Es difícil imaginar una tragedia peor que la registrada
en Chernóbil. Pero cuesta todavía más
hacerse a la idea de cómo
los hombres fuertes de la Unión Soviética trataron de evitar por todos los
medios que saliera a la luz el mayor desastre nuclear de la historia.
Cuando el reactor número 4 explotó, esparciendo nubes
radioactivas por todo el hemisferio norte de la Tierra -desde Checoslovaquia hasta Japón- y lanzando a la atmósfera
el equivalente a 500
bombas de Hiroshima, el Partido Comunista de la URSS trató de controlar
la información y dar su propia versión sobre los hechos.
"Ocultaron la gravedad del accidente desde el
principio y se negaron a evacuar Kiev (la
actual capital ucraniana)", le cuenta a BBC Mundo la periodista Irena
Taranyuk, del servicio ucraniano de la BBC.
Irena era estudiante y
vivía entonces en la región occidental de la antigua URSS. Recuerda el miedo y la confusión
que sintió cuando estalló la noticia.
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"Nos informábamos a través del 'enemigo' -los medios
occidentales, como la BBC- sobre lo que
estaba ocurriendo. Mientras tanto, muchos jóvenes y compañeros universitarios eran enviados a trabajar en
la zona como liquidadores voluntarios, exponiéndose a la radiación".
La URSS no pudo contener la noticia por mucho tiempo. "No era posible encubrir algo tan grande como
aquello; los rumores
comenzaron a correr como el agua", dice Irena.
Tres décadas después, todavía no conocemos el alcance
total de la tragedia ni cuántas personas -se estima que unas 4.000, pero
podrían ser más- murieron de cáncer u otras enfermedades vinculadas a
ella.
Los testimonios, datos y relatos de supervivientes, junto
al trabajo de investigadores, nos cuentan hoy lo que ocurrió y han permitido recrear en pantalla el drama
histórico sobre Chernóbil en una aclamada miniserie homónima (Chernobyl, su
nombre en inglés) con
tintes de ficción que acaba de estrenar HBO.
Pero volvamos a los
hechos. ¿Qué ocurrió
exactamente el 26 abril de 1986 y cómo trató la antigua Unión Soviética de
impedir que el mundo conociera aquel desastre inimaginable?
Eran las 5 de la mañana cuando Mijaíl Gorbachov, el último líder de la Unión Soviética, recibió una llamada telefónica.
Había habido una explosión
en la planta nuclear de Chernóbil. Pero, aparentemente, el reactor
estaba intacto.
"En las primeras
horas e incluso el día
después del accidente no se sabía que el reactor había explotado y que
había una enorme emisión
nuclear en la atmósfera", diría el propio Gorbachov más tarde.
El hombre más poderoso de la Unión Soviética en aquel
momento no vio necesidad de despertar a otros líderes políticos o de interrumpir su fin de semana con una sesión de
emergencia, explica el historiador ucraniano Serhii Plokhii en su libro
Chernobyl: the history of a nuclear catastrophe ("Chernóbil: la historia
de una catástrofe nuclear", 2018).
En lugar de eso, creó una comisión gubernamental liderada
por Boris Shcherbina, vicepresidente del Consejo de Ministros, para investigar
las causas de la explosión. Mientras
tanto, los ciudadanos corrían peligro. Pero nadie se atrevía a ordenar una
evacuación.
El primer acercamiento en helicóptero, unas 24 horas
después de la explosión, evidenció la magnitud de la catástrofe. "Cuando aterrizaron, todavía no estaban preparados para aceptarlo",
dice el historiador.
El propio Shcherbina escribió en sus memorias que
tuvo que forzarse a sí mismo a asimilar lo que veían sus ojos.
"Al principio, estaban en un estado de shock y
negación. No querían aceptar lo que había
pasado. Después, no
quisieron asumir la responsabilidad de lo sucedido", le cuenta a
BBC Mundo Plokhii, quien es también director del Instituto de Investigación
Ucraniano de la Universidad de Harvard, en Massachusetts, Estados Unidos.
La reacción inmediata fue
ocultar la tragedia"
Adam Higginbotham, autor
de "Midnight in Chernobyl"
"Hubo una negación
por parte de quienes trabajaban en Chernóbil. Y, además, era muy complicado afirmar lo
que estaba pasando sin ponerse en una situación todavía más
peligrosa".
Plokhii escribe en su
libro que "a medida
que los niveles de radiación aumentaban, los funcionarios se ponían cada vez
más nerviosos, pero no tenían la potestad para decidir evacuar".
"El país tardó 18 días en hablar sobre ello en
televisión", agrega.
El escritor señala que había una "dimensión
psicológica" en esa negación inicial que es importante tener en cuenta. "El evento era tan catastrófico y la escala del
desastre era tal que ni
siquiera los especialistas bien formados, que entendían con exactitud la
energía nuclear, podían asimilar lo que estaban viendo".
"Necesitamos comprender que la escala del
accidente era demasiado grande incluso para ellos, y no caer en los
estereotipos típicos sobre cómo funcionaba la Unión Soviética. La historia es más compleja y
complicada que todo eso", advierte.
Armen Abagian, el director
de un instituto de investigación sobre energía nuclear que había sido destinado
a Moscú, le dijo a Shcherbina que la ciudad tenía que ser evacuada: "Le dije que había niños
corriendo por las calles, gente colgando ropa para secarla. Y la atmósfera era
radioactiva", fueron sus palabras, según cuenta el historiador
Serhii Plokhii.
