SE INCREMENTARON LAS SOLICITUDES DE CIUDADANÍA POR EL DISCURSO DE TRUMP SOBRE LA INMIGRACION

Durante casi una década, Yonis Bernal se sintió perfectamente seguro con su green card, que le permitía vivir y trabajar de manera legal en Estados Unidos. Convertirse en ciudadano no era una prioridad.

Después de que Donald Trump aseguró la presidencia, cambió de forma de pensar.

“Todo este discurso enérgico sobre los inmigrantes me hizo pensar que podría ser deportado”, dijo Bernal, de 49 años, un chofer de camiones que dejó El Salvador en 1990 y tiene dos hijos adolescentes. “Uno nunca sabe”.

La semana pasada, Bernal fue uno de los 3542 inmigrantes que levantaron la mano derecha para hacer el juramento en una ceremonia de naturalización en el Centro de Convenciones de Los Ángeles y se unió así a una creciente ola de nuevos ciudadanos en todo el país.

Conforme Trump hacía campaña con promesas como la del muro fronterizo y medidas severas contra la inmigración, 2016 fue el año más activo en una década para las solicitudes de naturalización. En 2017, la cantidad de solicitudes va en camino de superar la del año pasado, mientras el retraso en las solicitudes pendientes sigue acumulándose. Es la primera vez en veinte años en que las solicitudes no han caído después de unas elecciones presidenciales, de acuerdo con un análisis de la National Partnership for New Americans, una coalición de 37 grupos defensores de los derechos de los migrantes.

Con el flujo imparable en los medios de la retórica de mano dura y de aplicación de la ley, así como un incremento de los deseos de convertirse en ciudadano y el activismo, no hay señales de que la tendencia esté apaciguándose.

En un año en que el gobierno ha reforzado el cumplimiento de la ley, en que ha respaldado el freno a la inmigración legal y ha rescindido un programa que protege a los jóvenes sin papeles contra la deportación, ni la green card no es suficiente a los ojos de cientos de miles de inmigrantes que solicitan la naturalización para protegerse contra la expulsión y obtener el derecho a votar.

“El atractivo de la ciudadanía estadounidense se hace más fuerte cuando tienes el ambiente político y las políticas que prevalecen ahora”, dijo Rosalind Gold, directora sénior de políticas en el Fondo Educativo de NALEO, un grupo latino bipartidista nacional.

Cerca de 8,8 millones de personas son elegibles para obtener la ciudadanía estadounidenses, lo que significa que han sido residentes permanentes legales o han tenido una green card durante al menos cinco años.

En los primeros tres trimestres del año fiscal 2017 —del 1 de octubre de 2016 al 30 de junio de 2017, el último periodo con datos disponibles—, 783.330 personas llenaron una solicitud, en contraste con las 725.925 que lo hicieron durante los mismos meses del año anterior. La cifra actual sigue un ritmo con el que superará a las 971.242 personas que presentaron una solicitud en el año fiscal 2016.

Con el aumento de las solicitudes, la cantidad de trámites por procesar se ha disparado. Había 708.638 solicitudes pendientes a finales de junio, un incremento constante de las 522.565 a finales del año fiscal 2016 y de las 291.833 en 2010. El tiempo de espera promedio se ha duplicado a 8,6 meses ahora de los cuatro meses hace unos cuantos años, con solicitantes en ciudades como Dallas, Houston, Las Vegas y Miami que esperan un año o más.

El Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos, que procesa las solicitudes, señaló que estaba reclutando a funcionarios para que trabajen tiempo extra y buscando llenar las vacantes, aunque mencionó que “no hay una solución rápida” para los retrasos.

No todos los residentes permanentes aspiran a ser ciudadanos. Los mexicanos y centroamericanos tienen tasas de naturalización más bajas que los rusos y las personas provenientes del sureste asiático, muchos de los cuales llegaron como refugiados y no pueden regresar a su país. El costo de la solicitud (725 dólares), la prueba de civismo y la inquietud sobre perder ciertos privilegios en el país de origen pueden desalentar la naturalización.

Sin embargo, el actual clima político está empujando a muchos a superar cualquier obstáculo.

La residencia permanente puede ser revocada, y quienes cuentan con una green card pueden ser deportados si se les acusa de cargos como delitos agravados, narcotráfico y “atentados contra la moral”, que pueden definirse muy ampliamente. Cada vez que un residente permanente sale de Estados Unidos, el reingreso queda a criterio del funcionario de inmigración.

La ciudadanía protege a los migrantes contra la deportación si cometen un crimen y les da acceso a beneficios federales y empleos reservados a los ciudadanos.

Antes de las elecciones presidenciales del año pasado, varias organizaciones sin fines de lucro lanzaron campañas para alentar a la ciudadanía y guiar a los migrantes a través de los trámites de solicitud, un esfuerzo que no ha amainado. Muchas ciudades, incluyendo Miami, Portland, Oregon y Salt Lake City, han descubierto un gran impulso a favor de la naturalización este año, y los programas de educación para adultos han añadido cursos preparatorios gratuitos para solicitar la ciudadanía dirigidos a los aspirantes.

Las implicaciones electorales del aumento en las solicitudes de ciudadanía no están claras. En estados como California —que se inclina fuertemente hacia los demócratas— con decenas de miles de nuevos ciudadanos y flamantes nuevos votantes, no cambiará la situación actual, mientras que en otros estados, como Florida, muchos nuevos ciudadanos son cubanos y sudamericanos que tienden a apoyar al partido republicano.

La mayoría de los nuevos ciudadanos provenían de México, Filipinas y China, pero los presentes habían llegado desde más de 120 países.

“Ahora es el momento correcto” de convertirse en ciudadano, dijo Mona Wattar de Líbano, quien obtuvo su green card hace diez años. Ton Gao, un migrante chino que vestía una playera tipo polo roja, pantalones deportivos color azul y tenis blancos, dijo: “Lo hice por la libertad”.

Varias filas atrás estaba sentado Bernal, el conductor de camiones de El Salvador, con una bandera estadounidense dentro de su bolsillo. Con la mano sobre el corazón, se unió a sus compañeros, los nuevos ciudadanos, para el Juramento de Lealtad ante una enorme bandera que colgaba del techo.

Al final de la ceremonia, recogió su certificado de naturalización y se dirigió hacia la salida para encontrarse con su esposa, Eloisa, y sus hijos, Janie y Marcell, para un almuerzo de celebración.


Primero, sin embargo, se detuvo ante una mesa de registro de votantes. “Ya hice todo”, dijo Bernal. “Ahora voy a votar”

¿CANADÁ ES REALMENTE UN PAÍS DE BRAZOS ABIERTOS?

El lema “Canadá está de vuelta”, usado con frecuencia por Justin Trudeau, suena algo exagerado en cuanto al cobijo de ciudadanos extranjeros en dificultades. En 1980, durante el gobierno de Pierre Elliott Trudeau, padre del actual primer ministro, el 28 por ciento de los recién llegados al país eran refugiados: el doble de lo que se espera este año.

En 2017 Canadá ha recibido a miles de solicitantes de refugio procedentes de Estados Unidos. No han llegado por los puestos fronterizos, sino por caminos y veredas. Tres provincias han sido escenario de los cruces: Columbia Británica, Manitoba y Quebec; el 90 por ciento a través de la provincia francófona. Los discursos y decisiones de Donald Trump en el tema migratorio han incentivado esta ola migratoria. La imagen de Canadá como un país sensible a temas humanitarios, difundida ampliamente por Trudeau, ha puesto su grano de arena.

