UN LINDA HISTORIA DE CARTAGENA EN MEDIO DE LA PANDEMIA

 

Para nadie es un secreto que la pandemia afectó de manera dramática a los restaurantes y muchos –muchísimos– tuvieron que cerrar definitivamente. La lista que me dio un grupo de restauranteros de la Heroica es enorme. En el centro histórico cerraron referentes como Donjuán, María, Mila, Harry’s, Collete, El Bistró, Perú Mar, El Boliche, Varadero, Kiosco La Mulata, Bourbon Street, El Kilo, Marea by Rausch, Malanga, La Tumbamuertos y San Valentín. En Getsemaní: La Lorenza, Cháchara, Demente, Café Lunático, Craft Beer. Y en Bocagrande: Dany, El Churrasco Argentino, Gran Gelato y La Chingada. Y deben ser muchísimos más, lamentablemente.
 
¿Puedes creer? La mitad de Cartagena con hambre y la otra mitad entrenada para producir alimentos. Pero yo sé cómo hacer para que los pobres coman y los que cocinan sigan trabajando
 
Sin embargo, en medio de toda esta catástrofe, supe de una historia increíble. Juan Felipe Camacho, chef y propietario de los restaurantes Donjuán y María (el primero con 11 años de antigüedad y el segundo con 7), tuvo que cerrar sus negocios –ambos ubicados en la Calle del Colegio–, debido a que su arrendador no quiso bajarle un peso a las mensualidades.
 
Cuando estaba despidiendo a su gente, apareció Karen Loewy, otra restaurantera de la zona, con una idea sensacional: “SOS Alimentación Solidaria”.
 
A principios de mayo, Karen le dijo a Camacho: “¿Puedes creer? La mitad de Cartagena con hambre y la otra mitad entrenada para producir alimentos. Pero yo sé cómo hacer para que los pobres coman y los que cocinan sigan trabajando”.
 
Así las cosas, Karen se dio mañas para conseguir recursos con las donaciones que le da la gente a la arquidiócesis de la cuidad y se inventó La Caja Mágica, que no es otra cosa que una generosa ración de comida para las gentes más vulnerables de la ciudad. Su precio: $ 4.000.
 
Camacho se lanzó a producir el contenido de esas cajas y con ello salvó la nómina de sus trabajadores. Luego, nuevos restaurantes, diferentes a Donjuán y María, se sumaron a la idea: Trattoria di Silvio, Guatila, Crepes Express y la Olla Cartagenera. En la primera tanda, hicieron 300 raciones diarias. En junio, pasaron a 600; en julio, a 1.000; en agosto, a 1.500 y hoy van en 1.800 raciones diarias.
 
La bola se regó y la gente empezó a hacer más donaciones a través del banco de los alimentos de la arquidiócesis. Y con ello, los restaurantes pudieron sostener los trabajos de su gente y muchos desfavorecidos, que históricamente vivieron del turismo, hoy tienen qué comer.
 
Pero la historia creció. La Caja Mágica –que un día puede ser un arroz de fideo con 'gulash' de cerdo– llegó a Punta Arenas, donde la entregan a cambio de la limpieza ambiental. La comunidad saca la basura del mar y le pagan con alimentación. Así de sencillo.
 
Una linda historia de gastronomía social en Cartagena.

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