¿QUÉ ES Y QUE SIGNIFICA UNA GUERRA COMERCIAL?


Experto en negocios explica las bases del conflicto mercantil y cómo entender el por qué sucede.

Guerra comercial entre China y Estados Unidos
Estados Unidos ha podido financiar sus déficits los últimos veinte años sin problema porque el dólar es bien aceptado en el mercado internacional.

Se habla de una guerra comercial cuando dos o más países comienzan a levantar barreras al comercio entre ellos, ya sea con aranceles o con barreras técnicas, que impiden un movimiento sin trabas de bienes entre sus economías. La guerra comercial tiende a escalar porque empiezan a darse lo que se llaman retaliaciones, es decir, respuestas a las agresiones del otro. Si estas retaliaciones no tienen un fin, el comercio entre estas naciones puede verse interrumpido de forma importante.

¿Por qué surge una guerra comercial?
Generalmente hay un país que siente que sus exportaciones no tienen la oportunidad de competir en un mercado abierto y por lo tanto tiene que modificar las reglas de juego. También hay ocasiones donde la moneda de algún país se ha mantenido relativamente revaluada frente a sus socios comerciales y por lo tanto tiene que devaluarla para volver a ser competitivo; esto puede llevar a una retaliación de uno o más países que también devalúan su moneda y empiezan a crear un mercado internacional de devaluaciones competitivas. Esto es otra forma de guerra comercial.

En el caso de la administración Trump existe la firme convicción de que el déficit comercial (es decir, la diferencia entre exportaciones e importaciones) que tiene Estados Unidos es el resultado de malas negociaciones de acuerdos comerciales con algunos países y de competencia desleal de parte de otros, como por ejemplo China. Unas palabras sobre el déficit comercial americano: efectivamente las importaciones de Estados Unidos superan ampliamente sus exportaciones. Las primeras fueron, para 2017, $ 2,35 billones de dólares mientras que las exportaciones sólo llegaron a $ 1.56 billones. Es decir, tuvieron un déficit comercial de $ 790.000 millones.

En el caso de la administración Trump, existe la firme convicción de que el déficit comercial que tiene Estados Unidos es el resultado de malas negociaciones de acuerdos comerciales con algunos países

¿Es esto un problema? En principio no. El problema con un déficit comercial es no poder financiarlo. Pero Estados Unidos ha podido financiar sus déficits los últimos veinte años sin problema porque el dólar es bien aceptado en el mercado internacional y a tasas relativamente bajas. Véase lo que paga anualmente un bono del gobierno americano a 30 años: 2.94 % (revisado el 7 de julio de 2018). Como emisores de la moneda internacional de referencia, Estados Unidos no tiene ningún problema para financiar un mejor nivel de vida para sus habitantes que prefieren comprar más que menos cosas en el exterior. Otra situación sería que fuera Colombia, o casi cualquier otro país, el que se excediera en importaciones; nosotros no nos podríamos dar ese lujo. Trump y su equipo consideran que este déficit comercial es una pérdida que sufre el país porque otros se aprovechan injustamente de él. Primero que todo: esto no es una pérdida. Lo único que significa un déficit comercial es que yo compro más del exterior de lo que le vendo. Si tengo el beneficio de poderme dar ese lujo, no tengo por qué preocuparme.

Pero lo más grave de este malentendido es que las medidas de Trump para, según él, resolver esta injusticia, sí pueden ser dañinas no sólo a la economía americana sino a la del mundo entero. Veamos lo que se ha hecho: Trump arrancó este ciclo de eventos con la amenaza, que culminó en el anuncio de junio 1, 2018, de aplicarle unos aranceles del 25 % sobre el acero y del 10 % sobre el aluminio a las importaciones provenientes de la Unión Europea, Canadá y México. La razón para esto era sorprendente: “seguridad nacional”.

¿Qué tiene que ver la importación de acero o aluminio de alguno de estos países con seguridad nacional? Pues nada. La verdad es que con este argumento Trump se evitaría pasar sus medidas arancelarias por el congreso americano (que es en últimas el que maneja el comercio exterior). La reacción de los tres socios comerciales fue inmediata en el sentido de prometer retaliaciones sobre bienes americanos.

Después vino la renegociación del Tratado de Libe Comercio de América del Norte (llamado Nafta por sus siglas en inglés). Ésta cumplía casi un año de trabajo cuando Trump y su asesor económico Larry Kudlow le informaron a los medios que la preferencia del presidente americano era por negociar bilateralmente, es decir, con cada país por separado. Trump estaba frustrado con los pocos resultados de las negociaciones y creía que de esta forma sería más probable conseguir concesiones de Canadá y de México.

Y ahora, el viernes pasado (6 de julio) las baterías de la administración Trump se enfilaron en China. Con el argumento de prácticas de comercio injustas, de sacarle ventaja a empresas americanas a través de la apropiación de propiedad intelectual (lo cual bien puede ser cierto) y de producir un gigantesco déficit comercial se anunció que en una primera instancia, 818 productos importados de China, que pueden valer $ 34,000 millones, tendrán un arancel del 25 %. La respuesta de China no se hizo esperar: a través de un portavoz del gobierno chino se comunicó que habría una retaliación en la misma cuantía sobre productos escogidos para pegarle a las zonas del país que eligieron al presidente, entre ellos el cerdo, la soya, el whisky Jack Daniels y las motocicletas Harley Davidson.

Esto es apenas la primera andanada entre todos estos países y los Estados Unidos. Es probable que Trump siga aumentando el número de productos afectados con estas medidas y es predecible que todos los países, y en especial China, responderán con medidas equitativas.

¿Quién gana de todo esto? En una de sus recientes declaraciones, Trump ha dicho que ”las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar.” Según la mayoría de economistas que le hacen seguimiento a estos temas, incluyendo el Premio Nobel Paul Krugman que escribe periódicamente en el New York Times, la verdad es exactamente lo contrario: las guerras comerciales son desastrosas y no las gana nadie. Veamos un corto resumen de las principales guerras comerciales recientes.

A raíz de los efectos de la Gran Depresión sobre la economía, dos congresistas americanos de nombre Reed Smoot (senador) y Willis Hawley (representante) lograron pasar el decreto que lleva sus nombres, el famoso Smoot-Hawley Tariff Act de 1930, en que se aumentaban a 45 % en promedio los aranceles sobre las importaciones americanas. Lo que inicialmente habían presentado los dos congresistas como una protección a los agricultores terminó adicionando productos de todos los estados que también buscaban protección en esta mala hora. Este decreto, según los estudiosos de la Gran Depresión, es el responsable de que la depresión haya durado tanto (para algunos hasta 1937, para otros hasta 1945) y haya sido tan devastadora. La razón es que hubo una retaliación inmediata de los socios comerciales de EE.UU., como por ejemplo los países europeos que también aumentaron sus aranceles al mismo nivel. El resultado fue que todo el comercio mundial se estancó y fue necesaria la reunión en Bretton Woods en 1944 para que se dieran las bases del GATT (Acuerdo General de Aranceles y Comercio), un acuerdo que negociaría ocho rondas entre 1948 y 1995 para rebajar aranceles de los altos niveles del decreto Smoot-Hawley a aproximadamente un 3-4% en promedio.

