Mediocre resultado de la economía colombiana
Es
necesario, además, darle más acción al plan Colombia Repunta, como lo han
pedido los gremios. Pero más importante es recuperar la confianza del país, que
cada vez se sume más en el pesimismo. Definitivamente, estamos atravesando por
una zona de turbulencia.
El
dato del comportamiento de la economía en el primer trimestre del año que
entregó el Dane a mediados de mayo confirmó la poca dinámica con la que arrancó
2017: 1,1% de crecimiento frente al mismo periodo de 2016; es uno de los
resultados más mediocres de los últimos años que confirma que los motores de la
economía están desacelerados. Cuando se conozcan las cifras del PIB por
el lado de la demanda, es probable que quede en evidencia la debilidad en el consumo
–producto de la entrada en
vigor de la reforma tributaria y de la caída de la confianza del consumidor– y una menor
inversión directa.
Por
sectores, en los primeros tres meses de 2017 la mayor variación negativa
se dio en la explotación
de minas y canteras (-9,4%), explicada principalmente por la caída de la
extracción de petróleo
crudo y gas natural (-12,3%). También registraron decrecimiento los sectores de
transporte, almacenamiento y comunicaciones con -0,3%, comercio,
reparación, restaurantes y
hoteles con -0,5%, suministro de electricidad gas y agua -0,6% y construcción con -1,4%.
Las
buenas noticias corrieron por el lado de la agricultura, caza, silvicultura y
pesca, con un incremento de 7,7%, el resultado más alto para un primer
trimestre desde 2001, según el Dane; la rama de servicios financieros e inmobiliarios con 4,4%, y
servicios sociales, comunales y personales también registró un ritmo superior
al promedio, con 2,2%.
La
industria sigue estancada con un aumento de apenas 0,3% e impulsada por
los productos de refinación. Durante el primer trimestre de 2017, diez de las
24 ramas de actividad de la industria manufacturera crecieron positivamente.
Pero
las cifras y este panorama económico se conocen en uno de los momentos de mayor
agitación social en el país. Al cierre de esta edición, Buenaventura
mantenía el paro, tras varios días de marchas, protestas y hasta saqueos. Los habitantes del puerto piden
declarar la emergencia social, económica y ambiental, y agilizar recursos para
atender prioridades en salud, servicios públicos como el agua y enfrentar con
mayor intensidad los focos de violencia. Esta situación es preocupante,
pues se trata no solo del principal puerto sobre el Pacífico, que está
paralizado, sino también de una comunidad que busca solución a problemas del
pasado.
En
el mismo sentido anda Chocó, que pide el cumplimiento de promesas de 2016,
como la terminación de las
vías que conducen de Quibdó a Medellín y a Pereira, la construcción de
más de un centenar de sedes educativas y de un hospital de tercer nivel, una
reducción en las tarifas de energía eléctrica y la posibilidad de acceder al
agua potable.
Se
sumó también a esta alta tensión social la protesta de los maestros, que exigen
una nivelación salarial, el pago de primas de bonificación y encontrar
una solución a la desfinanciación de la educación pública que –según sus
cálculos– puede llegar a $1,6 billones entre 2017 y 2018.
En Manaure, en La Guajira, también hay gran preocupación porque un paro laboral en las
salinas completó casi 80 días y se teme que la situación derive en
desórdenes públicos.
De otro lado, el panorama con los vecinos es complejo, en especial por el lado de
Venezuela y Brasil. El primero, por el desenlace que tengan las
protestas en ese país y la posibilidad de que se produzca una migración masiva hacia Colombia,
generando un nuevo frente de tensión en un momento complejo. En el caso
del segundo, el escándalo por las grabaciones divulgadas en las que el
presidente Michel Temer aprueba
sobornos encendieron un polvorín político y golpearon las bolsas de Brasil y
Argentina. Todo ello será una prueba ácida para Colombia, pues permitirá
determinar si el país ha logrado diferenciarse dentro de los mercados
emergentes o nos siguen mirando como uno más dentro de la región.
Sin duda, Colombia viene de un
proceso de ajuste muy duro producto del mayor choque externo de su historia por
la destorcida de los precios del petróleo, que golpearon sus finanzas. Su plan
de ajuste ha venido avanzando: la inflación ha cedido, las tasas vienen
reduciéndose, el déficit de cuenta corriente también cae y la polémica reforma
tributaria tranquilizó a las calificadoras y le ha dado al Gobierno un respiro
fiscal.
Para
este año se espera una reactivación leve, como señaló el Ministro de
Hacienda. Los cálculos más optimistas vienen precisamente del lado del
Gobierno, que ha ratificado su meta en 2,5%. Sin embargo, analistas y hasta el
mismo Banco de la República la ubican alrededor de 2% y algunos por debajo. Las señales del primer trimestre
no fueron favorables y la agitación social, así como las expectativas de los
acuerdos de paz, empiezan a producir nuevos focos de incertidumbre, enrareciendo el clima general de
la opinión pública; todo ello puede afectar la estrategia para salir del
bache de crecimiento y lograr unos mejores resultados en lo que resta del año.
La
tarea para el Gobierno no será sencilla. Frente a lo que analistas como
Credicorp han advertido sobre “un limitado gasto público”, para el Ejecutivo
será fundamental sacar adelante la adición presupuestal que le permita aumentar la inversión en 12%, en
lugar de caer 3%, como estaba previsto en el presupuesto inicial. Es
necesario, además, darle
más acción al plan Colombia Repunta, como lo han pedido los gremios.
Pero más importante es recuperar la confianza del país, que cada vez se sume más en el
pesimismo. Definitivamente, estamos
atravesando por una zona de turbulencia.
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