,5 millones de dólares, según el Dane. Lo cierto es que en enero de ese mismo año el país le vendía más del doble de esa cifra, unos 317 millones, y dos años atrás (noviembre del 2013), ese comercio les representaba a los colombianos 783,8 millones.

García agrega que la otra vía de contagio de la crisis china a Colombia (indirecta) se da por un menor consumo de petróleo de dicha economía dada su menor dinámica.

Un profesor de Gestión Financiera del Instituto de Empresa del IE Business School en España, coincide con esta apreciación al señalar que uno de los grandes consumidores mundiales de esta materia prima es China, y una de las razones de los precios bajos de ahora, en medio de una alta oferta del crudo, es la baja demanda de ese país.

“En la medida en que hay una menor actividad económica, la demanda de crudo se contrae, lo que hace caer su precio internacional en medio de una alta oferta, haciendo, a su vez, que el dólar se fortalezca frente a las demás monedas. Esto sucede porque China es uno de los mayores importadores de esta materia prima”, explica.

Agrega que esta situación se va a mantener en el tiempo, lo que significa que habrá mucha volatilidad en los mercados este año.

¿Qué pasa en China?
China tiene, en opinión de Manuel Romera, profesor del Instituto de Empresa del IE Business School, dos problemas graves: uno bursátil y otro económico, que son muy diferentes.

El primero tiene que ver con que los grandes inversionistas llevan seis meses sin poder vender acciones y cada vez que se aproxima la fecha en que lo pueden hacer, se da un pánico colectivo por liquidar que hace desplomar la bolsa, dados los límites fijados por el Gobierno.

El otro problema es que sus exportaciones han caído 3,8 por ciento; su producción, 1,3 por ciento, mientras su economía crece cada vez menos, y esto se traduce en una falta de confianza en la economía y en su mercado bursátil.

La salida está en dejar libre el mercado para que haya una corrección real y retorne la confianza, mientras que el banco central debe frenar su intervención. Se estima que ha gastado en esto unos 500.000 millones de dólares de sus reservas internacionales.

En petróleo ya hay negocios por US$ 20
Pese a que los precios del barril de petróleo se mantienen por encima de los 33 dólares, a la fecha ya se han realizado operaciones a un costo de 20 dólares y menos.

El crudo físico canadiense se vendió esta semana, según agencias internacionales, por debajo de los 20 dólares por barril, menos de lo que cuesta extraerlo y transportarlo.

Este era un nivel que había previsto el banco de inversión Goldman Sachs que se tocaría en algún momento de este año y se dio más pronto de lo esperado.

La situación se presenta en medio de una abundante oferta de los principales países productores y frente a una cada vez menor demanda de los mayores consumidores, como China. En el mercado de futuros la cotización del crudo sufrió ayer la caída más sensible en los últimos 13 años, luego de que el barril de WTI, principal referencia para Colombia, cayera a 32,1 dólares.

Si bien a medida que avanzó la jornada el precio del petróleo tuvo una leve recuperación que permitió que el barril de Brent cerrara en 33,75 dólares y el WTI en 33,27 dólares, la tensión que se vive en Oriente Próximo y la perspectiva de una debilidad de la economía china hacen prever que en los primeros meses del 2016 los precios bajos sean una constante.

Esta situación continúa teniendo efectos sobre el mercado colombiano, donde las acciones han llevado una de las peores partes.


La sola acción de Ecopetrol perdió 2,36 por ciento de su precio y se sitúa en los 1.035 pesos. Entre comienzos de noviembre del año pasado y este jueves, el título de la petrolera colombiana ha caído cerca del 27 por ciento, o 385 pesos, según la Bolsa de Valores de Colombia (BVC).

COLOMBIA VENDE CRUDO POR DEBAJO DE LOS COSTOS DE PRODUCCIÓN


Hasta ahora los crudos más perjudicados son los que se mezclan con nafta y otros diluyentes.

Entre las variedades afectadas en Sudamérica está el Petróleo Diluido (DCO) de Venezuela, que se vende a unos 15 dólares por barril.

Una baja más aguda de los precios de petróleo ha puesto a varios países de Sudamérica en la difícil posición de vender su crudo por menos de lo que les cuesta producirlo, según operadores y fuentes de tres compañías en Colombia y Venezuela.

Hasta ahora los crudos más perjudicados son los que se mezclan con nafta y otros diluyentes, pero si sigue el derrumbe de los precios, que han dado pocas muestras de que vayan a recuperarse pronto, otros tipos pueden también verse comprometidos, dijeron las fuentes.

Algunas de las mezclas más conocidas de Sudamérica, que normalmente se negocian con descuentos significativos frente al referencial Brent, se están convirtiendo en “petróleo negativo” en medio de un exceso de oferta, según una de las fuentes.

Entre las variedades afectadas en Sudamérica está el Petróleo Diluido (DCO) de Venezuela, que se vende a unos 15 dólares por barril; y el de Vasconia, el producto más negociado de Colombia, que al contado se ofrece a menos de 21 dólares por barril, dijeron fuentes de empresas productoras.

Ecuador, el cuarto mayor productor de Sudamérica, está también vendiendo por debajo del punto de equilibrio, dijo el presidente Rafael Correa.

La situación complica aún más las finanzas públicas de los tres países.

Las últimas cifras de la petrolera estatal venezolana Pdvsa muestran un costo de producción promedio para todos sus crudos de 18 dólares por barril; mientras que la canadiense Pacific Exploration & Production, la mayor petrolera privada de Colombia, informó que incluyendo diluyentes, transporte e impuestos en promedio un barril le costó entre 20 y 22 dólares en el tercer trimestre de 2015.

“La semana pasada estábamos justo en el punto de equilibrio”, dijo una fuente de Pacific. “Pero ahora estamos por debajo de esa línea”.

Pacific, la petrolera estatal colombiana Ecopetrol y Pdvsa usan para sus mezclas diluyentes como la nafta y la gasolina natural que se están negociando a cerca de 35 dólares por barril. Las empresas no respondieron inmediatamente a los pedidos de comentarios.

LAS BOLSAS REACCIONAN CON SERENIDAD AL TERRORISMO


"Se esperaba un fuerte impacto en los mercados tras la cadena de atentados que tuvieron lugar en París. Pero las bolsas reaccionaron con serenidad, con firmeza, a la masacre del terrorismo yihadista."

Con mucha incertidumbre se esperaban los primeros cambios de las bolsas europeas tras los ataques terroristas en la capital francesa.

