En
Colombia preferimos el efectivo, pese a que existe evidencia de que una mayor
profundización de los pagos electrónicos lleva a una reducción en los costos de
transacción.
Imagínese que un día un “consumidor típico” usa
transporte público, visita una cafetería, compra chicles en la calle, almuerza
en un restaurante y adquiere en una tienda el mercado que le hace falta en la
casa. En cada una de estas
transacciones existe un denominador común: el pago lo realizó con efectivo.
Es más, otras transacciones como el pago de matrículas escolares, servicios
públicos y hasta la compra de bienes inmuebles, se realizan frecuentemente en efectivo.
Es
un hecho, el 97% de los pagos realizados por las personas de las cinco
principales ciudades del país, se hacen en efectivo. Este es uno de los
hallazgos de un par de estudios recientes liderados por el Banco de la
República. La tendencia
existe pese a los avances en materia de bancarización de Colombia.
Mientras que en 2006 solo el 51,1% de los adultos colombianos tenía un producto
financiero, para 2015 esa cifra era superior al 75%. Si las metas del actual
Plan de Desarrollo se cumplen, al finalizar 2018 este indicador sería del 84%.
¿Entonces qué pasa? Al revisar las transacciones de un día del “consumidor
típico” del primer párrafo, aparece otro elemento interesante, planteado en los
trabajos del Emisor: en ninguno de los lugares visitados recibían tarjeta.
La aceptación de instrumentos de pago electrónicos es baja en Colombia,
especialmente en los comercios de menor tamaño, que a su vez son los más
frecuentados por los consumidores. Esto lleva, según los análisis del Banco de
la República, a que solo
un 12,7% de quienes tienen tarjeta débito tengan la oportunidad de usarla.
Los estudios de Arango y Suárez señalan que en 2015 Colombia tenía 6.655
datáfonos por millón de habitantes, cifra comparable con Perú (6.364)
pero lejos de Argentina (9.980), Rusia (10.339) o Turquía (27.410). Esto lleva
a que el colombiano promedio solo haga 12 pagos por medios electrónicos al año.
En este indicador la diferencia con otros países es abismal: Chile (46),
Turquía (53), Rusia (88), Brasil (135), Estados Unidos (357) y Suecia (429),
superan con creces a Colombia.
Este mundo de efectivo, además, le facilita a la vida a
quienes adelantan actividades ilegales: narcotraficantes, políticos que compran votos, entre
otros.
El camino a seguir
La
solución pasa por combatir la madre de la mayoría de problemas del país: la
alta informalidad. Santiago Montenegro lo ha señalado varias veces: más
de la mitad de las empresas, el 65% de los trabajadores y posiblemente el 66%
de las viviendas del país, son informales. Un trabajador formal, además de
hacer aportes a la seguridad social, en general tiene una cuenta en donde
recibe su salario. Una empresa formal no está pensando en estrategias para
hacerle el quite a cargas tributarias.
En esta línea se debe promover una reforma tributaria
estructural. Una arista de dicha reforma es la eliminación del impuesto a las transacciones
financieras, el cual aumenta los costos del sector bancario y desincentiva a
las personas a depositar su dinero en los bancos. Es cierto, no es fácil
renunciar a un tributo que en 2016 logró un recaudo de 7 billones. El primer paso para suprimirlo
consiste en reducir el gasto, de allí la relevancia de los análisis de
la Comisión de Gasto.
Otros caminos pasan por una apuesta de país por promover estrategias de
desarrollo empresarial e inclusión financiera, los cuales promuevan un
mayor uso de instrumentos de pago por parte de las empresas, y la reducción de costos para
que más personas usen tarjeta en sus pagos.
Mientras sigamos como estamos, los políticos que compran votos, los empresarios que
evaden impuestos, los contratistas que se benefician de licitaciones públicas,
los ladrones que pueden robar carteras con efectivo y los mafiosos que pagan
bienes, vidas y el silencio de quienes los podrían criticar, seguirán llenos de
billete.
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