Entre enero y septiembre fueron interceptadas 15.102 personas en la frontera. En un principio eran sobre todo individuos de países mayoritariamente musulmanes, temerosos de los planes migratorios de Trump. Durante el verano, los haitianos fueron el contingente más importante, ya que sospechan que el presidente estadounidense eliminará la protección que les fue acordada por el terremoto en 2010.

Los cruces han disminuido (de 5712 en agosto a 1881 en septiembre). Trudeau ha recibido críticas por el arribo de estos solicitantes de refugio. Han salido a colación señalamientos sobre la seguridad nacional y el gasto público. El primer ministro expresó en distintos momentos que Canadá tiene un sistema capaz de enfrentar esta situación. La gestión ha sido efectiva en lo general, aunque el gran flujo ha provocado que las decisiones sobre cada caso se retrasen considerablemente.

Una nueva oleada podría estar en camino, según medios canadienses. Alrededor de 250.000 centroamericanos (salvadoreños, hondureños y nicaragüenses) cuentan con estatus de protección estadounidense por catástrofes naturales en sus países. Trump aún no ha dicho si renovará o cancelará ese estatus, que termina a principios de 2018.

Estados Unidos y Canadá cuentan con el Acuerdo sobre Tercer País Seguro, el cual impide que un ciudadano no estadounidense solicite asilo en un puesto fronterizo canadiense debido a que podría hacerlo en Estados Unidos, considerado un país seguro. No obstante, si la persona cruza de forma irregular, será detenida por la policía, pero tendrá derecho a una audiencia para pedir esta categoría migratoria.

“Vimos en Facebook que Canadá es abierto y que aceptaría a los haitianos. Por eso llegamos”, declaró un ciudadano de ese país al cruzar la frontera. Diversos analistas coinciden en que la reciente oleada de inmigrantes ha sido consecuencia de mucha desinformación. Circula la idea –errónea, sin dudas– de que obtener el refugio canadiense es sumamente fácil. Los números indican otra cosa: en los últimos diez años, la tasa de aceptación fue de 43 por ciento.

El gobierno canadiense también ha sido señalado. Trudeau no se ha cansado de afirmar que las visiones humanitarias son uno de sus temas prioritarios. Además, el pasado mes de enero, luego de que Trump intentara cerrar por primera vez la puerta a ciudadanos de países mayoritariamente musulmanes, el primer ministro escribió en Twitter: “A aquellos que escapan de la persecución, el terror y la guerra, los canadienses los recibiremos, independientemente de su fe. La diversidad es nuestra fuerza”. Muchas personas tomaron al pie de la letra las palabras de Trudeau, pero el gobierno canadiense aclaró que las solicitudes de refugio requieren ser estudiadas con detenimiento.

Trudeau después fue más cauteloso en la red: “Canadá es un país de acogida. Pero así como recibimos y alentamos a los recién llegados, también somos un país de leyes”. El diputado liberal Emmanuel Dubourg viajó a Florida para explicar a la comunidad haitiana que la protección canadiense no es automática. Trudeau envió también al diputado Pablo Rodríguez a California para hacer lo propio con asociaciones de centroamericanos. Las leyes migratorias son claras: para obtener la protección canadiense un solicitante de refugio debe demostrar cabalmente que si vuelve a su país, podría estar en peligro por motivos religiosos, políticos, étnicos o por ser parte de un grupo social específico.

Los lineamientos son precisos, de acuerdo, pero en un mundo donde crece la intolerancia, muchas personas se ven tentadas a intentar la aventura de migrar, sobre todo hacia un país cuyo gobierno ha pronunciado palabras cargadas de protección humanitaria; aunque estas no reflejen de forma fidedigna la realidad.

Como lo demostró Adnan R. Khan en Maclean’s, el amparo a los refugiados en Canadá no es tan amplio como se cree. La inmigración económica representa el 57,5 por ciento (unas 300.000 personas este año); luego está la reunificación familiar (28 por ciento); el resto es para los refugiados, por lo que el número que acepta el gobierno canadiense en este rubro, un 0,13 por ciento de su población total, se aleja mucho de los de otros países desarrollados. Suecia y Alemania, por ejemplo, juegan en otras categorías (0,70 y 0,20 por ciento, respectivamente).

Trudeau recibió a unos 30.000 refugiados procedentes de Siria, acción muy reseñada por distintos medios. Turquía, país cercano a la zona de guerra, acogió a cerca de 2,7 millones, mientras que Alemania unos 600.000. La imagen de Trudeau como un protector de los sirios en desgracia se encuentra sobredimensionada.

Una probable oleada de centroamericanos a Canadá haría parecer pequeño el número de cruces en lo que va de 2017. Trudeau jamás contemplaría cerrar los puntos irregulares, ya que iría contra sus críticas a los muros y sería una decisión insensata en una frontera tan extensa. Pero se ve difícil que tanto el statu quo defendido por el primer ministro como sus mensajes a los centroamericanos sean suficientes.

Una posible solución es que Trudeau le exprese a Trump que sus amenazas y planes migratorios están teniendo impacto en Canadá y, al mismo tiempo, cancele el Acuerdo sobre Tercer País Seguro porque Estados Unidos no garantiza ya esa protección, sugerencia que ha recibido por parte de varios organismos. Sería una acción valiente, en un contexto donde las renegociaciones del TLCAN son prioritarias, pero quizás sería inconveniente.

Una solución más realista es que Canadá se prepare ante una nueva oleada con más medidas y recursos. Cada país tiene la libertad (y la responsabilidad) de abrir puertas de acuerdo con cálculos propios. Sin embargo, el primer ministro debería seguir reduciendo los decibeles de sus discursos respecto a Canadá como un país muy compasivo frente a las dificultades de otros pueblos o, simplemente, continuar con las mismas palabras y aumentar el número de refugiados que está dispuesto a aceptar. No sería la primera vez que Trudeau sea invitado a calibrar mejor sus dichos.

LOS AFRICANOS ORIENTALES YA NO QUIEREN LA ROPA USADA DE OCCIDENTE

En Kenia, la llaman “ropa de personas blancas muertas”. En Mozambique, es la “ropa de la calamidad”. Son apodos para la ropa usada proveniente de Occidente que con frecuencia termina en África.

Ahora, algunos países de África Oriental ya no quieren esa ropa usada porque están tratando de fabricar sus propias prendas.

Ruanda, Kenia, Uganda, Tanzania, Sudán del Sur y Burundi han tratado de eliminar gradualmente las importaciones de ropa y calzado de segunda mano en el último año, diciendo que la afluencia de artículos viejos socava sus esfuerzos para desarrollar industrias textiles nacionales. Quieren imponer una prohibición total para el 2019.

En toda África, las mercancías de segunda mano son la principal fuente de vestimenta —como lo son en gran medida los autos, los aviones, el equipo hospitalario, las computadoras y, a veces, los medicamentos que han pasado su fecha de caducidad.

Por todas partes hay autobuses con caracteres japoneses. Los aviones en el Congo tienen letreros en italiano. La aspirina de Europa que ya pasó su fecha de exhibición en los anaqueles inunda los mercados en Camerún. Equipo médico viejo de los Países Bajos se halla inactivo en hospitales de Sudáfrica. Ghana se ha convertido en un basurero de desechos electrónicos.

Ruanda busca frenar la importación de ropa usada, no sólo por el motivo de proteger una naciente industria local, sino también porque dice que ponerse ropa usada compromete la dignidad de su gente.

Pero cuando los países de África Oriental elevaron sus aranceles —a un nivel tan alto que constituye una prohibición de facto— para la importación de prendas usadas el año pasado, la reacción negativa fue significativa.

En marzo, la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos amenazó con retirar a cuatro de los seis países de África Oriental incluidos en la Ley de Crecimiento y Oportunidades de África, un acuerdo comercial preferencial destinado a elevar el comercio y el crecimiento económico en el África subsahariana.