Un segundo conflicto más reciente fue el de Japón con Estados Unidos en los años 80. El país asiático había sido extraordinariamente exitoso en la fabricación de bienes de consumo durable, como los televisores y los automóviles, y había despertado envidia y rencor de parte del gobierno y los empresarios americanos. En 1984, el candidato demócrata a la presidencia, Walter Mondale, diría: “Tenemos que dejar de perseguir esa bandera blanca y empezar a seguir la bandera americana, peleando para hacer a América el número uno otra vez.” Digno de Trump.

Pasaron alrededor de 12 años antes de que se resolviera esta guerra comercial con Japón. Al final se aceptaron cuotas “voluntarias” de importación por parte de Japón y se trasladaron muchas fábricas de automóviles japonesas a Estados Unidos, evitando así cualquier arancel o barrera comercial. También se abrieron algunos sectores protegidos japoneses, e indudablemente facilitó la resolución del conflicto el hecho de que Japón era prácticamente un protectorado americano, todavía dependiendo de las tropas estadounidenses presentes en su territorio para su defensa nacional.

Las repercusiones de las medidas tomadas por Trump son difíciles de calcular. De seguro esto significará un aumento de precios para los consumidores americanos en los productos importados afectados con estas medidas. En la medida que estos consumidores sean fabricantes de productos que utilizan insumos importados, los aranceles pueden hacer menos competitivas las exportaciones americanas (justo lo contrario de lo que dice la administración Trump que debería ocurrir). Y si los aranceles perjudican a alguna de las cadenas globales de proveeduría que sostienen hoy en día a las multinacionales ya sea en México, en China o en los mismos Estados Unidos, es probable que salgan perdiendo las empresas americanas que se han esforzado por bajar sus costos con estas cadenas a fin de competir en el mercado internacional.

Ya hay empresarios americanos que se han empezado a manifestar sobre estos aranceles. Los fabricantes de autopartes que en algunos casos importan alguna parte de sus piezas de China ven con preocupación el aumento de costos que tendrán que pasarle a las empresas automotrices y que podría hacer menos competitivos estos carros, entre otros dentro del mercado chino. La empresa de motocicletas Harley Davidson anunció sus planes de empezar a fabricar por fuera de Estados Unidos para evitar estos costos más altos y resolver el problema de la inestabilidad que dan estas medidas que en cualquier momento se pueden ampliar o remover.

Los socios comerciales de Estados Unidos están posponiendo planes de inversión en este país y buscando otros mercados alternativos para diversificar su riesgo frente a una administración impredecible. El daño al comercio internacional puede ser muy grande en la medida que todos estos miedos lleven a buscar nuevos proveedores y clientes para blindarse de los efectos de un conflicto comercial mayor en la medida en que aumenten las retaliaciones de los países afectados.

¿Y qué ganará Trump con todo esto? Él se precia de ser buen negociador. Y seguramente algunos países pequeños acabarán cediendo a la presión americana de cambiar los términos en que comercian. Pero al final de cuentas en una guerra comercial no acaba ganando nadie. Parece un riesgo muy alto para ganar algunas concesiones adicionales cuando en verdad un país como Estados Unidos no las necesita. Los perdedores serán los consumidores y empresarios que compran estos productos con mayores aranceles: se aumentarán los precios de éstos porque la administración Trump espera intimidar a terceros países a fin de acabar con lo que considera una verdadera injusticia: el déficit comercial americano.

UN LLAMADO URGENTE A SALVAR LA NATURALEZA


Seguimos fallando en lo prioritario: cómo salvar la naturaleza, de la que dependemos.

Hay un declive alarmante de la vida en el planeta. Esta semana, justo cuando se supo de la muerte del último rinoceronte blanco macho, también se dio a conocer un reporte que confirmó la tragedia: es tal la pérdida de biodiversidad que, incluso, está amenazada la provisión de agua y alimentos para la humanidad.

No es una exageración, sino el panorama que describen los cuatro reportes científicos sobre el estado de la biodiversidad lanzados este viernes en Medellín, donde se reúne la Plataforma Intergubernamental en Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (Ipbes), el grupo de 550 científicos de 100 países que compilaron la evidencia disponible para llamar la atención del mundo.

La pérdida de fauna y flora por las acciones del hombre permea todos los ecosistemas y regiones. Desde los corales en los océanos hasta los grandes mamíferos en África. Nada más en Europa, las poblaciones terrestres se redujeron en un 42 por ciento en tan solo la última década, y, para el caso de América, el agua disponible disminuyó a la mitad en los últimos 60 años. La depredación, generada tanto por la producción como por el consumo de bienes y servicios, es desaforada. De ahí, como advirtieron los científicos, que los objetivos de conservación global –más conocidas como las metas Aichi– no serán posibles de alcanzar para 2020.

La pérdida de fauna y flora por las acciones del hombre permea todos los ecosistemas y regiones. Desde los corales en los océanos hasta los grandes mamíferos en África.

La mirada de los científicos –aunque no es pesimista, porque presenta cifras de cómo algunos países han hecho esfuerzos en la creación de áreas protegidas y otras medidas– advierte de que esta extinción masiva no se va a detener con solo crear parques naturales. Urge un modelo de desarrollo sustentable que logre generar las condiciones mínimas para la población, sin acabar por completo con el entorno natural.

Ese llamado a la sustentabilidad lo expresó de manera clara Robert Watson, presidente del Ipbes, al decir que es necesario un cambio en los comportamientos individuales como la dieta o el modo de transporte elegido. Dicho de otra manera, la extinción de las especies no tiene que ver solo con la caza de tigres o jirafas, sino con cómo lo que consumimos transforma de manera incesante a la naturaleza.

El lanzamiento de un documento de esta relevancia desde Medellín no puede pasar desapercibido para un país como el nuestro, que concentra miles de especies de fauna y flora y tiene la responsabilidad de conservar zonas como la Amazonia, la selva chocoana o la Sierra Nevada de Santa Marta. Colombia debe sincronizar su economía con sus condiciones geográficas y no solo apostarles a caminos extractivos o agroindustriales. No se puede obviar el hecho de que, por ejemplo, de la salud de la región amazónica depende el agua que consume Bogotá.

El reporte global, que destacó el recrudecimiento de esta problemática con el cambio climático, también concluyó que no se ha podido lograr que las políticas públicas y acciones gubernamentales para frenar la pérdida de la biodiversidad sean priorizadas en la escala nacional. Seguimos fallando en lograr un diálogo y consenso político que nos pongan de acuerdo en lo prioritario: cómo salvar la naturaleza, de la que dependemos.

¿QUE ES LO MEJOR DE COLOMBIA?


Colombia es un país único en la región y que alberga una de las mayores diversidades de fauna y flora del mundo. Los colombianos, por su parte, son alegres, festivos y hospitalarios. Mira estos 10 datos que hacen únicos a los colombianos. ¿Cuál agregarías?

