LOS PAÍSES A DONDE MÁS HAN LLEGADO VENEZOLANOS


Colombia es el país que más recibe a ciudadanos del vecino país, seguido de Panamá y España.
  
Venezuela
Según la publicación, desde 2013 a Colombia han llegado miles de venezolanos. Más de 60.000 lo han hecho de forma ilegal, mientras que unos 40.000 han realizado sus trámites y papeleos para ingresar al país legalmente.

Salarios
Panamá es el segundo país en el listado. Aproximadamente unos 79.000 venezolanos han ingresado a este país. La mayoría lo ha hecho de manera legal, solicitando la doble nacionalidad.

Madrid, España
A España también han ido llegando varios venezolanos. 'Forbes' menciona que, de manera legal, han ingresado más de 73.700 ciudadanos.

New York
Estados Unidos no se queda por fuera. Casi 30.000 ciudadanos venezolanos se encuentran en este momento solicitando la residencia para poder vivir allí.

Buenos Aires
En Argentina la petición de residencias por parte de los venezolanos asciende a más de 27.000.

Rio de Janeiro
En Brasil, donde se estima que hay más de 12.000 venezolanos, se está trabajando en el proyecto de la doble nacionalidad para estos ciudadanos.

Lima
En Perú, por su parte, más de 11.500 personas procedentes de Venezuela buscan la residencia para trabajar y establecerse en este país.

Plaza de la Independencia en Montevideo, Uruguay
Uruguay también ha ido recibiendo a miles de venezolanos (más de 6.000 en total)

PRODUCCIÓN INDUSTRIAL Y VENTAS CAYERON AL CIERRE DE 2017


Bebidas y confecciones, los sectores industriales más afectados el año pasado.

En ventas del comercio al por menor, la desaceleración del sector automotor tuvo un fuerte impacto.

El Dane terminó por confirmar lo que muchos empresarios y analistas anticipaban desde comienzos de este año: que 2017 fue muy regular para la industria manufacturera y las ventas de comercio al por menor. De acuerdo con la entidad de estadísticas, el año pasado la producción real de la industria manufacturera cayó 0,6 por ciento, mientras que sus ventas disminuyeron 0,4 por ciento y el personal ocupado descendió 0,9 por ciento.

Por el lado del comercio al por menor los resultados no fueron mejores. El Dane informó que en todo 2017 las ventas del comercio minorista cayeron 0,9 por ciento frente a un crecimiento de 16 por ciento que habían registrado en 2016, en tanto que el personal ocupado en este sector apenas aumentó 1,8 por ciento, cuando un año atrás había crecido 3 por ciento.

En materia de producción industrial, de las 39 actividades que analiza el Dane, tan solo 13 reportaron durante el año pasado variaciones positivas. Las mayores caídas se presentaron en sectores como confección de prendas de vestir, con -8,6 por ciento y bebidas, con -4,5 por ciento. En el caso de las prendas de vestir, se registraron menores ventas por la fuerte competencia de productos asiáticos y el incremento en los precios de las materias primas. En el caso de las bebidas, el clima no ayudó y el fuerte régimen de lluvias durante el primer semestre del año pasado hizo que disminuyeran las ventas tanto de bebidas alcohólicas como de bebidas no alcohólicas.

De los 13 sectores manufactureros con resultados positivos se destacan los de coquización, refinación de petróleo y mezcla de combustibles, con una variación de 4,9 por ciento así como los de fabricación de sustancias químicas básicas y sus productos, que aumentaron 5,1 por ciento y los de fabricación de papel, cartón y sus productos crecieron 4,4 por ciento.

Solo en el mes de diciembre la producción real de la industria manufacturera cayó 0,8 por ciento, mientras que las ventas y el personal ocupado decrecieron 0,2 y 1,5 por ciento respectivamente.

Ventas no despegan
Tampoco el sector de comercio minorista tuvo un buen resultado al cierre de 2017, pues las ventas cayeron 0,9 por ciento en el año completo pero el golpe más fuerte se sintió en diciembre, cuando retrocedieron 3,8 por ciento.

Los sectores más afectados con la caída en las ventas del comercio al por menor fue el grupo de vehículos, motos, autopartes y los insumos para este sector. De acuerdo con el Dane, el hecho de que el parámetro de comparación fuera un año 2016 en el que hubo Feria del Automóvil –que se realiza cada dos años– que dinamiza mucho el mercado, hizo que resaltara más la caída en las ventas de este sector.

Pero no todos tuvieron un comportamiento negativo, pues algunos productos como alimentos y bebidas no alcohólicas mostraron crecimientos importantes, atribuidos por el Dane a las mayores campañas promocionales y la apertura de nuevos establecimientos. También aumentaron las ventas de electrodomésticos, muebles para el hogar y equipo de informática y telecomunicaciones.

En cuanto a la venta de grandes superficies e hipermercados, la entidad informó que el año pasado registraron ventas nominales por 52,4 billones de pesos, que representan un crecimiento de 4,2 por ciento, y el personal ocupado tuvo una variación cercana al 2,8 por ciento, al emplear alrededor de 180.259 personas.

POR QUÉ TANTOS EMPLEADOS EN EE.UU. ESTÁN ATRAPADOS EN SUS EMPLEOS


Muchos trabajadores en EE.UU. siguen en sus empleos porque no tienen opción de irse, debido a los contratos que firmaron.

Una cláusula que pocos conocen pero que es permitida por la ley laboral en la mayoría de los estados de Estados Unidos está haciendo que muchos empleados en ese país se sientan como rehenes en sus trabajos.

Claire Bolderson y Rosamund Jones estuvieron investigando en Boston, Massachusetts los efectos que está teniendo esta poco conocida pero muy controvertida legislación.

Se trata de un " acuerdo de no competencia ": una cláusula que forma parte de muchos contratos laborales y que estipula que el empleado no podrá trabajar para una empresa competidora o establecerse por su cuenta en el mismo rubro, si deja la firma que lo está contratando.

La cláusula suele durar hasta un año después de que el trabajador dejó su puesto pero en algunos casos dura más.

Cerca del 40% de los estadounidenses ha firmado un acuerdo de no competencia en algún momento de su vida profesional, según el abogado laboral Russell Beck, experto en ese tipo de contratos.

"Históricamente solo los ejecutivos tenían que firmarlos pero hoy en día se usan en todos los niveles de empleo", afirmó Beck.

El letrado también señaló que cada vez más empresas están demandando a sus exempleados para hacer valer estas cláusulas.

Atrapados
La amenaza de ser llevado a juicio -algo que conlleva un costo enorme en EE.UU.- hace que muchos empleados se queden en sus puestos, por miedo.

Quienes firmaron estos acuerdos y quieren dejar su empleo deben buscar un trabajo muy diferente al que tenían o vivir de sus ahorros por un año para evitar las posibles demandas.

En muchos casos ni siquiera sirve mudarse: algunas de las cláusulas -en especial las de multinacionales basadas en EE.UU.- restringen al trabajador a nivel mundial.

Y las limitaciones aplican incluso si la persona fue despedid a de su trabajo.

Eso le ocurrió a Brian Connolly, quien cuenta que ha tenido que firmar estos acuerdos de no competencia en todos los trabajos para que ha tenido en su vida, desde 1984 en adelante.

Connolly trabaja en la industria de alta tecnología, donde estas cláusulas son comunes. Y padeció los efectos de la legislación cuando su empresa lo despidió en medio de la crisis financiera global de 2009.

"Recibí un llamado de un excolega que me ofreció trabajar en su empresa, del mismo rubro que la mía, pero consulté con una abogada y me dijo que no era una buena idea, debido al acuerdo de no competencia", relata.

Tuvo que aceptar trabajo en algo diferente, lo que le implicó una pérdida de ingresos que él estima en cerca de US$300.000.

Mal negocio
Según el experto en Recursos Humanos Dan Foley, quien también ha padecido los efectos de un acuerdo de no competencia, estos contratos son malos para los negocios.

"Si tienes empleados que quieren dejar tu empresa no te hace ningún favor mantenerlos por virtud de una cláusula. ¿Nunca escuchaste la expresión: ' renunciar y quedarse '?".

"Son personas que se quieren ir y no están comprometidas con su organización", asegura.

Si bien la justicia muchas veces falla a favor del empleado, si considera que un acuerdo de no competencia es injusto o abusivo, el riesgo que toma un trabajador al desafiar ese cláusula es enorme.

Incluso si gana, esa persona deberá pagar enormes costos legales .

Según el profesor Matt Marx de la Escuela de Negocios de la Universidad de Boston muchas empresas se aprovechan de esta presión psicológica para retener a sus empleados.

"Es un recurso muy barato. Solo tienen que agregar un párrafo a tu contrato de trabajo prohibiéndote que trabajes para la competencia, algo que no les cuesta nada, y quizás nunca tengan que gastar un centavo en costos legales para obligarte a que te quedes".

Poder de negociación
Algunos estudios han mostrado que estas cláusulas no solo limitan la movilidad laboral sino también el poder de negociación de los empleados.

La mayoría de los empleados se entera de que tiene que firmar un acuerdo de no competencia después de que aceptó el puesto.

Una encuesta realizada por el profesor Marx reveló que la mayoría de los empleados se enteró de que tenía que firmar este acuerdo cuando ya había acordado tomar el trabajo y había declinado otras ofertas.

"Se les pide que lo firmen una vez que han perdido su poder de negociación ", destaca el docente.

Esta es una de las cosas que está tratando de cambiar un proyecto de ley en Massachusetts, uno de varios estados que han propuesto reformar estos acuerdos.

El proyecto propone, entre otras cosas, obligar a las empresas a informar sobre estas cláusulas en su oferta laboral y acortar su duración.

Sin embargo, el intento de reforma ya lleva ocho años y aún no ha sido aprobado.

Para entender por qué, sirve analizar la otra cara de la moneda: ¿por qué tantas empresas -en un país que se enorgullece de su libertad de mercado e incluso del individuo- utilizan estos convenios?

Protección
John Hazen maneja una empresa de papel que lleva su apellido y fue fundada por su abuelo en 1925.

Explicó por qué sintió la necesidad de usar estos contratos restrictivos cuando decidió reconvertir y modernizar su negocio tras la última crisis financiera.

La empresa de Hazen, como muchas otras, sufrió durante la última crisis financiera pero él decidió invertir y reconvertir su negocio.
"Tuvimos que reinventarnos e hicimos una inversión gigante. Hay que recordar que esto era 2009 y el mundo se caía a pedazos. Pero fuimos para adelante y creamos muchos puestos de trabajo nuevos", recuerda.

Fue en ese contexto que por primera vez la empresa le pidió a algunos de sus empleados que firmaran acuerdos de no competencia para proteger la propiedad intelectual de la compañía, que era el corazón de esta nueva inversión.

"Fue un factor importante a la hora de decidir hacer la inversión, porque hablábamos de mucho capital y lo que estaba en peligro no solo era la empresa sino el sustento de los empleados", dice Hazen.

Solo el 5% de los empleados debieron firmar estas cláusulas y hoy a los nuevos trabajadores de Hazen ya no se les pide que los firmen. Sin embargo, hay otras empresas con estrategias más agresivas.

Medida preventiva
Una de ellas es el laboratorio Indigo, que recolecta microbios de plantas para ver cuáles brindarán la mejor cosecha.

El trabajo de Indigo tiene un fuerte potencial comercial y la empresa le ha pedido a todos sus cerca de 200 empleados -incluida la recepcionista- que firmen acuerdos de no competencia.

"Tenemos que mantener nuestra ventaja competitiva y una forma de hacerlo, además de tener los mejores productos, es proteger nuestra propiedad intelectual a través de estos acuerdos", señala el principal abogado de la firma, Paul Dacier.

Dacier considera que incluso los empleados administrativos deben firmar estos acuerdos porque todos tienen acceso a "información secreta", por tratarse de una compañía chica.

Pero ¿por qué no usar las patentes y otras medidas de protección comercial para garantizar que la propiedad intelectual no sea plagiada?.

"El problema de esas medidas es que no sabes hasta que es demasiado tarde si alguien se ha apropiado de tus secretos comerciales. Quizás para cuando me entero -sí me entero- el daño ya esté hecho", afirma el letrado.

Dacier cree que estas cláusulas en realidad defienden al empleado porque al proteger información clave de la empresa, también protegen la continuidad de los puestos de trabajo.

"Si una persona quiere trabajar para una empresa competidora no hay problema pero tendrá que esperar. Si no ha tomado los recaudos económicos necesarios para protegerse, ese no es mi problema", sentencia.

Otra visión
No todos los empleadores creen que deben utilizar estos acuerdos para protegerse.

Jules Pieri, cofundadora de la empresa de marketing online The Grommet, que se creó en 2008 y ahora emplea a unas 80 personas, no cree que sean una buena herramienta.

"Cuando creé la empresa pensé qué decía de mí, como líder, que obligara a mis empleados a firmar algo que más o menos decía que tenían que ser sirvientes de la empresa , y no le vi el sentido", cuenta.

A Pieri le sorprende la cantidad de empresas supuestamente "modernas y con onda" que los usan, aunque reconoce que no tenerlos sí supone cierto riesgo.

Pero ella prefiere la táctica de la zanahoria más que la del palo.

Pieri prefiere asegurarse de que sus empleados están felices, más que retenerlos con acuerdos.
"Yo trato a mis empleados como alguien que sabe que podrían estar en otro lado y por ende hace todo lo posible porque quieran estar acá . Es sencillo", afirma.

Empresas emergentes
Dan Foley, el experto en Recursos Humanos, advierte que los acuerdos de no competencia también pueden ser malos para fomentar la creación de nuevos emprendimientos.

" Las startups sufren porque no pueden contratar a todas las personas que quisieran", destaca.

Foley también señala que "la mayoría de los emprendedores abren nuevos negocios en industrias que le son conocidas y muchas veces vienen de trabajar en las grandes empresas. Todos ellos saben que pueden ser demandados por esas organizaciones más grandes, que tienen mucho dinero, lo cual es inquietante".

Más allá de los motivos genuinos que tienen algunas empresas para usar estos acuerdos, lo cierto es que no son esenciales para asegurar el crecimiento económico.

Prueba de ello es que algunos estados -como California, hogar del Sillicon Valley y uno de los estados más ricos de EE.UU.- no los utilizan .

No obstante, a nivel país, estas cláusulas seguirán siendo una realidad para los empleados en la mayoría de los estados.

A pesar de algunos cambios menores y de propuestas de reforma más profundas, como la de Massachusetts, está claro que muchos prefieren el stato quo.

TRUMP QUIERE HACER QUE ESTADOS UNIDOS SEA BLANCO DE NUEVO

La Casa Blanca está trabajando con firmeza para hacer que Estados Unidos vuelva a ser blanco y los demócratas tienen demasiado miedo de decir esa verdad.

El ritmo agresivo de deportaciones de inmigrantes de color, la eliminación del programa DACA —que protege a niños y jóvenes inmigrantes— y las propuestas promovidas por las voces antiinmigrantes en el gobierno tendrán el innegable efecto de retardar la rápida diversificación racial de la población de Estados Unidos.

A pesar de este esfuerzo radical de ingeniería social racial, los círculos progresistas y demócratas no han respondido con la indignación que se podría esperar.

Las preferencias problancas de Donald Trump y su gobierno, en especial cuando se trata de inmigración, son innumerables. Desde el día en que lanzó su campaña presidencial en 2015 satanizando a los mexicanos hasta el entusiasmo generado por la promesa de construir un muro a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos y pasando por el agresivo ritmo de deportaciones de inmigrantes de color hasta revocar DACA y denigrar vulgarmente a las naciones africanas y a Haití, su presidencia ha sido muy clara sobre su predilección por las personas blancas.

No debería sorprender, entonces, que las políticas de inmigración promovidas por la Casa Blanca tengan el efecto de reducir el número de personas de color que ingresan al país. Un análisis reciente de The Washington Post descubrió que las propuestas del gobierno de Estados Unidos para reducir la inmigración legal, al limitar la reunificación familiar, retrasarían brevemente la fecha en que los blancos se conviertan en una minoría. “Al disminuir drásticamente la cantidad de inmigrantes hispanos y de africanos negros que ingresan a Estados Unidos, este plan rediseñaría el futuro del país”, dijo el economista Michael Clemens.

 “Décadas más tarde”, agregó, “muchos menos de nosotros seríamos no blancos o tendríamos personas no blancas en nuestras familias”.

El enfoque del gobierno de Trump no es aleatorio. Tampoco es ilógico, si el objetivo es maximizar la influencia de los blancos. Desde la aprobación de la Ley de Inmigración y Nacionalidad de 1952 y sus enmiendas en 1965, la composición cromática de la población del país ha experimentado una transformación fundamental. En 1965, la gente de color solía representar el 12 por ciento de la población de Estados Unidos. En las últimas décadas, ese porcentaje ha aumentado en más del triple, hasta el punto en que las personas no blancas son casi el 39 por ciento de los residentes de Estados Unidos (no es accidental que el primer presidente afroestadounidense del país haya sido elegido en el momento en el que fue elegido). El gabinete de Trump ha entendido que las leyes específicas que busca eliminar han jugado un papel importante en esa revolución demográfica.

A pesar de lo desagradable que es para mucha gente la defensa abierta de las políticas públicas que favorecen a los blancos, la verdad es que las leyes de inmigración han estado entre las piedras angulares más duraderas y mejor defendidas del gobierno de Estados Unidos.

La primera legislación aprobada sobre la inmigración en Estados Unidos, la Ley de Naturalización de 1790, declaró que para convertirse en ciudadano había que ser una “persona blanca libre”. Esa fue la ley establecida del país durante los siguientes 162 años, hasta 1952.

Todavía durante el siglo XX la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos tuvo casos que sostenían explícitamente que los inmigrantes asiáticos no podían ser ciudadanos porque no eran blancos. Incluso después de 1952, el efecto práctico de la política de inmigración continuó promoviendo a los blancos por encima de otros, por medio de mecanismos como el Triángulo de Asia y el Pacífico, que estableció un sistema de cuotas para restringir la inmigración desde los países asiáticos.

Probablemente, a la mayoría de las personas les gustaría creer que la era del apoyo público a las políticas de supremacía blanca ha terminado, pero gracias a la timidez y reticencia retórica de los líderes progresistas y demócratas no lo parecería. Cuando los demócratas tuvieron la influencia necesaria como para exigir una votación sobre la protección para los dreamers, renunciaron a ella porque temían las consecuencias electorales de ser percibidos como los defensores de los derechos de los inmigrantes. Su estimación fue que los electores blancos en estados indecisos tomarían represalias contra los candidatos demócratas, lo que pondría en peligro las posibilidades de recuperar el congreso.

Dejando a un lado la moralidad, los cálculos electorales de los demócratas son erróneos en dos aspectos cruciales. En primer lugar, subestiman la capacidad de los blancos para superar el racismo y defender la justicia y la igualdad. La campaña electoral de Trump apeló de manera muy poco velada a la ansiedad racial y al descontento de los blancos en Estados Unidos.

Distintos estudios confirmaron que la ansiedad racial, a veces descrita como “incomodidad cultural”, fue el factor determinante para muchos de los partidarios de Trump. Y, sin embargo, el hecho de que Trump necesite hablar en clave muestra que todavía existen límites a las declaraciones raciales explícitas. En las elecciones de 2017, el aumento del apoyo entre los electores blancos para Ralph Northam, candidato a gobernador de Virginia, y la candidatura al senado de Doug Jones en Alabama demostraron que reafirmar el racismo también enajena a los blancos.

El segundo error de cálculo de los demócratas es que pasan por alto el potencial político y el poder del creciente número de electores no blancos en Estados Unidos. Los demócratas necesitan ganar dos escaños que están en manos de los republicanos para cambiar el control del Senado de Estados Unidos y, según los resultados de las elecciones de 2016, los dos más probables están en Arizona y Nevada. En ambos estados, los electores latinos tienen el equilibrio del poder. Hillary Clinton perdió Arizona por alrededor de 91.000 votos, y hubo más de 600.000 latinos que tenían derecho al voto, pero no votaron en 2016. Los demócratas ganaron Nevada en las últimas tres elecciones presidenciales, por lo que sería fundamental atraer a esos electores en las encuestas para las próximas elecciones. El margen para garantizar la victoria en Nevada puede venir de los 150.000 latinos que pueden votar, pero que no ejercen su derecho; el senador republicano actual ganó sus últimas elecciones por menos de 12.000 votos.

Sin embargo, para entusiasmar a los electores que necesitan, los demócratas deben librar públicamente la batalla en los pasillos del congreso y, al mismo tiempo, gritar desde lo alto su solidaridad con los sectores de la población que van en aumento. Pero muchos tienen tanto temor de alarmar a los votantes conservadores y blancos que se limitan a susurrar declaraciones de lealtad y amor en privado, y quizás un día lejano lo hagan en público.

La realidad es que a Trump se le ha hecho demasiado tarde. Sus intentos de hacer que Estados Unidos sea más blanco están condenados al fracaso porque la revolución demográfica ya es irreversible. La fuerza impulsora de la diversidad en Estados Unidos ya no es la inmigración, sino las tasas de natalidad y mortalidad. La mayoría de los bebés que nacen son de color y la mayoría de las personas que mueren son blancas. Los blancos ya son una minoría entre todos los niños menores de 5 años, de modo que si toda la inmigración cesa mañana, el país está inexorablemente en el camino hacia una nueva realidad multirracial.

Quizás la comprensión básica de las matemáticas pueda inspirar a los demócratas a comportarse con valentía y con la confianza de que resistirse a las políticas problancas de Trump no solo es moralmente correcto, sino que también los sitúa directamente en el lado correcto de la historia.