No hay que olvidar que el mercado de renta variable es un termómetro muy fiable para medir el impacto de los atentados, aunque es verdad que en esta ocasión, a diferencia de lo sucedido con las Torres Gemelas en Nueva York, con los trenes en Madrid o con el Metro en Londres, cuando se tuvo conocimiento de la matanza de París las puertas de todos los mercados estaban cerradas.

Y tenían por delante un largo fin de semana para digerir lo sucedido. Toda la confusión inicial, las tensiones, los temores que rodean las primeras horas de los ataques no tuvieron a las bolsas como testigo directo. Eso, junto a que un atentado de esa envergadura ya no es algo nuevo para los mercados, ya saben que cada cierto tiempo tienen que convivir con ello, hizo que tras las lógicas dudas iniciales, los inversores se mantuvieran firmes, los índices no se desplomaran.

Esta reacción confirma que las bolsas creen que los atentados no van a tener un impacto notable en el consumo ni en el crecimiento económico, que los terroristas no van a cambiar nuestro modo de vida, nuestras costumbres, que tras el desasosiego inicial se acaba volviendo a la normalidad, porque no queda otra.

Y otro mensaje que se desprende del comportamiento de las bolsas es que confían en que las fuerzas de seguridad de los países europeos y sus respectivos gobiernos trabajen unidos, de verdad, para derrotar al terrorismo.

No se puede dejar a Francia librar sola esta batalla. Toda Europa está en el punto de mira de los terroristas del Daesh. Pero para conseguir este objetivo es necesario un compromiso real, sin fisuras, sin ninguna grieta entre todos los países. Y que algunos gobiernos se quiten la careta, porque no se puede poner una vela a Francia y otra al Daesh.

Y no hablo de colaborar en los bombardeos aéreos o incluso en un ataque terrestre, que no creo sirvan para acabar con el terrorismo yihadista, sino de acabar con sus fuentes de financiación: la venta de petróleo y de valiosas piezas de arte, el dinero que recaudan con el tráfico de refugiados o con los secuestros.

No pueden algunos gobiernos europeos mostrar un incondicional apoyo a Francia y al mismo tiempo negociar con el Daesh en un lujoso bufete de abogados de Londres.


EL PRECIO DEL CRUDO REGISTRA LA TERCERA MAYOR CAÍDA DE ÚLTIMOS 50 AÑOS


Existen dos elementos que "van a dejar una profunda huella en la escena financiera y macroeconómica": los tipos de cambio y la fuerte bajada del precio del petróleo.

El precio del crudo ha caído un 50 % desde junio de 2014, la tercera mayor caída de los últimos 50 años, sólo superada por la que se produjo tras la quiebra de Lehman y el colapso de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEC) en 1985.

El BPI atribuye parte de la caída a factores de la demanda, la ralentización del crecimiento de China pero, sobre todo, a un aumento inesperado de la oferta.

Es una buena noticia para la economía global pero, dicho esto, habrá ganadores y perdedores y la caída puede afectar de forma desproporcionada a algunas regiones del mundo, creando vulnerabilidades nacionales.

El diferente rumbo que ha tomado la política monetaria de EEUU desencadenó una apreciación del dólar frente a la mayoría de las divisas.

El Banco de Japón y el Banco Central Europeo (BCE) aplicaron nuevos estímulos monetarios, mientras que la Reserva Federal (Fed) dio por concluido su programa de compras de activos.

La caída del precio del petróleo y los movimientos en los tipos de cambios afectarán especialmente a las economías de mercado emergentes, pese a que no han sido esta vez las más afectadas por el aumento de la volatilidad.

"Los exportadores de materias primas podrían afrontar retos difíciles, especialmente aquellos que se encuentran en los últimos estadios de fuertes auges del crédito y precios de la vivienda" y aquellos que han invertido en bonos para financiar divisa extranjera.

La apreciación del dólar aumentará la deuda y puede crear exposiciones por discordancias de financiación y de divisa.

La volatilidad aumentó, los precios de las acciones cayeron con fuerza y los diferenciales de crédito se dispararon.

Los valores del Tesoro estadounidense fueron excepcionalmente volátiles, al menos en la negociación intradía, incluso, más que en los picos alcanzados en la crisis del banco estadounidense Lehman Brothers.

Se tiene un entorno de creciente incertidumbre sobre las perspectivas económicas mundiales y la orientación de la política monetaria, acompañada de crecientes tensiones geopolíticas.


Al aumentar la presión vendedora, escaseó temporalmente la liquidez del mercado, amplificando así las oscilaciones de los mercados.

PREDICCIONES PARA EL PRECIO DEL PETRÓLEO EN 2020.


La OPEP estima que precios del crudo regresarán a 80 dólares por barril para 2020

La OPEP estima que los precios del petróleo no subirán más de 5 dólares por barril por año hasta alcanzar 80 dólares para el 2020 y que el crecimiento de la producción de las naciones fuera del cartel se desacelerará, aunque no lo suficiente para aplacar el exceso de suministro actual.
El reporte calcula que el suministro proveniente de naciones fuera del bloque llegará a 58,2 millones de barriles de petróleo por día al 2017, cerca de 1 millón de bpd por debajo de la proyección anterior, ello significa que la OPEP deberá suministrar un millón de barriles extra por día.

La participación de la OPEP en el mercado se redujo en los últimos años a un 33% desde un 40% previo debido al auge del petróleo de esquisto estadounidense y la producción en nuevos yacimientos en países como Canadá y Rusia.

En su último reporte mensual, la OPEP ve la producción de países de fuera del organismo desacelerándose en el año 2015 debido a los bajos precios del crudo, con un aumento de apenas 800.000 bpd a unos 57,43 millones de bpd tras un crecimiento récord de 1,7 millones de bpd en el 2014.

La nueva estimación significa que la OPEP considera que el crecimiento en el suministro de países no miembros se reducirá a la mitad en los próximos 2 años desde niveles de crecimiento lentos ya en el 2015.

Este dato igualmente es más optimista que el de la Agencia Internacional de Energía, que este mes dijo que la producción de países fuera de la OPEP colapsaría en el 2016.

Pero incluso si los mercados comienzan a equilibrarse porque los bajos precios están afectando a los productores fuera de la OPEP, es poco probable que esos valores retornen al nivel de 100 dólares por barril antes del periodo 2030-2040, según las fuentes.


La década entre 2030 y 2040 sería el primer periodo en que la OPEP contará nuevamente con una participación en el mercado global de 40%, o 40 millones de bpd, mientras que los precios permanecerían alrededor de unos 90 dólares por barril, dijeron las fuentes.

