Una
investigación da un giro al origen del alzhéimer y plantea una causa distinta a
la que se creía.
Hasta ahora, la causa apuntaba a la formación de placas de beta-amiloide en el
cerebro.
El estudio cuestiona la diana principal de la gran
mayoría de los ensayos: no
son las placas de beta-amiloide, sino los niveles de la proteína.
Han comprobado que, al margen de las placas, las personas con niveles bajos
de esa proteína tienen más probabilidades de sufrir deterioro cognitivo.
"Muchos de nosotros acumulamos placas de beta-amiloide en el cerebro a medida
que envejecemos, pero muy pocos desarrollamos demencia"
La principal tesis sobre la causa del alzhéimer, de
nuevo, cuestionada.
La
teoría de que el alzhéimer está causado por la acumulación de placas de la
proteína beta-amiloide en el cerebro ha guiado la búsqueda de una cura para
esta enfermedad durante décadas. Sin éxito de momento. Un nuevo ensayo
cuestiona que este sea el enfoque correcto.
Controlar la formación de esas placas es lo que ha
servido de base en los ensayos de la gran mayoría de los fármacos investigados.
Pero en los últimos
tiempos, se están abriendo nuevas dianas terapéuticas y numerosos científicos
han cuestionado esa teoría, que además se asentaba en un estudio que ahora sabemos que estuvo plagado
de irregularidades.
El
estudio del que les hablamos, publicado el pasado día 4 de octubre en Journal
of Alzheimer’s Disease, concluye que no son las placas de beta-amiloide lo que
causa el alzhéimer, sino la pérdida de esa proteína, la bajada de sus
niveles en el cerebro.
“Vimos que las personas que ya acumulan placas en sus
cerebros y que son capaces de generar altos niveles de beta-amiloide soluble tienen un menor riesgo de
desarrollar demencia en un lapso de tres años”.
Su
estudio comprobó que, con un nivel inicial de beta amiloide soluble en el
cerebro superior a 270 picogramos por mililitro, las personas pueden permanecer
cognitivamente normales, independientemente de la cantidad de placas de
amiloide en sus cerebros.
"Es muy lógico si uno deja a un lado los prejuicios
que hemos creado durante demasiado tiempo que un proceso de neurodegeneración sea causado por algo que
perdemos, beta-amiloide, en lugar de por algo que ganamos, placas de amiloide",
explica el profesor de Neurología en la Facultad de Medicina de la Universidad
de Cincinnati (EE.UU.). “La
degeneración es un proceso de pérdida, y lo que perdemos resulta ser mucho más
importante”.
Cerebros
con placas pero sin demencia
Durante los últimos cien años ha habido consenso en que el alzhéimer estaba causado por la acumulación de placas amiloides en el cerebro.
Pero Espay y su equipo plantearon la hipótesis de que las placas no son la causa
en sí. Plantean que los niveles de beta-amiloide soluble en el cerebro disminuyen al acumularse en las
placas. El problema no son las placas en sí, sino la disminución de la proteína soluble en el
cerebro.
Esa
proteína disminuye bajo situaciones de estrés biológico, metabólico o
infeccioso, y se transforma en placas amiloides. Pero los investigadores
ya habían detectado algo paradójico. "La paradoja es que "muchos de nosotros acumulamos
placas en el cerebro a medida que envejecemos, pero muy pocos, aun con placas,
desarrollamos demencia".
A pesar de lo cual, advierte, “las placas siguen siendo el centro de nuestra
atención en lo que respecta al desarrollo de biomarcadores y a las
estrategias terapéuticas”.
Abrir
otras dianas terapéuticas
Esto es algo que viene llamando la atención de varios investigadores, desde hace tiempo. Hace ahora un mes, por ejemplo, investigadores españoles nos contaban que el problema de los ensayos actuales en alzhéimer es que muchos de los que participan son “pacientes que se cree que van a desarrollar alzhéimer pero que después no lo desarrollan”.
Y que eso ocurre, entre otras cosas, porque se está
viendo que “esa proteína
también se acumula en el envejecimiento saludable, por ejemplo”,
advertía Marta Barrachina, especialista en enfermedades neurodegenerativas. “El hecho de tener beta-amiloide
acumulado no siempre significa que evoluciones a enfermedad de alzhéimer”.