Paul Kagame, presidente de Ruanda, dijo que la región debería seguir adelante con la prohibición, aun cuando eso significara sacrificar algo de crecimiento económico. “Tenemos que crecer y establecer nuestras industrias”, declaró en junio.

África Oriental importó 151 millones de dólares en ropa y zapatos de segunda mano en el 2015, principalmente de Europa y Estados Unidos. Al menos el 70 por ciento de las prendas donadas termina en África, de acuerdo con Oxfam, organización caritativa británica que también vende ropa usada y donada al Continente.

Para países como Ruanda, una pequeña nación sin acceso al mar y pocos recursos naturales para extraer y exportar, crear una industria manufacturera local es vital para el desarrollo, sostienen las autoridades. África Oriental podría exportar hasta 3 mil millones de dólares anuales en prendas dentro de 10 años, de acuerdo con la firma de consultoría McKinsey.

A la larga, Kenia retiró su apoyo a la prohibición porque se arriesgaba a perder sus exportaciones de textiles a Estados Unidos. Globalmente, el país exportó unos 380 millones de dólares en ropa en el 2015.

Los miembros restantes del acuerdo comercial parecen decididos a apoyar la prohibición.

Hace unas décadas, Kenia tenía medio millón de trabajadores en la industria del vestido. Esa cifra se ha reducido a 20.000 y la producción se orienta hacia la exportación de ropa que con frecuencia es demasiado costosa para el mercado local. En Ghana, los empleos textiles se desplomaron un 80 por ciento de 1975 al 2000.

En Ruanda, donde el producto interno bruto per cápita es de 700 dólares, muchas personas se oponen a la prohibición, al argumentar que esta ha dejado sin empleo a miles de personas que se dedicaban a la distribución y venta de prendas de segunda y ha perjudicado a los jóvenes en particular.

Pero persiste la interrogante de si Ruanda, Tanzania y Uganda pueden desarrollar industrias textiles propias.

Los costos de energía y transporte en Ruanda se ubican entre los más altos de África, hay una escasez de trabajadores calificados en la confección y manufactura, y las importaciones de telas y estambres son prohibitivamente caras.

También está la cuestión del tamaño y el poder de compra del mercado consumidor local.


“¿Acaso tenemos un mercado listo aquí al cual podamos proveer ropa ‘Hecha en Ruanda’ para la población?”, preguntó Johannes Otieno, gerente de Utexrwa, que fabrica uniformes para el Ejército, la policía y los hospitales

MAO, XI JINPING Y LA RENOVACIÓN DEL COMUNISMO EN CHINA

En el ocaso de su vida, agonizando de esclerosis lateral amiotrófica, Mao Zedong se adjudicó dos logros: liderar la Revolución comunista hacia la victoria y el comienzo de la Revolución cultural. Su presencia en estos dos episodios enfatiza la contradicción que demostró toda su vida hacia la revolución y el poder del Estado.

Mao moldeó el comunismo para que se ajustara a sus dos imágenes públicas. En términos chinos, era tanto el tigre como el rey mono.

Para los chinos, el tigre es el rey de la selva. La traducción en términos humanos: un tigre es un alto funcionario. A la agencia que dirige la campaña anticorrupción del presidente Xi Jinping le gusta jactarse cuando atrapa a otro “tigre”. Al llevar al Partido Comunista de China (PCCh) a la victoria en 1949, Mao se convirtió en el tigre más alto.

El rey mono es un ser imaginario que tiene la fuerza de un superhombre, la capacidad de volar y una predilección por utilizar su garrote inmenso con fines destructivos. Es un sabio. No pueden derrotarlo los humanos comunes y corrientes, ni siquiera los espíritus.

En sus primeros escritos, Mao parecía retratarse más como un superhombre nietzscheano, o un tigre:

Las grandes acciones del héroe son las suyas propias, son la expresión de su poder motriz, son nobles y purificadoras, no dependen de un precedente. Su fuerza es como un potente viento que surge de un cañón profundo, como el irresistible deseo sexual hacia la amante, una fuerza que no se detendrá, que no se puede detener. Todos los obstáculos se diluyen ante él.

Cuando tenía alrededor de 20 años, mientras deambulaba con un amigo por el campo en la provincia de Hunan, Mao convenció a su acompañante de que se veía a sí mismo como parte de la tradición de los campesinos que constituyeron las dinastías chinas, en particular Liu Bang, el fundador del primer gran imperio chino, el Han. Para cuando tenía 42 años, poco después de que los sobrevivientes enlodados de la épica Gran Marcha habían llegado a salvo al noroeste de China, Mao alcanzó tal punto que menospreciaba a todos los grandes emperadores del pasado.

No obstante, a pesar de la seguridad que tenía Mao en sí mismo durante sus primeros sueños de gloria, su liderazgo supremo estuvo lejos de ser predestinado.

A la edad de 27 años, en la víspera de su nacimiento como marxista, era un nacionalista provinciano y poco sofisticado. Desestimó con tristeza las oportunidades que tenía de sobrevivir la nueva república china, reflexionó respecto de que Hunan fuera un estado de Estados Unidos y defendió que todas las provincias chinas se volvieran países independientes.

No fue sino hasta noviembre de 1920 cuando admitió su derrota: los habitantes de Hunan no tenían la visión para apreciar sus ideas. Escribió a sus amigos activistas que se encontraban en la capital de la provincia para decirles que a partir de ese momento sería socialista. Lo hizo justo a tiempo.

Las células comunistas se habían organizado en Shanghái, Pekín y otras ciudades, y a mediados de 1921 tuvo lugar el primer congreso del Partido Comunista de China. Mao, quien rápidamente había organizado un grupo comunista en Hunan, logró la distinción de ser uno de los 12 delegados en asistir. De este modo, se convirtió en un tigre joven.

Los agentes soviéticos que fundaron y fueron las mentes maestras en la organización del incipiente PCCh se reportaban con la Internacional Comunista, la agencia que divulgaba las ideas y la influencia soviéticas en el extranjero. Debido a los recuerdos de la derrota que traía la guerra ruso-japonesa de 1904-1905 y a la competencia con Japón por tener influencia en Manchuria, los soviéticos necesitaban que China fuera un aliado fuerte en contra del expansionismo japonés.

La primera versión del PCCh era demasiado débil. Los soviéticos decidieron reforzar al reconocido revolucionario que había ayudado a abatir a la dinastía Qing, pero a quien los caudillos habían hecho a un lado enseguida: Sun Yat-sen.

Los soviéticos le otorgaron fondos, reorganizaron su partido nacionalista, conocido como KMT, y le ayudaron a entrenar un ejército.

Después de la muerte de sus padres, Mao y sus dos hermanos se volvieron dueños de una propiedad valiosa en su pueblo natal, la cual había construido su padre. La familia pasó de ser una de campesinos pobres a una de campesinos ricos. Y a pesar de que había crecido rodeado de las miserias de la vida rural, cuando era un comunista incipiente, Mao se había concentrado en el proletariado urbano hasta que Moscú, después de percatarse de que China era diferente, ordenó que se pusiera más atención al campesinado.

Mao se volvió activo en los asuntos campesinos, y su experiencia transformadora fue atestiguar y registrar un levantamiento en su natal Hunan. En un famoso pasaje, rechazó los alegatos de que los campesinos habían ido demasiado lejos:

Una revolución no es lo mismo que invitar a gente a cenar, a escribir un ensayo, a pintar un cuadro o a bordar una flor; no puede ser algo tan refinado, tan tranquilo y dulce.