COMO ARANCÓ EL 2016


Casi todos los propósitos de diciembre, arrancan con la intención de empezar el año con el pie derecho. Sin embargo, este no es el caso de la Bolsa de Valores de Colombia (BVC), ya que su principal índice, el Colcap, terminó la semana con números negativos luego de cerrar en 1.098,32 unidades, perdiendo 2,77% en tan solo una semana de este 2016.

De acuerdo con analistas consultados, el  panorama no mejorará en el corto plazo, pues el mercado colombiano depende factores nacionales e internacionales, como la desaceleración en China, la subida de tasas de interés por parte de la Reserva Federal o los precios bajos del petróleo, entre otros, por lo que consideran que no se lograría un rally alcista que mejore las proyecciones para los inversionistas del mercado local.

Por otra parte, el precio del petróleo referencia WTI rompió el soporte de los US$32 por barril a raíz del escepticismo por los datos débiles de la economía del gigante asiático. Además, las presiones alcistas del dólar ayudaron la tendencia a la baja del petróleo, lo que produjo que el Colcap cayera”.

Según la comisionista, no es un misterio que la bolsa colombiana, con sus récords recientes a la baja, está mucho más cerca de los mínimos de 2008 que muchas otras bolsas emergentes.

Por ello, señalan que el rango estimado de corrección equivalente con los mínimos de 2006 y 2008, lo que implicaría un ajuste real a la baja de entre 15% y 25%. Por esto, la firma señaló que hasta que no haya corrección, no creen que ninguna bolsa dependiente de materias primas pueda realizar un rally importante al alza. “Lo que significa que si por alguna razón llega a posponerse (como el año pasado), tendremos de nuevo un año de solo compras tácticas, en el que estaremos rotando en periodos de semanas”, puntualizó Alianza Valores.

De otro lado el dólar ha estado bailando al son de noticias locales y externas, como las mencionadas anteriormente. Además, ha causado mucho ruido lo que pueda pasar con la posible venta de acciones de Isagen que son propiedad de la Nación.

Un analista de dólar en la comisionista Adcap, manifestó que el dólar estuvo marcado por noticias internacionales y locales. “Al principio vimos que los problemas diplomáticos generaron que los inversionistas se refugiaran en  activos seguros como, los tesoros americanos y bonos alemanes”, dijo la analista. Solo hasta que se logre una estabilidad en los factores externos, en la que las autoridades del mercado chino no siga tomando medidas que desequilibren los mercados.


“El dólar ha estado influenciado por los movimientos en China. No habrá estabilidad mientras el gobierno del país asiático tome medidas que desestabilizan los mercados”.

POR QUÉ NO SE PUEDE DEJAR CAER A CHINA


China es el mayor tenedor de bonos del gobierno norteamericano, con 1,26 billones de dólares, junto a Japón, que posee 1,22 billones.

Diversas fuentes apuntan que el gigante asiático podría estar vendiendo ahora deuda de EEUU para sostener el yuan. En la crisis de agosto, China vendió 31.000 millones de dólares en bonos USA.

Lo que pasa en China, y por supuesto en Estados Unidos, nos afecta a todos. ¿Cómo no hablar estos días de China? Si China adelgaza, todos más flacos. La interrelación económica es tan grande en la actualidad, que todo afecta a todos.

Llevamos tanto tiempo alarmándonos con la renta variable, con las acciones y su cotización en las bolsas, que en un contexto de tipos de interés bajos, prestar atención a la renta fija parecía un desperdicio.

Pero la renta fija, en particular de países desarrollados, es un valor seguro, aunque la rentabilidad, a priori, y sobre todo en estos tiempos de dinero barato, sea menor.

Hasta los analistas recomiendan en sus estudios y declaraciones que en las cestas de los fondos el porcentaje de productos de renta fija, como los del Tesoro, sea bastante superior a los de renta variable, y más en estos tiempos de incertidumbre.

Además, ahora que la Reserva Federal (FED) estadounidense ha comenzado una etapa de subida del precio del dinero en diciembre pasado, la tenencia o la compra de bonos del Tesoro norteamericanos, se revaloriza.

La reflexión viene a cuento de China, que a mediados de este año volvió a superar a Japón en el ranking de acreedores del gobierno de Estados Unidos.

El gigante asiático es el mayor tenedor de bonos de EEUU, lo que le convierte en su mayor acreedor, con 1,26 billones de dólares, junto a Japón, que posee 1,22 billones, que le superó por momentos en el primer semestre de 2015.

Ránking de deuda de EEUU
Un año antes, en el ranking de tenedores de deuda norteamericana de 2014, tras China y Japón se situaban a mucha distancia Bélgica (381 millones de dólares), centros bancarios del Caribe (312 millones), países exportadores de petróleo (247), Brasil (245), Taiwan (176), Islas Británicas (176), Suiza (175), Hong-Kong (155) y Luxemburgo (145 millones de dólares).

Los gobiernos extranjeros posee en torno a 2/3 del total del total de la deuda norteamericana, un porcentaje que supone unos cuatro billones de dólares. A los Estados les pasa, en algunas cosas, como a las personas. Si tienen saldo positivo, gastan, consumen, y hasta invierten. Suelen adquirir productos financieros más seguros, como deuda, o sostienen reservas, u otras inversiones.

Años atrás, China adquirió bonos del Tesoro norteamericano como una manera de mantener su moneda, el yuan, cercana al dólar. La moneda redujo su valor y ayudó a que las exportaciones chinas fueron más competitivas en el exterior.

Sin embargo, desde 2014 había rumores de que China había comenzado a vender deuda norteamericana. Unos rumores confirmados en verano del año pasado, a raiz de la primera corrección de las bolsas chinas -que alarmó a los mercados-, tras las revaloraciones espectaculares en años anteriores.

En efecto, China había vendido en junio.julio bonos del Tesoro de Estados Unidos equivalentes a 31.000 millones de dólares, y si la FED seguía delante con sus planes de subir tipos, como hizo en diciembre, las ventas podían ser mayores. La cifra suponía en torno al 2 por ciento de los bonos en poder del Banco Popular de China, su banco central, que con esta política de ventas intenta, como decimos, mantener al yuan cerca del dólar.

Ventas y balanza comercial
La pregunta que muchos se han hecho últimamente es si la tenencia por parte de China de tanta deuda nortamericana deja a los Estados Unidos a merced de China, de algún modo. Paul Krugman, el Nobel de Economía, ha manifestado en The New York Times que eso es una “tontería”.

El problema adicional para EEUU es que no sólo venda China, sino otros países emergentes, con el objetivo de mantener a flote sus divisas, y qué efectos pueden tener esas ventas en la economía norteamericana. Krugman dijo en octubre que “ninguno”, pero Janet Yellen (FED) todavía no había subido los tipos de interés.

Esperemos a los datos que puedan ir haciéndose públicos, pero éste es un asunto en el que la lentitud y la falta de transparencia, suelen ir parejas.

En otro orden de cosas se sitúa la balanza comercial, pero es significativa. Por citar un dato, el déficit comercial (más importaciones que exportaciones) de Estados Unidos con China, había crecido en mayo pasado hasta los 30.452 milones de dólares, debido precisamente a un incremento de las importaciones desde China.


La balanza comercial estaudinense sigue la tendencia de 2014 también globalmente, cuando registró un déficit de casi 600.000 millones de dólares (exactamente 591.786, un 4,5% del PIB).

¿ESTAMOS ANTE UNA POSIBLE CRISIS ECONÓMICA?


Las principales bolsas mundiales volvían a caer debido a la ‘imparable’ tendencia bajista de las cotizaciones del petróleo y a las persistentes inquietudes sobre el estado de la economía mundial.

Crece la preocupación porque el mundo esté ad portas de otra recesión que se convierta en crisis.

Cae el petróleo, sube el dólar y las bolsas se desploman desde Shanghái hasta Bogotá. Los mercados están estresados, pero también hay señales de calma.

Las jornadas negras parecen una constante este año. El estrés de los mercados radica en los temores por la economía china y por la debilidad de los precios de las materias primas, en particular del petróleo.

Cada vez más crece el número de quienes se preocupan por la salud económica global. Las caídas en los mercados bursátiles ahuyentan a muchos inversores.

ENERO CALIENTE
Según analistas consultados co este principio de año parece ser ‘calamitoso’ y probablemente jamás se vio algo así desde el mes de enero de 1998.

Todo esto ocurre mientras el barril de petróleo llegó a caer este miércoles a su nivel más bajo en 12 años, por debajo de los 28 dólares el barril.

Parte de culpa de los fuertes retrocesos en las cotizaciones del crudo la tienen las pesimistas previsiones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que advirtió el martes que el mercado se ahogará "en un exceso de oferta" este año.

Además, el retorno de Irán a los mercados petroleros, tras el levantamiento de las sanciones internacionales contra Teherán, contribuirá a ello, lo que provocaría más caídas de los precios del crudo.

¿SE COCINA UNA CRISIS?
A pesar de que los gobiernos de diversos países dependientes de los vaivenes de las materias primas -y en particular del petróleo-, han reconocido que con precios a los actuales niveles sus economías seguirán contrayéndose, se escuchan voces advirtiendo que los ‘planes de acción’ parecen no estar dando resultados.

Jalil Munir, jefe economista de Citibank para la región andina, señaló que a pesar de que los mercados de bonos y acciones de países emergentes registrarán considerables salidas de capitales, como producto de la desaceleración en el crecimiento de la mayoría de países, “la economía mundial está muy lejos de estar en una situación parecida a la de 2008 y 2009”.

Para este experto y docente universitario, la volatilidad de los mercados no responde a una deblacle del sistema financiero mundial y por eso hay que guardar las proporciones con respecto a la crisis de 2008.

“Los datos económicos que muestra la economía china no son del todo alentadores y vienen preocupando a los inversores desde julio de 2014. Esto ha generado que el mercado se pregunte por las medidas y estímulos que Pekín implementará para revertir la tendencia. Sin embargo, existe también la opción de entender que los desempeños peores de lo previsto, en sectores como la producción industrial, deberían ser aceptados para reducir el pánico”, explicó el ejecutivo.

En un panorama marcado por caídas en los futuros del petróleo hasta niveles no vistos desde el 2003, debido a que crece el exceso de suministros en el mundo, las economías emergentes deben reaccionar para adaptarse a la nueva situación.

Al respecto Munir considera que las economías, es especial la colombiana, deben multiplicar sus esfuerzos para intentar hallar fuentes de ahorro, por un lado, y de ingresos por el otro a través la diversificación de la actividad productiva.

“Los precios del petróleo seguirán marcados por la interacción entre la oferta y demanda. En el mediano plazo la oferta se limpiará por medio de menores inversiones en el sector y reducción en la producción, pero por ahora habrá que esperar que se estabilicen los precios y que el mundo acepte que China disminuirá aún más su demanda por materias primas”, puntualizó el economista jefe de Citibank.

Aunque dentro de los hechos estilizados o factores comunes, la academia considera que lo que se está viviendo no corresponde a lo sucedido en las peores crisis mundiales. Hoy, según Munir, el mundo pasa por “una crisis de confianza” y un ambiente donde rebosa la aversión al riesgo.

Por su parte, Wilson Tovar, gerente de Acciones y Valores, indicó que a pesar de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) rebajó sus previsiones de crecimiento el pasado martes, el riesgo de que se ‘”descarrile” la economía mundial aún está lejos.

“Una crisis se da cuando el Producto Interno de un país cae en terreno negativo por segundo trimestre consecutivo. En este momento, se puede decir que Brasil y Rusia se encuentran bajo esta situación, mientras que los demás países solo muestran crecimientos menores pero positivos”, agregó Tovar.

La crisis del 2008 no puede ser equiparable a las jornadas de estrés que sufren los mercados hoy en día porque en ese entonces la economía estadounidense colapsó completamente, mientras que hoy se ve que Estados Unidos empieza a mostrar un desempeño alentador.

VA PARA LARGO
Por el contrario, Felipe Campos, gerente de Investigaciones Económicas de Alianza Valores, cree que “estamos hace tiempo en crisis” porque en el momento en que el dólar superó los 3.000 pesos significa que los inversores internacionales “ya se dieron cuenta hace tiempo de algo”. Otros elementos que indicarían esta situación son la cuenta corriente, que está en un nivel mayor frente a nuestros pares latinoamericanos, y el riesgo país, la cual está por encima de máximos desde la recuperación de la crisis del 2009.

Y aunque las fuentes de origen de la crisis 2008 y el pánico que se vive hoy son totalmente diferentes, Campos señala que hay muchos activos financieros reaccionando muy parecido.

“El miedo de los inversionistas al final es solo uno y reaccionan igual así las razones sean diferentes. La crisis del 2008 se origina en excesos de países desarollados y dura solo un poco más de 1 año. La actual surge de excesos en los precios de las materias primas y como tal dura todo el tiempo que duren las materias primas cayendo. Nuestros países vecinos llevan cuatro años creciendo bajo a comparación de 2008 que se decreció solo 1 año”, concluyó el economista de Alianza Valores.



