Un
estudio alemán indica que los diésel son más beneficiosos para el medio
ambiente que los eléctricos
Cada cierto tiempo salta a la red un estudio que pretende indicar que los coches
eléctricos son una peor alternativa a nivel de emisiones que los actuales
diésel.
Unos
estudios sin demasiados datos que cogen la información que más les interesa,
y ya tienen un titular muy jugoso. El últimos nos llega de la mano del profesor
de física Christoph Buchal, Universidad e Colonia, que ha publicado un
llamativo estudio.
En este se indica que el coche eléctrico es más perjudicial para el medio
ambiente respecto a un coche diésel. Los argumentos son que todo el
proceso de extracción de los componentes que dan forma a la batería, como el litio, el cobalto,
manganeso…etc, hacen que las emisiones en la producción del vehículo sea
superior a las que emitirá un equivalente diésel en su vida útil.
Pero en cuanto profundizamos un poco en los datos, estos
empiezan a patinar de forma importante. Ponen como ejemplo un Tesla Model 3, cuya batería supone la emisión
de entre 11 y 15 toneladas de CO2 a la atmósfera. Una batería que
indica, tendrá una vida útil de 10 años o 150.000 kilómetros y que supondría unas emisiones
de entre 73 y 98 gramos de CO2 por kilómetro.
Cifras
realmente pobres si las comparamos con la esperanza del fabricante de lograr
una duración de entre 480.000 y 800.000 kilómetros. Tiempo estimado tras
el cual incluso se podrá reparar para continuar con el mismo pack. Unas
baterías que además se fabrican en una instalación como la Gigafábrica de
Nevada, que está recibiendo una enorme instalación fotovoltaica que le
permitirá reducir su dependencia de la red eléctrica general, y que tendría que
estar completada este mismo año.
El
estudio indica que a estas cifras habría que añadir la contaminación procedente
de las redes eléctricas, que sumarían entre 116 a 156 gramos de CO2 por
kilómetros, y que nos daría como resultado que entre fabricación y
alimentación de la red general, un Model 3 tendrá unas emisiones medias de entre 249 y 289 gramos
por kilómetro. Algo que le colocarían por encima de un coche diésel de similares
características.
Por desgracia no tenemos acceso al documento al completo,
donde debería especifica por ejemplo, las emisiones del coche diésel también en
la generación de su combustible. El «del pozo a la rueda» que siempre se aplica
al coche eléctrico, y nunca al diésel. Añadir también que faltaría saber dónde se fabricaría el
coche o la batería, ya que la penetración de energías renovables en muy
desigual incluso dentro de la propia Europa.
Esto lleva hasta que existen grandes diferencias entre
las plantas, dependiendo de la apuesta por las renovables que hayan realizado
cada una. No es lo mismo
una planta en Polonia alimentada por una red eléctrica dependiente del carbón,
que una planta como la de Audi en Győr, Hungría, donde fabrica los motores
eléctricos para los etron, y que tiene en fase de construcción la mayor
instalación fotovoltaica sobre tejado del mundo, con nada menos que 12
MW de potencia.
Añadir que una vez en manos del cliente, el coche puede alimentarse
mediante la energía solar que se produce en su propia vivienda, algo
imposible para el diésel que continuará con sus emisiones durante toda su vida
útil.
Un estudio claramente interesado que además critica los
planes de la UE de reducir las
emisiones contaminantes de los vehículos hasta los 59 gramos de CO2 por
kilómetro para 2030, que califican de irreal, que sin duda pondrá en un
grave aprieto a las grandes marcas europeas que han dejado la electrificación
de su gama para otro momento, y que ahora quieren contraatacar con estudios
totalmente absurdos como este.
Unos trabajos que dejan de lado cuestiones como que del tubo de escape de
un coche diésel sale mucho más que CO2, y además su expulsión tiene
lugar justo donde vive la mayor parte de la población, con un impacto directo en la salud de los
ciudadanos, incluyendo aquellos que no tienen coche.
Añadir
que las emisiones procedentes de la generación eléctrica en Europa están
reduciendo sus cifras de forma importante en los últimos años, y como ejemplo la reducción de
las emisiones del carbón. Una fuente que ha visto reducido su impacto un
9% en 2018, y un 40% respecto a las cifras del 2012. Una producción procedente
de las térmicas que algunos estados como España o Alemania ya han puesto fecha
final, y que en 2030
deberían estar todas apagadas con una apuesta por las renovables como principal
bandera.
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