CRUZAR FRONTERAS PARA ENVIAR UN CORREO
Suspender
el acceso a la web se ha convertido en una de las herramientas de la represión
gubernamental en el siglo XXI y ocurre cada vez más en países que buscan
sofocar a los disidentes.
En un cibercafé en Harare, Zimbabue, en enero, el gobierno recientemente
suspendió el acceso a internet para frenar las protestas de la oposición.
Cuando Zimbabue bloqueó el internet durante una represión
reciente, Obert Masaraure, un prominente crítico del gobierno, no tenía manera de saber cuándo
era seguro salir de su escondite. Esperó un día y después otro. Al tercer día salió
con la esperanza de que la ola de arrestos hubiera terminado.
Los
soldados lo arrestaron en su casa doce horas más tarde.
“Si hubiera estado conectado, quizá habría sabido que no era seguro salir”,
dijo Masaraure.
Los
bloqueos de internet se han convertido en una de las herramientas definitorias
de la represión gubernamental en el siglo XXI, no solo en Zimbabue, sino
en cada vez más países que buscan sofocar a los disidentes, especialmente en
Asia y África.
Los
bloqueos hacen más que socavar el proceso democrático. Pueden afectar economías enteras
y negocios individuales, así como trastornar drásticamente la vida cotidiana de
los ciudadanos ordinarios, al convertir la búsqueda de servicios móviles
en un juego del gato y el ratón con la policía, una situación por la que muchos se ven
obligados a cruzar la frontera solo con el propósito de enviar correos
electrónicos para el trabajo, por ejemplo.
El
gobierno indio lleva a cabo esta práctica con más frecuencia que cualquier otro
país —hace poco lo hizo en Cachemira—, pero no es el único: en 2018, hubo por lo menos 196 bloqueos
en veinticinco países, en comparación con los 75 que hubo en
veinticuatro países en 2016, de acuerdo con investigaciones de Access Now, un
organismo independiente que defiende los derechos en internet. Tan solo en la primera mitad de
este año, hubo 114 bloqueos en veintitrés países.
En total, más de un cuarto de los países del mundo han utilizado la táctica en un
momento u otro a lo largo de los últimos cuatros años.
Generalmente utilizado durante momentos de agitación civil o inestabilidad
política, un
bloqueo permite que los funcionarios detengan el flujo de información sobre los
actos indebidos del gobierno o frenen la comunicación entre activistas;
en esos casos, les ordena
a los proveedores de servicios que suspendan o lentifiquen el acceso a internet
de sus clientes.
Aunque países
autoritarios como China e Irán han bloqueado desde hace mucho algunos sitios
web internacionales que consideran subversivos, como Facebook, un bloqueo del internet
generalmente es una medida temporal, a menudo utilizada por gobiernos
que históricamente han tenido un enfoque menos sistemático respecto a la
censura de internet.
“La
gente siempre tenía la opinión simplista de que la tecnología solo podría
usarse de una sola manera y que era una gran herramienta para la democracia”,
dijo Kuda Hove, investigador de derechos digitales en el Instituto de Medios en
África del Sur (MISA). Sin embargo, después del surgimiento del bloqueo, dijo,
“las personas entendieron
que el gobierno podía usar la tecnología en contra de la gente”.
Las investigaciones sugieren que la economía a menudo paga el precio.
En países con un nivel medio de penetración de internet —es decir, donde entre
el 49 y el 79 por ciento de la población tiene acceso a internet— una suspensión podría
arrebatarles 6,6 millones de dólares a las actividades económicas diarias por
cada diez millones de personas, de acuerdo con analistas de Deloitte,
una firma internacional de contaduría.
Los
bloqueos pueden afectar a negocios y economías completas, así como la vida
cotidiana de ciudadanos comunes.
De julio de 2015 a junio de 2016, los bloqueos provocaron pérdidas mundiales de más
de 2400 millones de dólares, de acuerdo con la Institución Brookings, un
grupo de investigación.
El bloqueo de seis días en enero en Zimbabue tenía como
propósito frenar las manifestaciones de la oposición, pero también terminó afectando gravemente a
empresarios como Peter Makichi, distribuidor de combustible.
Como agente de una empresa sudafricana de combustible,
Makichi debía
transferirles a sus proveedores más de 100.000 dólares cada tres días.
El bloqueo no solo le impidió transferir el dinero durante varios días, sino también enviarles correos
electrónicos a sus clientes, que después cancelaron su contrato.
La cancelación lo obligó a cerrar tres de sus cuatro
sucursales y despedir a 27
de sus 35 trabajadores, lo cual redujo sus ganancias más de un 90 por
ciento todos los meses, comentó Makichi.