EL DEBILITAMIENTO ECONÓMICO LATINOAMERICANO


El debilitamiento económico de la región saca a la superficie sus males endémicos: criminalidad y corrupción.

América Latina es una región notoriamente cíclica y el final del boom de los commodities le ha afectado seriamente. Aunque una economía debilitada no hace que los funcionarios sean más corruptos ni los criminales más violentos, sí elimina la distracción que la mejora de los estándares de vida genera sobre estos problemas endémicos.

El descontento crece, desde Tijuana hasta Tierra del Fuego. Los mexicanos no dejan de protestar por la desaparición y presunto asesinato de 43 estudiantes, las calles venezolanas son testigos de violentas protestas contra el autoritario e incompetente Gobierno de Nicolás Maduro y los brasileños exigen la destitución de su presidenta, Dilma Rousseff, ante el escándalo Lava Jato y la rebaja de la calificación crediticia del país.

La encuesta anual Latinobarómetro, que desde 1995 sondea la opinión pública en la región y que The Economist publica en exclusiva, refleja ese deterioro del estado de ánimo. Los latinoamericanos están hartos de sus líderes: la aprobación de los gobiernos en los 17 países del estudio ha caído de 60% (en el 2009) a 47%. Y están abandonando la moderación política a favor de ideologías polarizadas: quienes se consideran “centristas” son ahora el 33% cuando en el 2008 representaban el 42%.

También están perdiendo la fe en las instituciones ciudadanas: 34% dice que confía en el Estado, ocho puntos porcentuales menos que en el 2013. Lo más inquietante es que están confiando menos en la propia gente, pues solo el 16% está de acuerdo con que “la mayoría de las personas es confiable”, que iguala el porcentaje más bajo reportado por el sondeo en el pasado.

A pesar del enfriamiento económico, solo en tres países el desempleo es considerado el principal problema —Colombia, Costa Rica y Nicaragua—, mientras que en otros doce, la mayor preocupación es el crimen. En general, los latinoamericanos señalan que están tan preocupados por el crimen y las pandillas que por la economía, el desempleo y la pobreza.

En muchos casos, el público tiene motivos para temer: la violencia de las pandillas ha convertido gran parte de Centroamérica en la región más mortífera del mundo. Por ejemplo, el fracaso de una tregua impulsada por el Gobierno entre mafias en El Salvador ha desencadenado tiroteos y asesinatos. Hasta en países seguros como Chile, cuya tasa de homicidios es más baja que en Estados Unidos, el crimen encabeza la lista de inquietudes.

El único país donde la corrupción es vista como el principal problema es Brasil. Aunque el gigante sudamericano no es ajeno a los arreglos bajo la mesa, el descubrimiento de que Petrobras pagó en exceso a sus contratistas dentro de un esquema de licitaciones amañadas y sobornos por alrededor de US$ 3,000 millones, constituyó un enorme escándalo incluso para los estándares del país.

Los brasileños han tomado nota y algunos manifestantes han plantado escobas en las playas, reclamando un saneamiento de la política. Hace tan solo cinco años, solo el 3% decía que la corrupción era el mayor desafío del país, pero este año esa cifra se ha disparado hasta 22%, incluso por encima del máximo de 20% registrado en el 2005, cuando la indignación popular por la compra de votos parlamentarios alcanzó su clímax.

El porcentaje de brasileños que señalan que ellos o sus parientes se han encontrado con algún acto de corrupción durante los últimos doce meses duplica la tasa del país que ocupa el segundo lugar. Estas preocupantes tendencias podrían ser poco más que un daño colateral efímero causado por el fin del boom de los commodities.

La data histórica de Latinobarómetro revela que tanto el apoyo a la democracia y la satisfacción con ella tienden a ir de la mano con la economía: los números más bajos de los últimos 20 años se registraron en el 2001, en medio de la última recesión que afectó a América Latina. De manera similar, los más altos ocurrieron en el 2010, el año de mayor crecimiento del PBI regional.

Pero según la jefa de Latinobarómetro, Marta Lagos, oculta detrás de estas fluctuaciones cíclicas se encuentra una permanente debilidad de largo plazo. Desde la primera encuesta, las personas han ubicado las ramas del Estado —como el Poder Judicial, el Congreso y los partidos políticos— al fondo de la lista de instituciones en las que confían. En contraste, los únicos tres grupos que al menos la mitad de encuestados dice confiar son sus familias, sus vecinos y la iglesia.

Comparando la data con estudios de otras regiones, Latinobarómetro haya que la confianza interpersonal en América Latina —lazos que van más allá de familia y amigos— está muy rezagada con respecto a Europa, e incluso con el sudeste asiático y el mundo árabe.


El excongresista estadounidense Barney Frank solía decir que “el Gobierno es simplemente el nombre que les damos a las cosas que elegimos hacer todos juntos”. Es probable que la volátil fe que los latinoamericanos tienen en la democracia es, esencialmente, un síntoma de su profunda falta de confianza.

CUIDADO CON LA BRECHA QUE SE AGRANDA


¿Qué opina Anthony Atkinson, mentor de Thomas Piketty, sobre la inequidad de la distribución de ingresos y cómo solucionar este problema?
El aumento de los ingresos elevados (y el estancamiento de los bajos) es en parte el resultado de tendencias como la globalización o el cambio tecnológico.

Los libros contemporáneos sobre la inequidad de la distribución de ingresos se dividen en antes y después de la publicación de “El capital en el siglo XXI”, de Thomas Piketty, cuya edición en francés salió en agosto del 2013 y, siete meses después, su traducción al inglés causó revuelo y se convirtió en un best seller internacional. El estudio logró enfocar la atención y generar debate sobre la creciente riqueza e inequidad, y hasta ofreció un posible remedio: un impuesto global sobre el patrimonio.

Ahora es el turno del economista británico Anthony Atkinson, quien acaba de publicar “Inequality: What Can Be Done?”. Además de haber trabajado por más de cuatro décadas en la investigación de la inequidad y la pobreza, fue mentor de Piketty y construyó con él una base de datos histórica sobre altos ingresos. Atkinson eligió un enfoque más digerible para su libro, que es menos extenso y más directo, y analiza las discusiones sobre política económica desde su posición a favor de una agresiva intervención gubernamental.

