China ha visto cómo en poco más
de un año han aparecido una treintena de empresas de alquiler de bicicletas, de
las cuales dos tienen más del 90 por ciento de la cuota de mercado, Mobike y
Ofo.
A través de una aplicación y tras haber abonado un depósito, cualquiera puede montar en uno
de estos vehículos por 1 yuan (13 céntimos de euro) por cada media hora
de uso.
Las bicis cuentan con un código
QR que, tras ser escaneado con el móvil, abre el candado. Al ir equipadas con
GPS, el usuario puede dejarlas en cualquier sitio para que otro las use. Una vez cerrado el candado, el
pago se efectúa a través del monedero virtual.
Todas las empresas mantienen los precios bajos y hasta ofrecen viajes
gratis para mantener cuota de mercado. El secreto de su conveniencia, y también
de un modelo de negocio aún en cuestión, es que sea fácil encontrar una bicicleta y que esta se
utilice muchas veces cada día.
Con esa premisa, las empresas están inundando las calles de las principales ciudades con estos
vehículos de colores, especialmente en zonas cercanas a estaciones de
metro –desde donde muchos usuarios las cogen para su trayecto final hasta la
oficina, por ejemplo– o en barrios muy concurridos.
Las autoridades de Pekín aseguraron recientemente que la ciudad cuenta con 700.000
bicicletas y 11 millones de usuarios, prácticamente la mitad de la
población de la capital. También que los viajes en bici han aumentado un 30 por ciento desde su
llegada, algo que sin duda ayuda a aliviar el tráfico de automóviles y a
reducir la contaminación atmosférica.
Se prevé que pocas empresas
sobrevivirán cuando tengan que cumplir nuevas reglas
Pero la proliferación de bicicletas ha dejado efectos menos deseados. A
pesar de que camiones de estas empresas las trasladan continuamente, muchas aceras están llenas de
estos vehículos, impidiendo el paso a los peatones. Otras están rotas y abandonadas, mal
aparcadas o han provocado accidentes. “Estoy harto de tener que mover
bicicletas todo el día”, dice un guardia de seguridad de un edificio de
oficinas del centro de Pekín, cuya empresa está pensando en prohibir estos
vehículos en la entrada y los jardines adyacentes.
Según datos del Centro de Investigación del Comercio Electrónico de China,
a finales del año pasado
había 18,9 millones de usuarios de estas aplicaciones en todo el país,
una cifra que se prevé que
alcance los 50 millones en este 2017. Y eso implicará, con toda
seguridad, el despliegue de más bicis. “Cuando el negocio crece a esta escala, aparecen varios problemas sobre
todo en el ámbito de la gestión urbana”, asegura Liu Lu, profesor de la
Universidad de Economía y Finanzas del Suroeste de China.
Ante ello, el Gobierno ha decidido aprobar un borrador que regule el
sector. Entre las medidas destacan el establecimiento de zonas de estacionamiento, la creación de más
carriles para bicis –la planificación urbana de China en las últimas dos
décadas ha puesto al automóvil en el centro de la movilidad– o la
prohibición de que los menores de 12 años puedan usar el servicio, por lo que
los usuarios tendrán que registrarse con su nombre real y documento de
identidad.
Reglas fuertes
Las operadoras, por su parte, deberán garantizar el buen estado de los vehículos, contar con un seguro para cubrir
accidentes o establecer
sistemas de crédito para desincentivar las malas conductas de los
usuarios. También se les
prohíbe expandirse a la variante eléctrica de estos vehículos y se les
anima a no cobrar el depósito a los usuarios. De hacerlo, aclaran, este dinero
no podrá utilizarse para otros fines.
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