Al ser testigo del derramamiento de sangre en los campos de Hunan, Mao fue descubriendo su otra imagen pública. Como lo señaló primero el académico y diplomático Richard Solomon, Mao disfrutaba el “luan”, o las revueltas. Cuando era joven, Mao había escrito que, para que llegara el cambio, China debía ser “destruida y reformada”. Así que, en ese momento, se percató de que solo el campesinado podría ser capaz de llevar a cabo esa tarea. Mao sería el rey mono que encabezaría esa destrucción.

La fuente principal del rey mono es la clásica novela china Viaje al Oeste. En apariencia, la obra está basada en el famoso monje chino Xuanzang, quien realizó el arduo trayecto para cruzar el Himalaya en busca de las escrituras budistas originales en la India. Viaje al Oeste es una novela fantástica en la cual Sun Wukong, el rey mono, tiene un papel fundamental como el acompañante del monje.

Mao pasó de ser cabeza de la guerrilla a finales de 1920 a ser el líder de un partido a mediados de la década de 1930 durante la Gran Marcha: la huida del PCCh desde el sureste hasta el noreste para escapar de los ataques de Chiang Kai-shek, líder de la entonces República de China. Este fue un evento épico en los anales de los comunistas, porque tardaron un año, recorrieron 9600 kilómetros y se redujeron sus filas, de 85.000 que comenzaron el éxodo, a tan solo 8000 para cuando llegaron al noroeste. Mao absorbió dos lecciones: cualquier forma de poder surgía del cañón de un arma; y la mayor parte del tiempo los campesinos eran difíciles de organizar porque debían atender sus cultivos y llevar comida a sus familias.

Desde mediados de la década de los treinta hasta mediados de la de los cincuenta, Mao interpretó el papel del tigre. Lideró un partido y un ejército cada vez más fuertes y eficientes que sobrevivieron la guerra antijaponesa y después derrotaron a Chiang Kai-shek y al KMT en la guerra civil de finales de la década de los cuarenta. Desde 1949 hasta 1956, Mao presidió la instalación de la dictadura comunista en China, extirpando toda oposición, real o imaginaria, y transformando la propiedad de los medios de producción, los cuales pasaron de manos de particulares al control socialista.

Fue en ese entonces cuando incursionó en el juego sucio del mono por primera vez. Desde el punto de vista de un grupo responsable de líderes del PCCh, el “juego sucio” podía definirse como cualquier medida que pudiera perturbar los procedimientos operativos estándar del partido. A los líderes no les gustó que en 1956 Mao exhortara a los intelectuales a “Dejar que florecieran cien flores” y que un año más tarde de nueva cuenta alentara a los intelectuales a criticar el comportamiento del partido. Como miembros de la élite gobernante, los grupos de líderes resintieron las críticas, y Mao, quien prometió que estas serían solo una lluvia ligera, rápidamente dio por terminadas las campañas cuando se convirtieron en un tifón y eliminó a los críticos.

Mao se convirtió verdaderamente en el rey mono al dar inicio a la Revolución cultural en 1966, la cual tenía como objetivo disipar la “niebla de miasma” de “revisionismo” tipo soviético que cubría al PCCh. En ese momento, fueron los jóvenes de China, no los campesinos, quienes actuaron como sus agentes de destrucción, cuando los principales departamentos del partido y del gobierno se destruyeron y sus funcionarios fueron humillados y expurgados.

Para Mao, la Revolución cultural terminó en 1969 con el nombramiento de un nuevo liderazgo, el cual se esperaba que fuera más revolucionario. Sin embargo, a pesar de que había lanzado un golpe terrible al milenario sistema burocrático de China, Mao sabía que podía surgir de las cenizas de nueva cuenta. Siempre enfatizó que China tendría que experimentar revoluciones culturales de forma regular.

No obstante, cuando el sucesor que escogió Mao, Hua Guofeng, repitió esa máxima, selló su destino. Deng Xiaoping y sus compañeros sobrevivientes no querían que hubiera más reyes mono que sumergieran otra vez al partido y al país en el caos.

Aun así, el actual gobernante de China, Xi Jinping, con su implacable impulso anticorrupción para hacer que los funcionarios sean más honestos, ha desatado otra Revolución Cultural en contra de la burocracia, pero una que está controlada desde el centro, no desde las calles.

Esta es la acción de un rey mono. En la actualidad, no hay caos, pero es evidente que hay un temor y un resentimiento extendidos a medida que su poderoso garrote suma más víctimas.

El decimonoveno Congreso del Partido Comunista, actualmente en marcha, confirmará que Xi es el tigre más alto, el gobernante más poderoso desde Mao.


No obstante, Xi tendrá que garantizar que su imagen alternativa de rey mono no se cierna demasiado. Como el fundador revolucionario, Mao tal vez nunca pudo ser derrocado. Pero como un sucesor revolucionario, Xi podría serlo

LLIVIA, LA ALDEA CATALANA QUE YA ESTÁ SEPARADA DE ESPAÑA

En algunas partes de Cataluña, la policía nacional y la guardia civil españolas blandieron macanas y confiscaron urnas en un intento por impedir el referéndum del 1 de octubre, que había sido declarado inconstitucional.

Sin embargo, en Llivia, la diminuta plaza de adoquín en el centro estaba llena con una muchedumbre que celebraba. El ambiente era tan festivo que Rosario Cortizo, de 67 años, quien administra un restaurante y hostal junto con su esposo, decidió organizar una parrillada para los votantes.

“Hemos estado esperando esto durante muchísimo tiempo”, dijo alegremente Cortizo.

Ese día, los catalanes fueron convocados para expresar si querían o no ser parte de España. Sin embargo, para Llivia, un pintoresco pueblo enclavado a una altura de cerca de 1220 metros en las faldas de los Pirineos, una parte importante de esa decisión se tomó hace siglos.

Llivia ya está separada físicamente de España: la municipalidad de casi 13 kilómetros cuadrados es una anomalía geográfica producto de una excentricidad en el Tratado de los Pirineos de 1659, que resolvió una disputa de más de dos décadas entre España y Francia.

Solo los pueblos, de acuerdo con el tratado, se cederían a la corona francesa. Llivia se consideraba una villa, no un pueblo, así que siguió siendo parte de España y de la región catalana.

Durante más de 350 años, Llivia ha permanecido de hecho como un enclave español rodeado por territorio francés.

Hoy en día Llivia se conecta con el resto de España por un filamento delgadísimo, la carretera N-154, un camino “neutral” que atraviesa Francia a lo largo de menos de 3200 metros y une a Llivia con el poblado español más cercano, Puigcerdá, a un par de horas en auto desde Barcelona.

“La policía española nunca iba a pasar por Francia para evitar que la gente de aquí votara”, dijo con una sonrisa el alcalde de Llivia, Elies Nova.

Estar rodeada de territorio francés le dio a Llivia ciertas ventajas tácticas cuando enfrentó muchas de las mismas trabas que otras partes de Cataluña para llevar a cabo una votación que el gobierno y las cortes españolas declararon ilegal.

El día del referéndum, cuando la conexión a internet se interrumpió en el enclave español, el alcalde de Llivia decidió usar la conexión francesa para que la votación pudiera proseguir, contó Laurent Leygue, el alcalde de la vecina localidad gala, Estavar.

“Como medida preventiva llevaron incluso las boletas de Llivia a Francia para contar los votos”, dijo Leygue, que se unió a la alegre muchedumbre que festejaba el día del referéndum.

Debido a su inusual ubicación, los residentes de Llivia han mantenido desde hace mucho una fuerte sensación de independencia.

“Esto puede explicarse en parte por la peculiar historia del pueblo”, dijo Marc Delcor, de 35 años, director del museo municipal que alberga los restos de la Farmacia Esteve, una de las farmacias más antiguas de Europa: data de la Edad Media.