Atkinson es más radical que Piketty: propone gravar con fuertes impuestos a los ricos, quienes, estima, han tenido una tributación muy flexible durante la última generación. Pero eso no es todo, pues también piensa que el gobierno debe entrometerse en todo tipo de mercados para influenciar la distribución de las recompensas económicas.

Sus recomendaciones son un retorno a las décadas de 1960 y 1970, cuando los sindicatos eran una fuerza política dominante y el Estado era visto como un necesario vigía de los mercados. Incluso los economistas que están a favor de la equidad, tales como el propio Piketty, son renuentes a recomendar controles de salarios y garantías de empleo. Pero Atkinson sí lo hace y aunque sus argumentos no sean totalmente convincentes, sí podrían cambiar la dirección del debate.

El libro se inicia enunciando el daño causado por las crecientes brechas de ingreso: castigan injustamente a los desfavorecidos, además que socavan el crecimiento económico y la cohesión social. Quizás lo más importante sea que la inequidad en la distribución de recursos económicos se traduce directamente en desiguales oportunidades personales. La riqueza genera comodidad incluso si no es gastada, pues los ricos están asegurados contra adversidades futuras o pueden utilizar su patrimonio para alcanzar metas personales o profesionales.

La inequidad en los países avanzados era elevada antes de las dos guerras mundiales, pero cayó luego de 1945 para volver a incrementarse alrededor de 1980. Dicho aumento caracteriza a la mayoría de economías ricas, especialmente Estados Unidos y Reino Unido, y algunas emergentes como China. Atkinson analiza las diversas fuerzas que históricamente han provocado la disparidad de ingresos.

El autor se detiene en un factor en particular: las formas sutiles (y no tan sutiles) en que los ricos son capaces de influenciar la política gubernamental a fin de proteger sus fortunas. Cuando los gobiernos priorizan baja inflación sobre bajo empleo, o bajos impuestos sobre inversión en infraestructura o educación, están respondiendo a las preferencias de los acaudalados.

El aumento de los ingresos elevados (y el estancamiento de los bajos) es en parte el resultado de tendencias como la globalización o el cambio tecnológico. Pero tales tendencias no deben tomarse por sentadas, pues el gobierno juega un importante rol en darles forma a los cambios. Por ejemplo, la investigación en vehículos autónomos —que podrían eliminar millones de empleos poco calificados— ha sido financiada por el gobierno estadounidense.

Si los trabajadores tuvieran más presencia política, dicho gobierno habría dirigido sus fondos hacia la investigación de tecnologías que complementen las aptitudes de los obreros.

Atkinson sostiene que el Estado debe estar consciente de su rol en el proceso de innovación y tener en cuenta sus efectos sobre la distribución del ingreso. En particular, tiene que invertir en capital humano —en educación y capacitación— y enfatizar las ventajas de la interacción humana en la administración de los servicios públicos.

Además de la responsabilidad estatal de invertir en capacitación, Atkinson propone quince medidas que impulsarían la igualdad, incluyendo el establecimiento de un salario mínimo, la redefinición de la seguridad social como un ingreso pagado a todos aquellos que contribuyen con la sociedad, y el otorgamiento de garantía de empleo, de ser necesario en el sector público, a quienes lo deseen.

El autor no teme pronunciar verdades incómodas, como por ejemplo que la comodidad que otorga la riqueza importa tanto como el consumo que puede procurarse, que tener un empleo podría no ser suficiente para brindar al trabajador un estándar de vida que mejore a la par con el crecimiento económico o que el poder económico se protege a sí mismo de formas sutiles y perniciosas, que solo podrían revertirse con un gobierno intervencionista.


La solución planteada por Atkinson podría no ser la correcta, pero su libro le recuerda al lector cuán anticuadas se han vuelto las políticas económicas de posguerra y cuán distorsionada se vería la economía de hoy para un observador del pasado no tan distante —o quizás, de un futuro no tan lejano—.

LA FIESTA CON LAS MATERIAS PRIMAS TERMINÓ


Una década de embriaguez con las materias primas podría generar una resaca más prolongada.
La OPEP está extrayendo por encima de su cuota diaria de 30 millones de barriles de petróleo.

Hace más o menos una década comenzó una nueva era para los precios de las materias primas, estimulada por la insaciable demanda de China, y los mercados emergentes desde Argentina hasta Zambia disfrutaron del incremento del valor de sus tierras agrícolas y minas. El boom fue atizado por la debilidad del dólar estadounidense, la divisa en la que se establecen los precios de la mayor parte de commodities.

Pero la situación se ha revertido. El alza del dólar ha debilitado las cotizaciones de los commodities: muchos han caído por debajo de sus niveles de hace diez años, aunque otros activos negociables no han tenido la misma suerte, como las acciones.

Aunque la economía de Estados Unidos está fortaleciéndose, su impacto es empequeñecido por el enfriamiento de la demanda china, que todavía consume cerca de la mitad de los metales vendidos en el mundo. Encima, en las últimas semanas, ha resurgido un temor generalizado sobre las perspectivas económicas de este país, causado en parte por la caída de sus bolsas y por la inesperada devaluación del yuan.

La maldición para los productores es que existe sobreoferta en casi todas las materias primas, pero actúan como si no lo supieran. Y se continúa invirtiendo, lo cual está creando un resaca que podría durar al menos una década. Según Jeff Currie, de Goldman Sachs, los ciclos pasados sugieren que tomará hasta quince años resolver los inconvenientes que ocasiona el exceso de inversiones.

En lo que va del año, casi todos los commodities mayores —energéticos, metales industriales y cultivos— han caído entre 10% y 20%. Su abundancia es alimentada por tres factores comunes: La reducción de costos, que hace pensar a los productores que pueden aguantar la caída de precios por más tiempo; los anhelos de los grandes ofertantes, ya sea la OPEP o las mineras globales, por aumentar su participación de mercado; y el financiamiento, que permanece disponible.

La disminución de costos es parte de un círculo vicioso, pues fuera de Estados Unidos, las divisas baratas en relación al dólar han abaratado los insumos. Por ejemplo, la magnate minera Gina Rinehart esgrime ese argumento para justificar la apertura de una operación de US$ 13,000 millones en Australia que producirá 55 millones de toneladas de hierro al año —equivalentes a la producción anual estadounidense—.

En el caso del crudo, la reducción ha venido de quienes se pensaba serían borrados del mapa por las bajas cotizaciones: los productores de petróleo de esquisto, que han recortado los costos en un tercio y continúan extrayendo lo suficiente como para deprimir los precios. Esto podría darles una falsa sensación de seguridad, como ocurrió en la primavera (boreal), cuando una pequeña alza generó un aumento en el número de perforaciones —al poco tiempo, los precios cayeron nuevamente—.

