Los gases de efecto invernadero como el vapor de agua y el dióxido de carbono
tienen un papel importante en el clima. Sin ellos, la Tierra sería demasiado fría como
para mantener el agua en estado líquido ¡y los humanos no existirían!
Así funciona: la temperatura del planeta en esencia está en función de la energía
que la Tierra absorbe del Sol (que la calienta) y la energía que la Tierra emite
al espacio como radiación infrarroja (que la enfría). Debido a su
estructura molecular, los gases de efecto invernadero absorben de manera
temporal parte de esa radiación infrarroja saliente, luego la reemite en todas
direcciones y envía parte de esa energía de regreso a la superficie para
calentar el planeta. Los científicos han comprendido este proceso desde la
década de 1850.
Las concentraciones de gases de efecto invernadero han
variado de forma natural en el pasado. Durante millones de años, los niveles del CO2 atmosférico
han cambiado según la cantidad de gas que los volcanes hayan escupido al aire y
cuánto de este se haya eliminado por medio de procesos geológicos. En
escalas de tiempo de cientos a miles de años, las concentraciones han cambiado conforme
el carbono ha realizado ciclos entre el océano, la tierra y el aire.
Sin embargo, en la actualidad, somos los causantes de que los niveles de CO2
aumenten a un ritmo sin precedentes pues tomamos el carbono antiguo que
hay en los depósitos geológicos de los combustibles fósiles y lo ponemos en la
atmósfera cuando los quemamos. Desde 1750, las concentraciones de dióxido de carbono han aumentado
casi un 50 por ciento. El metano y el óxido nitroso, otros importantes
gases de efecto invernadero que son liberados principalmente por medio de las
actividades agrícolas, también se han disparado durante los últimos 250 años.
Con base en la física descrita anteriormente, sabemos que esto debería
calentar el clima. También observamos ciertas “huellas” reveladoras del
calentamiento a causa de los gases de efecto invernadero. Por ejemplo, las noches se están calentando
incluso más rápido que los días porque los gases de efecto invernadero no se
van cuando se pone el sol. Y las capas superiores de la atmósfera en
realidad se han enfriado, porque los gases de efecto invernadero atrapan más
energía en la parte inferior de la atmósfera.
También sabemos que somos la causa del aumento en las concentraciones de
los gases de efecto invernadero… y no solo porque podemos medir el CO2
que sale de los escapes y las chimeneas. Podemos verlo en la firma química del
carbono en el CO2.
El carbono viene en tres masas diferentes: 12, 13 y 14.
Las cosas hechas de materia orgánica (incluyendo los combustibles fósiles)
tienden a tener relativamente menos carbono-13. Los volcanes tienden a producir CO2 con relativamente más
carbono-13. Y durante el último siglo, el carbono del CO2 atmosférico se
ha vuelto más ligero, lo que apunta a una fuente orgánica.
Podemos saber que se trata de materia orgánica antigua buscando el carbono-14,
que es radiactivo y decae con el tiempo. Los combustibles fósiles son demasiado
antiguos como para que queden restos de carbono-14 en ellos, por lo que si
estuvieran detrás del aumento de los niveles de CO2, cabría esperar que la
cantidad de carbono-14 en la atmósfera disminuyera, que es exactamente lo que
muestran los datos.
Es
importante notar que el vapor de agua es el gas de efecto invernadero más
abundante en la atmósfera. Sin embargo, no provoca un calentamiento; más
bien responde a este. Por eso el aire más caliente tiene más humedad, la cual
crea un efecto de bola de nieve en el cual el calentamiento causado por el hombre permite que la
atmósfera contenga más vapor de agua y amplifique más el cambio climático.
Este llamado ciclo de retroalimentación ha duplicado el calentamiento a causa
de las emisiones de gases de efecto invernadero antropogénicas.
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