"De
tanto perder, aprendí a ganar; de tanto llorar, se me dibujó la sonrisa que
tengo.
Conozco
tanto el piso que sólo miro el cielo.
Toqué
tantas veces fondo que, cada vez que bajo, ya sé que mañana subiré.
Me asombro tanto cómo es el ser humano, que aprendí a ser yo mismo.
Tuve
que sentir la soledad para aprender a estar conmigo mismo y saber que soy buena
compañía.
Intenté ayudar tantas veces a los demás, que aprendí a esperar que me
pidieran ayuda.
Traté siempre que todo fuese perfecto y comprendí que realmente todo
es tan imperfecto, como debe ser (incluyéndome).
Hago
sólo lo que debo, de la mejor forma que puedo, y los demás que hagan lo
que quieran.
Vi tantos perros correr sin sentido, que aprendí a ser tortuga y
apreciar el recorrido.
Aprendí
que en esta vida nada es seguro, sólo la muerte. por eso disfruto el momento y lo que tengo.
Aprendí
que nadie me pertenece, y aprendí que estarán conmigo el tiempo que quieran y
deban estar, y quien realmente está interesado en mí me lo hará saber a
cada momento y contra lo que sea.
Que
la verdadera amistad sí existe, pero no es fácil encontrarla.
Que
quien te ama te lo demostrará siempre sin necesidad de que se lo pidas.
Que
ser fiel no es una obligación, sino un verdadero placer cuando el amor
es el dueño de ti. Eso es
vivir.
La vida es bella con su ir y venir, con sus sabores y
sinsabores. Aprendí a
vivir y disfrutar cada detalle, aprendí de los errores pero no vivo pensando en ellos,
pues siempre suelen ser un recuerdo amargo que te impide seguir adelante, pues,
hay errores irremediables.
Las
heridas fuertes nunca se borran de tu corazón pero siempre hay alguien realmente dispuesto
a sanarlas, con la ayuda de Dios.
Camina
de la mano de Dios, todo mejora siempre.
Y no
te esfuerces demasiado, que las mejores cosas de la vida suceden cuando
menos te las esperas. No
las busques, ellas te buscan. Lo mejor está por venir.”
*Jorge
Luís Borges*
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