Entre los titanes, los esfuerzos por recuperar mercado pueden ser contraproducentes. La OPEP está extrayendo por encima de su cuota diaria de 30 millones de barriles, con lo que la cotización del petróleo está cerca de su nivel más bajo desde marzo del 2009. Su plan no funcionó porque obligó a los petroleros de esquisto a volverse más eficientes.

Entretanto, mineras globales como BHP Billiton y Rio Tinto continúan incrementando su producción de hierro —según los analistas, están intentando sacar del negocio a sus competidores chinos y de otros países, que operan con costos superiores—.

En cuando al financiamiento, Tomás Gutiérrez, de la consultora Kallanish Commodities, indica que la producción china de acero acaba de alcanzar su pico y en lugar de enfrentar la bancarrota, muchas productoras ineficientes sobreviven gracias al respaldo del Gobierno. Sus excedentes son exportados, lo que añade presión a los precios globales del metal.

En el sector petrolero, se espera que los problemas se manifiesten con virulencia. Los productores pequeños de esquisto podrían verse en apuros, a menos que la caída de precios se detenga. Deutsche Bank anota que las compañías energéticas representan alrededor de un sexto de los deudores de alto rendimiento en Estados Unidos y cree que el barril por debajo de US$ 55 podría generarles aflicciones financieras.

La OPEP también tiene sus inválidos, entre ellos Libia, Nigeria y Venezuela. Arabia Saudita, la voz cantante de ese cártel, no quiere hablar sobre recortar la producción y a inicios de este mes obtuvo US$ 5,000 millones para compensar el flaqueo de sus ingresos petroleros.

Por su parte, la temporada de perforaciones en Estados Unidos está terminando. Si el Congreso ratifica el pacto nuclear con Irán, el mes entrante, el petróleo que está embargado comenzará a fluir. La minera y comercializadora de commodities Glencore —de capitales británicos y suizos—, reportó pérdidas enormes el 19 de agosto. Su CEO, Ivan Glasenberg, ha criticado a los competidores que no están dispuestos a reducir su producción y ha advertido que los precios actuales “no tienen ningún sentido”.

No es inusual que la situación sea desalentadora. Cuando los precios caen lo suficiente durante suficiente tiempo, la producción termina por declinar, como ha ocurrido con el níquel desde el año pasado. Mientras tanto, las grandes compañías mineras y petroleras se harán de las pequeñas y cerrarán sus operaciones más débiles. Y entonces, podrá iniciarse otro ciclo que dure algunas décadas.

LOS DEMAGOGOS SUELEN GANAR LAS ELECCIONES


Y no hay razón para asegurar que Estados Unidos permanezca siempre inmune.

Según Donald Trump , Estados Unidos “es un infierno, el hazmerreír del mundo. El ‘sueño americano’ ha muerto”. Pero no hay nada que temer porque la solución está a la mano. “Fui a Wharton y soy muy listo”, señala el empresario, quien una vez alardeó que “es muy posible que sea el primer candidato presidencial en hacer dinero durante la campaña”.

Si cuando lanzó su postulación generó burlas, ahora lidera las encuestas para la nominación del partido Republicano a la presidencia de su país, a pesar de hacer declaraciones que hubieran torpedeado cualquier otra candidatura. Los estadounidenses están despertando a la posibilidad de que un hombre cuyo hobby es ponerle su nombre a todo lo que posee sea el representante del partido de Lincoln y Reagan.

Eso sería terrible y el propio Trump lo demuestra, pues no está atado por la consistencia. Sobre el aborto, ha dicho que está a favor y, también, en contra. Lo mismo sobre la posesión de armas. El 2000, buscó la candidatura por el Partido de la Reforma y hace una década declaró, “probablemente me identifico más como demócrata”; ahora es republicano.

En una entrevista con The Economist, se le preguntó por qué los votantes republicanos parecen dispuestos a dejarle discrepar sobre asuntos que ellos valoran. Trump pensó que se trataba de religión, pues no asiste a la iglesia y tiene problemas para citar las Sagradas Escrituras. “Soy profundamente devoto de la Biblia, de Dios y de la religión”, declaró. Pero segundos después, se aburrió del tema y comenzó a hablar de que posee “un patrimonio de más de US$ 10,000 millones y algunos de los mayores activos del mundo”, incluyendo la Torre Trump, el resort golfístico Trump Turnberry, etcétera.

En lo que sí ha tomado una clara y osada posición, es en un asunto detestable. Quiere levantar un muro en la frontera con México y hacer que este país pague la construcción, además de deportar a los 11 millones de inmigrantes que se estima son ilegales. Aparte del sufrimiento que esa medida causaría, también costaría US$ 285 millones, más o menos US$ 900 en nuevos impuestos por cada persona que no sea echada.

Trump argumenta que es necesario porque los migrantes ilegales mexicanos “están trayendo drogas y crímenes, y son violadores”. No solo arrestará a todos ellos sino que hará lo mismo con sus hijos nacidos en el país y también les expulsará, pese a que son estadounidenses. No le preocupa que dicha medida sea ilegal.

Su enfoque sobre política externa es igualmente burdo. Dice que aplastaría al Estado Islámico y enviaría las tropas para que “tomen el petróleo”. Asimismo, “haría que Estados Unidos sea nuevamente una potencia”, tanto militar como económica, siendo un mejor negociador que todos los “bobos” que hoy representan al país.

Dejemos por un momento de lado la vanidad de un hombre que piensa que la geopolítica no es más difícil que vender inmuebles. Ignoremos que proclama falsamente que “El arte de la negociación”, de su autoría, es el libro de negocios más vendido de todos los tiempos. Más bien, prestemos atención a lo paranoica que es su visión del mundo.

En su opinión, “cada país que hace negocios con nosotros” está estafando al país. “El dinero que China tomó de Estados Unidos es el mayor robo de nuestra historia”. Se refiere al hecho de que los estadounidenses compran productos chinos y culpa a Pekín de manipular el yuan. También dice que aplicaría aranceles a muchos bienes importados y que repensaría la protección a aliados como Corea del Sur y Japón, porque “si nos retiramos, ellos se protegerán bien. ¿Recuerdan cuando Japón derrotaba a China en las guerras?”.

La receta secreta de Trump tiene dos ingredientes. Primero, es un genio del autobombo que no toma en cuenta la realidad —en una ocasión declaró que “juega con las fantasías de la gente”—. Segundo, dice cosas que ningún otro político diría, de modo que la gente cree que no es un político.

