Desde
la votación del "brexit", la empresa Nim’s Fruit Crisps en Inglaterra
ha encontrado proveedores locales para muchos ingredientes, lo que ha limitado
su exposición a las variaciones de los tipos de cambio de las divisas.
El
Reino Unido lucha cada vez más con las desconcertantes consecuencias económicas
de su salida —todavía pendiente— de la Unión Europea. Para una compañía,
Nim’s Fruit Crisps, el efecto se mide por el alza en el costo de la piña o el
ananá.
Nim’s
deshidrata frutas para convertirlas en botanas que se sirven como papas fritas
y opera desde el que fue un taller de metales en este enclave industrial al
este de Londres. Una de las variedades que más vende incluye piña de
Costa Rica enviada a través de una empresa de transporte con sede en Ámsterdam.
El precio del ananá está en euros. Desde la decisión del Reino
Unido de dejar la Unión Europea —que todos conocemos como brexit— la libra esterlina se ha
depreciado casi un 14 por ciento contra el euro por temor a afectaciones en el comercio.
Al ver los precios tan elevados de la piña, la fundadora
de la empresa, Nimisha Raja, compró
hace poco una máquina para remplazar a tres trabajadores que solían pelar la
fruta a mano. “Tenía que recortar costos en algún lado”, dijo.
Podría hablar por todo el Reino Unido.
En los dieciséis meses desde el referendo que puso en
marcha el brexit, la
economía británica se ha debilitado ante un conjunto confuso de incertidumbres.
La austeridad está a la orden del día, junto con las
preocupaciones de que las empresas multinacionales recorten sus inversiones en
el Reino Unido.
La semana pasada, el escenario sombrío pareció
iluminarse, ya que datos
oficiales mostraron que la economía se había expandido un poco más de lo
esperado entre julio y septiembre. El crecimiento del 0,4 por ciento del
trimestre, cuyas mejores expectativas eran del 0,3 por ciento, ha reforzado las
hipótesis del mercado de que el Banco de Inglaterra aumentará las tasas cuando
se reúna el jueves, con el impulso de una economía presuntamente más fuerte.
Sin
embargo, algunos economistas temen que dicha estrategia sea prematura dado el
frágil estado del Reino Unido. Muchos se centraron en la caída de las ventas al por menor
y en las ventas de automóviles como indicadores de problemas.
La caída de la libra ha aumentado los precios de productos como el aceite de
oliva italiano o los aparatos electrónicos chinos. La tasa inflacionaria
alcanzó un tres por ciento en septiembre, el ritmo más acelerado en cinco años.
El gasto del consumidor bajó a lo largo del año pasado, mientras que el crédito
está al alza, una combinación que muchas veces acaba mal.
El referendo del brexit dio lugar a negociaciones en las
cuales se supone que el Reino Unido y Europa debaten sus futuros acuerdos. No
obstante, las conversaciones han resultado ser mordaces y bastante fútiles.
Esto ha intensificado las preocupaciones de que se pueda llegar a la fecha
límite de dos años de
negociaciones sin que haya un acuerdo, lo cual sometería a las empresas
con operaciones del otro lado del canal de la Mancha a inquietantes
ambigüedades sobre las reglas futuras. El Banco de Inglaterra ha venido advirtiendo a los bancos
que se preparen teniendo en cuenta que esa eventualidad es un resultado
posible.
Dado que las fronteras del comercio no son claras,
algunas empresas están reevaluando el atractivo de que sus casas matrices se
encuentren en el Reino Unido, que antes fue la sede de un imperio global, pero ahora se ve cada vez
más como una nación insular.
“Claramente,
el crecimiento se ha desacelerado de manera muy abrupta en los últimos meses”,
comentó Peter Dixon, economista financiero global de Commerzbank AG en Londres.
“Se tiene la sensación de
que las empresas han estado posponiendo las inversiones”.
Dentro del grupo de las principales economías del mundo, el Reino Unido es ahora una de
las más débiles, en tanto que Europa, Asia y América del Norte gozan de un
crecimiento relativamente sólido. Durante los primeros nueve meses del
año, la economía británica se expandió a una tasa anualizada de solo 1,3 por
ciento.
