Con
el respaldo tácito de su padre, el príncipe heredero de 32 años de Arabia
Saudita se ha convertido en la figura más poderosa del mundo árabe.
El príncipe heredero Mohamed bin Salmán ordenó recientemente el arresto de
once príncipes de la familia real y casi doscientos miembros de la élite
empresarial saudita, además de que ha comenzado a quitarles poder a los
clérigos conservadores del reino. Ha impuesto un bloqueo a la vecina Catar, acusó a Irán de actos de
guerra y alentó la renuncia del primer ministro de Líbano. En Yemen, sus
fuerzas armadas combaten a una facción alineada con Irán en una complicada
guerra que ha creado una crisis humanitaria.
El
príncipe heredero se ha movido tan rápido que a los funcionarios estadounidenses
y a los burócratas de otros países les preocupa que esté
desestabilizando la región. Las señales de un posible contraataque aumentan.
Los
inversionistas, nerviosos por sus planes, han estado sacando su dinero del
reino. El príncipe Mohamed ha buscado contrarrestar la fuga de capitales
presionando a los detenidos y a otros para que entreguen sus activos.
Los
defensores del príncipe Mohamed dicen que simplemente está tomando las medidas
drásticas necesarias para cambiar la economía del reino, dependiente del
petróleo, al tiempo que repele la agresión iraní.
Sin embargo, analistas de la región debaten si esa
precipitación podría estar provocada más por un deseo de consolidar el poder
antes de una posible sucesión real, por una desesperación por efectivo para pagar sus planes o simplemente
una ambición desenfrenada de dejar su marca en el Medio Oriente. A pesar
del entusiasmo que muestra el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, por
el príncipe, algunas personas en el Departamento de Estado, el Pentágono y las agencias de inteligencia
estadounidenses dicen que temen que su impulsividad pueda obstaculizar sus
propios objetivos y desestabilizar la región.
“Ha
decidido no hacer nada con cautela”, dijo Philip Gordon, el coordinador
para Medio Oriente de la Casa Blanca en el gobierno de Barack Obama. Sin
embargo, agregó: “Si el
príncipe heredero aísla a demasiados príncipes y otros pilares del régimen,
busca costosos conflictos regionales y asusta a los inversionistas extranjeros,
podría minar las posibilidades de las reformas que está tratando de
implementar”.
Las amenazas del príncipe heredero en contra de Irán y
Líbano han hecho surgir el espectro de guerras que el ejército saudita, ya
embrollado en Yemen, no
está preparado para pelear. Riad quedaría obligada a depender de Estados
Unidos o Israel en cualquier nuevo conflicto.
Con
la caída del precio del petróleo en los últimos años, Arabia Saudita ha
congelado proyectos y ha gastado más de un tercio de sus reservas financieras,
reduciéndolas a cerca de 475.000 millones de dólares este otoño a partir de un
pico de 737.000 millones de dólares en agosto de 2014. A esa velocidad
de gasto, al reino le quedan pocos años para elevar sus ingresos o recortar sus
gastos y así evitar una crisis financiera.
Ante ese escenario, los defensores del príncipe
argumentan que la campaña anticorrupción busca recuperar cientos de miles de
millones de dólares que se han fugado del presupuesto estatal a través de la corrupción y la
autodistribución, dinero que necesita para financiar sus planes de desarrollo.
El príncipe Mohamed había solicitado durante meses a los
ricos del reino invertir en su programa de modernización. Pero algunos se han quejado de
que sus planes —como un nuevo centro de negocios de 500.000 millones de dólares
“para los soñadores del mundo”, construido desde cero y alimentado por
completo con energía limpia— no estaban bien concebidos y eran muy exagerados,
así que en lugar de invertir en casa movieron sus activos al extranjero.
Ahora,
ya no solo les está pidiendo. El gobierno saudita está presionando a los
detenidos y a otros para
que entreguen grandes sumas a cambio de un mejor trato, de acuerdo con
los socios de la familia real y lo que informaron a un funcionario
estadounidense sobre las medidas extremas. Los empleados de algunos de los arrestados habían sido
convocados meses antes para responder a preguntas sobre sus jefes, una señal de
que la purga se planeó con anticipación.
Un importante funcionario saudita que defiende las
medidas dijo que su objetivo era mostrar que las viejas reglas de negocios en
el reino habían cambiado.
“La
corrupción se da a todos los niveles y hay cientos de miles de millones de
riales que se pierden de la economía nacional anualmente”, dijo el funcionario,
quien habló con la condición de que se mantuviera su anonimato. “El
punto aquí fue sobre todo impactar el sistema, enviar un mensaje de que esto ya
no se tolerará y de que nadie es impune”.
La
corrupción ha sido tan endémica durante tanto tiempo —de los contratos
gubernamentales inflados para grandes proyectos a sobornos simples para obtener
un pasaporte— que innumerables sauditas han participado en ella. Aun
así, parece que se ha dejado en paz a algunos príncipes con una reputación de
corrupción conspicua, lo
que hace surgir preguntas acerca de quiénes son blancos y por qué.
Trump eligió a Arabia Saudita para el primer viaje al
extranjero de su presidencia y el príncipe Mohamed y Jared Kushner han
establecido una cercanía tan
estrecha que otros funcionarios estadounidenses dicen que no se les informa
sobre lo que hablan.
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