La nación latinoamericana es un país único en la región y que alberga una de las mayores diversidades de fauna y flora del mundo. Los colombianos, por su parte, son alegres, festivos y hospitalarios.

Mira estos 10 datos que hacen únicos a los colombianos. ¿Cuál agregarías?

1. Los colombianos están entre las personas más felices de la Tierra. Según un índice de 2016 que muestra en qué es mejor cada país, Colombia es el campeón en felicidad. Un informe del World Happiness Report de 2017 ubica al país como número 2 en la lista después de Fiyi.

2. Colombia fue seleccionado entre los cinco mejores destinos para visitar en 2017. Según una lista de Lonely Planet es un país con "un cambio espectacular que ha durado más de una década" en medio de lo que parece ser un inminente fin a "décadas de guerra civil y violencia" y ocupa el segundo lugar en la lista.

3. Colombia es el mayor productor mundial de esmeraldas, seguido de Brasil.

4. Colombia tiene la mayor diversidad de pájaros en el mundo. Según la organización Conservation Strategy, el país tiene cerca de 1.900 especies registradas, lo que equivale al 20% de las especies en el mundo.

5. Es el país en desarrollo que más ha avanzado en darle a la población un Internet accesible, según el índice Affordability Drivers Index de 2017.

6. Es el país con más días festivos al año. Según la firma Mercer, comparte esta posición con la India: ambos tienen 18 días festivos cada año.

7. Más especies de anfibios viven en Colombia que en cualquier otra parte del mundo, según el Museo de Historia Natural de EE.UU..

8. Es el único país de Sudamérica con costas en el Océano Pacífico y en el Mar Caribe.

9. Es hogar de un fósil de reptil marino único en el mundo, según el Servicio Geológico Colombiano, un plesiosaurio de 127 millones de años.

10. Un colombiano creó el primer marcapasos del mundo. En 1958, Jorge Reynolds desarrolló el dispositivo que actualmente ayuda a millones de personas en el mundo.

No podríamos decir que los colombianos hacen las mejores arepas del mundo porque los venezolanos pondrían el grito en el cielo. Pero sí podemos decir que los colombianos hacen la mejor arepa de choclo con chorizo. Pueden preguntarle al alcalde de Nueva York, Bill de Blasio.

REGLAMENTO DEL TELETRABAJO




ARTÍCULO 80.  En cumplimiento del artículo 8° del Decreto 884 de 2012 se
incorporan al presente Reglamento Interno de Trabajo las siguientes condiciones
que regulan el Teletrabajo en la Empresa.

ARTÍCULO 81. El teletrabajo es una forma de organización laboral, que se efectúa
en el marco de un contrato de trabajo o de una relación laboral dependiente, que
consiste en el desempeño de actividades remuneradas utilizando como soporte
las tecnologías de la información y la comunicación -TIC-para el contacto entre el
empleado y empleador sin requerirse la presencia física de este último en un sitio
específico de trabajo.

El teletrabajador es la persona que el marco de la relación laboral dependiente,
utiliza las tecnologías de la información y comunicación como medio o fin para
realizar su actividad laboral fuera del local del empleador, en cualquiera de las
formas definidas por la ley.

ARTÍCULO 82. El teletrabajo en la Empresa puede revestir una de las siguientes
formas:

• Autónomos:  son aquellos que utilizan su propio domicilio o un lugar
escogido para desarrollar su actividad profesional, puede ser una pequeña
oficina, un local comercial. En este tipo se encuentran las personas que
trabajan siempre fuera de la empresa y sólo acuden a la oficina en algunas
ocasiones.

• Móviles: son aquellos teletrabajadores que no tienen un lugar de trabajo
establecido y cuyas herramientas primordiales para desarrollar sus
actividades profesionales son las Tecnologías de la Información y la
comunicación, en dispositivos móviles.

• Suplementarios: son aquellos teletrabajadores que laboran dos o tres días
a la semana en su casa y el resto del tiempo lo hacen en una oficina.

ARTÍCULO 83. Son garantías laborales, sindicales y de seguridad social para los
teletrabajadores, las siguientes:1. A los teletrabajadores, dada la naturaleza especial de sus labores no les serán aplicables las disposiciones sobre jornada de trabajo, horas extraordinarias y trabajo nocturno.

2. El salario del teletrabajador no podrá ser inferior al que se pague por la misma
labor, en la misma localidad y por igual rendimiento, al trabajador que preste
sus servicios en el local del empleador.

3. En los casos en los que el empleador utilice solamente teletrabajadores, para
fijar el importe del salario deberá tomarse en consideración la naturaleza del
trabajo y la remuneración que se paga para labores similares en la localidad.

4. Una persona que tenga la condición de asalariado no se considerará
teletrabajador por el mero hecho de realizar ocasionalmente su trabajo como
asalariado en su domicilio o en lugar distinto de los locales de trabajo del
empleador, en vez de realizarlo en su lugar de trabajo habitual.

5. La asignación de tareas para los teletrabajadores deberá hacerse de manera
que se garantice su derecho a contar con un descanso de carácter creativo,
recreativo y cultural.

6. Lo dispuesto en este artículo será aplicado de manera que se promueva la
igualdad de trato entre los teletrabajadores y los demás trabajadores, teniendo
en cuenta las características particulares del teletrabajo y, cuando proceda, las
condiciones aplicables a un tipo de trabajo idéntico o similar efectuado en una
empresa.

La igualdad de trato deberá fomentarse, en particular, respecto de:
a) El derecho de los teletrabajadores a constituir o a afiliarse a las
organizaciones que escojan y a participar en sus actividades;
b) A protección de la discriminación en el empleo;
c) La protección en materia de seguridad social (Sistema General de

Pensiones, Sistema General de Seguridad Social en Salud y riesgos
profesionales), de conformidad con lo previsto en la Ley 100 de 1993 y
las normas que la modifiquen o adicionen o en las disposiciones que
regulen los regímenes especiales; así como los derechos que provienen
del sistema de subsidio familiar, de conformidad con la ley.
d) La remuneración;
e) La protección por regímenes legales de seguridad social;
f) El acceso a la formación;
g) La edad mínima de admisión al empleo o al trabajo;
h) La protección de la maternidad. Las teletrabajadoras tendrán derecho a
retornar al mismo puesto de trabajo o a un puesto equivalente con la
misma remuneración, al término de la licencia de maternidad.
i) Respeto al derecho a la intimidad y privacidad del teletrabajador.7. La Empresa deberá proveer y garantizar el mantenimiento de los equipos de
los teletrabajadores, conexiones, programas, valor de la energía,
desplazamientos ordenados por él, necesarios para desempeñar sus
funciones.

Los elementos y medios suministrados no podrán ser usados por persona
distinta al teletrabajador, quien al final del contrato deberá restituir los objetos
entregados para la ejecución del mismo, en buen estado, salvo el deterioro
natural.

8. Si el teletrabajador no recibe los paquetes de información para que realice sus
labores, o los programas para desempeñar su función, o no son arreglados a
pesar de haberlo advertido no podrá dejar de reconocérsele el salario que
tiene derecho.

Cuando el lugar de trabajo sea suministrado por la Empresa y no puede
realizar la prestación debido a un corte en las líneas telefónicas o en el flujo
eléctrico su labor debe ser retribuida.

El trabajador que se desempeñe en la modalidad de móvil, no puede alegar
estos imprevistos.

9. La Empresa, debe contemplar el puesto de trabajo del teletrabajador dentro de
los planes y programas de salud ocupacional, así mismo debe contar con una
red de atención de urgencias en  caso de presentarse un accidente o
enfermedad del teletrabajador cuando esté trabajando.

10. La vinculación a través del teletrabajo es voluntaria, tanto para el empleador
como para el trabajador. Los trabajadores que actualmente realicen su trabajo
en las instalaciones del empleador, y pasen a ser teletrabajadores, conservan
el derecho de solicitar en cualquier momento, volver a la actividad laboral
convencional.

11. Cuando la Empresa decida vincular teletrabajadores, deberá hacerlo con
personas domiciliadas en el territorio nacional, quienes desarrollarán sus
labores en Colombia.

12. A todas las relaciones de teletrabajo que se desarrollen en la Empresa, dentro
territorio nacional, les será aplicada la legislación laboral colombiana, en
cuanto sea más favorable para el teletrabajador.

PARÁGRAFO. Cuando el teletrabajo sea ejecutado donde sea verificable la
jornada laboral y el teletrabajador, a petición de la Empresa, se mantiene en la
jornada laboral más de lo previsto en el artículo  161 del Código Sustantivo del
Trabajo y de la Seguridad Social, o le asigna más trabajo del normal, el pago de horas extras, dominicales y festivos se le dará el mismo tratamiento de cualquier
otro empleado.

ARTÍCULO 84. Cuando la Empresa contrate teletrabajadores, deberá informar de
dicha vinculación a los Inspectores de Trabajo del respectivo municipio y donde no
existan estos, al Alcalde Municipal, para lo cual el Ministerio de la Protección
deberá reglamentar el formulario para suministrar la información necesaria.

ARTÍCULO 85. El contrato o vinculación que se genere en esta forma de
organización laboral de teletrabajo debe cumplir con los requisitos establecidos en
el artículo 39 del Código Sustantivo del Trabajo y de la Seguridad Social aplicable
a los empleados de la Empresa, y con las garantías a que se refiere el artículo 6°
de la Ley 1221 de 2008, y especialmente deberá indicar:
1. Las condiciones de servicio, los medios tecnológicos y de ambiente requeridos
y la forma de ejecutar el mismo en condiciones de tiempo y si es posible de
espacio.
2. Determinar los días y los horarios en que el teletrabajador realizará sus
actividades para efectos de delimitar la responsabilidad en caso de accidente
de trabajo y evitar el desconocimiento de la jornada máxima legal.
3. Definir las responsabilidades en cuanto a la custodia de los elementos de
trabajo y fijar el procedimiento de la entrega por parte del teletrabajador al
momento de finalizar la modalidad de teletrabajo.
4. Las medidas de seguridad informática que debe conocer y cumplir el
teletrabajador.

PARÁGRAFO. En caso de contratar o vincular por primera vez a un
teletrabajador, éste no podrá exigir posteriormente realizar su trabajo en las
instalaciones del empleador, a no ser que las partes de común acuerdo
modifiquen lo inicialmente pactado y en dado caso dejaría de ser teletrabajador.

Si previamente existe un contrato de trabajo o vinculación laboral y las partes de
común acuerdo optan por el teletrabajo, el acuerdo que firmen deberá contener los
elementos descritos en el presente artículo y será anexado al contrato de trabajo o
a la hoja de vida del empleado.

ARTÍCULO 86.  La Empresa debe promover la igualdad de trato en cuanto a
remuneración, capacitación, formación, acceso a mejores oportunidades laborales
y demás derechos fundamentales laborales, entre teletrabajadores y demás
empleados.

ARTÍCULO 87. Son obligaciones especiales del teletrabajador:
1. Hacer uso adecuado de los equipos, instrumentos y herramientas de trabajo
que le ha suministrado la Empresa para el cumplimiento de su labor.
2. Hacer uso adecuado de los programas, información y documentos a los
cuales tenga acceso en razón del ejercicio de su cargo.
3. Usar debidamente el correo electrónico, usuario, contraseña y demás
permisos de acceso a los sistemas de la Empresa.
4. Cumplir con las políticas de seguridad de la información de la Empresa.
5. Reintegrar los equipos, instrumentos y herramientas que le haya asignado
la Empresa cuando haya finalizado la modalidad de teletrabajo.
  
ARTÍCULO 88.  Son obligaciones especiales de la Empresa en relación con el
teletrabajo, las siguientes
1. Proporcionar, instalar y mantener en buen estado los equipos informáticos
necesarios para el correcto desempeño de las funciones el teletrabajador.
2. Como parte del procedimiento de inducción, deberá informar a los
teletrabajadores sobre la Ley 1221 de 2008 y sus decretos reglamentarios,
incluyendo campañas de divulgación, conversatorios y capacitaciones
sobre el contenido de dicha normatividad, particularmente en relación con
las formas de teletrabajo, las restricciones de uso de equipos y programas
informáticos, la legislación vigente en materia de protección de datos
personales, propiedad intelectual, seguridad de la información y sobre las
sanciones que pueda acarrear su incumplimiento.
3. Afiliar los teletrabajadores al Sistema de Seguridad Social Integral. El pago
de los aportes se debe efectuar a través de la Planilla Integrada de
Liquidación de Aportes -PILA-.

Los teletrabajadores en relación de dependencia, durante la  vigencia de la
relación laboral, deben ser afiliados por parte del empleador al Sistema de
Seguridad Social, Salud, Pensiones y Riesgos Profesionales, de conformidad
con las disposiciones contenidas en la Ley 100 de 1993 y las normas que la
modifiquen, adicionen o sustituyan o las disposiciones que regulen los
regímenes especiales, así como, a las Cajas de Compensación Familiar en los
términos y condiciones de la normatividad que regula dicha materia.

La afiliación al Sistema General de Riesgos Profesionales se hará a través del
empleador, en las mismas condiciones y términos establecidos en el Decretoley 1295 de 1994, mediante el diligenciamiento del formulario que contenga los
datos especiales que para tal fin determine el Ministerio de Salud y Protección
Social, en  el que se deberá precisar las actividades que ejecutará el
teletrabajador, el lugar en el cual se desarrollarán, la clase de riesgo que
corresponde a las labores ejecutadas y la clase de riesgo correspondiente a la
empresa o centro de trabajo, así como, el horario en el cual se ejecutarán. La
información anterior es necesaria para la determinación del riesgo y definición
del origen de las contingencias que se lleguen a presentar.

La Empresa deberá allegar copia del contrato o del acto administrativo a la
Administradora de Riegos Profesionales -ARP-adjuntando el formulario antes
mencionado, debidamente diligenciado.ARTÍCULO 89.  Cuando las actividades laborales no demanden gastos de movilidad al teletrabajador, no habrá lugar al auxilio de transporte.

ARTÍCULO 90.  El teletrabajador desempeñará sus funciones en el lugar
designado por el empleador. En dicho lugar el trabajador realizará su trabajo en la jornada establecida en el contrato de trabajo.

Si el teletrabajador tuviera intención de cambiar el lugar donde desempeña su trabajo, deberá comunicarlo a la Empresa de forma escrita y con una antelación mínima de 15 (quince) días calendario.

En este caso, la Empresa se reserva el derecho de evaluar y reconsiderar si la nueva ubicación del teletrabajador, reúne las condiciones suficientes de idoneidad para seguir desarrollando sus tareas en la modalidad de teletrabajo.

El Teletrabajador deberá realizar sus actividades laborales en el espacio acordado
previamente por ÉL, EL EMPLEADOR y la ARP, no podrá de ser en otros lugares
que no cumplan con las condiciones de seguridad e higiene adecuadas.

ARTÍCULO 91. La Empresa reconocerá al  teletrabajador el valor que se
establezca en el contrato como compensación de gastos de Internet, energía
eléctrica, que no hacen parte del salario.

ARTÍCULO 92. La Empresa controlará y supervisará la actividad del teletrabajador
mediante medios telemáticos, informáticos y electrónicos. Si por motivos de
trabajo fuese necesaria la presencia física de representantes de la compañía en el lugar de trabajo del teletrabajador y este fuera su propio domicilio, se hará siempre previa notificación y consentimiento de éste. El teletrabajador consiente libremente realizar reuniones a través de videoconferencias con la Empresa y que en ningún caso se entiende como violación del domicilio privado.

ARTÍCULO 93. El presente Reglamento Interno de Trabajo le será aplicable en su
integridad a los teletrabajadores suplementarios y a aquellos otros teletrabajadores que por cualquier circunstancia se encuentren dentro de las
instalaciones de la Empresa.

Adicionalmente, a los teletrabajadores le serán aplicables todas las disposiciones
del presente reglamento, siempre que no contraríen la naturaleza de la modalidad
de vinculación propia del teletrabajo.


COSAS QUE LOS EMPLEADOS NECESITAN DE SUS LÍDERES

Existen cuatro necesidades humanas no negociables que un líder de carácter transformacional reconoce deben ser cumplidas para que tanto él como su gente triunfen:

1.- La necesidad de amar y ser amado. Suena emotivo, pero las personas que no estén tanto recibiendo como dando amor –y este amor significa una preocupación centrada y acciones dirigidas al prójimo exclusivamente por el bien de esa persona– no pueden ser sanas completamente, biológicamente o psicológicamente.

2.- La necesidad de crecer. La única alternativa para el crecimiento es la muerte y el decaimiento. El líder transformacional reconoce que ese balance, o mantenimiento, es un mito que sólo existe en la imaginación del ser humano. En ningún lugar de la naturaleza encontramos tal cosa como lo es la estabilidad. Inclusive en un ecosistema balanceado, existe ya sea un crecimiento expansivo, desenvuelto o una degeneración, decaimiento y por último, la muerte. Al crear una cultura que le permita a nuestra gente (y a nosotros mismos) crecer, estaremos expandiendo nuestras capacidades como líderes, como empleados y como seres humanos.

3.- La necesidad de contribuir. Como una batería, esta necesidad es mejor entendida cuando pensamos en ella como tener dos polos distintos. El polo negativo nos recuerda que lo que no contribuye es eliminado. Lo vemos en la naturaleza todo el tiempo y a un nivel primordial, preconsciente todos parecemos conocer este hecho fundamental. Al fallar en contribuir de una manera significativa se produce una ansiedad tormentosa que yace apenas por debajo de la superficie de la cual sólo nos encontramos vagamente conscientes de ella. El otro polo, el positivo, responde a esta ansiedad. Cuando contribuimos de manera significativa obtenemos una inexplicable tranquilidad mental. Sabemos que pertenecemos. El simple principio en las labores se entiende como esto: la vida funciona cuando nos olvidamos de nosotros mismos y contribuimos con los otros. Para sentirse satisfechos y potenciados, los empleados deben estar al tanto que contribuyen con un todo.

4.- La necesidad de significado. Somos criaturas en busca de significados. Si en nuestras vidas existe una carencia de clara percepción sobre el significado, si no estamos comprometidos con algún propósito mayor, no estaremos completamente satisfechos, muy a pesar de lo que ya podamos poseer.

El líder transformacional comprende que el satisfacer todas estas cuatro necesidades puede que no le resulte fácil, pero cuando éstas están siendo cumplidas en los asuntos del día a día de su gente, algo magnífico comienza a surgir: las personas comienzan a jugar roles más grandes de manera instintiva y se muestran de una forma más apasionada, creativa, comprometida y efectiva.

Las consecuencias son difíciles de discutir –resultados concretos, medibles y en muchas ocasiones, sorprendentes. ¿Ha trabajado con o conocido alguna vez a un líder que se haya dirigido a cualquiera de estas necesidades humanas? ¿Su estilo de liderazgo mejoró el desempeño de la organización?

LA ESCLAVITUD DE LAS COSAS FACILES Y PRACTICAS


La practicidad es la fuerza más subestimada y menos comprendida del mundo actual. Como rectora de las decisiones humanas, podría no ofrecer la emoción ilícita de los deseos sexuales inconscientes de Freud ni la elegancia matemática de los incentivos económicos. La practicidad es aburrida. Pero aburrido no es lo mismo que trivial.

En los países desarrollados del siglo XXI, la practicidad (es decir, las formas más eficientes y sencillas de realizar las tareas personales) ha surgido como la fuerza más poderosa que moldea nuestra vida y economía a nivel personal. Esto es así sobre todo en Estados Unidos donde, a pesar de todos los himnos a la libertad y la individualidad, a veces nos preguntamos si el valor supremo no es más bien la practicidad.

Como Evan Williams, cofundador de Twitter, expresó hace poco: “La practicidad decide todo”. Al parecer, toma las decisiones por nosotros, superando lo que nos gusta creer que son nuestras verdaderas preferencias (yo prefiero preparar mi café, pero el instantáneo de Starbucks es tan práctico que casi nunca hago lo que “prefiero”). Lo fácil es bueno, lo que es más fácil es mejor.

La practicidad es la capacidad de hacer que otras opciones sean impensables. Una vez que has utilizado una lavadora, lavar ropa a mano parece irracional, incluso aunque resulte más económico. Una vez que conoces la televisión sin interrupciones, esperar a ver un programa a una hora determinada parece tonto e incluso un poco indigno. Resistirse a la practicidad (no tener un teléfono móvil, no usar Google) requiere una dedicación especial que a menudo se interpreta como excentricidad, si no es que fanatismo.