Sin un acuerdo, los bancos mundiales se enfrentan a la
posibilidad de ya no poder
usar sus oficinas en Londres para dar servicios a los clientes de todo el
continente. Muchos han estado buscando espacios en centros financieros
afincados en territorio de la Unión Europea.
Citigroup ha esbozado planes para establecer operaciones comerciales en
Fráncfort y ha solicitado una licencia de respaldo en Francia. Goldman
Sachs expandió sus oficinas en esa ciudad alemana hace poco.
En Midlands Occidentales, una región industrial de
Inglaterra que incluye Birmingham, la inversión extranjera directa disminuyó ligeramente el año
posterior al voto del brexit, según una evaluación reciente de las
Cámaras de Comercio de Greater Birmingham.
La cámara culpó a la “incertidumbre causada por el resultado del referendo
sobre la salida de la Unión Europea”, que fue “retrasando las decisiones de invertir, una
tendencia que hizo eco en otras áreas del Reino Unido”.
Los representantes de la cámara han dirigido su atención
más allá de la Unión Europea en la búsqueda de inversiones nuevas.
Recientemente, una delegación regresó de Turquía. En la planeación de futuras
visitas, la cámara se está
concentrando especialmente en cultivar negocios con miembros de la Mancomunidad
de Naciones.
La
caída de la libra ha elevado el precio del acero importado por KimberMills
International, que tiene una fábrica al oeste de Birmingham, Inglaterra.
Credit Andrew Testa for The New York Times
“Es
un retroceso en la historia buscar abiertamente comercio con los países de la
Mancomunidad, en lugar de con Europa”, manifestó John Lamb, un vocero de
la cámara. “En realidad
estamos empezando a ver cómo serán los mercados del mundo tras el brexit”.
El tiempo mismo se ha convertido en una amenaza. A medida
que las negociaciones dan lugar a encabezados sobre críticas al interior del
Partido Conservador que gobierna el Reino Unido, cada semana que pasa sin que
haya claridad aumenta la
presión sobre las empresas para mudar a su gente y operaciones a Europa.
“No
podemos vislumbrar que no vaya a haber afectaciones particularmente en la
inversión, pero también en el consumo”, manifestó Kjersti Haugland,
economista en jefe de DNB Markets, un banco de inversión en Noruega. “¿Cómo se
puede seguir adelante con grandes inversiones cuando no se sabe qué marco
resultará?”.
Para Nim’s Fruit Crisps, las variables del brexit han
hecho progresar la autosuficiencia británica.
Anteriormente, la empresa dependía de un proveedor en
Bélgica para el suministro de la mayoría de sus frutas y verduras; en meses
recientes encontró
proveedores nacionales para cada una de la variantes que necesita, con
excepción del ananás, lo cual limita su exposición a los caprichos de
las tasas de cambio. Hoy,
Nim’s compra manzanas, pepinos y una variedad de cultivos de agricultores
británicos.
La caída de la libra también hizo que los productos de
Nim’s bajaran de precio fuera del Reino Unido, aumentando sus exportaciones, que ahora constituyen más
de la mitad de las ventas totales. Las botanas de Nim’s se venden en
Alemania, Francia, Italia, India, Israel y, pronto, en Arabia Saudita.
“Lo
que he aprendido es que Europa no es el único mercado para nosotros”,
comentó Raja, cuya tarjeta de presentación de Nim’s la identifica como “La
jefa”.
Sin embargo, mientras busca cerrar un acuerdo para poner
sus frutas y verduras deshidratadas en los estantes de la principal cadena
británica de supermercados, a
Raja le preocupa que los volúmenes necesarios excedan las capacidades del Reino
Unido.
“De
un día para otro tengo que encontrar cien toneladas de manzanas”, dijo.
Está buscando proveedores en Polonia, aun cuando le
preocupa el valor de la moneda británica en un mundo moldeado por el brexit.
“Tengo
que mantener mis márgenes firmes”, concluyó
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