Una
plataforma petrolera estuvo inactiva durante semanas porque le faltaba una
pieza. Otra fue desvalijada por bandas armadas que se llevaron todo lo que pudieron.
Muchos trabajadores petroleros dicen que cobran tan poco que apenas pueden
comer y tienen que vigilarse mutuamente por si se desmayen mientras están en lo
alto de las torres.
La industria petrolera de Venezuela, cuyos enormes
ingresos alimentaron la gran mayoría de los planes gubernamentales, desde los
complejos habitacionales hasta la educación, ahora se encuentra en un espiral de caos. Para
colmo de males el gobierno venezolano ha tenido que recurrir a Estados Unidos,
su némesis, en busca de ayuda.
“Le dicen el imperio”, dijo Luis Centeno, un dirigente
sindical de los trabajadores petroleros que se refería al término usado por los
funcionarios estatales para hablar de Estados Unidos. “Y, sin embargo, le siguen comprando petróleo”.
El declive de la industria petrolera es uno de los
síntomas más graves de la crisis económica de Venezuela. El petróleo representa la mitad
de los ingresos del gobierno, un aporte que el expresidente Hugo Chávez
calificaba como el “instrumento de desarrollo nacional”. La petrolera
estatal invirtió sus ganancias, más de 250 mil millones de dólares desde 2001
hasta 2015, en diversos programas sociales como la importación de alimentos.
Pero esos beneficios se han evaporado debido a la mala
administración y a la caída de los precios del petróleo en los últimos dos
años. Ahora, los envíos de
crudo subvencionado a países aliados como Cuba están disminuyendo lentamente.
Varios ejecutivos petroleros sostienen que eso ha obligado a que La Habana mire
hacia Rusia en busca de petróleo barato.
Para
Chávez y su sucesor, el presidente Nicolás Maduro, la riqueza petrolera de
Venezuela ha sido esencial para la identidad y la soberanía de la nación porque
representa el poder financiero que potencia sus ambiciones regionales y su
rabioso desafío a Estados Unidos.
Estados Unidos siempre ha sido un enorme mercado para el
petróleo venezolano. Pero con la crisis de PDVSA, la petrolera estatal de
Venezuela, el gobierno tuvo
que iniciar la importación de petróleo estadounidense.
A principios de este año, Estados Unidos comenzó a enviar
más de 50.000 barriles diarios de crudo liviano para que Venezuela pueda
preparar su propio crudo de exportación, con lo que “el imperio” se unió al grupo de proveedores
que se han vuelto vitales para mantener la industria petrolera del país.
Sin embargo, PDVSA lucha para poder pagar el petróleo
extranjero. Algunos
camiones cisterna esperan en el puerto hasta dos semanas para poder cobrar, y a
veces se retiran debido a la falta de pago, dijo un ejecutivo que pidió
mantener el anonimato para evitar las represalias del gobierno.
Esas son algunas de las razones de la caída de la producción petrolera que se
ubica en 2,4 millones de barriles diarios, una baja de 350.000 barriles
en comparación con la producción del año pasado. Eso es casi un millón de
barriles por debajo de lo que se producía en 1998, cuando Chávez asumió el
poder.
Venezuela
sufre por la escasez de alimentos como el maíz y el arroz, que en el pasado
reciente se importaban fácilmente debido a los enormes ingresos de la estatal
petrolera. Medicamentos esenciales como los antibióticos han desaparecido. Los
expertos pronostican que la economía se contraerá en un 10 por ciento para
fines de 2016 y la inflación ya ascendió a cifras de tres dígitos.
El
precio del pan se duplica de un mes a otro. En muchos lugares la pieza
de pan llega a costar unos 50 centavos de dólar, en un momento en que los
trabajadores petroleros dicen que ganan menos de un dólar al día por la
inflación.
“Prácticamente
trabajamos gratis”, dijo Pedro Velásquez, un supervisor de un yacimiento de
petróleo ubicado en la localidad de Punta de Mata. Todo el dinero que el
gobierno puede reunir para hacer reparaciones improvisadas en sus campos de
petróleo y plantas de refinamiento ahora escasea.
Con
la petrolera estatal endeudada, dos tercios de sus exportaciones están
destinadas a pagar los préstamos chinos y otras deudas. Por eso la
empresa se está quedando sin recursos para pagarle a los técnicos, tanto
internacionales como nacionales.
“El
declive se está acelerando, y seguirá ocurriendo”, dijo Lisa Viscidi,
una experta en energía del Inter-American Dialogue, un instituto de
investigación ubicado en Washington. “Las condiciones empeoran cada vez más;
hay mucho menos dinero para invertir”.
Los
operadores internacionales están preocupados porque la debacle de PDVSA podría
sacudir al mercado global afectando los ciclos de oferta. Los expertos
señalan que cuando sucedió el paro petrolero de Venezuela a finales de 2002 y
principios de 2003, los precios mundiales subieron más del 30 por ciento, dando
inicio a la primera de una serie de crisis internacionales que marcaron la
escalada de la cotización del crudo.
Venezuela ha perdido importancia en el mercado energético
internacional, pero sus exportaciones
todavía representan aproximadamente el 2 por ciento de la producción mundial.
