¿QUÉ IDEOLOGÍAS DEBERÍAN DESAPARECER DEL PLANETA TRAS HABER SOBREVIVIDO A UNA TERCERA GUERRA NUCLEAR?

 

Si alguna vez la humanidad sobrevive al abismo de una tercera guerra nuclear, no solo será necesario reconstruir ciudades, sino también el alma herida del mundo. Ante semejante horror, no basta con limpiar escombros o tratar heridas visibles. Será indispensable revisar nuestras creencias más profundas, nuestras ideologías, esas visiones del mundo que, cuando se pervierten, pueden ser semillas de destrucción.

Como discípulos de Jesús, no podemos permitirnos repetir los pecados que nos llevaron a ese desastre. Por eso, no hablamos de eliminar personas, sino de renunciar a ideologías que niegan el Evangelio de la vida, la paz y la fraternidad universal.

1. El culto a la violencia como forma de poder

Toda ideología que glorifica la guerra, que exalta la fuerza como camino para imponer la verdad o la justicia, debe desaparecer. El mundo no necesita más héroes armados, sino artesanos de la paz. Jesús nos enseñó que "los que empuñan espada, a espada perecerán" (Mt 26,52). La violencia nunca será el camino del Reino.

2. El nacionalismo agresivo y excluyente

Cuando el amor a la patria se convierte en odio al extranjero, en desprecio al diferente, estamos ante una perversión del verdadero patriotismo. Después de tanto dolor, debemos redescubrir que todos somos hermanos (cf. Fratelli Tutti, 8), hijos de un mismo Dios, sin fronteras en el corazón.

3. La idolatría del poder totalitario

Toda ideología que absolutiza al Estado, al líder o al partido, y pisotea la dignidad humana en nombre de un supuesto bien mayor, ha demostrado su capacidad destructiva. Solo el amor es digno de confianza. El poder sin verdad, sin compasión y sin límites éticos, conduce inevitablemente al abismo.

4. El desprecio por la vida humana y por la creación

Ideologías que justifican la destrucción de la vida —ya sea en el vientre materno o en los campos de batalla— no pueden tener lugar en un mundo que anhela renacer. Lo mismo vale para aquellas visiones que ven a la tierra solo como recurso a explotar, sin respeto por la creación de Dios.

5. El fanatismo y la intolerancia religiosa

Dios no es propiedad de ningún grupo. Toda forma de religión que fomente el odio, la exclusión o la violencia en su nombre, debe ser purificada por el fuego del amor. El verdadero rostro de Dios se reveló en Cristo crucificado, que oró incluso por sus asesinos: "Padre, perdónalos" (Lc 23,34).

6. El individualismo egoísta

Una ideología que dice "sálvese quien pueda", que pone el bienestar personal por encima del bien común, es incompatible con la reconstrucción de una humanidad solidaria. Tras una guerra devastadora, solo saldremos adelante si aprendemos a compartir el pan, la esperanza y el futuro.

 

En conclusión:

Más que eliminar ideologías, debemos convertir corazones. Transformar la mente y el alma del mundo desde la compasión, la verdad y la justicia. La única ideología que puede sostener la reconstrucción de la humanidad es la del Evangelio, que proclama el valor de cada vida, el perdón de los enemigos, y la esperanza en la resurrección de lo que parecía muerto.

En ese nuevo amanecer, debemos dejar atrás ideologías que niegan la dignidad del ser humano y el valor sagrado de toda vida. Toda ideología que promueva el odio, la supremacía de unos sobre otros, el materialismo sin alma, el relativismo moral que justifica el mal como medio para el poder, debe desaparecer. El individualismo extremo, que rompe la fraternidad, y el culto al progreso sin ética, han demostrado ser caminos hacia el abismo. La humanidad deberá renacer desde el Evangelio del amor, de la justicia, de la paz. Que no reine más la ideología del miedo, sino la del encuentro. Solo construyendo sobre la roca firme del bien común y la ley de Dios podremos evitar repetir nuestros errores y caminar hacia un mundo verdaderamente humano y santo.

Que María, Reina de la Paz, interceda por nosotros. Y que, en vez de levantar nuevas banderas de división, levantemos juntos la cruz del amor que todo lo redime.