Sin cambiar de manera fundamental la estructura de
la economía china, ambos países no resolverán sus diferencias en estos
aspectos.
1. Propiedad intelectual
Estados Unidos acusa a China de robar propiedad
intelectual de empresas estadounidenses, forzándolas a transferir tecnología a China.
Las empresas
estadounidenses aseguran que el sistema judicial del país asiático está sesgado
y casi siempre decide a favor de las compañías locales en este tipo de
disputas. Pekín lo niega.
"No hay ninguna ley en China que diga que
debes entregar tu propiedad intelectual a las empresas chinas", asegura Wang Huiyao, presidente del Centro
para China y la Globalización, un think tank que asesora al gobierno chino.
"Pero el
ejecutivo es consciente del sentimiento estadounidense y trata de penar este
tipo de violaciones, si es que de verdad ocurren".
Para responder a
la preocupación de Estados Unidos, Pekín estableció un tribunal de propiedad intelectual y trabaja en una
ley que dificultará que funcionarios chinos soliciten a firmas extranjeras que
transfieran su tecnología a las chinas.
No obstante,
legisladores estadounidenses señalan que el sistema judicial chino está bajo el control del
Partido Comunista y las decisiones legales se toman en función de lo que
decide el partido, en especial cuando una empresa estatal está involucrada.
2. Acceso al mercado
El éxito económico de China se ha construido a
partir de una estrategia centralizada, diseñada para sus empresas de propiedad estatal. Totalmente opuesto a
cómo las compañías estadounidenses funcionan.
EE.UU. sostiene que el país asiático concede
subsidios a sus empresas estatales que son injustos, otorgándoles préstamos
baratos y ayudándoles a competir en el extranjero en industrias como la
aeroespacial, la fabricación de chips o vehículos; posicionándolas en competencia directa con las estadounidenses.
Trump se ha
quejado de las prácticas comerciales de China desde antes de que tomara
posesión del cargo en 2016.
Incluso las empresas privadas chinas tienen
ventajas, según EE.UU., porque las firmas foráneas que tratan de competir con
éstas en el país asiático no tienen las conexiones o la escala necesaria en un
mercado básicamente cerrado en
el que necesitas un socio local para operar.
China ha prometido abrir más sectores de su
economía a la competencia extranjera, pero sería un paso irrelevante si no permite que sus propias empresas
operen de forma independiente.
3. Hecho en China 2025 ("Made in China 2025")
La hoja de ruta industrial de China quizá es el
mayor obstáculo entre los dos países.
Ya ha incomodado
a Estados Unidos, que ve ese impulso chino como un desafío directo a la supremacía estadounidense
en sectores claves como el aeroespacial, el de semiconductores o el 5G.
Recientemente,
China ha minimizado su programa, pero no ha indicado que vaya a cancelarlo.
Las ambiciones de Pekín son el centro del problema
existencial entre ambas partes.
"Lo que
quiere Estados Unidos es básicamente cambiar la estructura de la economía de China", considera
Christopher Balding, antiguo profesor en la prestigiosa Universidad de Peking.
"Quiere que China se convierta en un país
'normal' dominado por el mercado, como el resto de nosotros. China no quiere
eso".
Los analistas
creen que el problema de fondo entre las dos potencias mundiales es difícil de resolver.
Ambos países están sintiendo los efectos de la
guerra comercial y las previsiones de crecimiento global también se están
viendo afectadas.
Así que es de
interés común que estos dos rivales lleguen a un acuerdo con "el que
puedan vivir", tal y como dijo Wilbur Ross.
Pero
no se confundan: incluso si hay acuerdo, la competencia estratégica entre los
dos países está aquí para quedarse.
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