“Los habitantes necesitaban ese sentido de pertenencia, en especial después de Franco”, añadió, en referencia al general Francisco Franco, cuya muerte en 1975 abrió la puerta a la democracia española.

Así que quizá no es una sorpresa que el apoyo a la independencia sea fuerte en Llivia, incluso cuando no está claro qué significaría en realidad para ellos ser independientes.

El día del referéndum Llivia votó abrumadoramente a favor de la separación de España, de acuerdo con los funcionarios: “561 de 591 votos estuvieron a favor del ‘Sí’”, dijo con orgullo el alcalde Nova.

Los simpatizantes del movimiento separatista en Llivia incluso rompieron un récord mundial de Guinness al prender cerca de 82.000 velas con la forma de la Estelada, la bandera proindependentista, justo antes de que se celebrara el referéndum.

“Fue un momento único y muy hermoso”, dijo Cortizo. “Todo el pueblo estaba ahí para cantar Els Segadors, el himno nacional oficial de Cataluña”.

Como parte de las tumultuosas secuelas de la votación, Cortizo fue una de alrededor de 200.000 personas que se manifestaron en Barcelona en apoyo a dos líderes independentistas —Jordi Cuixart y Jordi Sánchez— que fueron encarcelados a partir de una orden de una corte española.

“Llevamos las 82.000 velas” a la manifestación, dijo Cortizo. “No dejaremos de protestar hasta que los liberen y seamos independientes”.

Después del referéndum, la lucha por Cataluña se intensificó en un intercambio bastante confuso entre el dirigente catalán, Carles Puigdemont, y el presidente de España, Mariano Rajoy. Este último anunció el sábado que destituirá a los dirigentes catalanes.

Llivia también es vecina de áreas donde se habla catalán que pertenecen a Francia y Andorra. Brice Lafontaine, vocera de Unitat Catalana, un partido que representa a la minoría catalana en Francia, dijo que el partido se había reunido con Puigdemont en agosto. “Le dije al presidente que, llegado el momento, estamos listos para proporcionar a los dirigentes catalanes todo tipo de apoyo logístico, incluyendo hospedaje”, dijo Lafontaine.

El partido hace campaña por una mayor autonomía respecto de París, pero como señaló Lafontaine: “Los catalanes franceses no buscamos independencia, sino solo que se reconozca nuestra cultura”.

Dentro de una pequeña pastelería sobre Avenida Catalunya, la arteria principal que recorre Lliva, algunos se preguntaban por qué Puigdemont no proclamó la independencia en su discurso del 10 de octubre, en especial después de declarar que el referéndum había tenido un éxito abrumador.

“Realmente no dijo nada”, señaló Olivia Morlot, una francesa que ha vivido en Llivia desde 2001. “Solo le pasó la bolita a las cortes españolas”.

Otros, como Ester Gonzales, quien nació y creció en Llivia, consideran el enfoque del dirigente catalán como “un paso necesario hacia la independencia”.

“Debemos ser pacientes”, dijo. “Entendemos que la independencia no se dará simplemente de un día para otro”.

En el Hostal Rusó, un pequeño hotel en el centro histórico, los lugareños se reunieron para ver a Puigdemont hablar ante el parlamento regional ese 10 de octubre.

“Por supuesto habríamos preferido que se declarara oficialmente la independencia”, dijo después Xavier Martinez, de 51 años. “Aun así, el presidente Puigdemont habló sensatamente”.

“Si se hubiera proclamado la independencia, nos encontraríamos de frente a un punto muerto político”, añadió.

Aunque ese parece ser el caso de cualquier modo.

“Ahora los españoles socavarán nuestro reclamo de independencia”, suspiró y dijo Cortizo mientras veía por televisión los eventos de esa semana.

Y, tomando el control remoto de las manos de su esposo, cambió de canal a uno francés

EL CALENTAMIENTO GLOBAL GOLPEA LA PRODUCCIÓN DE ACEITE DE OLIVA EN EUROPA

En junio, cuando usualmente nacen las primeras olivas en la suave calidez de principios del verano, Irene Guidobaldi caminó por su olivar en medio de un calor abrasador y miró con horror cómo las flores de sus árboles comenzaban a marchitarse y caer.

La única manera de salvar el preciado huerto de su familia en las colinas de Umbría era comprar el objeto más preciado de todo ese verano de sequías: agua.
Mucha, mucha agua.

Así que Guidobaldi, parte de la octava generación de agricultores de oliva, compró camiones de agua, casi a diario, durante la mayor parte del verano.

La ola de calor que azotó el sur de Europa este verano, y que los científicos dijeron que tenía la marca de la mano humana que ha provocado el cambio climático, es apenas el episodio más reciente del extraño clima que ha castigado a los artífices del aceite de oliva.

En algunos años, como este, el calor llega antes y se queda. Otros años, como 2014, llueve tanto que la mosca del olivo se reproduce como loca, dejando gusanos dentro del fruto. O se presenta una helada atemporal cuando el fruto se está formando, que es lo que ocurrió en el olivar de Beatrice Contini Bonacossi en la Toscana. O cae la maldición del calor prematuro seguido de una semana de niebla y lluvia, que es lo que le sucedió al olivar de Sebastiano Salafia en Sicilia, hace unos años, lo que dejó a los árboles confundidos, en palabras de Salafia, sin saber cuándo debían producir sus frutos.

“Cada año sucede algo”, comentó Salafia.

Ya pasó la época en la que podías contar con la suave mezze stagioni, o media temporada, de la que dependen las olivas antes y después de la época de calor. Tampoco existe ya el ciclo con el que podías contar: un año bueno, el siguiente año no tanto.

Ahora, dijo Guidobaldi, estirando sus largos brazos espigados, “es como jugar a la lotería”.

Los olivos son resilientes. En la Biblia, una paloma lleva a Noé una hoja de olivo al arca, señal de que el mundo no está destruido por completo. El aceite de oliva es el eje de la alimentación y del folclore del Mediterráneo. Sus beneficios para la salud se han elogiado tanto que hay un aumento en la demanda de aceite de oliva extra virgen a nivel mundial.

Ahora, el cambio climático ha vuelto del negocio del aceite de oliva uno cada vez más riesgoso, al menos en el Mediterráneo, la tierra que lo vio nacer.

Las cosechas han sido malas en tres de los últimos cinco años, debido a lo que Vito Martinelli, analista de Rabobank, llamó “choques” relacionados con el clima.
Además, con el incremento en la demanda, se han elevado los precios de venta al mayoreo.

Nadie se morirá de hambre si no hay suficiente aceite de oliva en el mercado, pero el impacto del cambio climático en un producto tan resistente y lujoso es un indicador de cómo el calentamiento global está comenzando a desafiar nuestros métodos de cultivo.

El pronóstico para la producción de aceite de oliva de este año es variado. En Italia se espera que su producción baje un 20 por ciento con respecto al promedio entre 2000 y 2010, aunque se cree que será mejor que en 2016, de acuerdo con el Consejo Oleícola Internacional, pues algunos agricultores esperan una producción menor pero con muy buen sabor. De acuerdo con el consejo, España, el mayor productor del mundo, espera una caída de al menos el 10 por ciento con respecto al año pasado; la asociación de productores españoles espera una reducción aún mayor. Grecia prevé una cosecha más robusta, al igual que Túnez.

A medida que el suministro desde el Mediterráneo se vuelve impredecible, algunas embotelladoras comienzan a buscar futuras fuentes de aceite en otros lados.

Incluso algunos defensores del aceite del Mediterráneo, como Nancy Jenkins, autora de Virgin Territory: Exploring the World of Olive Oil, recomiendan aventurarse a explorar otros territorios.