Los defensores de la cortesía podrán objetarle cuando llama a alguien “cerda gorda” o sugiere que una acuciosa entrevistadora tiene “sangre saliéndole de allí”, pero sus simpatizantes piensan que esas groserías son un signo de autenticidad de un líder que canaliza la ira de quienes se sienten traicionados por la élite o desplazados por el cambio social; y en Estados Unidos hay decenas de millones.

El país ha coqueteado con populistas en el pasado, pero ninguno ha ganado la candidatura presidencial de un partido grande desde William Jennings Bryan en 1908. Quien estuvo más cerca fue Pat Buchanan, en 1996, cuando ganó las primarias republicanas en Nuevo Hampshire, pero luego fue vencido por Bob Dole.

Trump es mucho más peligroso que Buchanan por dos motivos. Primero, como es multimillonario, no tendrá problemas de liquidez para financiar su campaña. Segundo, enfrenta a tantos rivales republicanos que podría hacerse con la nominación con apenas una modesta pluralidad de los votos. La opinión generalizada es que los republicanos terminarán uniéndose en torno a un candidato más convencional, como lo han hecho en el pasado.


Pero el mundo no puede darlo por sentado. En otros países, algunas veces los demagogos ganan las elecciones y no hay razón para asegurar que Estados Unidos siempre permanezca inmune. Los republicanos deben escuchar atentamente a Trump, y votar por algún otro.

COMO HA SIDO EL REMEZÓN EN BRASIL


La construcción afronta un duro momento entre recortes de fondos públicos y escándalos de corrupción.
Las empresas brasileñas de todo tipo están preparándose para una recesión.

Las constructoras brasileñas tuvieron un año excepcional en el 2014, pues estadios, aeropuertos y carreteras debían estar listos para el Mundial, y se iniciaron las obras para las Olimpiadas de Río de Janeiro. Además, la presidenta Dilma Rousseff, que buscaba la reelección, impulsó el gasto federal en infraestructura con miras a los comicios de octubre.

Las empresas del sector llevaban una década creciendo a tasas reales de 11% al año. Pero en setiembre, una investigación policial descubrió que parte de esa expansión se debía a contratos inflados, que durante años fueron suscritos entre la estatal Petrobras y al menos seis de las mayores constructoras del país —las que en el 2013 sumaron ingresos por US$ 8,800 millones—, a cambio del pago de coimas a políticos.

Cerca de 30 ejecutivos aguardan sus juicios por corrupción o lavado de activos, incluido el CEO de UTC Engenharia, la sétima constructora brasileña. El crédito se evaporó y varias empresas, entre ellas OAS y Galvão Engenharia (tercera y sexta, respectivamente), incumplieron el pago de parte de sus deudas y solicitaron protección contra quiebras.

La incertidumbre que ha causado esta trama está afectando al sector en su conjunto, pues se ha asumido que todo el mundo está involucrado. Marco Rabello, gerente de Finanzas de Norberto Odebrecht, la constructora líder, que no ha sido el foco de ninguna acusación, admite que el principal problema del sector es uno de imagen.

Para empeorar las cosas, Rousseff, que ganó las elecciones por un margen estrecho, está aplicando drásticos recortes para reducir el abismal déficit presupuestario, en especial en su emblemático “Programa de aceleración del crecimiento”. Las empresas brasileñas de todo tipo están preparándose para una recesión, así que invertir en nuevos edificios es lo último en lo que están pensando. Al respecto, Rabello afirma que la cartera de proyectos de Odebrecht será muy pequeña este año.

Pero no todo es fatalidad y pesimismo. Muchas grandes constructoras han reducido su dependencia en los contratos gubernamentales e incluso en la demanda doméstica. Por ejemplo, solo el 6% de los ingresos de Odebrecht proviene del sector público brasileño y cerca del 75% es generado en el extranjero.

A principios de mes, el consorcio del que forma parte ganó un contrato por US$ 1,900 millones para construir la segunda línea del metro de Ciudad de Panamá. La diversificación geográfica junto con un bajo endeudamiento y un flujo de caja neto de casi US$ 700 millones, explican por qué Standard & Poor’s ha mantenido el rating de la empresa un nivel por encima del que otorga al gobierno brasileño.

También hay esperanzas en el mercado interno. Las compañías que capearon la tormenta de Petrobras podrán capturar la participación de las envueltas en el escándalo. Frederico Estrella, de la consultora Tendências, señala que aquellas medianas y bien manejadas tienen la posibilidad de entrar en las grandes ligas. Una de ellas, C.R. Almeida, analiza participar en proyectos aeroportuarios incluyendo algunos en construcción que estaban en manos de UTC Engenharia y OAS.

Hasta ahora, las gigantes extranjeras no se apresuran en llenar el vacío dejado por las que cayeron en desgracia. Primero quieren ver cómo se desenvuelve el caso de Petrobras. Algunas como la española OHL dejaron Brasil en años recientes, exasperadas por su incomprensible sistema tributario, su sofocante burocracia y sus onerosos requisitos para incluir socios locales.

Luego de que su nombre fuera mencionado en reportes de la investigación policial, la sueca Skanska aceleró sus planes de abandonar el país (y niega cualquier mala práctica). Otras compañías extranjeras están reduciendo sus operaciones en el país. La estadounidense Bechtel solía tener media docena de proyectos pero ahora solo mantiene uno: la ampliación del metro de Río de Janeiro.

Brasil todavía necesita muchísimas carreteras, líneas férreas y otras obras públicas. El Foro Económico Mundial lo ubica en el puesto 107 entre 144 países en calidad de la infraestructura. Y aunque el gobierno y sus agencias, tales como el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), han apretado sus presupuestos, los bancos de inversión y las firmas de capital de riesgo están levantando fondos para respaldar la construcción de servicios públicos.

Asimismo, el dinero chino está en camino. En su visita a Brasil, la semana pasada, el primer ministro Li Keqiang, firmó contratos por US$ 53,000 millones, incluyendo un buen número en infraestructura. Además, el banco estatal chino ICBC comprometió US$ 50,000 millones para financiar la construcción de caminos, líneas férreas, redes eléctricas y otras obras.

Aunque existe interés entre los financistas por invertir en Brasil, las ambiciosas constructoras chinas , al igual que las de otras partes del mundo, no han tenido éxito en penetrar el profundamente regulado mercado brasileño.

Las empresas que sobrevivan al remezón actual podrán esperar una recuperación de sus carteras de proyectos y con poca competencia extranjera que les cause problemas.

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