Con
la estrella de JP Morgan, Marko Kolanovic, vaticinando la peor crisis vivida
por el mundo durante el último medio siglo -acentuada por el control de los
mercados por parte de algoritmos automáticos y manifestándose en una gran falta
de liquidez- para dentro de por lo menos dos años, ¿qué podemos esperar del año
que acabamos de estrenar?
Depende
mucho de donde situemos el foco; en Estados Unidos, en el pujante este
de Asia, o en los mercados emergentes, ya que todos afrontan retos y cuentan
con ventajas sustancialmente diferentes.
Estados
Unidos y Europa
Según la consultora IHS Markit EE. UU. crecerá durante el 2020
alrededor de un 2%, cifra obtenida de estimaciones sobre el crecimiento
de la productividad y de los recursos humanos.
Sin embargo, también se prevé una caída del dólar debido a su elevada aversión al
riesgo. De hecho, ya terminó el pasado año con una fuerte caída que
beneficio a otros activos refugio tradicionales, como el oro, que subió a la par que caía la divisa
estadounidense.
Por otra parte, Estados Unidos tiene revuelto el frente
externo por culpa de la
grave crisis geopolítica abierta con Irán tras la muerte de uno de los
generales más populares del régimen de los ayatolás en un ataque de represalia
norteamericano.
En
cuanto al frente interno, se encuentran en año de elecciones, y los vaivenes
que se pueden vivir en el ámbito legislativo de cara a la campaña electoral
pueden mover la economía estadounidense en cualquier sentido.
En cuanto a Europa algunos expertos creen que navega con paso firma hacia la
japonización de su economía, es decir un elevadísimo déficit
estructural, y una deuda ciclópea. Las semejanzas entre Europa y Japón no
acaban aquí, ya que tanto
en el Viejo Continente como en el país del Sol Naciente la población está muy
envejecida, la inflación se mantiene baja y el crecimiento del PIB es muy
pequeño. La “ventaja” para Europa es que Japón ya le lleva más de dos
décadas de delantera, y por lo tanto puede servir a la eurozona en cuanto a qué
medidas son aconsejables y cuáles deberían ser evitadas a toda costa.
La
hora de China
La
Nueva Ruta de la Seda, que busca emular de forma ampliada y mejorada la antigua
ruta comercial que movía mercaderías y divisas entre el exótico Extremo Oriente
y el bullicioso Mediterráneo, es uno de los puntales de la estrategia
China para proyectar su presencia más allá de su tradicional zona de
influencia. Hace ya más de
un año que a España llegan cada semana 100 vagones cargados hasta arriba de
mercancías del gigante asiático después de haber recorrido más de 13 000
kilómetros, cuando hace solo 7 años, cuando fue presentado por el
presidente chino, muchos lo tildaron simplemente de plan imposible.
Por otro lado, también han anunciado inversiones en África por valor de 55 000
millones de euros. Cabe recordar que China ya está firmemente asentada
en el continente africano, ya
que alrededor de 10 000 empresas del país asiático se encuentran operando allí
en estos momentos.
África
y América Latina
La
conciencia despertada recientemente por el cuidado del medio ambiente puede ser
tanto una ventaja como una desventaja para economías emergentes.
Mientras que las energías renovables pueden potenciar la economía de zonas
subdesarrolladas mediante la economía colaborativa, no es menos cierto que
muchos países dependen de la exportación de sus materias primas (cuya
extracción muchas veces choca frontalmente con un uso ético del medio ambiente)
para obtener divisas extranjeras fundamentales.
Economía
virtual
Una
predicción fácil de acertar es que durante el 2020 internet continuará cobrando
más y más importancia en nuestras vidas, y el ámbito económico no iba a
ser menos.
El auge del comercio en línea de monedas y otros activos
demuestra que las inversiones ya no son cosa de unos pocos, y su extensión se verá
favorecida en el futuro próximo según las redes 5G vayan implantándose por todo
el mundo. Mediante la quinta generación de esta tecnología un internet
más rápido y fiable ayudará a extender prácticas como el trading, o el aumento
de la velocidad de las IAs que controlan cada vez más aspectos de nuestro mundo, desde los coches autónomos hasta
los algoritmos que manejan gran parte de las operaciones financieras de las
grandes corporaciones.
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