Participantes de un tour de La Habana en bicicleta. Las
nuevas restricciones afectarán al sector turístico.
El
gobierno de Donald Trump endureció el embargo económico a Cuba este miércoles
al restringir los hoteles, tiendas y otros negocios a los que los
estadounidenses pueden tener acceso según si esos establecimientos tienen
vínculos a las fuerzas armadas cubanas.
La
larga lista de reglas que Trump prometió implementar en junio como represalia a
lo que considera un actuar poco democrático del gobierno comunista cubano fue
dada a conocer justo cuando el presidente de Estados Unidos se encontraba de
visita con los líderes comunistas de China, donde impulsó acuerdos
empresariales. El anuncio es una de las maneras en las que la actual
administración en la Casa Blanca ha ido revirtiendo el deshielo promovido entre
Washington y La Habana desde finales de 2014, durante el gobierno de Barack
Obama.
Los
estadounidenses que quieran visitar Cuba tendrán, de nuevo, que hacerlo por
medio de operadores turísticos autorizados y deberán ser acompañados de
guías, lo que encarecerá tales viajes.
Las reglas entraron en vigor el 9 de noviembre y solo serán aplicables para los
viajes y transacciones comerciales en el futuro. Quienes ya habían pagado por un viaje sin
acompañamiento podrán ir y también podrán completar sus transacciones
con negocios que ahora están en la lista prohibida, según el gobierno. Hay 83 hoteles en esa lista.
Aunque las nuevas reglas desincentivan los vínculos para
viajes y comercios entre Estados Unidos y Cuba, no los prohíben; de hecho, buena parte de la
apertura impulsada por
Obama todavía se mantiene, como los vínculos diplomáticos.
Funcionarios
de alto nivel del gobierno dijeron, durante una llamada con reporteros, que las
nuevas reglas pretenden evitar que el dinero y la actividad económica lleguen a
los servicios militares y de seguridad del Estado cubano para en lugar de eso
dirigirlos hacia los negocios de cuentapropistas. Los funcionarios dicen
que la práctica de rentar habitaciones en casas particulares y de comer en los
llamados paladares todavía será permitida, al igual que la renta de automóviles
a civiles.
Entre los hoteles de La Habana que quedaron fuera de la
lista está el Four Points de Marriott International, que es propiedad del
gobierno cubano, pero un
competidor operado por una compañía suiza, el Gran Hotel Manzana
Kempinski, sí está prohibido para estadounidenses.
En octubre Trump expulsó a quince diplomáticos cubanos de
la delegación estadounidense después
de que se presentaran malestares misteriosos en una veintena de empleados de la
embajada de Estados Unidos en La Habana, lo que enfrió algo las
relaciones casi como en la Guerra Fría.
El canciller cubano Bruno Rodríguez dijo el 2 de
noviembre que quienes han dicho que La Habana es responsable de ataques contra
diplomáticos estadounidenses “miente
deliberadamente” para “dañar la relación bilateral”.
Los
funcionarios estadounidenses dicen que las nuevas reglas no tienen nada que ver
con la disputa diplomática respecto a los presuntos ataques sónicos.
Obama intentó pasar de página respecto a la hostilidad y
desconfianza que ha caracterizado desde hace años las relaciones entre los
países y argumentó que medio siglo de ese tipo de políticas no había hecho mucho para traer
cambio a Cuba, pero sí para empeorar la imagen de Washington en América
Latina.
Sin embargo, la oposición al deshielo se hizo sentir con fuerza entre partes de la
comunidad cubana en Florida, y la promesa de Trump de revertir las políticas
posiblemente le ayudaron a ganarle a Hillary Clinton en ese estado.
Trump ha sido muy receptivo y ha celebrado la relación
con autócratas como el rey Salmán de Arabia Saudita, campañas polémicas como la
de combate a las drogas de Rodrigo Duterte y ha acogido los vínculos con el presidente chino Xi
Jinping.
Sin embargo, en junio, prometió en un discurso: “No nos mantendremos en silencio
de cara a la opresión comunista” en Cuba.
José Miguel Vivanco, el director ejecutivo de Human
Rights Watch para las Américas, dijo que las nuevas reglas no ayudarán a
mejorar las condiciones en la isla.
“Insistir
en este enfoque que ha mostrado ser un fracaso total durante décadas no va a
ayudar”, dijo Vivanco.
Daniel P. Erikson, un asesor de la Casa Blanca durante el
mandato de Obama, dijo que los cambios probablemente confundirán a los viajeros
estadounidenses, que tendrán dificultades para saber bien cuáles transacciones
son las prohibidas. El
gobierno de Trump indicó que actualizará de manera regular la lista de
establecimientos prohibidos.
“La
gran pregunta es si es posible que la presión económica por parte de Estados
Unidos acelere el cambio democrático en Cuba; durante las últimas seis
décadas ha habido escasa evidencia de que haya una correlación”, dijo Erikson.
Los funcionarios de la Casa Blanca dijeron que todos los que rompan
las nuevas reglas podrían enfrentar cargos criminales.
El pasado 1 de noviembre, el gobierno de Trump volvió a retomar su rechazo a la
resolución de la Asamblea General de la ONU que se debate anualmente en contra
del embargo. En un discurso, la embajadora estadounidense ante las
Naciones Unidas, Nikki Haley, dijo que “Estados Unidos no le teme al aislamiento en esta cámara
o en ningún otro lado”.
En un tuit posterior, el senador Marco Rubio, republicano
de Florida, celebró ese discurso. “¡Amén! Nikki Haley le recuerda a la ONU que no tiene poder sobre EE.
UU. y por tanto ningún poder sobre el embargo a Castro”.
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