En las afueras de Harare, la capital de Zimbabue, la mayoría de los clientes de la
tienda de abarrotes de Wisdom Fore sí tenía dinero para comprar alimentos, pero
no tenía acceso a sus cuentas bancarias.
Debido a una escasez de billetes, muchas transacciones en
Zimbabue se hacen a través de sistemas móviles de pago, incluso las compras
pequeñas. Sin embargo, el
sistema necesita internet para funcionar, así que Fore terminó
desechando gran parte de la comida perecedera y perdió casi la mitad de sus ventas diarias.
El
bloqueo incluso afectó la industria musical. Ameen Jaleel Matanga, un
popular cantante que se presenta como Poptain, tenía la intención de lanzar su
video musical más reciente el primer día de la suspensión de internet. El bloqueo evitó que lo subiera
a la red y ese retraso alteró su plan de negocios para todo el año.
Fuerzas de seguridad en las calles de Srinagar,
Cachemira. El gobierno
indio suspendió el acceso a internet en la región en agosto. “La economía se suspende por un
bloqueo en la red”, dijo Fore. “El flujo de todo se lentifica”.
En algunos países, eso además ha incluido el suministro de medicamentos
esenciales y el despliegue de profesionales médicos.
En
Sudán, el gobierno interino suspendió el servicio de internet durante un mes,
principalmente para obstruir las actividades de la oposición después de que
fuera derrocado el presidente Omar al Bashir. Sin embargo, también evitó que los médicos
sudaneses ordenaran nuevos medicamentos, lo cual provocó una escasez de
tratamientos para la diabetes y evitó que los líderes de las manifestaciones usaran WhatsApp para
pedir asistencia médica, de acuerdo con Sara Abdelgalil, que a través
del internet coordina la llegada de suministros a Sudán desde su casa en el
extranjero.
“Teníamos un grupo de WhatsApp donde decíamos:
‘Necesitamos un cirujano en Omdurmán; necesitamos un anestesista en Buri’”,
dijo Abdelgalil, presidenta de la sección británica del Sindicato Sudanés de
Médicos, el cual apoya la transición de Sudán a un gobierno civil. “Todo eso se volvió muy
difícil”.
En
algunos países en vías de desarrollo, las ganancias de la mayoría de los
vendedores dependen de publicitar sus productos en grupos públicos de WhatsApp,
donde se pueden enviar anuncios a cientos de destinatarios a la vez. Durante un
bloqueo, estos grupos se convierten en ciudades fantasmas en línea.
En
Camerún, se bloqueó el acceso a internet de manera intermitente en las
intranquilas regiones anglohablantes al oeste del país durante 240 días en
2017 y 2018.
Para mantener el flujo de las comunicaciones, los
residentes escribían
borradores de correos electrónicos en sus celulares y se los daban a amigos y
colegas que viajarían a regiones francohablantes, dijo Rebecca
Enonchong, emprendedora de internet en Camerún.
En cuanto los celulares atravesaban la frontera invisible
entre las provincias anglohablantes y francohablantes, los correos electrónicos
se enviaban.
“Todos lo estaban
haciendo”, dijo Enonchong. “Le
dabas a alguien el dispositivo y después regresaba con él al término del día”.
Sin embargo, esta solución alternativa no fue suficiente para rescatar a muchas de
las firmas digitales en las regiones afectadas, las cuales eran el
epicentro de los negocios tecnológicos cameruneses. “Imaginen qué pasaría si el internet se
suspendiera en Silicon Valley”, dijo Enonchong, quien dirige centros de
innovación digital en zonas anglo y francohablantes. “Ese es el equivalente de lo que sucedió en
Camerún”.
Residentes afuera de tiendas cerradas en Srinagar,
Cachemira, en agosto. Una
suspensión de internet en la región también frenó las transacciones cotidianas.
En Zimbabue, un número creciente de personas han
descargado redes privadas virtuales (VPN), sistemas que permiten que los
usuarios evadan algunas restricciones de internet. Sin embargo, las VPN a menudo son bloqueadas por
el gobierno y las que funcionan con frecuencia son demasiado lentas para ser
útiles, dijo Hove, el investigador de derechos digitales.
Además, las VPN quizá no sean suficientes si los gobiernos adoptan formas
más sofisticadas de censura en internet.
Al parecer el gobierno de Zimbabue ya está sacando
partido de internet, pues
usa programas para vigilar a sus oponentes y envía ejércitos de troles
en contra de sus detractores, comentó Hove.
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