Esta
hamburguesa sintética puede ser la respuesta al problema medioambiental
generado por la superproducción cárnica
Los
filetes artificiales ya están aquí. La primera hamburguesa creada en
laboratorio se cocinó y comió en Londres en 2013 y los escépticos enseguida la
bautizaron Frankenburger. Fue el debut del proyecto dirigido por Mark Post,
un investigador de la Universidad de Maastricht, en los Países Bajos, que desde
hace años estudia la
posibilidad de crear carne sintética, a través del cultivo en laboratorio
de células madre bovinas. Ahora los investigadores creen que dentro de cinco
años la carne creada in vitro podría llegar a los supermercados.
El
proceso de creación dura tres meses. Las células madre de los músculos
de los animales se recolectan con una simple biopsia, para luego ser ‘alimentadas y criadas’ en
laboratorio. De
esta manera pueden crecer y fortalecerse para crear nuevo tejido muscular,
que se desarrolla estirando las células proliferadas entre dos soportes de
velcro. La tendencia innata de estas células para adherirse unas a otras causa
el aumento de volumen y la formación de pequeños filamentos de carne.
El
futuro en nuestros platos
Si las previsiones de los científicos se cumplen, el
primer filete, digno de ese nombre, totalmente sintético podría llegar a nuestras mesas
en el año 2020
Insípida e incolora de origen
Finalmente, estos filamentos se compactan para dar forma
a la hamburguesa. Sin embargo, la ‘carne sintética’ de momento no es exactamente un producto gourmet.
Es incolora y para obtener el rojo se le agrega jugo de remolacha.
También le falta el sabor, por la ausencia de grasa y
sangre y por tanto se añade a la receta un poco de azafrán, sal, huevo en polvo y pan rallado.
Los que la probaron en Londres dijeron que estaba un pelín sosa, pero que era muy similar a la carne real,
a pesar de algunas diferencias en la textura. El problema es que actualmente la
sint-hamburguesa cuesta 220.000 libras, unos 250.000 euros. Desde luego no es
un precio de comida rápida.
Avances en la buena dirección
El equipo de investigadores holandeses cree que pronto podrá obtener un
producto competitivo, más sabroso y mucho más barato que la hamburguesa
cocinada en Londres hace tres años. Según los científicos, las mejoras
en la tecnología y el mercado harán que el precio baje y el sabor se podrá
mejorar mucho.
A primera
pieza, de hecho, consistía en proteínas y fibra muscular, pero la carne es
mucho más que eso: es sangre, grasa y tejido conjuntivo, elementos que
forman el sabor y la textura. El reto es lograr una carne picada que dé el
pego. Los investigadores, además, están buscando maneras para crear chuletas y
filetes utilizando tecnologías de impresión 3-D. Ellos confían en que, cuando
se ofrezca una alternativa valida, “las personas la adoptarán, sobre todo, por
razones éticas”.
Soluciones
a una amenaza medioambiental
Ante
la insostenible deriva de la industria ganadera, las alternativas, según Mark
Post, son tres: “No hacer nada, volvernos todos vegetarianos o inventarse algo
nuevo. Nosotros trabajamos en la tercera”
Dilema nutricional
Pero,
¿es saludable comer carne producida en laboratorio? “Claro que sí”,
responden los investigadores, “se produce a partir de células madre, crece con
la ayuda de nutrientes naturales y durante el proceso no se añaden otros
productos químicos”. Algo que no se puede decir de muchas de las carnes
tradicionales.
Lo que está claro es que no se trata de la bizarra
ocurrencia de un ‘científico loco’, sino de una idea en cuyos cimientos reside la intención de
contribuir a resolver el hambre en el mundo, proporcionando proteínas animales
a los que no se las pueden permitir, sin afectar a la producción ganadera.
De
hecho, la cría intensiva para producir carne de vacuno destinada a los países
industrializados tiene un fuerte impacto ambiental, siendo una de las
principales causas de la deforestación y de las emisiones de CO2. Tanto es así,
que la FAO ha pedido al mundo que empiece a alimentarse con proteínas derivadas
de los insectos.
Sin
embargo, hay razones culturales y de costumbres que nos hacen dudar de que
pronto lleguemos a pedir raciones de rabo de saltamontes o cucarachas al ajillo,
de modo que hay que confiar en la ciencia. Si este proyecto funcionara, se
podría obtener una producción a gran escala de carne, frenando al mismo tiempo
la nefasta expansión de granjas y pastos.
Una alternativa viable y saludable
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha estimado que
la demanda de alimentos se duplicará en los próximos 40 años por la explosión
demográfica mundial y los métodos actuales de producción no podrán satisfacer
esa demanda. Por lo tanto, la carne y otros alimentos básicos en nuestra dieta
podrían convertirse pronto en artículos de lujo, a menos de no encontrar una
alternativa.
Mark Post lo tiene muy claro, “la industria ganadera
actual no es sostenible, tanto desde el punto de vista ecológico, como
económico. Estamos utilizando
más del 50% de nuestra tierra cultivada para del ganado y tenemos que ofrecer
alternativas válidas”.
Los primeros experimentos para producir carne in vitro
fueron realizados a principios de los años noventa por la NASA, para encontrar
alimentos que pudieran ser conservados durante largos períodos por los
astronautas. Las investigaciones siguieron en los Países Bajos, en las
universidades de Ámsterdam y Utrecht, y en 2008 Peta (la Asociación para el
Tratamiento Ético de los Animales) ofreció un premio de un millón de dólares a la primera empresa que
hubiera proporcionado a los consumidores carne de pollo creada en laboratorio.
En 2009 la revista Time seleccionó la carne in vitro entre las ideas
extraordinarias del año. Finalmente, en 2013 llegó la primera hamburguesa y, si
las previsiones de los científicos se cumplirán, el primer filete, digno de ese nombre, totalmente
sintético podría llegar a nuestras mesas ya en el año 2020.
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