Pero la URSS consideraba en sus regulaciones que no era necesario,
y nadie quería tomar la responsabilidad de ordenar una evacuación y entonar así
un mea culpa.
Mientras la comisión
pensaba qué hacer, la gente comenzaba a abandonar la ciudad.
El gobierno soviético no estaba dispuesto a que las malas
noticias se propagaran tan rápido como las radiaciones. Por eso cortó las redes telefónicas, y a los ingenieros y trabajadores de la planta nuclear se
les prohibió compartir las noticias sobre lo ocurrido con sus amigos y
familiares, explica Plokhii.
No era la primera vez que la URSS se enfrentaba a este
tipo de situaciones: "Hubo otro desastre nuclear (mucho más pequeño) en
septiembre de 1957 en Kyshtym, en los
montes Urales, cuando explotaron unos materiales radiactivos. Pero no había
información en ningún lado", le cuenta a BBC Mundo. "Guardar silencio era un
protocolo normalizado en la Unión Soviética".
"Los estadounidenses
encontraron algunas señales de que había una explosión y contaminación en aquel
primer desastre, pero no
dijeron nada porque ellos mismos estaban en el proceso de desarrollar grandes
planes nucleares y no quisieron crear una alarma".
Higginbotham también evoca
aquel accidente de Kyshtym, que los soviéticos sí lograron ocultar con éxito:
"Simplemente,
adoptaron el mismo enfoque en Chernóbil, pero en este caso la frontera
estaba más cerca con Occidente y la contaminación y el alcance fueron mucho mayores".
¿Cómo se enteró el mundo?
"Fueron los suecos quienes primero detectaron que
algo iba mal. Y después unos británicos
que trabajaban en otra planta nuclear", dice Plokhii.
Higginbotham asegura que los suecos comenzaron a
preguntar a las autoridades soviéticas si había habido un accidente nuclear,
"pero incluso en ese momento continuaron negando que tal cosa hubiera
ocurrido".
Y es que en Suecia se detectaron altos
niveles de radiación en los días posteriores al accidente cuyo origen no
tenía explicación.
"La gente de Europa
alertó sobre lo que estaba pasando y la Unión Soviética tuvo que publicar su
información. Fueron
contando cada vez más cosas, pero solo bajo la presión de Occidente",
coincide el ucraniano, quien añade que el contexto de la Guerra Fría es vital
para comprender cómo se desarrollaron los hechos.
Hubo un vínculo directo
entre Chernóbil y la caída de la Unión Soviética"
Serhii Plokhii,
historiador y autor de "Chernobyl: the history of a nuclear
catastrophe"
El historiador dice que la "insatisfacción" de
quienes vivían en la URSS en aquella época también jugó un papel clave, que se estaban informando de los hechos a través de
medios extranjeros y de rumores -algunos ciertos y otros no-, y no de su propio
gobierno".
"Tardaron semanas, meses e incluso años hasta que,
gradualmente, fue emergiendo la verdad.
En parte, eso fue porque capturaron a los corresponsales extranjeros que estaban
basados en Moscú y les
impidieron dejar la ciudad y acercarse a la zona del accidente",
dice Higginbotham.
"Muchos de esos periodistas comenzaron a publicar
cualquier información que recibían,
aunque fueran rumores. En Estados Unidos, el New York Post llegó a decir que 15.000 personas habían
muerto. Eso era justamente lo opuesto a lo que quería el gobierno".
Los medios extranjeros
ejercieron presión sobre la Unión Soviética para que publicara información
sobre Chernóbil.
"No querían que la población tomara
precauciones", sostiene Irena. "Fue irónico que nos
enteráramos a través de medios extranjeros".
Pero Higginbotham advierte
que la historia que se cuenta en Occidente sobre Chernóbil a menudo es
incompleta y que "muchas
cosas que se escribieron se asientan sobre ideas preconcebidas sobre cómo era
la vida en la Unión Soviética que resultaban muy convenientes",
olvidando la dimensión psicológica y humana de quienes tomaron las decisiones.
La caída de un imperio
"Chernóbil suele vincularse a cambios
estratégicos en la Unión Soviética y a los inicios de la política
abierta. El principio de todo está en Chernóbil", explica Plokhii.
El historiador dice que
quiso escribir sobre la tragedia porque forma parte de su historia personal: "Recuerdo el horror de
aquellos días, no sabíamos lo que iba a ocurrir y traté de reconstruir los
hechos de la mejor manera posible".
"El material que
reconstruí me hizo llegar
a la conclusión de que hubo verdaderamente un vínculo directoentre Chernóbil y
la caída de la Unión Soviética".
Chernobyl pasará a la historia como el mayor desastre
nuclear y medioambiental.
"La manera en que
colapsó la Unión Soviética no
puede comprenderse realmente sin la historia de Chernóbil".
Por otra parte,
Higginbotham considera que fue un momento clave "en la desintegración de
la URSS no solo por el
coste económico o el incremento de la desconfianza hacia las instituciones por
parte de los soviéticos, sino también por cómo cambió al propio
Gorbachov.
"El accidente reveló que Gorvachov corrompió el
imperio que había heredado", señala.
"Pero la lección más importante que nos deja
Chernóbil es el problema de confiar en exceso en la tecnología.... ¡La gente
creyó que un accidente de ese alcance era imposible incluso cuando tuvo lugar! Y también que una cultura que niega la evidencia
científica y se basa en mentiras y secretismo no es segura para nadie".
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