Falansterios, o falanges, es como se denominaba a las comunidades
teorizadas por el socialista utópico francés Charles Fourier. Se fundaban en la
idea de que cada individuo trabajaría de acuerdo con sus pasiones y no existiría
un concepto abstracto y artificial de propiedad, privada o común.
Los falansterios son comunidades rurales
autosuficientes, que serían la base de la transformación social. Los
falansterios se crearían por acción voluntaria de sus miembros y nunca deberían
estar compuestos por más
de 1.600 personas, que vivirían juntas en un edificio con todos los servicios
colectivos.
Todas las personas serían libres de elegir su trabajo, y lo podrían
cambiar cuando quisieran.
Charles Fourier, más que ningún otro
socialista utópico, trató
de resolver todos los problemas de la sociedad mediante la construcción de un
elaborado sistema de organización social, en el que toda persona,
actividad o cosa ocupaba por anticipado un lugar bien determinado.
Fourier partía de la creencia de que el ser
humano es intrínsecamente bueno, porque es depositario de una armonía natural que refleja
la armonía del universo.
El problema estaba en la sociedad
existente, que impedía el desarrollo completamente libre de las cualidades del
ser humano. Para resolverlo planteó la construcción de una rígida comunidad
liberadora: el falansterio.
El falansterio era la unidad social mínima, reunía a unas 1.000
personas, disponía de tierras para agricultura y para
diversas actividades económicas, para viviendas y para una gran casa común.
Todo estaba reglado, todo debía seguir un
orden muy particular, incluso el amor y el sexo. Todo estaba pensado para una
vida cómoda y con el mayor placer. Las personas trabajarían en función de su capacidad y recibirían en
función de sus necesidades; así pues, una persona joven trabajaría más
que una persona anciana y ésta recibiría más porque tiene un mayor número de
necesidades que la persona joven.
Fue el modelo en el que se inspiraron las
comunidades hippies.
En la práctica, sin embargo, sólo hubo una
experiencia de falansterio en Francia y fracasó inmediatamente; además, hubo
otro intento de crear un falansterio en España, promovido por Joaquín Abreu en
Tempul, próximo a Jerez de la Frontera.2 En Europa la importancia del
fourierismo declinó rápidamente, pero en Norteamérica tuvo una buena acogida y gozó de cierto
prestigio intelectual.
La idea de una forma de vida cooperativa resultó atractiva para mucha
gente en una época de depresión económica. En poco tiempo se crearon entre 40 y
50 falansterios, aunque sólo tres sobrevivieron más de dos años.
En la República Argentina, Jean Joseph
Durando3 estableció en 1857 un falansterio en terrenos donados por el hacendado
Luis Hughes, en lo que se llamó Colonia San José en Hughes, cerca de Colón,
provincia de Entre Ríos. La
formaban 530 inmigrantes suizos, saboyanos y alemanes. Durando, un
personaje con gran poder de sugestión y penetración psicológica que había
nacido en el cantón de Valais, logró una comunidad rural con adelantos
tecnológicos y autosuficiente hasta su muerte en 1916, derrumbándose
posteriormente. A partir de 1920 lo formaron 790 inmigrantes todos ellos
europeos.
El más exitoso fue el llamado North
American, que se disolvió después de un aparatoso incendio que acabó con sus
bienes. Como en el caso de las comunidades owenitas, el fracaso de estos
falansterios, más allá de sus dificultades intrínsecas, se debió a su rápido crecimiento, que atrajo en
poco tiempo a gran cantidad de personas poco preparadas y aún menos
comprometidas.
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