¿POR QUÉ HAY QUE COMER CARNE ROJA?


Panel internacional de expertos contradijo recomendaciones de menos ingesta. Y se armó la polémica.

El discurso escuchado recientemente en los círculos médicos y de salud pública, según el cual el mundo necesita comer menos carne para reducir el riesgo de enfermedades como cáncer o diabetes, tambalea por cuenta de un estudio de altísimo nivel que refuta esta recomendación con evidencia en mano.

Se trata de un metaanálisis hecho por un panel de científicos de varias regiones, publicado este martes en ‘Annals of Internal Medicine’, que sugiere que los adultos deben continuar su consumo actual de carnes rojas, tanto procesadas como no procesadas, bajo la premisa de que las guías que recomiendan disminuir su ingesta están fundamentadas en una “evidencia de baja certeza”.

Según la publicación, que tiene un altísimo nivel de rigor, las directrices dietéticas contemporáneas, que han señalado a las carnes rojas como causantes de cáncer, “están basadas principalmente en estudios observacionales que tienen riesgo de confusión”, y consecuentemente no permiten hacer inferencias causales ni dimensionar la magnitud absoluta de los posibles efectos de la carne.

El estudio también considera que las organizaciones que publican directrices dietéticas en su mayoría no realizaron ni tuvieron acceso a revisiones sistemáticas rigurosas de la evidencia, “se limitaron a abordar los conflictos de intereses y no abordaron específicamente los valores y preferencias de la población, lo que plantea dudas de confiabilidad en dichas guías”.

En el texto, llama la atención que los investigadores, entre los que se encuentran casi una veintena de especialistas con doctorados, sugieren que la posible solución a las limitaciones de las guías de nutrición actuales sean compensados con aportes de grupos independientes con experiencia clínica, nutricional y bien capacitado en metodología de investigación, revisiones sistemáticas y guías de práctica que incluyan el manejo cuidadoso de conflicto de intereses para producir recomendaciones confiables basadas en valores y que incluyan preferencias de los usuarios.

Para justificar el cuestionamiento a los preceptos que casi que estaban escritos en piedra sobre los peligros de la carne, argumentan que basan sus recomendaciones en cuatro revisiones sistemáticas (metaanálisis) paralelas, centradas en ensayos aleatorios y en estudios observacionales que abordan el posible impacto de las carnes rojas en componentes cardiometabólicos y de cáncer y un quinto trabajo que abordó los valores y las preferencias de las personas relacionadas con el consumo de carne y la salud.

Eso les dio para plantear la siguiente recomendación para los mayores de 18 años: “Sugerimos continuar el consumo actual de carne procesada y no procesada, lo cual fue respaldado por 11 de 14 miembros del panel, y solo 3 votaron por una recomendación para reducir un poco la ingesta”.

Esto lo basaron en el análisis de 12 ensayos que reclutaron a 54.00 participantes y encontraron evidencia de que las dietas en carnes rojas sin procesar tienen poco o ningún efecto sobre el metabolismo.

Para analizar consumo y efectos, los investigadores tomaron 23 estudios de cohorte con 1,4 millones de participantes que mostraron una evidencia de certeza muy baja frente a la recomendación de reducir la ingesta de carne no procesada para evitar enfermedades. Y aunque tuvo efectos muy pequeños en el riesgo cardiovascular, el infarto y la diabetes, estos no fueron suficientes para decir que debía comerse menos.

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También se hizo un metaanálisis sobre consumo y efectos con 17 estudios que analizaron 2,2 de millones de personas y la relación de la carne no procesada y el cáncer, que mostró una certeza muy baja frente a que la disminución de la ingesta pueda reducir la mortalidad por tumores, en virtud a que su efecto es tan bajo y sin diferencias estadísticamente significativas que no justifica recomendar su disminución.

Estos estudios se hicieron sobre incidencia de cáncer de mama, colon, esófago, estómago, páncreas y próstata. Y al sumar efectos cardiometabólicos y de cáncer se tomaron 70 estudios de cohorte, con 6 millones de participantes, que en su mayoría dieron pruebas inciertas.

Aunque estadísticamente los estudios que fundamentan la recomendación de disminuir el consumo de carne pueden tener algún grado de significancia, “la evidencia de certeza es baja o muy baja”.

Es poco probable que el consumo de carne sea un factor causal de resultados adversos para la salud

Frente a la carne procesada, ningún ensayo de los analizados hizo diferencias entre gradientes de una porción a la semana y los resultados que se pedían. Y al revisar los estudios de cohorte se tomaron 10 con 780.000 participantes y también se hallaron evidencias bajas o muy bajas que llevaran a pedir reducir su ingesta.

Finalmente, los investigadores insisten en que tras estas inferencias la carnes procesadas y no procesadas frente a ciertas enfermedades tienen un efecto absoluto mucho menor que las estimadas por los patrones dietéticos, lo que les indica que “es poco probable que el consumo de carne sea un factor causal de resultados adversos para la salud”.

En conclusión, afirman que no hay justificación técnica y científica para disminuir el consumo de carnes, más allá de lo que la gente consume normalmente.

Y el panel aclara, en cualquier caso, que este trabajo se centró en los efectos en salud de las personas y no tuvo otras consideraciones de tipo ambiental, acceso, precio o de bienestar animal por estar fuera del alcance del estudio.

Este estudio ha provocado fuertes respuestas de parte de los círculos de la salud pública, teniendo en cuenta que la recomendación de comer menos carne es incluso una directriz de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y ha sido un pilar de la orientación dietética durante décadas en muchos países.

La Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard fue una de las primeras en responder y puso en claro que las recomendaciones de este estudio “son contradictorias con la gran cantidad de evidencia que se ha recolectado a lo largo de varias décadas y que asocia el consumo de carnes rojas con la aparición de males como el cáncer y la diabetes”.

Expertos de esta escuela consideraron incluso la publicación como “lamentable” porque seguir las pautas que allí se recomiendan “puede dañar la salud de las personas, la salud pública y la del planeta, así como la credibilidad de la ciencia, la nutrición y erosionar la confianza pública en la investigación científica”.

En un comunicado, dijeron, además, que este tipo de análisis también puede conducir a un uso indebido de las revisiones sistemáticas y los metaanálisis, lo que promueve una mayor confusión entre el público en general y los profesionales de la salud.

Y en ese sentido, manifestaron que este trabajo es un ejemplo que “obliga a mirar más allá de los titulares y las conclusiones abstractas” y que “se debe entender que la investigación en nutrición es un proceso largo y en evolución y por lo tanto es fundamental tener en cuenta la totalidad de la evidencia”.

El Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer de la OMS, que considera a la carne procesada como “cancerígena” y la carne roja como “probablemente cancerígena”, respondió que no cambiará su consejo. "Mantenemos nuestra confianza en la rigurosa investigación realizada durante 30 años", dijo su directora de investigación, Giota Mitrou.

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