Esto significa que una grave disminución de las exportaciones de crudo
venezolano, sobre todo si coincide con alguna crisis en Nigeria o en Irak,
podría afectar al mercado y hacer que vuelvan a subir los precios del petróleo.
Muchos
venezolanos marcharon este mes para protestar contra el gobierno y la crisis
económica del país.
“Un
colapso de Venezuela aceleraría la subida de los precios del petróleo; sería un
shock total”, dijo Helima Croft, estratega de materias primas para el
Royal Bank of Canada. “Ese país está sufriendo una implosión”, dijo. Y agregó
que en este momento “no
hay ningún productor de petróleo que se esté destruyendo de manera tan rápida o
dramáticamente como Venezuela”.
Ni PDVSA ni Citgo, su filial estadounidense, respondieron
a las solicitudes de entrevistas.
Los
retos a futuro están presentes en los vastos campos petroleros de El Furrial,
al noreste de Venezuela. Debajo de las largas planicies cubiertas de
hierba se encuentra el tipo de crudo que Venezuela importa para poder mezclarlo
con el petróleo pesado que debe exportarse.
En su clímax, El Furrial producía 453.000 barriles
diarios, lo que equivale al 80 por ciento de la producción nacional de Ecuador.
Pero en 2009, Chávez
nacionalizó Wilpro, un consorcio estadounidense que manejaba un complejo de
inyección de gas natural diseñado para obtener más petróleo de los
yacimientos de esta zona. Desde
entonces la producción ha disminuido a más de la mitad.
Los trabajadores de El Furrial cuentan su propia versión
de la decadencia y la mala administración de los yacimientos. Dicen que ni siquiera hay
suficiente lodo de perforación —el fluido más básico que mantiene
frescas las brocas de perforación— para mantener en funcionamiento todos los
equipos.
Ahora la China National Petroleum Corporation se encarga
del trabajo que hacía Wilpro. Sin embargo, el sitio no ha funcionado desde hace varias semanas porque
PDVSA no había entregado una pieza del equipo que suspende la tubería sobre el
pozo. Una vez que se instale el repuesto este yacimiento podría producir
3500 barriles de petróleo diarios, pero no se sabe cuándo sucederá eso.
“Es la primera vez que hemos pasado tres semanas
esperando”, dijo Nelson Ruiz, un gerente. “Lo normal después de la consolidación del proyecto es
que el taladro comience a perforar el suelo”. Pero lo que más
desmoraliza a los trabajadores es el tema de la alimentación.
Los empleados de una planta de producción comentan que
comen tan poco que tienen
que vigilar a sus compañeros de trabajo por si se desmayan. Claudio
Lezama, que ha trabajado durante los últimos ocho años en ese lugar, dijo que
pesaba alrededor de 90 kilos hace varios años. Entre los rigores de su trabajo manual y la escasez que
lo obliga a comer una sola vez al día, ahora pesa 65 kilos.
Sentado en un remolque donde los trabajadores toman sus
descansos comentó que en
su tiempo libre trabajaba como albañil para poder alimentarse. Un colega
le dijo que había llevado alimentos como yuca, queso y huevos para revender.
Manifestantes enarbolan pancartas de protesta contra la
situación económica de Venezuela mientras los oficiales de policía se
despliegan en las calles, en junio.
“Tú
eres un vendedor del mercado negro”, le dijo Lezama mientras le recriminaba que
subiera los precios en medio de la escasez que se vive en Venezuela.
En una demanda presentada en julio por un grupo de
trabajadores de PDVSA, los trabajadores detallan las extensas fugas de petróleo
sucedidas en El Furrial desde 2012 debido a la falta de mantenimiento de la infraestructura, que se
encontraba en estado de abandono. El documento también señalaba que las
fugas presentan un riesgo de salud para las comunidades cercanas.
“Todo
esto se ha ocultado generando pérdidas multimillonarias de dólares”,
dice la demanda. “Los
trabajadores estamos muy molestos porque nadie ha hecho nada para arreglar este
desastre”.
Algunos trabajadores petroleros creen que salir a
trabajar ya los pone en riesgo. Hace poco, el dirigente sindical Carlos Robles
pasó una tarde hablando con los supervisores de un pozo sobre una serie de ataques de bandas
armadas que robaron las computadoras, aires acondicionados y equipos de metal
de sus instalaciones.
“Lo
que se interpone entre nosotros y los ladrones es Dios y la virgen”,
dijo Juan Díaz, un supervisor que suele trabajar de noche.
Empresas internacionales como Halliburton y Schlumberger
están reduciendo sus operaciones ante la crisis de pagos que sufre PDVSA y que
ha incrementado sus deudas en 25 mil millones de dólares. Y mientras la
producción de El Furrial y otros campos cae en picado, la petrolera estatal debe apoyarse en Citgo, su filial de
Estados Unidos.
El año pasado, Citgo obtuvo un préstamo de 2,5 mil millones de dólares para
mantener a flote a PDVSA. Y ahora planea pedir otro préstamo adicional
de 800 millones de dólares para
reformar una refinería en la isla de Aruba que produce aceite sintético,
de acuerdo a los ejecutivos que han sido informados sobre los planes.
Centeno, el dirigente sindical, dijo que la crisis ha
ocasionado que PDVSA deje de proporcionarle a sus trabajadores implementos básicos como botas,
cascos y guantes. “Ahora
PDVSA está en el piso”, dijo.
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