“Tengo mis reservas al decir esto porque amo el Mediterráneo y quiero que la gente tenga aceite de oliva mediterráneo”, dijo, “pero creo que California será cada vez más importante en los años venideros, así como Australia y Nueva Zelanda”.

Entre junio y agosto de este año, el clima fue especialmente caluroso y seco en todo el sur de Europa. En España, la temperatura alcanzó los 40 grados Celsius en julio. En Italia, la lluvia estuvo un 30 por ciento por debajo de los niveles normales y, en algunas partes del país, fue aún menor.

Científicos del programa World Weather Attribution, un grupo dedicado al estudio del clima extremo, concluyó en septiembre que “las probabilidades de tener un verano tan caluroso como el de 2017” han aumentado diez veces desde principios de la década de 1900 y las probabilidades de que se presente una ola de calor parecida a la que golpeó la región durante tres días en agosto –que recibió el nombre de Lucifer– se han elevado cuatro veces.

“Encontramos una huella muy clara del combustible fósil para el calentamiento global”, afirmó Heidi Cullen, la climatóloga que dirige el programa.

Si se le pregunta a los productores de oliva acerca del clima de este año, habrá un amplio repertorio de respuestas. Llovió en una colina; no llovió en la colina vecina. Una variedad resistió el calor; la otra no. Incluso dentro de un mismo olivar, un olivo tenía abundantes frutos mientras que otro no tenía casi nada.

Muchos dijeron que tendrían que invertir en sistemas de riego. La única ventaja del calor, señalaron, fue que la mosca del olivo también murió.

En el extremo sur de la Toscana, en un valle de escasos robles, Riccardo Micheli no pudo darse el lujo de rescatar sus olivos con camiones de agua. A diferencia de la granja convencional de Guidobaldi, Micheli dirige su Agricola Nuova Casenovole según principios biodinámicos: no utilizó pesticidas y dejó gran parte de su tierra en manos de la naturaleza.

Este año la naturaleza no le devolvió el favor.

Para junio, el calor era abrasante. Las colinas que circundaban sus olivares se tiñeron de rojo, luego de café, como si las estaciones se olvidaran de su propia existencia y junio se hubiera convertido en noviembre. Sus olivas Moraiolo de floración temprana, una de las tres variedades que se incluyen en este aceite, se aferraron a sus ramas. Pero el leccio del corno, de floración tardía y la variedad que le da a su aceite un carácter especiado y oscuro, se quemó en las ramas y cayó. En poco tiempo su olivar completo de leccio del corno estaba tapizado de flores caídas, como nieve veraniega. Regarlo, temió Micheli, hubiera podido humedecer la tierra lo suficiente para atraer a la aterradora mosca y entonces arruinarlo todo.

Este año espera producir 60 por ciento menos aceite de lo normal. Además, dado que no va a contener olivas leccio del corno, será más ligero de lo habitual, menos especiado y más bajo en polifenoles, los que hacen al aceite de oliva más saludable que otros. En otras palabras, el calor seco no solo alterará la cantidad de aceite que produce, sino también su calidad.

“No sabemos qué hacer en el futuro”, dijo Micheli. “Un año llueve demasiado. Al siguiente hace demasiado calor. El próximo año, quién sabe”

LOS SALARIOS EN EL MERCADO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL ESTÁN POR LAS NUBES

Las empresas emergentes de Silicon Valley siempre han tenido una ventaja de reclutamiento con la que los gigantes de la industria no han contado: “danos una oportunidad y te daremos acciones de la empresa que podrían hacerte rico si la empresa tiene éxito”.

Ahora, la carrera de la industria de la tecnología para adoptar la inteligencia artificial (IA) podría hacer que esa ventaja se vuelva obsoleta, por lo menos para los pocos empleados potenciales que saben mucho de la disciplina informática.

Las empresas más grandes de la tecnología le están apostando a lo grande a la inteligencia artificial, invirtiendo en cosas que van desde los teléfonos inteligentes que escanean rostros y los dispositivos domésticos con los que se puede conversar hasta el cuidado de la salud computarizado y los vehículos autónomos.

Y en su apuesta por este futuro están repartiendo salarios deslumbrantes.

Los típicos especialistas en IA, incluyendo tanto a quienes acaban de terminar un doctorado como a gente con un menor nivel educativo y tan solo unos años de experiencia, pueden recibir de 300.000 a 500.000 dólares al año o más en salarios y acciones de la empresa, de acuerdo con nueve personas que trabajan para grandes empresas de tecnología o que han considerado sus ofertas de empleos. Todos pidieron conservar su anonimato porque no quieren dañar sus oportunidades profesionales.

Algunas personas de renombre en el campo de la IA han recibido compensación salarial y participaciones en las acciones de una empresa que en total ascienden a millones o decenas de millones de dólares a lo largo de un periodo de cuatro o cinco años. Como si fueran atletas, en algún momento pueden renovar o negociar un nuevo contrato.

Él no aceptó una lucrativa oferta de Google y prefirió tomar un puesto en un instituto sin fines de lucro para continuar con la docencia.

En la cima están los ejecutivos con experiencia en gestión de proyectos de IA. En una declaración ante un tribunal este año, Google reveló que uno de los líderes de su división de vehículos autónomos, Anthony Levandowski, quien ingresó Google en 2007, se llevó al bolsillo más de 120 millones de dólares en incentivos antes de unirse a Uber el año pasado.

Hay algunos catalizadores detrás de los enormes salarios. La industria de los autos está compitiendo con Silicon Valley por los mismos expertos que pueden ayudar en la creación de los vehículos autónomos. Empresas gigantes de la tecnología como Facebook y Google también tienen mucho dinero para desembolsar, así como problemas que creen que la IA puede ayudar a resolver, como crear asistentes digitales para los teléfonos inteligentes y dispositivos caseros, y detectar contenido ofensivo en línea.

Sobre todo, hay una escasez de talento. En todo el mundo, menos de 10.000 personas tienen las habilidades necesarias para llevar a cabo investigación seria de inteligencia artificial, de acuerdo con Element AI, un laboratorio independiente en Montreal.

El trabajo de punta en materia de IA está basado en las llamadas redes neurales profundas, algoritmos matemáticos que pueden aprender a realizar tareas por sí solas al analizar datos. Al buscar patrones en millones de fotografías de perros, por ejemplo, una red neural puede aprender a reconocer qué es un perro. Esta idea matemática surgió en los años cincuenta, pero hasta hace cinco años era un tema radical dentro de la industria y el mundo académico.

En 2013, Google, Facebook y otras empresas comenzaron a reclutar a los relativamente pocos investigadores especializados en ese campo. Las redes neurales ahora son las que ayudan a que Facebook pueda identificar quién aparece en las imágenes que subes a tu perfil o identificar las instrucciones que le das a asistentes digitales como el Echo de Amazon, así como a traducir de manera instantánea otros idiomas por medio de Skype.

Asimismo, las mismas técnicas están siendo utilizadas para mejorar la conducción de vehículos autónomos y a desarrollar servicios médicos para identificar de manera más sencilla ciertas enfermedades a partir de escaneos médicos.

También para el desarrollo de robots que pueden recoger objetos pese a nunca haberlos visto antes, lo cual podría alterar las tareas de ensamblado.

Y, dado que hay tan pocos especialistas en IA, las empresas tecnológicas también han buscado contratar a los mejores académicos. Esto ha tenido un efecto indeseado: hay cada vez menos profesores que puedan enseñar las minucias de esta tecnología.