La investigadora explicaba que, por eso, ahora se está
ampliando el enfoque y se está invirtiendo en proyectos “que tratan de buscar otras dianas terapéuticas”.
Reducir
los niveles de beta-amiloide “puede ser tóxico”
Lo que ha hecho Espay, junto con Andrea Sturchio, del Departamento de Neurociencia Clínica del Instituto Karolinska de Suecia, es analizar los niveles de beta-amiloide en un grupo de pacientes con mutaciones que les hacen más proclives a desarrollar placas amiloides en el cerebro, es decir, más propensos a desarrollar alzhéimer.
Y lo que vieron es lo mismo que ya habían visto en
estudios anteriores con población general. Que, al margen de la acumulación de
placas en el cerebro, las
personas con altos niveles de beta-amiloide soluble eran cognitivamente
normales, mientras que aquellas con niveles bajos de esa proteína tenían más
probabilidades de sufrir deterioro cognitivo.
La proteína beta-amiloide funciona en forma soluble en el
cerebro, pero hay veces que
se endurece y forma esas placas amiloides. Sturchio subraya que muchos
de los ensayos de estos años se
han centrado en reducir las placas amiloides en el cerebro. Y algunos lo
han conseguido, pero no por ello han tenido éxito como tratamiento de la enfermedad
de Alzheimer.
Es más, la mayoría de los pacientes tuvieron peores
resultados en los ensayos que les redujeron los niveles de beta-amiloide
soluble en el cerebro. “Creo
que esta es la mejor prueba de que reducir el nivel soluble de la proteína
puede ser tóxico”, advierte Sturchio en Journal of Alzheimer’s Disease.
¿Hallazgos
extrapolables al párkinson?
Sus conclusiones suponen una nueva vuelta de tuerca a la teoría dominante hasta ahora en la investigación del alzhéimer. Los investigadores estudian ahora si aumentar los niveles de beta-amiloide soluble en el cerebro puede ser una terapia beneficiosa para los pacientes con alzhéimer. Asegurándose, eso sí, de que aumentar los niveles de esa proteína no suponga que se conviertan en placas amiloides.
A la vez, tratan de comprender el origen de la enfermedad: qué es lo que
hace que los niveles de beta amiloide soluble disminuyan. Si es un virus, una toxina, una
nanopartícula, un proceso biológico o genético... Y van más allá, incluso.
Porque creen que sus hallazgos pueden ser extrapolables a otras enfermedades
neurodegenerativas.
En
la enfermedad de Parkinson, por ejemplo, una proteína soluble normal en el cerebro llamada
alfa-sinucleína puede endurecerse en un depósito llamado cuerpo de Lewy.
Los investigadores plantean ahora la hipótesis de que el párkinson no esté
causado por la acumulación de cuerpos de Lewy en el cerebro, sino más bien por
una disminución en los niveles de alfa-sinucleína soluble.
“Creemos
que lo que puede ser más importante en todas las enfermedades degenerativas es
la pérdida de proteínas normales, en vez de una fracción de proteínas
anormales”, explica Espay. “El efecto neto es una pérdida, no
una ganancia, de proteínas, ya
que el cerebro va encogiéndose a medida que avanzan estas enfermedades”.
Durante los últimos cien años ha habido consenso en que el alzhéimer estaba causado por la acumulación de placas amiloides en el cerebro.
Esto es algo que viene llamando la atención de varios investigadores, desde hace tiempo. Hace ahora un mes, por ejemplo, investigadores españoles nos contaban que el problema de los ensayos actuales en alzhéimer es que muchos de los que participan son “pacientes que se cree que van a desarrollar alzhéimer pero que después no lo desarrollan”.
Lo que ha hecho Espay, junto con Andrea Sturchio, del Departamento de Neurociencia Clínica del Instituto Karolinska de Suecia, es analizar los niveles de beta-amiloide en un grupo de pacientes con mutaciones que les hacen más proclives a desarrollar placas amiloides en el cerebro, es decir, más propensos a desarrollar alzhéimer.
Sus conclusiones suponen una nueva vuelta de tuerca a la teoría dominante hasta ahora en la investigación del alzhéimer. Los investigadores estudian ahora si aumentar los niveles de beta-amiloide soluble en el cerebro puede ser una terapia beneficiosa para los pacientes con alzhéimer. Asegurándose, eso sí, de que aumentar los niveles de esa proteína no suponga que se conviertan en placas amiloides.
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