Desde
interrumpir las labores para tomarse un café todas las mañanas, pasando por la
procastinación hasta decir groserías en el entorno laboral, las costumbres
pueden terminar perjudicando los resultados de una compañía.
¿por qué hacemos lo que hacemos en la vida y en los
negocios? El 5% del trabajo de un líder es diseñar una gran estrategia
empresarial y el 95% restante es tomar pequeñas decisiones, como por ejemplo,
manejar la cultura organizacional y definir los incentivos para los
colaboradores; eso automáticamente incide en la forma en la que ellos se
comportan. Por eso, es
importante identificar los malos hábitos de los empleados para transformarlos
en algo positivo y, por ende, incidir en la productividad y en la
sostenibilidad de la empresa.
Aquí,
una lista de los 10 hábitos más dañinos que se tienen al interior de las compañías:
Procastinar:
descuidar tareas pendientes, o dejar que se acumulen solo porque se es capaz de
resolverlas sobre el deadline, puede tener un impacto negativo en el equipo, al
hacer que otros compañeros deban trabajar más rápidamente y poner en riesgo el
éxito del proyecto.
Chismes
de pasillo: por lo general, la gerencia de recursos humanos de una
compañía se refiere a los empleados negativos y chismosos como “un cáncer”. Sí,
es verdad que siempre va a haber inconformidades de algún tipo o quejas –desde
personales hasta laborales-, pero no hay por qué contaminar a los compañeros de
trabajo, dándole vueltas al asunto, sino más bien acudir al jefe directo para
manifestar las molestias; de lo contrario, en algún punto el líder tendrá que
‘exterminar’ esa conducta.
Impuntualidad:
llegar tarde, tomarse media hora más al almuerzo o abusar de las pausas
activas, denotan falta de interés, de cuidado por el puesto de trabajo y una
actitud de complacencia.
Adicción
a las redes sociales: Facebook, Twitter, Instagram, Youtube, las redes
sociales pueden ser grandes aliadas, pero ¿te has puesto a pensar cuántos
minutos pierden en total al día, entrando a repasar las últimas
actualizaciones? Eso afecta la concentración y por ende, la productividad.
Ineficiencia:
el desorden y el exceso de socialización hacen perder mucho tiempo a la hora de
ejecutar tareas y procesos, por lo que pueden terminar convirtiendo a un buen
empleado en alguien ineficiente. Lo mejor es mantener la charla al mínimo
durante las horas de trabajo, guardar el orden en el escritorio y establecer
prioridades.
Reunión-‘itis’-:
ya es catalogada como un síndrome en algunas empresas. A veces se pierden horas
dialogando sobre un tema sobre el cual, por pugna de egos y opiniones, no se
llega a ninguna conclusión. ¿Algunas recomendaciones para combatirlo? Fijar
objetivos claros y realizar un acta al final para retomar aquellos aportes
valiosos.
Correos
y más correos: desde la forma hasta el fondo, los correos pueden decir
mucho o muy poco y por ello hay que pensar bien antes de escribir uno. También
se recomienda compilar la mayor cantidad de información en uno solo, en vez de
dividir el mensaje en tres o cuatro partes.
Lobos
solitarios: esos empleados que creen que pueden hacer todo por su cuenta
son muy peligrosos para una compañía; claro que la independencia e
individualidad son importantes, pero aprender a lidiar con el equipo, darles
crédito y apoyarlos es fundamental en aras de mantener los estándares de
productividad altos.
Berrinches:
perder el control bajo una situación de mucho estrés puede enviar el mensaje
equivocado de que un empleado no es capaz de sortear las crisis o mantener al
día sus responsabilidades y esas son cualidades muy importantes. Si bien es
difícil aprender a controlar el estrés, existen tácticas de meditación y
relajación que pueden ser útiles en los momentos más decisivos. ¿Un consejo?
Tomar un respiro y pensar siempre antes de actuar o hablar, para evitar el
drama.
La
imagen vale más que mil palabras: desde saber decir ‘buenos días’ o
‘gracias’, pasando por la manera en la que una persona saluda, o da un apretón
de manos, hasta llegar al uso de minifaldas y transparencias, la imagen
personal de cada uno
de los empleados es esencial a la hora de mantener en
armonía el clima laboral. Las externalidades sí que pueden terminar afectando
la percepción que tienen los jefes y demás colaboradores.
¿Una
vez identificados, cómo minimizarlos?
Desde el mismo instante de la contratación, hay que dejar
en claro los códigos de comportamiento y los valores de la organización, para
que todas las partes estén alineadas: “Cuando cada quien sabe lo que tiene que hacer y existe un
norte claro a nivel de empresa, el recurso humano cumple su rol, evitando que
muchos de estos hábitos se presenten”, hay que cortarlos de raíz. “Son
semillas que hacen mucho daño a la organización, entorpecen el crecimiento y
cumplimiento de los objetivos. Lo que es peor es que se contagian y eso hay que evitarlo”. Como
son resultado de un mal manejo en la cultura, el primer paso es trabajar por
ella. “La cultura y los valores de las organizaciones son temas que no se
negocian y el recurso humano debe adoptarlos; debe vivir con sentido de
pertenencia y respetar todos los lineamientos de su empresa”, concluye.
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