“Hay un gran sonido de aspirado dentro de la academia”, dijo Oren Etzioni, quien está de sabático de su cargo como profesor en la Universidad de Washington para dirigir el Allen Institute for Artificial Intelligence. Algunos han resistido, como Luke Zettlemeyer, colega de Etzioni en la Universidad de Washington, quien rechazó una oferta de Google para trabajar en el instituto Allen y seguir dando clases.

Uber contrató a cuarenta personas del programa de IA de Carnegie Mellon en 2015 para su proyecto de vehículos autónomos. Durante los últimos años, cuatro de los mejores investigadores del campo de inteligencia artificial han dejado sus puestos de manera temporal o permanente en la Universidad de Stanford. En la Universidad de Washington actualmente seis de los veinte profesores de inteligencia artificial están de sabático o trabajan solo medio tiempo mientras colaboran con las empresas tecnológicas.

Para poder competir con los gigantes de la tecnología, algunas compañías pequeñas incluso han buscado en lugares poco comunes. Algunos han contratado a físicos y astrónomos que tienen el conocimiento matemático para las redes neurales y muchos buscan a expertos en Asia, Europa del Este y otros lugares.

TRUMP EL TLCAN Y SUS TRAUMAS

Todos aquí quieren saber qué pasará con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el TLCAN, que ha vinculado estrechamente las economías de México, Canadá y Estados Unidos durante más de dos décadas. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha descrito al TLCAN como “el peor tratado de la historia”, pero ¿realmente acabará con él?

Hasta hace unos cuantos días, yo estaba bastante seguro de que no lo haría. Suponía que negociaría algunos cambios menores al tratado, se declararía victorioso y seguiría su camino. Los mercados parecían concordar: el peso mexicano cayó después de que Trump fue electo, pero luego se recuperó y se concretó el veredicto de que no pasaría nada terrible.

Sin embargo, he estado revisando esta perspectiva a la luz de los eventos recientes, en especial el berrinche de Trump respecto del sistema de salud en Estados Unidos. Echar abajo el TLCAN sería terrible para México y muy malo para EE. UU. Afectaría importantes intereses comerciales estadounidenses, que han pasado décadas construyendo sus estrategias competitivas con base en un mercado norteamericano integrado. Pero podría ser bueno para el frágil ego de Trump. Y esa es una razón para temer lo peor.

Comencemos por aceptar que, aunque el TLCAN condujo a un rápido crecimiento tanto de las exportaciones de México hacia Estados Unidos como de EE. UU. hacia México, no ha cumplido con las expectativas de algunos de sus proponentes.

En 1994, cuando el tratado entró en vigor, muchas personas esperaban que impulsara un rápido crecimiento de la economía mexicana, y no lo hizo. Algunos de sus proponentes también argumentaban que Estados Unidos tendría grandes superávits en su comercio con México; de hecho, después de su crisis financiera de 1995, fue más bien México el que comenzó a tener superávits comerciales.

Y más aún, el creciente comercio dañó definitivamente a algunos trabajadores estadounidenses. Algunas empresas de Estados Unidos despidieron a sus obreros y trasladaron la manufactura a México (aunque otras añadieron empleos para producir bienes destinados a los mercados mexicanos u obtuvieron una ventaja competitiva a partir de su capacidad de adquirir componentes de proveedores mexicanos).

De cualquier manera, los costos provocados por el TLCAN fueron mucho menores que los creados por las importaciones de China —y a su vez estos fueron mucho menores que los creados por la cambiante tecnología— o la caída de los salarios de los camioneros —que reflejó la falta de regulaciones y el colapso del poder sindical—, los cuales no tenían nada que ver con el TLCAN. Aun así, el tratado causó algo de dolor real.

No obstante, admitir esta desagradable realidad no tiene casi nada que ver con la pregunta sobre qué hacer ahora. Los trastornos provocados por el TLCAN pertenecen, en su mayoría, al pasado.

Ahora vivimos en una economía norteamericana construida sobre la realidad del libre comercio. En particular, las manufacturas estadounidenses, canadienses y mexicanas están profundamente entrelazadas. Muchas plantas industriales se construyeron precisamente para sacar provecho de nuestra integración económica, y compran o venden a otras plantas industriales del otro lado de la frontera.

En consecuencia, romper o reducir el TLCAN tendría los mismos efectos disruptivos que tuvo su creación: algunas plantas cerrarían, algunos trabajos desaparecerían, algunas comunidades perderían su sustento. Y sí, muchos negocios —pequeños, grandes y, en algunos casos, gigantes— perderían muchos miles de millones de dólares.

Y no se trata solo de la manufactura. ¿Qué creen que pasaría con los agricultores de Iowa si perdieran uno de sus mercados más importantes de maíz?

Lo que yo y otros habíamos estado suponiendo es que estas realidades detendrían la mano de Trump. Independientemente de la ignorancia que pudiera tener respecto de las realidades del comercio norteamericano, asumimos que al final se resistiría a enemistarse con las grandes empresas y los grandes capitales.

Pero ahora no estoy tan seguro.
Para empezar, las negociaciones del TLCAN están saliendo mal. Las demandas de Estados Unidos —que exige que haya una renovación quinquenal y quita a las empresas la capacidad de apelar acciones gubernamentales— socavan la predecibilidad y la seguridad del acceso futuro a los mercados, que era el punto principal del tratado comercial.

Mientras tanto, documentos filtrados que publicó The Washington Post muestran a consejeros clave del gobierno de Estados Unidos atribuyendo prácticamente cualquier mal social, desde el abuso conyugal al divorcio, a la pérdida de trabajos en manufactura. Y sabemos que el gobierno cree incorrectamente que los tratados comerciales son la causa de la pérdida de esos empleos.

Lo más importante es ver lo que Trump ha estado haciendo con ese abierto y alegre sabotaje al sistema de atención a la salud estadounidense. Como si no importaran los enormes costos humanos que está imponiendo, ni siquiera sigue ninguna estrategia política viable, y tanto él como su partido muy probablemente serán acusados por los daños, con justa razón. Además, sus acciones les costarán a las grandes empresas —aseguradoras y proveedores de atención a la salud— miles de millones de dólares. Incluso ha estado presumiendo de cuánto ha dañado los precios de sus acciones.

Así que ahora hemos visto a Trump afectar deliberadamente a millones de personas e infligir miles de millones de pérdidas en una industria importante por mero odio. Si está dispuesto a hacer eso con la atención a la salud, ¿por qué no habríamos de asumir que hará lo mismo con la política de comercio internacional?


Por lo tanto, el TLCAN está en peligro real. Si de hecho queda destruido, la única pregunta es si las consecuencias serán horribles o extremadamente horribles

LOS NUEVOS MEGAFILÁNTROPOS Y SUS OBJETIVOS

Hazte a un lado, Rockefeller. Quítate, Carnegie. No estorbes, Ford. Durante buena parte del siglo, unos cuantos nombres dominaron las filas de la megafilantropía con fondos que dejaron como su legado.

Ya no es así.
En cuestión de años, una nueva cepa de estadounidenses multimillonarios ha eclipsado a la vieja guardia de los titanes de la filantropía. Con nombres como Soros, Gates, Bloomberg, Mercer, Koch y Zuckerberg, estos nuevos megadonantes están cambiando totalmente las normas establecidas en el mundo de la filantropía más ambiciosa.

Estos personajes acumularon vastas fortunas a edades muy tempranas y las están gastando más rápido, con cheques que tienen cada vez más ceros.

Además, están mucho más dispuestos a ocuparse de temas sociales y políticos candentes —tanto en la izquierda como en la derecha— que los empujan al centro de polémicos debates.

Muchos millonarios todavía están comprando equipos deportivos o yates y haciendo donaciones sustanciales a museos y hospitales. Sin embargo, otros nuevos filántropos están más interesados en cambiar el mundo que en ponerle su nombre a una escuela de negocios.

