Qué
año han tenido los votantes del mundo: rechazaron el acuerdo de paz en
Colombia; separaron al Reino Unido de la Unión Europea; aprobaron una
constitución tailandesa que restringe la democracia, y, en Hungría, respaldaron
un proyecto del gobierno para restringir la entrada de refugiados, pero sin la
participación necesaria para tener un resultado válido.
Un referendo nacional determinó cada uno de estos
cambios. Aunque los votantes escogieron lo contrario a lo que se esperaban sus
gobiernos, erosionaron sus propios derechos e iniciaron crisis políticas, todos
lograron algo: demostraron
por qué muchos politólogos consideran que los referendos son desastrosos y
peligrosos.
Cuando se le preguntó si los referendos eran buena idea,
Michael Marsh, un politólogo del Trinity College Dublin, dijo: “La respuesta
sencilla es casi nunca”.
“He
visto muchos de esos en Irlanda, y de verdad van de lo inútil a lo peligroso”,
agregó.
Aunque esos votos se presentan como decisión popular en su forma más pura, varios
estudios han encontrado que a menudo subvierten la democracia en vez de
avanzarla. Tienden a ser volátiles y no solo dependen de los méritos de
la decisión, sino también de giros políticos o incluso, como pasó en Colombia,
del clima.
Los
votantes deben tomar sus decisiones con relativamente poca información, lo cual
los obliga a depender de los mensajes políticos… eso les da poder a las élites
políticas y no a los votantes.
“Esta
es una herramienta riesgosa, pero los políticos siguen usándola porque
creen que ganarán”, dijo Alexandra Cirone, becaria de la London School of
Economics. Pero a menudo no ganan, y en vez de resolver problemas políticos, los referendos crean otros
problemas. Al revisar las investigaciones sobre estos mecanismos de
participación, es evidente por qué muchos expertos son escépticos.
Los
votantes enfrentan un problema en cualquier referendo: necesitan sintetizar
decisiones políticas difíciles hasta llegar a un simple sí o no.
Los votantes típicamente resuelven este problema al
encontrar lo que los politólogos Arthur Lupia y Matthew D. McCubbins han
llamado “atajos”. Los votantes siguen la orientación de figuras de autoridad
confiables o encajan la decisión dentro de una narrativa conocida.
Cuando
un gobierno lleva a cabo un referendo, la gente a menudo vota a favor si les
agrada el liderazgo, y votan en contra si no es así, de acuerdo con la
investigación de Lawrence LeDuc, un politólogo y profesor emérito de la
Universidad de Toronto.
“Un
voto que, se supone, debe tratarse de un importante tema público, termina
tratándose de la popularidad o impopularidad de un líder o partido en
particular, el historial del gobierno o algún conjunto de problemas o
sucesos que no están relacionados con el tema del referendo”, escribió el
profesor LeDuc en un artículo de 2015.
Los
votantes también podrían afrontar temas complejos ajustándolos a creencias
ideológicas existentes.
Esta dinámica se manifiesta virtualmente en cada
referendo… especialmente en los que ponen más cosas en juego.
Los
políticos u otros actores políticos poderosos a menudo reformulan el referendo
según narrativas directas y simplistas. El resultado es que los votos se
tratan menos de la cuestión política que de contiendas entre valores abstractos
o entre qué narrativa se impone entre los votantes.
En el brexit, ningún bando hizo énfasis en los pormenores
de ser miembro del bloque y, en vez de eso, enmarcaron el voto como una decisión sobre valores.
La campaña para permanecer en la Unión Europea presentó la adhesión como un
asunto de estabilidad económica. La campaña para abandonar la Unión Europea hizo énfasis en la inmigración.
Funcionó. La gente que votó para quedarse se mostró muy preocupada por la economía,
pero no mucho por los inmigrantes. La gente que votó para abandonarla dijo que estaba más
preocupada por la inmigración y menos por la economía.
En
Colombia, Santos presentó el referendo como un voto por la paz, pero la
oposición lo presentó como una decisión sobre la impunidad de las Farc. Ninguna
narrativa presentó por completo la cuestión de si el acuerdo de paz valdría la
pena.
Colombia, dijo Cirone, también destacó que “en contextos
donde el referendo aborda un tema político histórico, puede ser difícil que los votantes separen
experiencias del pasado de lo que es mejor para el país en el futuro”.
En Tailandia, el gobierno liderado por los militares
sostuvo un referendo en agosto para aprobar una nueva constitución que
afianzaría su poder y restringiría elementos de la democracia. Sin embargo, los
militares también prometieron elecciones solo después de que se aprobara la
constitución y, en efecto, vendieron un documento antidemocrático como una
decisión a favor de las elecciones. La medida fue aprobada.
La democracia como herramienta de los poderosos
Aunque
se presentan como el equivalente a poner el poder en las manos de la gente, los
referendos a menudo tienen el propósito de poner un sello de legitimidad
popular en algo que los líderes ya decidieron.
