Pese
a los escándalos por las emisiones contaminantes y las baterías que explotaban,
ambas empresas incrementaron sus ganancias y continúan entre los líderes de sus
respectivos sectores. Otras no fueron tan afortunadas.
¿Por qué algunas compañías consiguen que un escándalo
empresarial sea sólo un bache en su trayectoria mientras que otras sucumben
ante él y no consiguen recuperarse nunca?
Tanto
el gigante automotriz alemán Volkswagen como la tecnológica surcoreana Samsung
han estado en el punto de mira en los últimos tiempos.
Volkswagen
aún carga con la cruz que supone el escándalo de las emisiones contaminantes de
sus vehículos. Samsung hizo frente al de las explosiones de las baterías de su
celular Galaxy Note 7, que incluso tuvo que ser retirado del mercado.
Sin embargo, ambas firmas ya han superado estos desastres corporativos.
Los beneficios antes de impuestos registrados por la
automotriz alemana se
elevaron un 44,3% y los del gigante surcoreano ascendieron un 48%, según los resultados
trimestrales anunciados por ambas empresas en las últimas semanas.
Otras
compañías, en cambio, no fueron tan afortunadas.
El escándalo de las emisiones
Hace
dos años salió a la luz que Volkswagen había instalado un software ilegal en
sus vehículos de diésel que les permitía superar las pruebas de emisiones
contaminantes pese a no cumplir con los estándares. En realidad, sus
autos soltaban a la atmósfera gases 40 veces más contaminantes que el límite
legal.
Estas revelaciones supusieron un shock para muchos y dañaron la reputación
de la compañía, que hasta ese entonces era vista como un fabricante de
vehículos sólidos y confiables.
El escándalo generó una reacción mundial violenta hacia
la firma, que recibió
múltiples denuncias.
Hasta el momento, Volkswagen ha acordado destinar
US$25.000 millones a la resolución de reclamos en Estados Unidos; provengan de
clientes, reguladores, administraciones públicas o intermediarios. Y la presión para que efectúe
pagos similares en otras naciones crece.
Aún así, este desastre en materia de márqueting no impidió a la firma
arrebatarle el año pasado a Toyota el puesto de mayor fabricante de vehículos
en todo el mundo. Y tampoco hizo mella en su capacidad de hacer dinero.
La crisis como catalizador
Mientras la polémica empezaba a coger vuelo, la empresa
implantó un plan integral para abordarlo. Admitió sus malas prácticas y, en Estados Unidos, se
declaró culpable para poder llegar a un acuerdo con los reguladores.
Al mismo tiempo, el grupo se embarcó en una tarea de
recorte significativo de costes. Abandonó los modelos de auto que no eran rentables, viró sus esfuerzos
hacia los mercados emergentes y comenzó a invertir decisivamente en vehículos eléctricos.
"Se
podría decir que esta crisis fue un catalizador para Volkswagen",
afirma Shwetha Surender, la consultora principal de la firma de analistas Frost
& Sullivan.
"Si el escándalo de las emisiones no hubiera
ocurrido nunca, probablemente
la compañía no se hubiera reestructurado de esa forma", añade.
Este
bache le costó a la firma alemana miles de millones de dólares. Pero,
según la experta, esta cantidad podría haber sido incluso mayor si la empresa
no se hubiera comportado como lo hizo.
"Podrían
haberse visto obligados a deshacerse de su división de vehículos comerciales y
de algunas de sus marcas premium".
Lo que Volkswagen hizo con las emisiones estuvo
claramente mal, pero la forma en que afrontó el escándalo "tuvo un efecto positivo en
el grupo", concluye Surender.
Las
baterías que explotaban
Cuando se es uno de los mayores vendedores de celulares, lo peor que puede pasar es tener
que retirar un producto estrella.
Pero
eso es lo que tuvo que hacer el gigante de la electrónica surcoreano Samsung
cuando empezaron a reportarse casos en los que las baterías de su Galaxy Note 7
se habían recalentado hasta explotar.
Samsung
tuvo que retirar del mercado 2,5 millones de dispositivos el pasado mes
de septiembre. La firma
los reemplazó con una nueva versión, pero esta también se recalentaba.
La
debacle le costó a la empresa unos US$5.300 millones y supuso un fuerte golpe a
su prestigio.
Samsung
asumió la "responsabilidad por nuestro error de no haber identificado ni
verificado los problemas causados durante el proceso de diseño y fabricación de
la batería".
La aceptación es una parte crucial de la estrategia de
control de situaciones de crisis de la firma, según Wayne Lam, analista de IHS
Markit.
"Samsung
hizo un manejo de crisis de manual. Dio la cara ante los consumidores y los
inversores y se sometió a los momentos de mea culpa debidos",
afirma.
"Desde un punto de vista financiero, ya han superado este episodio.
Aunque aún deben recobrar la confianza de los clientes", añade.
Para conseguirlo, resultará vital no volver a cometer
errores. Por eso, explica Lam, la compañía no se arriesgó tanto con su nuevo modelo, el Galaxy 8.
"Modificó
los parámetros de recarga y fue muy cauteloso a la hora de diseñar la
batería", sostiene.
Pruebas poco fiables
Volkswagen
y Samsung resultaron dañadas por estos escándalos, pero sobrevivieron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios aqui: