Los
Acuerdos de Basilea III (Basilea III) se refieren a un conjunto de propuestas
de reforma de la regulación bancaria, publicadas a partir del 16 de diciembre
de 2010.
Basilea III es parte de una serie de iniciativas,
promovidas por el Foro de Estabilidad Financiera (FSB, Financial Stability
Board por sus siglas en inglés) y el G-20, para fortalecer el sistema
financiero tras la crisis de las hipotecas subprime. Se trata de la primera revisión de Basilea II
(CRD II) y se llevó a cabo a lo largo de 2009, entrando en ejecución a partir del 31 de diciembre de
2010.
Dentro del marco de la Unión Europea, los acuerdos de
Basilea III se transponen jurídicamente en las normas de la Directiva
2013/36/UE (CRD IV) y el Reglamento UE nº 575/2013 (CRR) de requisitos de
capital.
La
reforma de Basilea III viene motivada al observarse que la crisis financiera de
2008 se explica en gran parte debido al crecimiento excesivo de los valores
presentados en los balances de los bancos (y también fuera de ellos,
como en el caso de los productos derivados), y la simultánea caída del nivel y
la calidad de los fondos propios previstos para riesgos. En efecto, muchas instituciones
no contaban con reservas suficientes para hacer frente a una crisis de liquidez.
En este contexto, el sistema bancario se mostró en un primer momento
incapaz de absorber las pérdidas que afectaban a los productos estructurados de
titulización y tuvo que asumir, por tanto, la reintermediación de
algunas de las exposiciones de fuera de balance.
En el peor momento de la crisis, las incertidumbres
pesaban sobre la calidad de los balances. La solvencia de los bancos estaba en cuestión y ello
conllevaba problemas de riesgo sistémico (la interdependencia existente podía
provocar que la insolvencia de uno provocara la del siguiente), lo cual generó
una crisis de confianza y de efectivo generalizada. Teniendo en cuenta
el papel del sistema financiero en las finanzas y en la economía real, el
carácter internacional de las instituciones financieras y las pérdidas que
asumen los Estados principalmente a través de los planes de rescate con fondos
públicos, se consideró legítima la intervención coordinada de los reguladores
internacionales.
A diferencia de Basilea I y Basilea II, ambos centrados
principalmente en el nivel de reservas que los bancos deben mantener para
pérdidas bancarias, Basilea
III se centra principalmente en el riesgo de "bank run" (pánico
bancario), exigiendo diferentes niveles de capital para las distintas
modalidades de depósitos bancarios y otros préstamos. Basilea III no
sustituye, en su mayor parte, a las directrices ya conocidas como Basilea I y
Basilea II; más bien las complementa.
El
acuerdo de Basilea III obliga a los bancos a aumentar sus reservas de capital
para protegerse de posibles caídas. El capital mínimo de calidad (CET1,
Common Equity Tier 1 por sus siglas en inglés), incluye las acciones ordinarias
y los resultados acumulados. El ratio de capital CET1 pasa del 2% al 4,5%,
computado sobre el total de los "activos ponderados por riesgo". Este
ratio de capital mínimo debe ser mantenido en todo momento por el banco y es
uno de los más importantes.
El llamado Capital Tier 1 incluye, además de las acciones
comunes y las utilidades retenidas, las participaciones preferentes, híbridos
de capital y deuda sin pagar. El ratio de Capital Tier 1 mínimo pasa del 4% al
6% aplicable en 2015 sobre el total de los "activos ponderados por
riesgo".4 Dicho 6% se subdivide en el 4,5% de CET1 arriba mencionado, y el
1,5% extra de AT1 (Additional Tier 1).
En suma, el ratio mínimo de Capital Total (que incluye el
Capital Tier 1, más el denominado Capital Tier 2), asciende en total al 8% de
los activos ponderados por riesgo.
Respecto
de los "activos ponderados por riesgo", se definen como la suma de
los activos del banco, ponderados según el riesgo que cada activo comporte de
acuerdo con las directrices de Basilea III. Por ejemplo: un préstamo al
consumo, sin ninguna garantía, tiene un peso del 100%; mientras que un bono del
estado, generalmente tiene un peso del 0% (por ejemplo, el bono alemán o
suizo).
Por otra parte, Basilea III introduce el concepto de los "colchones
de capital", que
los bancos tendrán que construir gradualmente entre 2016 y 2019, para
que pudieran ser utilizados en futuros tiempos de crisis:
Colchón
de conservación de capital: Equivalente al 2,5% de los activos ponderados por
riesgo y compuesto íntegramente por instrumentos de CET1. Dado que el
requisito mínimo regulatorio es mantener el 4,5% de CET1, deberá añadirse el
mencionado colchón para que el capital de alta calidad ascienda al 7% a finales
de 2019. Los bancos podrán utilizar, en determinadas circunstancias, el capital
de este colchón de conservación de capital, aunque si el banco está cerca del
porcentaje mínimo requerido, deberá reducir su margen de beneficios y
dividendos. En definitiva, el
objetivo es evitar que las instituciones sigan pagando altos dividendos y bonos
incluso cuando sufren un deterioro del capital.