GRAN TRANCÓN EN CHINA


MÁS DE 10.000 CARROS COMPLETARON MAS DE OCHO DÍAS EN UN ATASCO

El regreso de las vacaciones con ocasión del año nuevo en el gigante asiático se volvió un trauma para millones de personas.

En esta temporada, miles de orientales acuden a zonas rurales para celebrar la festividad.

Sin embargo, tras varios días de alegría y recreación, el regreso se convierte una tortura.

Son múltiples las carreteras que reportan los grandes atascos. En esta ocasión el camino que conecta la Isla de Hainan, al sur de China, con las ciudades más importantes, quebró el récord con uno de los embotellamientos más grandes de la historia.

Todo gracias a que la densa niebla, que se da durante esta época, dificulta el funcionamiento de un ferry que conecta la isla con las principales vías del país.

Son varios los antecedentes de gigantescos trancones en China siendo el de 2010 el más largo de la historia. Dicho embotellamiento en la autopista que une el Tibet y Pekín, duró 10 días y se extendió por más de 120 km.

¿QUÉ DIFERENCIA A RUSIA DE ESTADOS UNIDOS SI SE TRATA DE INTERVENCIONES ELECTORALES?


En Italia fueron sacos de dinero entregados en un hotel de Roma para los candidatos favorecidos. En Nicaragua se trató de historias escandalosas filtradas a diarios extranjeros para hacer cambiar el rumbo de una elección. En Serbia, millones de panfletos, carteles y calcomanías fueron impresos para intentar derrotar a un presidente que buscaba la reelección.

¿Estamos hablando de las herramientas con las que el gobierno de Vladimir Putin ha interferido en otros países? No, esos ejemplos son solo una pequeña muestra de la historia de las intervenciones estadounidenses en elecciones extranjeras.

El 13 de febrero, los directores estadounidenses de inteligencia advirtieron al Comité de Inteligencia del Senado de Estados Unidos que Rusia parece estar preparándose para repetir las mismas artimañas que desató en 2016 ahora que se aproximan las elecciones de mitad de periodo de 2018: ciberatacar, filtrar, manipular las redes sociales y quizá otras. Días después, Robert Mueller, el fiscal especial, anunció imputaciones contra trece rusos y tres empresas, dirigidas por un empresario con vínculos cercanos al Kremlin, lo que expuso en gran detalle un plan de tres años para utilizar las redes sociales con el fin de atacar a Hillary Clinton, apoyar a Donald Trump y sembrar discordia.

La mayoría de los estadounidenses están comprensiblemente impactados por lo que consideran un ataque sin precedentes contra nuestro sistema político. Sin embargo, los veteranos de inteligencia y académicos que han estudiado las operaciones encubiertas tienen una opinión distinta y bastante reveladora.

“Si le preguntas a un oficial de inteligencia si los rusos rompen las reglas o hacen algo extraño, la respuesta es no, para nada”, dijo Steven L. Hall, que se retiró en 2015 después de pasar treinta años en la CIA, donde fue el director de operaciones rusas. En la historia, dijo, Estados Unidos “por supuesto” ha llevado a cabo ese tipo de operaciones para influenciar elecciones, “y espero que sigamos haciéndolo”.

Loch K. Johnson es el decano entre los académicos estadounidenses en materia de inteligencia y quien comenzó su carrera en la década de los setenta al investigar a la CIA como miembro del personal del Comité Church del Senado (formalmente conocido como el Comité Selecto del Senado de Estados Unidos para el Estudio de las Operaciones Gubernamentales Respecto a las Actividades de Inteligencia). Johnson dice que la operación rusa de 2016 simplemente fue la versión cibernética de los procedimientos efectuados por Estados Unidos a lo largo de décadas en ocasiones en que los funcionarios estadounidenses estaban preocupados por una elección extranjera.

“Hemos hecho ese tipo de cosas desde que se creó la CIA en 1947”, dijo Johnson, ahora profesor en la Universidad de Georgia. “Hemos utilizado carteles, panfletos, información enviada por correo, pancartas… de todo. Hemos plantado información falsa en diarios extranjeros. Hemos utilizado lo que en el Reino Unido llaman ‘la caballería del rey Jorge’: portafolios llenos de efectivo”.

El alejamiento de Estados Unidos de los ideales democráticos a veces fue mucho más allá. La CIA ayudó a derrocar a líderes electos en Irán y en Guatemala en la década de los cincuenta y respaldó golpes de Estado violentos en varios otros países en los sesenta. Planeó asesinatos y apoyó brutales gobiernos anticomunistas en América Latina, África y Asia.

Sin embargo, tanto Hall como Johnson argumentaron que, en décadas recientes, las interferencias rusas y estadounidenses en elecciones no han sido de una equivalencia moral. A decir de ellos, las intervenciones estadounidenses generalmente han tenido como propósito promover la democracia o ayudar a que candidatos no autoritarios desafíen a dictadores. Mientras que Rusia, dijeron, ha intervenido más a menudo para perturbar la democracia o promover gobiernos autoritarios.

Equipararlos, según Hall, “es como decir que los policías y los delincuentes son lo mismo porque ambos tienen armas: el motivo importa”.

Esta historia más amplia de intromisiones electorales no ha estado presente en buena medida en la avalancha de informes acerca de la intervención rusa y la investigación acerca de si la campaña de Trump estuvo involucrada. Es un recordatorio de que la campaña rusa en 2016 fue fundamentalmente de espionaje tradicional, aunque utilizaran nuevas tecnologías. Además, arroja luz sobre las corrientes más grandes de la historia que impulsaron las intervenciones electorales estadounidenses durante la Guerra Fría y motivaron las acciones actuales de Rusia.

“Hemos utilizado carteles, panfletos, información enviada por correo, pancartas… de todo”.

Dom H. Levin, académico de la Universidad Carnegie Mellon, se ha sumido en los registros históricos de operaciones de influencia tanto encubiertas como manifiestas. Encontró 81 por parte de Estados Unidos y 36 por parte de la Unión Soviética o Rusia entre 1946 y 2000, aunque el conteo ruso sin duda está incompleto.

“No estoy justificando de ninguna manera lo que hicieron los rusos en 2016”, dijo Levin. “Estuvo muy mal que Vladimir Putin interviniera de esa manera. Dicho eso, los métodos que utilizaron en esta elección simplemente fueron la versión digital de los métodos que han utilizado tanto Estados Unidos como Rusia durante décadas: penetrar en la sede de los partidos, reclutar secretarios, poner informantes dentro de un partido y dar información, o desinformación, a los diarios”.

Sus hallazgos enfatizan cómo la intervención electoral por parte de Estados Unidos —a veces encubierta y a veces bastante manifiesta— ha sido rutinaria.

El precedente se estableció en Italia con la asistencia a los candidatos no comunistas de finales de los cuarenta hasta los sesenta. “Teníamos sacos de dinero que les entregábamos a políticos selectos para solventar sus gastos”, dijo F. Mark Wyatt, un exfuncionario de la CIA, en una entrevista de 1996.

La propaganda encubierta también ha sido un elemento fundamental. Richard M. Bissell Jr., que encabezó las operaciones de la agencia a finales de los cincuenta y principios de los sesenta, escribió casi de pasada en su autobiografía acerca de “ejercer control sobre un diario o una estación televisiva o asegurar el resultado deseado de una elección”. Un informe desclasificado acerca del trabajo de la CIA en la elección de 1964 en Chile presume sobre el “arduo trabajo” que la agencia realizó al proporcionar “grandes sumas” a su candidato predilecto y a la hora de presentarlo como un “estadista sabio, sincero y noble” mientras pintaba a su rival de izquierda, Salvador Allende, como “un conspirador calculador”.

Los funcionarios de la CIA le dijeron a Loch Johnson a finales de la década de los ochenta que al día había entre setenta y ochenta “inserciones” de información en los medios noticiosos extranjeros; la mayoría era información verídica pero en ocasiones era falsa. En la elección de Nicaragua en 1990, la CIA plantó historias acerca de corrupción en el gobierno sandinista de izquierda, dijo Levin. La oposición ganó.

Con el tiempo, las operaciones estadounidenses de influencia no han sido organizadas en secreto por la CIA, sino abiertamente a través del Departamento de Estado y sus filiales. Para la elección de 2000 en Serbia, Estados Unidos financió una iniciativa exitosa para vencer a Slobodan Milosevic, el líder nacionalista, por medio de asesores políticos y millones de calcomanías con el símbolo de un puño cerrado de la oposición y la frase “Lo vencimos” en serbio, que fueron impresas en ochenta toneladas de papel adhesivo y fueron entregadas por un proveedor de Washington.

Vince Houghton, quien sirvió en el ejército en los Balcanes en ese entonces y trabajó de cerca con las agencias de inteligencia, dijo que vio iniciativas estadounidenses por todas partes. “Dejamos muy claro que no teníamos la intención de dejar que Milosevic se quedara en el poder”, dijo Houghton, ahora historiador en el Museo Internacional de Espionaje.

Esfuerzos similares se llevaron a cabo en elecciones en tiempos de guerra en Irak y Afganistán, no siempre con éxito. Después de que Hamid Karzai fue reelecto como presidente de Afganistán en 2009, se quejó con Robert Gates, entonces el secretario de Defensa, acerca del intento flagrante de Estados Unidos para vencerlo, que Gates calificó en sus memorias como “nuestro golpe de Estado torpe y fallido”.

¿Qué significa la democracia? ¿Puede incluir el debilitamiento en secreto de un gobierno autoritario o el que se ayude a los competidores que adoptan valores democráticos?

En al menos una ocasión Estados Unidos metió audazmente su mano en una elección rusa. Los temores estadounidenses de que Boris Yeltsin sería vencido en su intento de reelegirse como presidente en 1996 contra un comunista tradicional provocaron un esfuerzo manifiesto y encubierto para ayudarlo, a instancias del presidente Bill Clinton. Incluyó la ayuda de Estados Unidos para que Rusia obtuviera un préstamo de 10.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional cuatro meses antes de la elección, así como un equipo de consultores políticos estadounidenses (aunque algunos rusos desestimaron el que estos se atribuyeran el mérito por la victoria de Yeltsin).

La clara intervención hizo que algunos estadounidenses se incomodaran. Thomas Carothers, un académico del Instituto Carnegie por la Paz Internacional, recuerda haber discutido con un funcionario del Departamento de Estado. “Yeltsin es la democracia en Rusia”, le dijo ese funcionario. Carothers respondió: “Eso no es lo que significa la democracia”.

En décadas recientes, la presencia estadounidense más visible en la política extranjera ha sido mediante grupos financiados por los contribuyentes de ese país, como la Fundación Nacional para la Democracia , el Instituto Nacional Democrático y el Instituto Internacional Republicano, que no apoyan candidatos, sino que enseñan tácticas básicas para hacer campaña, construyen instituciones democráticas y capacitan a monitores electorales.

La mayoría de los estadounidenses consideran que esos esfuerzos son benigno o, incluso, benéficos. Sin embargo, Putin cree que son hostiles. En 2006, la Fundación Nacional para la Democracia dio un subsidio de 23.000 dólares a una organización que empleaba a Aleksei Navalny, quien años más tarde se convirtió en el principal enemigo político de Putin, un hecho que el gobierno ha utilizado para atacar tanto a Navalny como a la fundación. En 2016, esta otorgó 108 subsidios por un total de 6,8 millones de dólares a organizaciones en Rusia con propósitos como “fomentar a activistas” e “impulsar la participación cívica”. La fundación ya no nombra a sus beneficiarios rusos, pues, bajo las leyes rusas que castigan el financiamiento extranjero, pueden enfrentar acoso o arrestos.

Es fácil entender por qué Putin considera que el efectivo estadounidense es una amenaza a su gobierno, que no tolera una oposición verdadera. No obstante, a los veteranos estadounidenses de la promoción de la democracia les parecen abominables las insinuaciones de Putin acerca de que su trabajo es igual a las supuestas acciones del gobierno ruso en Estados Unidos actualmente.

“No solo son peras y manzanas”, dijo Kenneth Wollack, presidente del Instituto Democrático Nacional. “Es comparar a alguien que proporciona medicina para salvar vidas con alguien que da veneno mortal”.

Lo que la CIA pudo haber hecho en años recientes para influenciar elecciones extranjeras aún es secreto y quizá no vaya a conocerse sino hasta décadas después. Podría ser modesto en comparación con la manipulación de la Guerra Fría por parte de la agencia, pero algunos veteranos no están tan seguros.

“Supongo que están aplicando muchas de las viejas tácticas porque, ya sabes, eso jamás cambia”, dijo William J. Daugherty, quien trabajó para la CIA de 1979 a 1996 y en algún momento se encargó de revisar operaciones encubiertas. “La tecnología podría cambiar, pero los objetivos son los mismos”.

COMO HACER BUENOS HÁBITOS FINANCIEROS

Según 'Resuelve tu deuda', esta actividad le ayudará a reflexionar sobre los malos comportamientos a remplazarlos por otros más saludables para su bolsillo.

La quema del año viejo simboliza la finalización de las cosas negativas que ocurrieron durante el año próximo a terminar, y sin duda alguna, en él deben estar incluidas las malas costumbres financieras.

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 ¿Pero qué hábitos negativos se deben dejar para empezar el 2018 con un mejor manejo de sus ingresos? Según ‘Resuelve tu deuda’, estos son algunos de los elementos que deben acompañar la lista que quemará junto con el muñeco de año viejo que prepare para culminar este año:

1 No ahorrar: muchas personas tienen el imaginario de que uno debe ahorrar lo que sobra, es decir, después de todos los gastos del mes, si sobra algo, lo guardan para el siguiente. No obstante, esta es una decisión que se debe tomar desde el inicio del mes y no al final.

Recomendamos la regla 70/30 para organizar las finanzas.

Esta consiste en destinar el 70% de sus ingresos para los gastos básicos, que son vivienda, educación, salud y transporte; y el 30 restante para el pago de deudas, ahorro y entretenimiento. Lo importante es destinar, como mínimo, el 10% de sus ingresos al ahorro.

2 No llevar un registro de los gastos: cuando lo hace puede determinar cómo está destinando el dinero y así hacer las modificaciones necesarias. Si decide comenzar el 2018 con este nuevo hábito, al principio le costará trabajo anotar cada gasto, pero, por suerte, existen aplicaciones para su dispositivo móvil que le ayudarán a organizar su presupuesto.

3 Comprar de manera impulsiva: si bien estas no son malas en sí mismas pueden serlo si se convierten en un patrón repetido en su estilo de vida. La pregunta clave ante una situación de duda es ‘¿puede seguir viviendo sin realizar esta compra?’ Si la respuesta es afirmativa, no hay mucho que pensar: absténgase de comprar algo de lo cual, seguramente, se arrepentirá después.

Para lograr ello se recomienda que deje pasar unos días antes de hacer la compra, pues le permitirá identificar si era tan solo un impulso pasajero o, en realidad, es algo que usted añora y considera que vale la pena comprar.

4 Comprar todo con tarjetas de crédito: hay quienes recurren a la tarjeta de crédito por todo: viajes, ropa, mercado, cenas, entre otros, y olvidan que este método de pago es una herramienta que permite hacer compras y cancelar el valor posteriormente, pero no son una extensión de los ingresos. Además, entre más cuotas utilice para diferir el pago, el valor de la compra aumentará debido a los intereses.

Lo clave es que si se va a endeudar lo haga por compras que lo ameriten, como muebles, electrodomésticos, tecnología, o que sirvan para generar más ingresos, como una materia prima para su negocio o emprendimiento.

5 Aprovechar todos los descuentos: aunque existan promociones que merecen ser consideradas, pensar que todas las ofertas que aparecen en el mercado justifican su compra es un grave error, pues no todos los descuentos son reales. Sea escéptico con esos grandes descuentos que dicen “solo por hoy”, ya que siempre habrá rebajas y no todas son tan buenas como parecen.

Es posible que su año viejo esté compuesto por otros hábitos no mencionados acá, lo importante, y la invitación es que a medida que se acerque a recibir el año nuevo,reflexione sobre esos malos comportamientos financieros y los remplace por otros más saludables para su bolsillo y, de esta manera, hacer del proximo año un año memorable.

¿SERÁ QUE TRUMP ACABA CON LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DEL COMERCIO OMC?

Cuando Robert Lighthizer, el principal negociador comercial del gobierno estadounidense, tuvo sus inicios la diplomacia comercial a principios de los años ochenta, durante la presidencia de Ronald Reagan, a Estados Unidos le gustaba resolver sus conflictos comerciales por la fuerza, al exigirle a sus socios comerciales que frenaran sus exportaciones o indicar que se enfrentarían a las consecuencias.

Japón, por ejemplo, aceptó asumir “restricciones voluntarias a las exportaciones” para reducir las ventas de autos Toyota, Honda y Nissan que causaban descontento en Detroit. El 80 por ciento de las importaciones de acero estadounidenses estaban cubiertas por acuerdos de restricciones voluntarias que Washington tenía con quince países.

Eran voluntarias en el sentido de que los exportadores internacionales preferían estos acuerdos a la amenaza de aranceles punitivos. En Washington eran populares. Como lo hace notar Douglas Irwin, economista de la Universidad Darmouth, en su oportuno libro nuevo Clashing Over Commerce: A History of U.S. Trade Policy, la cantidad de las importaciones estadounidenses sujetas a algún tipo de restricción comercial subió de ocho por ciento en 1975 a 21 por ciento en 1984.

En la actualidad, los conflictos comerciales se adjudican de otra manera: desde 1995, Estados Unidos ha tenido que llevar sus quejas ante el sistema de solución de diferencias de la Organización Mundial del Comercio (OMC), como cualquier otro país. Ha perdido algunos casos, en especial los relacionados con la singular manera que tiene Washington de medir el dumping, una práctica de competencia desleal. Sin embargo, Estados Unidos suele ganar cuando denuncia alguna práctica injusta en el extranjero.

Pero este sistema parece no gustarle a Trump.

Al tomar en cuenta la manera agresiva en que los negociadores comerciales de Trump se dirigen a sus contrapartes mexicanas y canadienses en el proceso de renegociación el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, algunos diplomáticos y expertos en materia comercial empiezan a preguntarse si el objetivo final de la Casa Blanca es reventar todo el marco legal que regula el comercio mundial. Lo que Washington realmente pareciera desear es el tipo de carta blanca que gozaba en la década de 1980 para forzar a un país tras otro a reducir a cero el superávit comercial con Estados Unidos.

Según un diplomático comercial que está al tanto de las discusiones, los negociadores estadounidenses han advertido a sus contrapartes mexicanas y canadienses que, si Estados Unidos se sale del TLCAN, no deben esperar que las relaciones comerciales simplemente se rijan por la reglas de la OMC, las cuales incluyen un techo arancelario promedio de 3,5 por ciento para las exportaciones mexicanas que van a Estados Unidos y de 7,1 por ciento para las exportaciones estadounidenses hacia México. Argumentan que Estados Unidos no estará limitado por estas restricciones.

Cuando solicité la opinión de Lighthizer, su oficina me remitió a una declaración que hizo en junio/17 en la cual afirmó su “compromiso a trabajar de cerca con los socios comerciales de Estados Unidos con el fin de aumentar la capacidad de la OMC para promover el comercio libre y justo”. Sin embargo, no ha tenido reparo en expresar su molestia respecto de la organización. Mientras tanto, Estados Unidos ha estado socavando el aparato judicial del organismo al frenar los nombramientos para el órgano de apelación que regula las disputas comerciales, compuesto por siete integrantes. Al tribunal actualmente tiene dos vacantes, número que ascenderá a tres en diciembre, cuando el jurista europeo deje el cargo. Ese punto muerto ya provocó que Cecilia Malmstrom, la diplomática comercial más importante de la Unión Europea, advirtiera que la postura estadounidense resulte en “la destrucción de la OMC desde adentro”.

A pesar de que emascular a la organización comercial podría parecer imprudente, pero algunos expertos en comercio advierten que el gobierno de Trump podría tomar tal medida en su intento quijotesco de eliminar los déficits comerciales bilaterales que tiene con algunos países.

Y esto pone al mundo entre la espada y la pared. El déficit actual en la cuenta corriente estadounidense —una medida amplia de sus operaciones comerciales— refleja la brecha entre los ahorros nacionales y las inversiones nacionales de Estados Unidos. Invierte más de lo que ahorra. Lo hace con fondos que atrae del exterior y los gasta en productos y servicios extranjeros. Mientras no cierre la brecha de los ahorros, no habrá diplomacia, intimidación o persuasión suficiente para cerrar la brecha en el comercio.

Si Estados Unidos abandonara el TLCAN, su déficit con México podría elevarse de manera considerable en vez de que disminuya, pues la incertidumbre haría que se desplome el peso mexicano y abarataría así las exportaciones mexicanas. Sin embargo, incluso si funcionara la maniobra de Trump respecto al TLCAN y se equilibrara el intercambio bilateral con México, no cambiaría necesariamente el balance general del comercio estadounidense.

Lo más difícil de comprender para los diplomáticos y los expertos en políticas comerciales es la manera en que el gobierno de Trump concibe el desenlace de abatir un sistema legal cuando Estados Unidos invirtió tanto tiempo y esfuerzo en su construcción.

A Lighthizer le vendría bien recordar que, después de que Canadá, Japón y la entonces llamada Comunidad Europea aceptaron acuerdos de restricción voluntaria que limitaban las exportaciones de acero a Estados Unidos a comienzos de la década de 1980, los fabricantes en países como Corea del Sur y Sudáfrica entraron al relevo.

Como me comentó otro economista de Dartmouth, Robert Staiger: A menos de que también se corrija el desequilibrio entre ahorros e inversiones estadounidenses, reducir el déficit comercial que existía con México simplemente abriría un déficit en otro lado.

“Los déficits bilaterales seguirán apareciendo por todos lados”, afirmó. “Trump va a tapar una fuga para abrir otra”.

Además, si los legisladores republicanos en Estados Unidos aprueban su plan de recortes fiscales, el déficit presupuestario se hará aún mayor, con lo que empeoraría el desequilibrio entre ahorros e inversiones.

El problema que enfrenta el resto del mundo es que, probablemente, cualquiera de estas situaciones va a aumentar indistintamente la frustración hacia una administración estadounidense que parece creer que las balanzas comerciales se negocian como transacciones de bienes raíces. Todas encaminan a Estados Unidos a un conflicto con el régimen legal que administra la OMC.

No está claro si Trump tiene la autoridad legal para sacar a Estados Unidos de un régimen comercial que regula la OMC o siquiera del TLCAN. Rufus Yerxa, un exdiplomático comercial estadounidense de alto rango que participó en el equipo que participó en las discusiones del TLCAN y de la Ronda Uruguay de Negociaciones Comerciales Multilaterales, la cual llevó a la creación de la OMC en 1995, argumenta que, sin importar la legalidad, es poco factible que Trump pudiera sacar a Estados Unidos de la organización comercial.

Yerxa señaló que las pérdidas serían demasiado elevadas. Los países discriminarían contra los productos y servicios estadounidenses. “Todo el mundo podría hacer lo que quisiera con nosotros”, afirmó Yerxa. Estarían bajo amenaza las extensas cadenas de suministro que las empresas estadounidenses han tendido por todo el mundo desde que surgió la organización comercial.

Chad P. Bown, un economista del Instituto Peterson de Economía Internacional, coincidió con lo anterior. “Dañaría las actividades comerciales mucho más que en la década de los ochenta”, afirmó. “Mucho del comercio en ese entonces involucraba productos finales. Actualmente una buena parte recae en los bienes intermedios”.

Fue sencillo intimidar a Japón en la década de los ochenta: su seguridad dependía de Estados Unidos. Es poco probable que Washington pudiera tener el mismo éxito con China en estos días.

Aunque la OMC sufriría un golpe si se saliera Estados Unidos, podría sobrevivir. En la actualidad, Estados Unidos representa apenas cerca del 13 por ciento del comercio mundial, una cifra inferior al 25 por ciento que ostentaba durante la década de los ochenta.

Lo más difícil de comprender para los diplomáticos y los expertos en políticas comerciales es la manera en que el gobierno de Trump concibe el desenlace de abatir un sistema legal cuando Estados Unidos invirtió tanto tiempo y esfuerzo en su construcción. Aun si se impone Trump, Estados Unidos se arriesga a perder.

Se viene a la mente la política del azúcar estadounidense. A comienzos de la década de los ochenta, con la esperanza de poner un piso a los precios de Estados Unidos, el gobierno estableció un sistema de cuotas para limitar las importaciones de azúcar. Como lo expone Irwin, la medida demostró ser más compleja de lo que habían esperado los expertos en Washington.

Las cuotas de las importaciones estadounidenses se volvieron cada vez más pequeñas en respuesta a los precios en picada a nivel mundial. En un momento el azúcar de Estados Unidos era tan caro que las empresas empezaron a importar productos azucarados como mezclas preparadas para pasteles, té helado y cacao a granel para extraer y vender el azúcar dentro del país. Coca-Cola y Pepsi cambiaron de usar azúcar a utilizar jarabe de maíz, con lo cual recortaron la demanda nacional y obligaron al Departamento de Agricultura estadounidense a reducir más las cuotas de importación. Y los fabricantes de caramelos se fueron al extranjero, donde el azúcar era más barata.

En el Caribe y Centroamérica, las cuotas del azúcar hicieron que muchos agricultores dejaran de producir y comenzaran en vez a cultivar narcóticos ilegales que se contrabandearon a Estados Unidos. Como si fuera poco, en agosto de 1986, Estados Unidos vendió a China 136.000 toneladas de azúcar que había acumulado para poder fortalecer el precio. Esa azúcar la compró a 18 centavos por libra (0.45 kilogramos, aproximadamente) y la vendió a 5 centavos. En unos días, cayeron en picada los precios mundiales del azúcar.

Robert Lighthizer ha estado involucrado en la diplomacia comercial internacional por suficiente tiempo como para recordar este tipo de estrategias comerciales unilaterales. Parece que no aprendió las lecciones que la historia nos ha enseñado desde entonces

LO QUE QUEDA DEL APARTHEID EN SUDÁFRICA

Se suponía que el fin del apartheid sería un comienzo.
Judith Sikade se imaginaba escapando de los guetos donde el gobierno había obligado a vivir a las personas de raza negra. Su meta era encontrar trabajo en Ciudad del Cabo y cambiar su improvisada vivienda por una casa con servicios modernos.

Más de dos décadas después, Sikade, de 69 años, vive en el lodo lleno de basura del gueto de Crossroads, donde miles de familias negras han usado tablones astillados y láminas de metal para construir chozas por falta de otro lugar donde vivir.

“He ido de una choza a otra”, dice Sikade. “Seguimos viviendo en el apartheid”.

En la historia de los derechos civiles, Sudáfrica reclama un logro trascendental: el fin del apartheid y la construcción de una democracia. Sin embargo, para los sudafricanos negros, que constituyen tres cuartas partes de este país de aproximadamente 55 millones de habitantes, la liberación política aún debe traducirse en logros materiales más amplios.

Básicamente, el apartheid persiste en términos económicos.

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Esta realidad es palpable ahora que la agitación política atrapa a Sudáfrica. Manifestantes enojados exigen la destitución del presidente Jacob Zuma por la divulgación de actos de corrupción a tan alto nivel que a menudo se describen como una captura del Estado, con intereses privados que han comprado eficazmente el poder para desviar los recursos estatales hacia ellos. La economía está cayendo en una recesión, empeorando una tasa oficial de desempleo que llega casi al 28 por ciento.

Tras el enojo subyacen disparidades arraigadas en la riqueza: después del apartheid, el gobierno dejó gran parte de las tierras y otros activos en manos de una élite predominantemente blanca. La resistencia del gobierno a transferencias de la tierra a gran escala reflejó su reticencia a inquietar a los inversionistas internacionales.

Hoy millones de sudafricanos negros están crónicamente cortos del capital necesario para comenzar un negocio. Menos de la mitad de la población en edad laboral está oficialmente empleada.

El partido en el gobierno, el Congreso Nacional Africano, construyó imperios de nuevas casas para los sudafricanos negros, pero los concentró en los guetos, reiterando las estructuras geográficas del apartheid. Grandes sectores de la población negra siguen sumidos en la miseria, en tierras que no poseen legalmente.

 “Nunca desmantelamos el apartheid”, dijo Ayabonga Cawe, execonomista de Oxfam, la organización internacional para el combate a la pobreza, y ahora presentador de un programa de radio que examina asuntos nacionales.

En la era posterior al apartheid, Sudáfrica debía rediseñar una economía dominada por la minería y expandirse con industrias modernas como el turismo y la agricultura, superando el legado de explotación colonial, opresión racial y aislamiento global: los resultados de décadas de sanciones internacionales.

Aun así, de 1998 a 2008 la economía creció cerca de un 3,5 por ciento anual, duplicando el tamaño de la clase media negra. El gobierno construyó millones de casas, amplió el alcance del agua potable y la electricidad, además de entregar subvenciones en efectivo a millones de pobres.

