Esta es una
historia futurista en la que Colombia,
contra todo pronóstico, se convierte en líder de la reconstrucción mundial tras
una Tercera Guerra Mundial:
"El Renacer
desde las Montañas"
Año 2053.El mundo, tal como lo conocíamos, ya no
existe. Las grandes potencias fueron arrasadas por una guerra global que dejó
ciudades en ruinas, redes digitales colapsadas y gobiernos destruidos. Las
luces del mundo se apagaron… excepto en las montañas de Sudamérica.
Colombia, un país que durante décadas fue conocido por su biodiversidad y su
lucha interna, logró algo inesperado: sobrevivir. Lejos del epicentro del
conflicto nuclear y con una población acostumbrada a los retos, se convirtió en
una tierra de refugio, resistencia y esperanza.
Fase 1: Supervivencia
inteligente
Mientras el mundo ardía, comunidades campesinas en
Boyacá, Antioquia, Nariño y el Eje Cafetero regresaron a lo ancestral:
cultivaban con métodos agroecológicos, intercambiaban bienes sin necesidad de
moneda, y usaban el conocimiento indígena y afrodescendiente para purificar
agua, conservar alimentos y sanar con plantas.
El país, con vastas fuentes de agua, selvas
medicinales y climas diversos, se volvió una isla verde de vida en
medio del caos.
Fase 2:
Reconstrucción desde abajo
Sin internet, pero con libros, radios de onda corta y
una red de líderes comunitarios, Colombia
organizó una Confederación de Regiones Autónomas, donde el poder no estaba en un presidente, sino en
consejos locales coordinados por sabios, agricultores, científicos y artesanos.
Desde Manizales
salió el primer proyecto de escuelas móviles, donde los niños
aprendían no solo matemáticas, sino también a sembrar, construir, curar,
debatir, resolver conflictos y aprender a vivir en Paz y
Armonía.
Bogotá, parcialmente destruida, fue reconstruida con
materiales reciclados y energía solar, convirtiéndose en la primera Eco-Capital
de América Latina.
Fase 3: Colombia como
faro del nuevo mundo
Los sobrevivientes de otros países empezaron a migrar
a Colombia. No buscando riquezas, sino conocimiento. Querían saber cómo habían
sobrevivido, cómo podían replicarlo.
Colombia no cerró sus puertas. Abrió centros
de conocimiento, llamados "Casas del Agua", donde se
enseñaba cómo vivir con la Tierra, no contra ella. Desde allí, exportaban
saberes, no productos: cómo purificar con carbón activado, cómo hacer papel sin
cortar árboles, cómo sanar sin antibióticos.
Una nueva filosofía nació: “Vivamos bien, no mucho. Vivamos juntos, no arriba.”
El mensaje al mundo
En el año 2065,
el primer satélite lanzado desde Manizales—hecho con tecnología propia—
transmitió un mensaje en todos los idiomas posibles:
“No queremos
dominar al mundo. Queremos enseñarle a sanar. Colombia no es una superpotencia. Es un corazón latiendo por todos. Bienvenidos a la reconstrucción para construir un
mundo en Paz y Armonía.”
REFLEXIONES DE UN SACERDOTE CATOLICO
Como sacerdote católico, al imaginar
una historia futurista donde Colombia lidera la reconstrucción del mundo tras
una Tercera Guerra Mundial, contemplo un llamado profundo del Señor a este
noble pueblo.
Colombia, tierra de montañas, selvas y corazones ardientes de fe, se convierte en faro de esperanza. No por su poderío, sino por su capacidad de amar, perdonar y levantarse. Las cicatrices de su historia le han enseñado el valor de la reconciliación, y esa sabiduría se convierte en ejemplo para las naciones.
Desde sus comunidades campesinas hasta sus ciudades resilientes, Colombia ofrece alimento, abrigo y alma. En vez de imponer, sirve; en vez de dominar, abraza. En sus iglesias y plazas, el Evangelio vuelve a resonar como guía de una nueva humanidad.
La Iglesia, como luz en las tinieblas, tendría un papel crucial: evangelizar corazones, promoviendo justicia y solidaridad. Que esta visión nos invite hoy a ser constructores de paz en nuestro entorno, confiando en que Dios puede transformar cualquier tragedia en una oportunidad para renovar Su creación.
Oremos para que, si Dios lo permite, Colombia sea instrumento de paz, sembradora de justicia y madre espiritual de un mundo que, tras el dolor, anhela volver a nacer.
Que nuestra Señora de Manizales nos guíe en este improbable pero esperanzador camino, siendo instrumentos de la paz que solo Cristo puede ofrecer. Amén
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