Con toda su influencia para moldear las decisiones individuales, el gran poder de la practicidad quizá surja de las decisiones tomadas de forma colectiva, aspecto por el que influye en la economía moderna. En particular en la industria relacionada con la tecnología, la batalla por la practicidad es la batalla por el dominio de la industria.

Los estadounidenses decimos que valoramos la competencia, la multiplicación de opciones para los ciudadanos. Sin embargo, nuestro gusto por la practicidad genera más dependencia, mediante una combinación de la economía de escala y el poder del hábito. Mientras más sencillo es utilizar Amazon, más poderoso se vuelve. La practicidad y el monopolio parecen ser aliados naturales.

Dado el crecimiento de la practicidad (como ideal, valor y modo de vida) vale la pena preguntarnos cuál es el efecto de esa obsesión en nosotros y en nuestros países. No me gustaría sugerir que la practicidad es una especie de mal. Facilitar las cosas no tiene nada de retorcido. Por el contrario: a menudo abre posibilidades que alguna vez parecieron fastidiosas y simplifica las cosas, en especial, para quienes son más vulnerables a las tareas incómodas de la vida.

No obstante, nos equivocamos al asumir que la practicidad siempre es buena, puesto que tiene una compleja relación con otros ideales que atesoramos. Aunque se considera y se promueve como un instrumento para la liberación, tiene un lado oscuro. Con su promesa de eficiencia llana y sin esfuerzo, amenaza con borrar el tipo de problemas y desafíos que contribuyen a dotar la vida de significado. Al ser creada para liberarnos, puede convertirse en una limitación de lo que estamos dispuestos a hacer y, así, nos esclaviza de una manera muy sutil.

Sería perverso adoptar lo poco práctico como regla general, pero cedemos demasiado cuando dejamos que los métodos fáciles decidan todo.

La practicidad como la conocemos es un producto de finales del siglo XIX y principios del XX, cuando se inventaron y comercializaron dispositivos que ayudaban a aminorar la carga de trabajo. Entre los hitos se encuentran los primeros “alimentos prácticos” como el cerdo y los frijoles enlatados y la avena Quaker; las primeras lavadoras de ropa; productos de limpieza como el polvo para fregar, y otras maravillas que incluyen la aspiradora eléctrica, la mezcla instantánea para pastel y el horno de microondas.

La practicidad fue la versión doméstica de otra idea del siglo XIX, la eficiencia industrial, y su compañera la “organización del trabajo”, que representaron la adaptación del espíritu de la fábrica a la vida doméstica.

Sin importar lo mundana que hoy parezca la practicidad, el gran elemento que ha liberado a la raza humana del trabajo fue un ideal utópico. Al ahorrar tiempo y eliminar las tareas fastidiosas, creó espacio para el ocio y con él llegó la posibilidad de dedicar tiempo al aprendizaje, a los pasatiempos y a cualquier cosa que representara un interés real. La practicidad proporcionó a la población en general el tipo de libertad para ser autodidacta que en determinado momento estuvo disponible únicamente para la aristocracia. De este modo, la practicidad también fue un gran nivelador.

Esta idea (la de la practicidad como liberación) podría ser embriagante. Sus representaciones más estimulantes se encuentran en la ciencia ficción y las figuraciones futuristas de mediados del siglo XX. De publicaciones serias como Popular Mechanics y espectáculos bobos como Los Supersónicos aprendimos que la vida del futuro sería completamente práctica. Los alimentos se prepararían con solo presionar un botón. Las aceras en movimiento eliminarían la molestia de caminar. La ropa podría limpiarse sola o quizá autodestruirse luego de usarla durante un día. Por fin se contemplaba acabar con el esfuerzo de la existencia.

El sueño de la practicidad tiene su fundamento en la pesadilla del trabajo físico. Pero ¿acaso el trabajo físico siempre es una pesadilla? ¿De verdad queremos emanciparnos por completo de esas labores? Quizá nuestra humanidad se expresa a veces en acciones incómodas y búsquedas que requieren tiempo. Quizá es por ello que con cada avance en la practicidad, siempre ha habido quienes se le resisten. Se resisten por terquedad, sí (y porque pueden darse el lujo de hacerlo), pero también porque ven una amenaza en la percepción de su persona, de su sentido de control sobre las cosas que les importan.

Hacia finales de la década de los sesenta comenzó a bullir la primera revolución de la practicidad. La idea de una practicidad total ya no parecía la mayor aspiración de la sociedad. Esta significaba conformidad. La contracultura trataba acerca de la necesidad de las personas de expresarse, de cumplir con su potencial individual, de vivir en paz y armonía con la naturaleza en lugar de buscar constantemente superar sus molestias. Tocar la guitarra no era práctico. Cultivar tus propias hortalizas o arreglar tu propia motocicleta tampoco lo era. No obstante, a todo ello se le dotaba de un valor, o mejor aún, se le veía como un resultado. De nuevo, las personas buscaban la individualidad.

Tal vez era inevitable, entonces, que la segunda ola de tecnologías de la practicidad (el periodo en que vivimos actualmente) se apropiara de este ideal.

Favoreció la individualidad.
Podríamos marcar el inicio de este periodo con el surgimiento del reproductor Walkman de Sony en 1979. Con él podemos ver un cambio sutil, pero fundamental, en la ideología de la practicidad. Si la primera revolución de la practicidad prometía facilitar la vida y el trabajo, la segunda prometía facilitarte ser tú. Las nuevas tecnologías eran catalizadoras de la yoidad y conferían de eficacia a la expresión del ser.

Pensemos en el hombre de principios de la década de los ochenta, caminando por la calle con su Walkman y sus audífonos. Está encerrado en un entorno acústico de su elección. Disfruta, en público, el tipo de expresión de sí mismo que alguna vez experimentó en privado. Una nueva tecnología le facilita demostrar quién es, aunque sea solo para sí. Se pavonea por el mundo y es protagonista de su propia película.

Esta visión es tan seductora que ha llegado a dominar nuestra existencia. La mayoría de las tecnologías poderosas y relevantes creadas durante las últimas décadas proporcionan practicidad en la forma de servicios de personalización e individualidad. Pensemos en la videocasetera, las listas de reproducción, la página de Facebook, la cuenta de Instagram. Este tipo de practicidad ya no trata de ahorrarnos el trabajo físico; de cualquier modo muchos de nosotros ya no nos esforzamos tanto. Se trata de reducir los recursos y esfuerzos mentales necesarios para elegir entre las opciones que expresan nuestro ser. La practicidad es un clic, las compras en un solo lugar, la experiencia ininterrumpida del “Listo para reproducir”. Se aspira a la preferencia personal sin esfuerzo.

Por supuesto, estamos dispuestos a pagar por la practicidad más de lo que a menudo nos percatamos. Durante finales de la década de los noventa, por ejemplo, las tecnologías de distribución de música como Napster hicieron posible compartir música en línea sin costo y mucha gente se aprovechó de ello. Pero aunque sigue siendo sencillo obtener música gratuita, en realidad ya nadie lo hace. ¿Por qué? Porque la introducción de la tienda iTunes en 2003 hizo que comprar música fuera más práctico que descargarla de forma ilegal. Lo práctico derrotó a lo gratuito.