Sin embargo, la crisis financiera mundial de 2008 asoló a Sudáfrica y echó por tierra la demanda de los depósitos minerales centrales para su economía. Desapareció la mitad de los cerca de dos millones de nuevos empleos que se habían creado en los cuatro años anteriores.

Al concentrar nuevos desarrollos de vivienda para los sudafricanos de raza negra en guetos, el gobierno volvió a poner en vigor la geografía del "apartheid".

El diez por ciento de los sudafricanos —la mayoría de ese porcentaje son blancos— posee más del 90 por ciento de la riqueza nacional, de acuerdo con un trabajo de investigación realizado por Anna Orthofer, una estudiante de posgrado en la Universidad Stellenbosch. Casi el 80 por ciento de la población —predominantemente negra— no posee nada.

Eso fue producto tanto del colonialismo como del precio negociado para terminar con el apartheid sin una guerra civil. Para lograr que el Partido Nacional consintiera las elecciones, el Congreso Nacional Africano renunció a que se transfirieran a los negros tierras en control de los blancos.

Una vez en el poder, los funcionarios del Congreso Nacional Africano no quisieron seguir políticas que los inversionistas internacionales pudieran considerar radicales, pues se podría dañar la calificación crediticia de Sudáfrica.

El nuevo gobierno enfrentó grandes déficits de presupuesto, junto con una demanda extraordinaria de vivienda y electricidad. Construir requería de préstamos por parte de inversionistas internacionales. La transferencia de la tierra podía asustar a los mercados, lo cual ponía en peligro los planes del gobierno.


El gobierno satisfizo los mercados internacionales y llenó los guetos de construcciones.

FRANCIA SE QUEDA SIN MANTEQUILLA EN LOS ESTANTES

Algunos minoristas franceses se niegan a pagar los altos precios que exigen los proveedores.

Es difícil pensar en un país en el que se tome más en serio a la mantequilla que en Francia.

Es la base tanto de las salsas como de los productos horneados.

Sin mantequilla, o beurre en francés, el croissant sería una masa plomiza de harina y al emparedado de jambon-beurre, o jamón con mantequilla, sin duda le faltaría algo. Se dice que la Catedral de Ruan se construyó en parte gracias a las cuotas que se cobraban por comer mantequilla e incluso en la actualidad, en la región occidental de Bretaña, a la mantequilla con sal se le trata casi como a una religión.

Así que un estante de mantequilla vacío en Francia es como una baguette seca: algo muy desconcertante. Sin embargo, con la caída de la producción de lácteos en Europa y el aumento de la demanda mundial, eso es exactamente lo que algunos franceses han visto en sus tiendas.

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Alarmada por los reportes noticiosos de la escasez, Laurence Meyre, una profesora de 53 años que hacía sus compras en un supermercado del sur de París en una mañana reciente, dijo que se había asegurado de abastecerse. “Pensé: no tener mantequilla en Francia, eso es atroz”, comentó.

En realidad, aunque la escasez se percibe en todo el país, ha sido esporádica, y no parece que este producto vaya a desaparecer.

Sin embargo, los medios noticiosos de Francia están aconsejando cómo remplazar la mantequilla o están compartiendo recetas para producirla en casa. Un titular preguntaba si habría mantequilla en Navidad. El ministro de Agricultura fue cuestionado al respecto en el parlamento. Los franceses han compartido fotos de estantes vacíos y los bromistas publicaron anuncios falsos en los que ofrecían pequeñas cantidades de mantequilla por precios exorbitantes.

“Todavía no hay mantequilla en el mercado de Leclerc”, alertó un tuitero.

El año pasado, en Francia se consumió cerca de ocho kilogramos de mantequilla por habitante, de acuerdo con estadísticas de un informe de próxima publicación de la Federación Internacional de Lácteos; más del doble del promedio de la Unión Europea y más del triple que en Estados Unidos.

Gérard Calbrix, el dirigente de asuntos económicos de la Asociación Francesa de Procesadores de Lácteos, dijo que la industria había estado esperando una crisis desde la primavera.A lo largo del año pasado, de junio de 2016 a este verano, la producción de leche ha caído en Europa”, dijo. “Al mismo tiempo, la demanda de mantequilla ha aumentado en todos los mercados del mundo”.

Varios factores ayudan a explicar el desajuste, según Calbrix y otros analistas. La producción de lácteos en Europa, que ya estaba disminuyendo desde que se puso fin a las cuotas de leche de la UE en 2015, se desplomó después del verano de 2016 debido a una mala producción de especies forrajeras y un clima desfavorable.

Mientras tanto, conforme la mantequilla ha mejorado su imagen antes negativa, la demanda ha aumentado en todo el mundo, sobre todo en Estados Unidos —donde la cadena de comida rápida McDonald’s prometió volver a poner mantequilla en sus recetas este año— y en China.

Tan solo en Francia, el consumo de mantequilla aumentó un cinco por ciento de 2013 a 2015, de acuerdo con un informe reciente de la organización central de la industria de los lácteos en Francia, Le Cniel.

¿El resultado? Los precios de la mantequilla han aumentado hasta alcanzar casi los 8000 dólares por tonelada en septiembre en comparación a unos 2800 dólares en abril de 2016.

Pero solo Francia tiene escasez debido a la manera en que está organizada su cadena de suministro de alimentos: ahí, explicó Calbrix, los precios entre proveedores y grandes minoristas se negocian una vez al año, en febrero.

 “La ausencia de ciertos productos en los estantes es un indicador de tensiones entre algunos minoristas y sus proveedores”, dijo Le Cniel en su informe, y señaló que muchos se rehusaban a pagar el aumento del precio de mercado de la mantequilla.

El gobierno ha sugerido que el temor a la posibilidad de una escasez masiva es infundado.

Stéphane Travert, el ministro de Agricultura de Francia, reconoció el 25 de octubre pasado que los desacuerdos en los precios entre productores y distribuidores estaban evitando que la mantequilla llegara a algunas tiendas, pero dijo en la estación de radio France Inter que “estrictamente hablando, no hay escasez”.

Las industrias que utilizan mantequilla, como las panaderías y las pastelerías, no han tenido otra opción más que pagar más y, en algunos casos, compensar el aumento en sus costos, de acuerdo con Matthieu Labbé, el director de gestión de la Federación de Empresas de Panadería.

¿Podrían remplazarla con sustitutos más baratos, como la margarina? Ni siquiera lo piensan.

“No hay comparación”, dijo Labbé. “Si queremos conservar la calidad de nuestros productos, debemos usar mantequilla… no puede hacerse nada más”.


Para La Trinitaine, un fabricante familiar de especialidades locales en la región de Morbihan en el sur de Bretaña, ha sido un poco más difícil y costoso asegurar un suministro constante de mantequilla, de acuerdo con Annabelle Cantin, la jefa de mercadotecnia y comunicaciones de la empresa.

“La mantequilla y la mantequilla con sal son parte de los elementos principales de las recetas en Bretaña”, dijo. “Por lo tanto, inevitablemente nos vimos afectados y hemos estado así durante varios meses”.

No queda claro cuánto tiempo durará la escasez. El gobierno argumenta que la producción se eleva tradicionalmente en el invierno, pero los mostradores de la industria que la requieren también se incrementan en Navidad.

Algunos compradores como Meyre se han abastecido de mantequilla, lo cual empeora la escasez. Sin embargo, cuando regresó al mercado varios días después, vio que los estantes de mantequilla refrigerada aún estaban medio llenos.

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