“Tienen una mentalidad que resuelve problemas en lugar de una administrativa”, comentó David Callahan, fundador del sitio web Inside Philanthropy y autor de The Givers, un libro sobre los principales donantes actuales. “No están guardando su dinero para los tiempos de vacas flacas. Quieren causar impacto ahora”.

En 2015, a sus 31 años de edad, Mark Zuckerberg tomó una decisión trascendental. Priscilla Chan y él acababan de darle la bienvenida al mundo a su primera hija y, poco después, ambos prometieron donar a lo largo de sus vidas el 99 por ciento de sus acciones de Facebook, que entonces tenían un valor de 45.000 millones de dólares. “Nuestra sociedad tiene la obligación de invertir ahora para mejorar las vidas de todos los que llegan al mundo, no solo de los que ya están en él”, escribieron en una carta dirigida a su hija, que publicaron en Facebook.

Casi dos años después, la Iniciativa Chan Zuckerberg está tomando forma. Se estructuró como una sociedad de responsabilidad limitada en lugar de una fundación tradicional, una estrategia que según los fundadores les da más flexibilidad. La empresa se concentra principalmente en tres áreas: ciencia, educación y justicia.

La pareja ya comprometió más de 500 millones de dólares para crear un centro de investigación sin fines de lucro que dará financiamiento sin restricciones a médicos, científicos e ingenieros de las universidades más importantes de California. Están apoyando un esfuerzo para hacer un mapeo e identificar todas las células de un cuerpo humano saludable. Así mismo, el año pasado, prometieron gastar 3.000 millones para prevenir, curar y tratar “todas las enfermedades para fin de siglo”.

Al considerar cómo hacer uso de sus miles de millones de dólares, sin duda Zuckerberg se inspiró en su amigo y mentor, el cofundador de Microsoft, Bill Gates. Desde su creación en 2000, la Fundación Gates se ha afianzado como una fuerza sin parangón en las grandes ligas de la filantropía. No solo tiene los mayores recursos de una fundación, que son de 40.000 millones de dólares, sino que además cada año gasta más: tan solo en 2016 casi su gasto sumó 5500 millones de dólares.

Los esfuerzos de Gates se expanden, abarcando el planeta y varios campos. Su fundación financia esfuerzos para reducir el consumo de tabaco, combatir el VIH y mejorar la educación en el estado de Washington, Estados Unidos. También ha gastado miles de millones en reducir la diseminación de enfermedades infecciosas y la malaria. Sus esfuerzos ya ayudaron a una coalición de organizaciones de salud mundial a acabar casi por completo con la poliomielitis.

En lugar de tratar de resolver problemas discretos como las enfermedades, se propone promover valores como la democracia, la tolerancia y la inclusión, que son de vital importancia para Soros, quien sobrevivió al Holocausto.

En la práctica, esto quiere decir que es menos probable que su dinero financie investigación médica en etapas tempranas y más probable que ayude a los refugiados desplazados por un conflicto.

Política polarizada
Apenas el pasado 17 de octubre, se anunció que Soros había transferido 18.000 millones de dólares de su fortuna a Open Society Foundations, algo que despertó críticas de medios conservadores en Estados Unidos debido a las contribuciones políticas del húngaro-estadounidense, no necesariamente por los gastos de su fundación. (Fue uno de los principales donantes de Hillary Clinton y gastó millones de dólares en esfuerzos para derrotar a Donald Trump en la elección presidencial estadounidense del año pasado).

Soros es igualmente injuriado en ciertos círculos por su trabajo filantrópico. Desde los años noventa ha usado a Open Society para lograr que avancen causas que son ampliamente impopulares entre muchos republicanos de Estados Unidos y hasta los gobiernos húngaro e israelí; por ejemplo, Open Society ha fomentado que se relajen las leyes sobre narcóticos estadounidenses, promovido los derechos de las personas homosexuales y llamado la atención hacia los abusos de la policía.

Patrick Gaspard, vicepresidente de Open Society Foundations, afirma que Soros no está generando controversia. A decir de él, sencillamente está del lado correcto de la historia: “Los derechos de la comunidad judía en 1937 en Berlín pudieron haber sido controversiales para algunos en esa sociedad pero hoy todos valoramos el valor inherente de esa lucha. Lo mismo sucede en la actualidad, cuando repartimos agujas seguras a los adictos a las drogas o cuando nos involucramos en el apoyo a los derechos de los trabajadores sexuales en Johannesburgo o de los rohinyás en Birmania”.

Hay fuerzas igualmente poderosas que flexionan sus músculos financieros en el otro lado del espectro político. Al igual que Soros, los conservadores recurren a fundaciones y donaciones políticas para lograr sus metas.

Aunque los hermanos Charles y David Koch son mejor conocidos por su trabajo apoyando a los republicanos, también financiaron a una red de filántropos que apoya los esfuerzos para, entre otras cosas, cuestionar el cambio climático y alentar el pensamiento conservador en las universidades. La Fundación de la Familia Mercer, dirigida por Rebekah Mercer, una importante seguidora de Trump, ha financiado a grupos de expertos conservadores, incluyendo a la Fundación Heritage y al Instituto Heartland.

“Tienes a personas más liberales, adineradas y progresistas que antes”, comentó Callahan. “Al mismo tiempo, tienes a muchos conservadores ricos. Tenemos esta carrera armamentista que escala entre los megadonantes”.

Optimistas impacientes
Bill Gates y el inversionista multimillonario Warren Buffett lanzaron Giving Pledge, una iniciativa que le pide a la gente rica que se comprometa a donar por lo menos la mitad de sus fortunas a causas filantrópicas durante sus vidas o tras su muerte. Quieren que sus colegas multimillonarios actúen con urgencia. En su propio sitio web, los Gates se describen como “optimistas impacientes”.

En junio, Jeff Bezos, fundador de Amazon.com, con un valor neto aproximado de 84.000 millones de dólares y quien suplantó brevemente a Bill Gates como la persona más rica del mundo este año, le pidió consejos al público. “Estoy pensando que quiero que buena parte de mi actividad filantrópica ayude a la gente en aquí y ahora —en el corto plazo—, en la intersección de la necesidad urgente y el impacto duradero”, escribió Bezos en Twitter. “Si tienen ideas, solo respondan a este tuit”.

Llegaron más de 48.000 respuestas. Bezos no ha anunciado qué hará con su multimillonaria fortuna, pero su solicitud de propuestas fue un recordatorio de que hay fortunas incalculables que siguen sin comprometerse con causas filantrópicas. Casi 200 personas con un valor combinado que se acerca a un billón de dólares han firmado Giving Pledge. Nuevos multimillonarios están comenzando a aumentar sus donaciones. Laurene Powell Jobs, la viuda de Steve Jobs, cofundador de Apple, creó recientemente el Colectivo Emerson, que está invirtiendo dinero en temas como la educación y la inmigración.

A medida que más gente comprometa sus fortunas con la filantropía, habrá muchas más organizaciones como Open Society Foundations que tal vez permanezcan durante un buen tiempo. “El sol nunca se pone en el imperio filantrópico de George Soros y el dinero nunca se va a acabar”, comentó Callahan. “Dentro de 300 años su dinero podría seguir teniendo impacto en las políticas públicas”.


Estamos en los albores de una nueva era de la filantropía más ambiciosa. A medida que la riqueza se crea y se concentra rápidamente, nacen nuevas megafundaciones, cada una de las cuales refleja las prioridades de su fundador. Muchos, como Soros, Gates, Zuckerberg y otros más, han eclipsado a los titanes de la Época Dorada y es probable que algún día sean rebasados por otra generación de ricos y optimistas impacientes que aún no conocemos

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