Los doctores Jon Koff 8izq) y
Benjamin Chang observan a la paciente Ella Balasa inhalar un bacteriófago
producido por Chang como parte de un tratamiento experimental para combatir infecciones
resistentes a los antibióticos en New Haven, Connecticut, el 17 de enero del
2019.
Las
bacterias de sus pulmones resistían la mayoría de los antibióticos. Ella
Balasa, de 26 años, decidió entonces probar un arriesgado experimento: inhalar
un
virus procedente de aguas residuales para combatir la bacteria.
“No tengo muchas alternativas”, explicó Balasa, quien
viajó de Richmond, Virginia, a la Universidad de Yale para ensayar lo que
asomaba como un último recurso. “Sé que tal vez no sirva de nada. Pero tengo muchas esperanzas”.
El
uso de un germen para combatir otro puede parecer algo radical, pero refleja
una crisis en el campo de la salud: Cada vez muere más gente por infecciones que eran
fácilmente tratables debido
a que las bacterias ahora resisten los antibióticos.
Algunas son directamente intratables y los científicos se
afanan por encontrar alternativas a los antibióticos, explorando, a veces,
sitios impensados.
Un posible tratamiento engaña a la bacteria y la priva de
los nutrientes que necesita para sobrevivir. Otro recompone al sistema
inmunológico para que pueda combatir mejor los gérmenes.
Y se están ensayando los virus llamados bacteriófagos --o
fagos, descubiertos hace un siglo pero que habían sido olvidados por Occidente
ante la eficacia de los antibióticos-- en un puñado de casos de emergencia.
“La
frustración de la gente por la resistencia a los antibióticos va en aumento”,
dijo el biólogo de Yale Benjamin Chan, quien recorre el mundo en busca de fagos
y recibe llamadas de pacientes desesperados dispuestos a ensayarlos. “Estamos conscientes de que
necesitamos alternativas”.
Enemigo natural de las bacterias, cada variedad de fago
combate una cepa distinta de bacteria. Originalmente se lo empleó para tratar
la diarrea, a principios del siglo 20. Chan busca en zanjas, estanques y en
plantas de tratamiento de aguas residuales las cepas que combaten una cantidad
de infecciones humanas.
“Los mejores lugares son generalmente sitios sucios,
porque somos animales sucios”, explicó.
Chan consideró que una viscosidad marrón posada sobre una
placa de Petri daba esperanzas a Balasa.
La mujer tiene una enfermedad genética llamada fibrosis
quística que lastima sus pulmones y atrapa bacterias en su interior, incluidas
una llamada pseudomona aeruginosa. Una dosis diaria de antibióticos inhalados
controló la infección hasta el año pasado, en que las medicinas dejaron de
funcionar.
Chan
cultivó una muestra de la bacteria de Balasa tomada de su flema. Luego vino el
momento clave: Dejó caer varias gotas de fagos que atacan esas bacterias en un
plato mugriento y empezaron a surgir círculos a medida que los virus consumían
las bacterias.
Pero, ¿lo que funcionó en un laboratorio funcionaría en
los pulmones de Balasa?
BACTERIAS RESISTENTES A LAS MEDICINAS
A
esta altura no hay dudas de que mucha gente muere porque los antibióticos ya no
controlan sus infecciones. Si bien no hay estadísticas, un informe británico
muy citado dice que, a menos que se encuentren otras soluciones, para el
2050 podrían morir hasta 10 millones de personas por infecciones que resisten
los antibióticos. Más muertes que las que causa hoy el cáncer.
Muchas
empresas farmacéuticas ya no producen nuevos antibióticos ante los pocos
resultados que dan.
BUSCANDO EL FLANCO DÉBIL DE LAS BACTERIAS
Para encontrar alternativas, es imperioso “detectar
cuales son los puntos
vulnerables de las bacterias”, expresó el doctor Pradeep Singh, de la
Universidad de Washington.
Singh y su colega de la UW Christopher Goss se enfocan en
el hierro, elemento vital para el crecimiento de la bacteria. Resulta que las bacterias no
siempre pueden distinguir entre hierro y un metal parecido de origen químico
llamado galio. El galio no nutre la bacteria y, por el contrario, la
debilita, según Goss.
Dos estudios pequeños se enfocaron en pacientes con
fibrosis quística con pseudomonas resistentes a los antibióticos pero que
todavía no estaban muy enfermos. Los pacientes recibieron durante cinco días una infusión a base de
galio. En las semanas siguientes, sus infecciones pulmonares mejoraron.
“Parece una buena forma de destruir bacterias”, dijo un
participante en el estudio, Tre LaRosa, de 24 años, de Cincinnati. Su hermana
falleció por una fibrosis quística. Si bien la suya está actualmente bajo
control, teme que algún día se presente una infección resistente a los
antibióticos. “No puedo hacer nada para impedirlo”.
REFORZANDO
EL SISTEMA INMUNOLÓGICO
Anthony Fauci, director de la sección de enfermedades
infecciosas del Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos, pronostica que en el futuro los
médicos vacunarán a la gente pocas semanas antes de, digamos, una operación de
reemplazo de rodilla para evitar infecciones de estafilococos en el hospital.
Se están ensayando numerosas vacunas y algo particularmente
prometedor, según Fauci, son unos “anticuerpos monoclonales” de laboratorio que
atacan bacterias específicas.
PREPARANDO EL VIRUS PARA UN ATAQUE FRONTAL
En Virginia, Balasa se enteró de otra paciente de
fibrosis quística que consiguió
buenos resultados con los experimentos de fago en Yale y pidió
participar en esos estudios como alternativa a lo único que quedaba, un
trasplante de pulmón.
Los
fagos son distintos a los antibióticos. Igual que los parásitos, el
virus se infiltra en las células bacteriales y las usa para reproducirse,
matando la bacteria. Cuando
la bacteria desaparece, el virus muere también. Dado que los fagos
reconocen solo determinadas bacterias, no afectarán las “bacterias buenas” del
aparato digestivo, como sí hacen los antibióticos.
El primer experimento de Yale fue con un individuo de 82
años, al borde de la
muerte tras un implante cardíaco. El hombre tenía pseudomonas
intratables. Chan purificó un fago de un lago de Connecticut que encajaba con
los gérmenes del anciano y consiguió un permiso especial para inyectarlo en la
herida. La infección
desapareció.
Mientras tanto, en la Universidad de California de San
Diego, los médicos salvaron a un colega que estaba en coma desde hacía meses
usando una mezcla de varios fagos que atacan una superbacteria llamada
asinetobacter baumannii.
“Se nos presenta una oportunidad increíble aquí”, expresó
el neumólogo de Yale Jon Koff. “Pero hay que conservar una dosis apropiada de
escepticismo”.
El mes pasado, Balasa pasó a ser la octava paciente de
Yale e inhaló miles de millones de fagos a lo largo de siete días.
Casi
de inmediato, empezó a toser con menos bacteria. Unas pocas semanas después se
sintió mejor. Durante ese período ingirió brevemente algunos antibióticos que
había dejado de usar. Si bien hacen falta más estudios, Chen cree que
los fagos mataron buena parte de la cepa predominante de pseudomonas e hizo que
las que sobrevivieron sean nuevamente vulnerables a los antibióticos.
Balasa cree que el tratamiento “fue un gran éxito”, que
le permitió dejar los antibióticos.
“Ahora
habrá que ver cuánto tiempo puedo estar sin antibióticos”, comentó.
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