Los jóvenes Colombianos no están respondiendo a las
fuertes demandas del empresariado.
Las
familias pagan costosas matrículas para asegurar un futuro a sus hijos. ¿Qué
factores hay que tener en cuenta para asegurar el éxito laboral del egresado?
Hace
cincuenta años, hacer primaria o bachillerato era una razón de prestigio social
e ir a la universidad resultaba aún más simbólico, según el historiador
americano David Bushnell. Cuando la mayoría de la población no sabía leer ni
escribir, obtener un título de abogado o médico –las carreras más comunes en el país– abría las
posibilidades en cualquier rincón del territorio. No obstante, la situación ha cambiado con los
años: la cifra de ampliación del acceso a la educación superior ha
aumentado desde hace décadas. Según el Ministerio de Educación Nacional (MEN), en 2016 la cobertura de carreras
técnicas y profesionales superó el 50%.
Pero
una cosa es conseguir un título técnico o universitario y otra es estar
preparado para el mercado laboral. Los negocios son cambiantes, la globalización y las
nuevas tecnologías implican que los jóvenes puedan enfrentar, pensar y resolver
los desafíos impredecibles del futuro, afirma en una investigación David
Perkins, profesor de Educación de la Universidad de Harvard. La pregunta es si los jóvenes
están saliendo de las instituciones de educación superior con las aptitudes
necesarias para el trabajo. La respuesta es que eso no siempre ocurre:
muchos empresarios, como Alfonso Gómez, presidente Telefónica Colombia, sostienen que los jóvenes no
están respondiendo a las fuertes demandas del sector empresarial.
Las
familias hacen grandes esfuerzos económicos para encarar los estudios
superiores de sus hijos, explicó a Semana Educación la precandidata a la
presidencia Claudia López. Muchas
de ellas solicitan créditos o usan los ahorros que han acumulado durante toda
su vida para asegurar la formación de los menores. Ante esta realidad,
es importante preguntarse sobre la pertinencia de las carreras que eligen:
¿brindan oportunidades de cara a la transformación del mercado laboral?, ¿les
servirá para conseguir un puesto?, ¿obtendrán una buena remuneración una vez se
conviertan en egresados? Para Rob Stowell, experto en educación terciaria y
asesor empresarial, es
importante que exista la pasión y el deseo de estudiar, pero también barajar
las cifras de enganche y la demanda de los sectores productivos. Sowell
explica que, en este punto, resulta útil consultar las investigaciones de
caracterización, como la realizada por el Sena, que indica que habrá un déficit de 90.000 ingenieros en
Colombia para 2018.
Las respuestas sobre la pertinencia y el sueldo de
enganche no son fáciles de resolver, porque las posibilidades de empleabilidad varían dependiendo de la carrera
y de la institución académica. Según las cifras del Observatorio
Laboral, un ingeniero industrial tiene un sueldo de enganche de $2’875.850 si
es egresado de la Universidad de los Andes, de $1’578.515 si se graduó de la
Nacional y de $1’262.131 si terminó sus estudios en la Universidad Francisco de
Paula Santander. La
diferencia en relación con la vinculación en el mercado laboral, medida por los
aportes a la seguridad social, es también notoria: de 89,2%, 77,5% y 57,1%,
respectivamente.
Si se tiene en cuenta que casi la mitad de los egresados
de Ingeniería Industrial de la Universidad Francisco de Paula Santander no
consiguen trabajo cuando se gradúan y que el sueldo de enganche no llega a 50%
de lo que reciben los uniandinos, es evidente que la institución académica que se elige también es
decisiva a la hora de asegurarse el éxito laboral.
“Hay
muchas instituciones de mala calidad que gradúan profesionales que luego se ven
obligados a enfrentarse al desempleo”, puntualizó la ex viceministra de
educación superior.
Muchos
empresarios piden más técnicos, más ingenieros de sistemas, más ingenieros
industriales y menos abogados, como lo demuestra la caracterización del
mercado laboral del Sena. Sus opiniones resultan razonables de acuerdo con las
cifras: al pasado Ecaes se presentaron 14.463 estudiantes de derecho, lo que demuestra una
predilección hacia las leyes que ha marcado históricamente el país.
Según el informe de 2010 de la Corporación de Excelencia en la Justicia hasta
hace unos años, Colombia era el segundo país con más abogados por cada 100.000
habitantes del mundo.
Al historiador de la Universidad de Oxford, Malcolm Deas,
especialista en historia de Colombia, le impresiona la preferencia de los colombianos hacia el
Derecho. El deseo
por estudiar la rama judicial podría parecer inexplicable y contrario a las
necesidades del mercado laboral, pero “el sistema legal colombiano es
complejo y ha sido poco reformado”. Lo paradójico es que, a pesar del gran número de abogados que hay en el
país, es una de las profesiones con mayores índices de empleabilidad y sueldos
de enganche en casi todas las ciudades del territorio, como se observa
en las cifras del Observatorio Laboral.
El
promedio salarial de los abogados, con independencia de la institución
académica, es de $2’212.624 mensuales y el porcentaje de profesionales vinculados al mercado
laboral es de 73%, según cifras oficiales. La situación laboral de los
abogados mejora de acuerdo a los estudios de posgrado. Por ejemplo, el sueldo de enganche de un
abogado con especialización en Contratación Estatal es aproximadamente de
$6’824.086 y uno con una en Derecho Constitucional de $4’675.889. En
otras palabras, lograr un
posgrado también es garantía de que las cifras de enganche y sueldo se
incrementen.
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