Colchón de capital anticíclico de alta calidad: Entre el
0% y el 2,5% de los activos ponderados por riesgo. Puede ser requerido de
acuerdo a las necesidades de cada país signatario del acuerdo. Este segundo colchón dependerá
del nivel de capitalización de mercado y tiene por objeto proteger el sistema
bancario en los períodos de expansión del crédito, cuando los bancos
tendrán que guardar una parte de su capital a la formación de sus colchones.
Por
lo tanto, teniendo en cuenta los dos colchones, el requisito de Capital Total
mínimo (no confundir con el CET1) puede llegar al 13%.
Basilea
III introduce a partir de 2015 un "ratio de apalancamiento" mínimo
propuesto, como medida complementaria a los ratios de solvencia basados en
riesgo.
El ratio de apalancamiento se calcula dividiendo el capital Tier 1 por
una medida de la exposición total no ponderada por riesgo, como los
activos consolidados totales medios del banco (no ponderados). Se espera que
los bancos mantengan un ratio de apalancamiento no inferior al 3% bajo Basilea
III.
Uno de los planes más importantes de la reforma de
Basilea III es la introducción de dos ratios de liquidez: el LCR (Liquidity
Coverage Ratio) y el NSFR (Net Stable Funding Ratio).
El
LCR (Coeficiente de Cobertura de Liquidez) es una relación de un mes, que tiene
como objetivo requerir a los bancos mantener suficientes activos líquidos de
alta calidad para cubrir las salidas netas de efectivo durante un período de 30
días. Su fundamento es el siguiente: los activos líquidos de los que
dispone una institución financiera (por ejemplo, bonos gubernamentales y bonos
corporativos) deben tener un valor mayor o igual que las salidas potenciales de
efectivo (por ejemplo, pagarés que expiran y retiros de cuentas de depósito) de
dicha institución. De manera matemática, esto es:
Los
activos que entran en la parte de Activos Líquidos, son tales que la
institución pueda fácilmente convertirlos en efectivo. Para efectos del
Coeficiente de Cobertura de Liquidez, éstos se separaron en dos tipos los
activos de nivel I y activos de nivel II. Los activos de nivel I, son activos
muy líquidos que no incurren en pérdidas, por precios inusuales a ser vendidos
en el mercado. Por esta razón se ponderan al 100%. Los activos de nivel II son activos
menos líquidos, que bajo un escenario de estrés pudiera ser que se vendieran a
precios menores que los de mercado, por lo que tienen un ponderador menor que
100%.
Por otra parte en el denominador, en la parte de Salidas
Netas de Efectivo, existen de hecho dos elementos que tienen importancia. El
primero son las salidas que potencialmente tendrá la institución. Por ejemplo, de las cuentas de
depósito esperamos que bajo un escenario de estrés se salga dinero, por lo que
el total de las cuentas de depósito, se multiplican por un ponderador que mide
cuánto podría salirse bajo un escenario de estrés (de hecho las cuentas
de depósito se separan según que tan factible sea que salga dinero de las
cuentas, por lo que hay más de un ponderador en juego). El segundo elemento son las entradas de efectivo,
es decir, dinero que recibirá la institución durante el período de 30 días.
Por ejemplo, aquí entran créditos que haya otorgado la institución y bonos que
no sean líquidos de los cuales se va a recibir intereses o capital, entre
otros.
Con estos elementos el coeficiente toma la siguiente
forma (de acuerdo a la publicación del 6 de enero de 2013) Sujeto a que los
Activos Ponderados de Nivel II no sean más del 40% del total de los activos
líquidos.
De acuerdo con el Acuerdo de Basilea de 16 de diciembre
de 2010, sus parámetros principales son:
El efectivo y la deuda soberana se pondera al 100%.
Otros títulos se ponderan al 85% (15% de descuento sobre
el valor de mercado).
Los créditos a clientes se esperan renovar en un 50%, los
préstamos interbancarios no se renuevan.
Los
depósitos minoristas sufrirán una tasa de fugas que oscilará entre el 5% y 10%,
dependiendo de la estabilidad estimada del depósito en cuestión.
Los
depósitos a grandes empresas sufrirán una tasa de fugas de entre el 25% y el
75%, dependiendo de la estabilidad del depósito estimado en cuestión.
La refinanciación de mercado se renueva en un 0%.
El NSFR (Coeficiente de Fondeo Estable Neto) es una
relación de un año que tiene como objetivo permitir a los bancos resistir un
año a una crisis específica de la institución.
Su
filosofía es la siguiente: el importe de los requisitos de recursos estables
(financiación necesaria estable) debe ser menor que la cantidad de recursos
disponibles (financiación estable disponible).
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