“No
tiene mucho que ver con que la gente debería decidirlo”, dijo Cirone.
“Tiene que ver con que un político puede obtener una ventaja al hacerle una
pregunta a la gente”.
David Cameron, por ejemplo, que hasta julio fue el primer
ministro del Reino Unido, sostuvo un voto para decidir si el país abandonaría
la Unión Europea con la esperanza de que solo reforzaría su decisión de
quedarse dentro del bloque y así podría apaciguar a los políticos británicos
que querían abandonarlo.
Las
fuerzas militares tailandesas restringieron la cobertura noticiosa del proyecto
de constitución para asegurarse de que no hubiera correlatos que pudieran
presentarla como una amenaza a la democracia. Al dar la apariencia de
que se trataba de la opinión popular, las fuerzas militares de hecho empañaron
la situación.
Lo más probable es que el primer ministro de Hungría,
Viktor Orban, diseñara el referendo del país —sobre los requisitos de la Unión
Europea para aceptar refugiados— para evitar objeciones en el bloque a sus
políticas antiinmigrantes y reforzar su estatus político en el país. En ambos
casos, se utilizó el voto como instrumento para hacerse fuerte.
Votos por la paz, de alto riesgo y gran recompensa
Sin embargo, ese sello de legitimidad popular a veces
puede ser algo bueno, pues establece disputas nacionales polémicas que de otra
manera podrían provocar caos político o incluso conflictos armados. Eso se debe
precisamente a que la apuesta es tan alta que los riesgos lo son también.
Al acuerdo de paz del Viernes Santo en 1998 en Irlanda del Norte siguieron
dos referendos, uno en Irlanda del Norte y uno en la República de Irlanda.
Eso les dio a las comunidades un sentido de haber sido incluidas y marginó a
cualquiera que quisiera seguir peleando, lo cual hizo que fuera menos probable
que hubiera un conflicto.
Esto
muestra una importante manera en que los referendos son distintos de las
elecciones regulares: tienen éxito solo cuando el país percibe el voto como el
reflejo de la voluntad popular. Funciona mejor si la participación es alta y un
lado gana de manera arrolladora, como sucedió con el voto en Irlanda del Norte
en 1998.
Sin
embargo, en Colombia, la participación fue solo del 38 por ciento, y el voto se
dividió casi perfectamente por el medio, lo cual significa que solo algunos
miles de personas dieron un giro al resultado. Aunque el referendo hubiera sido
aprobado, no habría logrado darle legitimidad popular al acuerdo de paz.
Ese
problema puede resolverse requiriendo una gran participación y una victoria
aplastante para que un referendo sea válido, dijo Cirone, pero en una decisión
desconcertante, ni Colombia ni el Reino Unido requirieron más del 50 por ciento
del voto para que cualquier bando ganara.
Un
resultado cerrado y con participación baja como el de Colombia puede tener como
riesgo profundizar las disputas políticas en vez de frenarlas. Los líderes
deben elegir entre aceptar un resultado que no refleja de manera demostrable la
voluntad popular o rechazar el resultado y arriesgarse a enfrentar un revés
político o una crisis constitucional.
Los
referendos nacionales también pueden ser extremadamente volátiles, conducidos
por factores que no tienen relación con los méritos del asunto y fuera del control
de todos.
Las encuestas de opinión a menudo son engañosas porque la
gente no se forma opiniones sino hasta antes del momento de votar. De manera
reveladora, a menudo abandonan esas opiniones igual de rápido.
El profesor Marsh del Trinity College Dublin dijo que
había encontrado, en algunos casos, que la “mayoría de la gente no puede
recordar ningún argumento a favor —después de una semana aproximadamente—, no
pueden recordar ningún argumento en contra y en realidad no están muy seguros
de por qué votaron sí o no”.
Agregó:
“Eso hace que los referendos de verdad no me inspiren”.
El ruido ambiental de la política también puede
distorsionar la voluntad popular. Todo desempeña un papel: si un partido tiene
ventaja o desventaja en las encuestas, si las disputas dentro de un partido se
hacen públicas y la manera en que los medios presentan asuntos relacionados.
Los
votantes también están sujetos a factores al azar, incluido el clima. En
Colombia, la participación en el referendo pudo haberse visto disminuida por el
huracán Matthew que impactó la costa Caribe, lo cual obligó a que la gente
fuera evacuada en algunas zonas.
“La
idea que, de alguna manera, cualquier decisión que se toma en cualquier momento
mediante el mandato de la mayoría necesariamente es ‘democrática’ es una
perversión del término”, escribió Kenneth Rogoff, un profesor de economía en
Harvard, después de que el Reino Unido votara a favor de abandonar la Unión
Europea.
“Eso
no es democracia: es una ruleta rusa para las repúblicas”, agregó.