A medida que las tareas se vuelven más sencillas, la creciente expectativa de la practicidad ejerce una presión para que todo lo demás se torne más fácil o quede relegado. La inmediatez nos ha malcriado y nos molestan las tareas que siguen requiriendo los antiguos niveles de tiempo y esfuerzo. Cuando puedes ahorrarte la fila y comprar boletos para un concierto desde tu celular, esperar en la fila para votar es muy fastidioso. Esto es aplicable sobre todo a quienes nunca han tenido que esperar en una fila (lo que explica los bajos índices de jóvenes que acuden a votar).

La verdad paradójica a la que me dirijo es que las tecnologías de individualización de la actualidad son tecnologías de individualización en masa. La personalización puede ser sorprendentemente homogeneizante. Todos, o casi todos, están en Facebook: es la forma más conveniente de mantenerte al día respecto a tus amigos y tu familia, quienes en teoría deben representar lo singular de tu ser y tu vida. Sin embargo, Facebook parece equipararnos a todos. Su formato y sus convenciones nos desproveen de todo excepto las expresiones más superficiales de individualidad, como la fotografía de la playa o la cadena montañosa que elegimos como imagen de fondo.

No busco negar el hecho de que facilitar las cosas sea de utilidad en aspectos relevantes al brindarnos muchas alternativas (de restaurantes, servicios de taxi, enciclopedias de código abierto), cuando solíamos tener muy pocas o ninguna. Pero ser una persona consiste, en parte, en tener opciones y elegir. También consiste en la forma en que enfrentamos los problemas que se nos presentan, superamos desafíos y cumplimos con tareas complicadas (los problemas que contribuyen a determinar quiénes somos). ¿Qué sucede con la experiencia humana cuando se eliminan tantos obstáculos, impedimentos, requisitos y preparativos?

El culto actual a la practicidad no reconoce que la dificultad sea una característica que conforma la experiencia humana. La practicidad es puro destino sin viaje. Pero escalar una montaña es distinto de subir en el carrito hasta la cima, aunque llegues al mismo lugar. Nos estamos convirtiendo en personas a quienes les importan solo, o principalmente, los resultados. Estamos en riesgo de experimentar gran parte de nuestra vida desde los carritos transportadores.

La practicidad debe servir a un propósito mayor que el propio, para que no conduzca a más practicidad.

Una de las consecuencias indeseables de vivir en un mundo donde todo es “fácil” es que la única habilidad relevante es la de ser una persona multitareas. Llevado al extremo, terminamos por no hacer nada en realidad; simplemente organizamos lo que debe hacerse, lo cual es una base poco sólida para una vida.

Necesitamos abrazar inconscientemente la incomodidad… no siempre, pero sí la mayoría de las veces. Hoy, la individualidad se ha reducido a tomar al menos algunas decisiones poco prácticas. Ya no debes batir tu propia mantequilla ni cazar la carne que comerás, pero si deseas ser alguien, no puedes permitir que la practicidad sea el valor que está por encima de los demás. Las dificultades no siempre son un problema. En ocasiones las dificultades son la respuesta a la pregunta “¿Quién soy?”.

Aceptar la falta de practicidad podría sonar raro, pero ya la aceptamos sin pensar en ella como tal. Como si tratáramos de ocultar el problema, buscamos nombrar nuestras elecciones poco prácticas de otras maneras, como pasatiempo, entretenimiento, vocación, pasión. Estas son actividades no fundamentales que ayudan a definirnos. Nos recompensan con el carácter pues involucran un encuentro con una resistencia significativa (con las leyes de la naturaleza, los límites de nuestro cuerpo), como al tallar madera, mezclar ingredientes, arreglar un electrodoméstico descompuesto, escribir en código, contar el tiempo entre un ola y la siguiente o enfrentar el momento en el que las piernas y pulmones de un corredor se rebelan en su contra.

Dichas actividades requieren tiempo, pero también nos lo proporcionan. Nos exponen al riesgo de la frustración y el yerro, pero también nos enseñan algo acerca del mundo y nuestro lugar en él.

Así que reflexionemos acerca de la tiranía de la practicidad, intentemos resistirnos más a menudo a su poder de estupefacción y veamos qué sucede. No debemos olvidar jamás la alegría de hacer algo con lentitud y algo complicado, de tener la satisfacción de no hacer lo que resulta más sencillo. La constelación de las elecciones poco prácticas podría ser todo lo que se encuentra entre nosotros y una vida de total y eficiente conformidad.

PARAMETROS PARA DEFINIR LA EDAD DE LAS PERSONAS


La Organizacion Mundial de la Salud ha declarado que a los 65 años  una persona se considera joven aun.

De acuerdo a la expectativas de vida actuales se han establecido otros parametros para definir la edad de las personas:

0 a 17 años--menor de edad
18 a 65 años--joven
66 a 79 años  -- mediana edad
80 a 99 años -- adulto mayor
+ de 100 años--personas de edad avanzada

ENSEÑAR A LOS NIÑOS A DISCUTIR ES MÁS IMPORTANTE QUE NUNCA.

Para que nuestra sociedad se mantenga libre y abierta, deben aprender el valor de una discrepancia abierta, así que dejemos de decirles que si no están de acuerdo con alguien es de buena educación quedarse callados.

Cuando Wilbur y Orville Wright finalizaron su vuelo en el Kitty Hawk, los estadounidenses celebraron su lazo fraterno. Los hermanos crecieron jugando juntos, aparecieron en los periódicos y construyeron juntos un avión. Incluso decían que “pensaban juntos”.

Así son nuestras imágenes de la creatividad: llenas de paz y armonía. Creemos que la innovación es algo mágico que sucede cuando las personas encuentran la sincronía. Las melodías de Rodgers se mezclan con las letras de Hammerstein. Por eso, una de las normas sagradas de la lluvia de ideas es “guardarse las críticas”. El objetivo es que las personas construyan a partir de las ideas de los demás, no que las desechen. Pero así no ocurre la creatividad.

Cuando los hermanos Wright hablaban de que pensaban juntos, lo que en realidad querían decir era que discutían juntos. Una de sus decisiones fundamentales consistió en el diseño de una hélice para su avión. Riñeron durante semanas, a menudo gritándose durante horas.

 “Luego de largas discusiones a menudo nos descubrimos en la posición ridícula de estar convencidos de lo que el otro pensaba”, reflexionaba Orville, “sin que hubiera un consenso, como cuando habíamos comenzado”. Solo hasta que ya habían diezmado los argumentos del otro se daban cuenta de que ambos estaban equivocados. No necesitaban una hélice sino dos, que pudieran girar en direcciones opuestas para generar una especie de ala rotativa. “No creo que se hayan molestado de verdad”, se maravilló su mecánico, “pero sí que la discusión fue bastante acalorada”.

