Nueva hipótesis explica la extraña geología asimétrica de
la luna
Uno
de los mayores misterios para distintas generaciones de astrónomos es por qué
el lado oculto y el lado visible de la Luna son tan distintos a nivel de
morfología y composición.
Los misterios del cosmos no solo se encuentran en los
cuerpos más alejados de nuestro planeta. El sistema Tierra-Luna sigue albergando muchos enigmas
para la ciencia.
La hipótesis más aceptada sobre la formación de la Luna consiste en que un cuerpo del tamaño
de Marte (Theia) colisionó con una Tierra en formación. Los escombros de
esta colisión acabaron formando la Luna que, siendo más pequeña, probablemente se enfrió
rápidamente y se congeló, geológicamente hablando. En principio, se
acepta la hipótesis de que la
Luna no disponía de la suficiente masa como para albergar todos los procesos
compatibles para la vida que sí prosperaron en la Tierra.
Pero
el aparente dinamismo temprano de la Luna desafía ahora las ideas de cómo fue
formada, y hace que sea posible que tengamos que desechar la hipótesis
de Theia, aunque todavía sin alternativas para suplirla.
Nuestra
luna es un cuerpo rocoso relativamente frío con una cantidad limitada de agua
y poco procesamiento tectónico. Décadas de observaciones han demostrado que la historia lunar fue mucho más
dinámica de lo esperado, con actividad volcánica y magnética ocurriendo
hace tan solo mil millones de años, mucho más tarde de lo esperado.
Diferencias
entre la cara oculta y la cara visible de la Luna
Uno de los mayores misterios para distintas generaciones de astrónomos, que llevan décadas estudiando la Luna, es por qué el lado oculto y el lado visible son morfológicamente distintos. En el lado visible se pueden observar a simple vista manchas oscuras y claras. Los primeros astrónomos llamaron a estas regiones oscuras maria, un término en latín para ‘mares’, pensando que eran cuerpos de agua por analogía con la Tierra. Usando telescopios, los científicos pudieron descubrir hace más de un siglo que no se trataba de mares, sino más bien de cráteres o características volcánicas. En aquel entonces, la mayoría de los científicos suponían que la cara oculta de la Luna, que nunca hubieran podido ver, era más o menos como el lado visible.
A
fines de la década de 1950 y principios de la década de 1960, las sondas
espaciales no tripuladas lanzadas por la URSS obtuvieron las primeras imágenes
del otro lado de la luna, y los científicos se sorprendieron al
descubrir que los dos lados eran
muy diferentes. El otro lado casi no tenía estas maria: solo el 1 % de
la cara oculta estaba cubierta de estos cráteres en comparación con el 31 % del lado visible. Los
científicos estaban perplejos, pero sospechaban que esta asimetría ofrecía pistas sobre cómo se
formó la Luna.
Entre 1969 y principios de la década de 1970, las
misiones Apolo de la NASA lanzaron
seis naves espaciales a la Luna, y los astronautas trajeron 382 kg de rocas lunares
para tratar de comprender el origen de la luna mediante análisis químicos.
Teniendo muestras en la mano, los científicos descubrieron rápidamente que la
relativa oscuridad de estos parches se debía a su composición geológica
y, de hecho, eran atribuibles al vulcanismo.
También identificaron un nuevo tipo de firma de roca que llamaron KREEP:
abreviatura de roca enriquecida en potasio (símbolo químico K), elementos de
tierras raras (REE, que incluyen cerio, disprosio, erbio, europio y otros
elementos que son poco frecuentes en la Tierra) y fósforo (símbolo químico P), que estaba asociado
con los cráteres maria. Pero
por qué el vulcanismo y esta firma KREEP deberían distribuirse de manera tan
desigual entre las caras visible y oculta de la Luna presentaba un
enigma.
Ahora,
utilizando una combinación de observación, experimentos de laboratorio,
científicos del Instituto de Ciencias de la Vida Terrestre del Instituto de
Tecnología de Tokio, la Universidad de Florida, la Institución Carnegie para la
Ciencia, la Universidad de Towson, el Centro Espacial Johnson de la NASA y la
Universidad de Nuevo México ha
descubierto nuevas pistas sobre cómo la luna ganó su asimetría de las caras
visible y oculta. Estas pistas están vinculadas a una propiedad
importante de las rocas KREEP.
Debido a la relativa falta de procesos de erosión, la superficie de la luna registra
eventos geológicos de la historia temprana del sistema solar. En
particular, las regiones en el lado visible de la luna tienen concentraciones
de elementos radiactivos como U y Th a diferencia de en cualquier otro lugar de
la luna. El potasio (K), el torio (Th) y el uranio (U) son elementos
radioactivamente inestables. Esto significa que ocurren en una variedad de
configuraciones atómicas que tienen números variables de neutrones. Estos
átomos de composición variable se conocen como isótopos, algunos de los cuales
son inestables y se deshacen para producir otros elementos, produciendo calor.
El
calor de la desintegración radiactiva de estos elementos puede derretir las
rocas en las que están contenidos, lo que puede explicar en parte su ubicación
conjunta.
La idea es que, además del calentamiento, las rocas KREEP
también redujeron su
temperatura de fusión, lo que aumento la actividad volcánica de manera
asimétrica. Debido a que la mayoría de estos flujos de lava se
emplazaron temprano en la historia lunar, este estudio también implica que hay
que reescribir el tiempo de evolución de la Luna y el orden en que ocurrieron
varios procesos en la Luna.
El satélite
natural de la Tierra, junto con el Sol, ofrece muchas características
observables que proporcionan evidencia sobre cómo se formó el planeta y el
sistema solar. La mayoría de los planetas del sistema solar tienen
satélites. Por ejemplo, Marte
tiene dos lunas, Júpiter
tiene 79 y Neptuno
tiene 14. Algunas lunas están congeladas, otras son rocosas, algunas todavía están geológicamente activas y otras relativamente inactivas.
Cómo los planetas obtuvieron sus lunas y por qué estas tienen las propiedades que
tienen son preguntas que podrían arrojar luz sobre muchos aspectos de la
evolución del sistema solar temprano. La evidencia de este tipo de procesos no
simétricos podría
encontrarse en otras lunas de nuestro sistema solar, y puede ser omnipresente
en cuerpos rocosos en todo el universo.
Uno de los mayores misterios para distintas generaciones de astrónomos, que llevan décadas estudiando la Luna, es por qué el lado oculto y el lado visible son morfológicamente distintos. En el lado visible se pueden observar a simple vista manchas oscuras y claras. Los primeros astrónomos llamaron a estas regiones oscuras maria, un término en latín para ‘mares’, pensando que eran cuerpos de agua por analogía con la Tierra. Usando telescopios, los científicos pudieron descubrir hace más de un siglo que no se trataba de mares, sino más bien de cráteres o características volcánicas. En aquel entonces, la mayoría de los científicos suponían que la cara oculta de la Luna, que nunca hubieran podido ver, era más o menos como el lado visible.
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