La habilidad de acalorarse sin molestarse (tener una discusión que no se vuelva personal) es crucial para la vida. Pero es una habilidad que pocos padres enseñan a sus hijos. Deseamos darles un hogar estable, así que evitamos que los hermanos peleen y los adultos discutimos a puerta cerrada. Pero, si los niños no están expuestos jamás a las discrepancias, terminaremos limitando su creatividad.

Hemos aprendido que el pensamiento grupal es un problema desde hace tiempo: hemos presenciado guerras funestas que se desatan cuando se acallan las voces inconformes. Pero enseñar a los niños a discutir es más importante que nunca. Hoy vivimos en una época en la que en los campus universitarios se silencian voces que podrían ser ofensivas, una época en la que la política se ha vuelto un tema intocable en muchos círculos, aún más incómodo que los temas religiosos o raciales. Debemos ser más inteligentes: nuestro sistema legal se basa en la idea de que las discusiones son necesarias para la impartición de justicia. Para que nuestra sociedad se mantenga libre y abierta, los niños deben aprender el valor de una discrepancia abierta.

A menudo sucede que los adultos que son muy creativos crecieron en familias donde había mucha tensión. No peleas con puños e insultos, sino con discordancias verdaderas. Cuando se les pidió a adultos de 30 años que escribieran historias imaginarias, las más creativas pertenecían a aquellos cuyos padres habían tenido más conflictos un cuarto de siglo antes. Sus padres tenían visiones opuestas acerca de cómo criar a los hijos. Tenían valores, actitudes e intereses distintos. Y cuando arquitectos y científicos sumamente creativos eran comparados con sus colegas de habilidades técnicas similares, los innovadores eran aquellos en cuyas familias hubo más fricciones. Tal como lo describió el psicólogo Robert Albert: “La persona que será creativa proviene de una familia que es cualquier cosa menos armoniosa, una familia que se ‘tambalea’”.

Wilbur y Orville Wright provenían de una familia tambaleante. Su padre, que era predicador, nunca se topó con una lucha moral que no estuviera dispuesto a tener. Lo vieron chocar contra las autoridades escolares, a quienes no les agradaba mucho la decisión de dejar que sus hijos perdieran medio día de clases de vez en cuando para ser autodidactas. Su padre creía tanto en aceptar las discusiones que, a pesar de ser obispo en la iglesia local, tenía en su biblioteca una gran cantidad de libros escritos por ateos… y animaba a sus hijos a leerlos.

Si en contadas ocasiones presenciamos una disputa, aprendemos a alejarnos de la amenaza de conflicto. Presenciar discusiones y participar en ellas nos vuelve más resistentes. Desarrollamos la voluntad de pelear batallas a contracorriente y nos da la habilidad de ganarlas, así como la resiliencia de perder una batalla hoy sin perder nuestra determinación a futuro. Para los hermanos Wright, las discusiones eran el pan de cada día y una batalla feroz era digna de saborearse. El conflicto era algo que había que aceptar y resolver. “Me gusta pelear con Orv”, decía Wilbur.

Pero los hermanos Wright no estaban solos. Los Beatles peleaban por los instrumentos, las letras y las melodías. Elizabeth Cady Stanton y Susan B. Anthony discutían acerca de la forma correcta de ganarse el derecho al voto. Steve Jobs y Steve Wozniak discutieron sin cesar mientras diseñaban la primera computadora Apple. Ninguno de estos individuos tuvo éxito a pesar del drama, sino que prosperaron gracias a eso. Los grupos de lluvias de ideas generan un 16 por ciento más de ideas cuando se alienta a sus miembros a criticarse entre sí. Las ideas más creativas en las compañías chinas de tecnología y las mejores decisiones en los hospitales estadounidenses provienen de equipos que ya han pasado por verdaderas discusiones. Los laboratorios innovadores en microbiología no están llenos de colaboradores entusiastas que se animan entre sí, sino de científicos escépticos que desafían las interpretaciones de los demás.


Si nadie discutiera jamás, muy probablemente no renunciaríamos a viejas formas de hacer las cosas, y ni hablar de intentar probar nuevas. Los desacuerdos son el antídoto para el pensamiento grupal. Cuando estamos fuera de sincronía estamos en nuestro punto más imaginativo. No hay mejor momento que la niñez para aprender a repartir palo y a recibirlos.

Mientras crecía, Samuel Johnson veía que sus padres discutían con frecuencia. Él describió a su familia como “un pequeño reino dividido por facciones y expuesto a revoluciones”. Después escribió uno de los más importantes diccionarios de la historia, que tuvo un impacto duradero en la lengua inglesa y que no fue sustituido sino hasta la llegada del Oxford English Dictionary, más de un siglo después. ¿Quién habría estado más motivado y calificado para limpiar un idioma desastroso que alguien cuyo hogar era exactamente igual de desastroso?

Los niños necesitan aprender el valor de los desacuerdos reflexivos. Tristemente, muchos padres les enseñan a sus hijos que si no están de acuerdo con alguien es de buena educación quedarse callado. Tonterías. ¿Y si enseñáramos a los niños que quedarse callado es de mala educación? Es una falta de respeto hacia la capacidad de la otra persona de tener una discusión civilizada, y también hacia el valor de la opinión y la voz propia. Es una muestra de respeto preocuparnos tanto por la opinión de alguien como para estar dispuestos a rebatirla.

También podemos ayudar teniendo discusiones abiertas frente a los niños. Muchos padres ocultan sus conflictos: quieren presentar un frente unido y no quieren que los niños se preocupen. Pero cuando los padres están en desacuerdo, los niños aprenden a pensar solos. Descubren que ninguna autoridad monopoliza la verdad. Se vuelven más tolerantes ante la ambigüedad. En lugar de conformarse con las opiniones de otros, confían en su propio juicio.

Al parecer, la frecuencia con la que los padres discuten no es importante, sino cómo manejan las discusiones cuando se presentan. Según Albert, el psicólogo, la creatividad tiende a florecer en las familias que presentan “tensión y seguridad”. En un estudio reciente realizado en niños de 5 a 7 años, aquellos cuyos padres discutían de forma constructiva se sentían mucho más seguros. Durante los siguientes tres años, aquellos niños mostraron mayor empatía y preocupación hacia los demás. Eran más amistosos y comedidos con sus compañeros de clase.

En lugar de tratar de evitar las peleas, deberíamos poner como ejemplo conflictos amables y enseñar a los niños cómo estar en desacuerdo sanamente. Podemos comenzar con cuatro reglas:

• Hazlo ver como un debate y no como un conflicto.
• Argumenta como si estuvieras en lo correcto, pero escucha como si estuvieras equivocado.
• Interpreta con todo respeto la perspectiva de la otra persona.
• Reconoce los puntos en los que coincides con tus críticos y lo que has aprendido de ellos.

Los buenos argumentos se tambalean: un equipo o familia podría mecerse de un lado a otro pero nunca se caerá. Si los niños no aprenden a tambalearse, jamás aprenderán a caminar: terminarán quedándose quietos.

Seguir en Facebook

TuMesaDeDinero

https://support.google.com/adsense/answer/6185995

Anuncios