Los
jóvenes estadounidenses se cansaron de ser carne de cañón. Los supervivientes
de la masacre de Parkland están impulsando una nueva iniciativa para regular el
porte de armas y convocaron una gran marcha en marzo. En su camino se
atraviesan dos obstáculos de marca mayor.
Protestas por el control de armas en Estados Unidos Emma Gonzalez les exigió el sábado a los
responsables políticos que tomen medidas efectivas contra la venta de armas.
“No
quiero sus malditas condolencias, mis amigos y mis profesores fueron
tiroteados”. Con esas duras palabras, Emma González, resumió el sábado
su frustración con la epidemia de violencia armada que recorre su país.
“¡Debería darles vergüenza!”.
González, de origen cubano y cabello rapado, se convirtió
ese día en el rostro de los jóvenes sobrevivientes de la masacre de San
Valentín al expresar la rabia de su generación en un emotivo discurso en Fort
Lauderdale.
Se trata de una de las supervivientes de la masacre del
miércoles pasado, en la que un
joven con un largo historial de violencia asesinó a sangre fría y con un
poderoso fusil de asalto a 17 personas, entre ellas varios de sus
compañeros y profesores.
Pero el discurso de González no solo pasará a la historia
por haber servido de catarsis, sino también porque puso el dedo en la llaga de
un problema que parece inevitable. "No es solo un problema de salud mental. No habría matado a tanta
gente con un cuchillo", dijo González refiriéndose a un trino en el
que el presidente Donald Trump le echaba toda la culpa a los problemas
psiquiátricos del atacante.
Amigos
de una de las víctimas le rinden homenaje.
"Vamos
a cambiar la ley", afirmó González en su discurso. "¡El nuestro va a ser el
último tiroteo en masa!", dijo ante una multitud que recibió sus
palabras como lluvia de mayo. En efecto, ya hay organizadas dos manifestaciones
masivas en Washington para exigir que se endurezcan los controles en la venta de armas: una el 14 y la
otra el 24 de marzo.
Pues lo cierto es que la historia de un país con una
memoria tan corta como Estados Unidos está plagada de masacres como la de San
Valentín. Y a esto contribuyen razones históricas, mucho dinero y una narrativa según la cual las
armas no solo no son las culpables de la violencia, sino incluso la condición
para que esta desaparezca.
Doscientos
años de tiroteos
La de la semana pasada fue la enésima vez que jóvenes
armados hasta los dientes se meten a un centro educativo para segar la mayor
cantidad posible de vidas. De
hecho, los primeros antecedentes datan del
siglo XVIII y ya en los años sesenta hubo ataques con todas las
características de los actuales.
Sin embargo, en las últimas décadas esa tendencia se
intensificó hasta convertirse en un rasgo de la identidad norteamericana. En
1992, un estudiante de 20 años mató a tres compañeros y a una profesora en una
escuela de California. Siete años más tarde, dos adolescentes acabaron con la vida de 13
personas en la escuela de Columbine antes de suicidarse.
En 2007, un estudiante de 23 años se llevó por delante a
27 estudiantes y a cinco profesores en campus de Virginia Tech. En mayo de
2014, un muchacho de 22 años acabó con la vida de seis personas cerca del
campus de la Universidad de California en Santa Bárbara. A finales del mismo
año, un muchacho mató a 20 niños menores de 7 años en la escuela primaria de
Sandy Hook.
Y lo
que va del año, este es el octavo tiroteo con víctimas fatales o heridos en un
centro educativo.
El rifle AR 15 es una de las armas más vendidas en EEUU y
de las más promocionadas por la Asociación Nacional de Rifle.
No
se trata de un fenómeno circunscrito a colegios y escuelas. Según la
organización Gun Violence Archive, en lo que va de 2018 se han registrado 30
tiroteos múltiples y unas 1.800 personas han perdido la vida por heridas de
bala.
Por un puñado de dólares
Y sin embargo, pese a los desgarradores relatos de las
víctimas, las historias heroicas y el dolor de los padres que perdieron sus
hijos, lo cierto es que cualquier iniciativa encaminada a controlar la venta de armas de fuego se
encuentra con dos obstáculos de marca mayor.
Pues aunque medio mundo sabe que esto se debe a la
facilidad de comprar armas en Estados Unidos, decenas de congresistas y de senadores gringos prefieren
buscar cualquier otra explicación antes que aceptar lo obvio. Y esto a
pesar de que incluso la mayoría de los norteamericanos quiere que se vuelvan
más estrictas las leyes sobre la venta de armas.
La razón es aterradoramente sencilla y se puede explicar
con una frase de Upton Sinclair que el expresidente Al Gore usó en su
documental ‘Una verdad
incómoda’: “Es
difícil lograr que una persona entienda algo si su salario depende de no
entenderlo”.
En efecto, el poderoso lobby de la Asociación Nacional
del Rifle (NRA) es el mayor donante de las campañas republicanas al Congreso y
al Senado. Y eso se nota en
sus reacciones ante la masacre.
El senador John McCain, que recibió más de 7 millones de
dólares de la NRA.
El
senador John McCain, que recibió más de 7 millones de dólares de esa entidad,
dijo que “estaba rezando”. Su colega, Richard Burr, con casi la misma
cifra, contestó que “prefería que las autoridades terminaran sus
investigaciones” cuando le preguntaron si no era hora de prohibir los fusiles
de asalto como los empleados en la matanza del miércoles.
Por su parte, los representantes de Norte de Carolina,
Thom Tillis, y de Misuri, Richard Burr, recibieron cada uno 4,5 millones de dólares para su
campaña electoral. Mientras que el primero dijo que había que rezar y
pensar en “las víctimas y sus familias”, el segundo se refirió a “la salud mental” del atacante.
Es decir, la misma explicación que ofreció Trump.
Lo que explica por qué los sobrevivientes de Parkland
están tan molestos. Como dijo González en su discurso del sábado: “Si el presidente quiere
acercarse a mí y decirme a la cara que fue una tragedia terrible y que nunca
debería haber sucedido y continuar diciéndonos que no se hará nada al respecto,
voy a preguntarle felizmente cuánto dinero recibió de la Asociación Nacional
del Rifle. ¿Sabes qué? No importa, porque ya realmente ya lo sé: Treinta
millones de dólares”.
El
milagro de la propaganda
Y sin embargo, la clave del éxito de la NRA no solo se
encuentra en el dinero que les da a los políticos. De hecho, poco después de la
masacre, su canal de televisión NRA-TV impulsó la idea de que “se necesita más gente buena con
armas” y los animadores de sus shows se quejaron de que en el colegio
había solo un guarda armado.
Según esa interpretación, la única manera de evitar que
haya tiroteos en los colegios consiste en inundar de armas los centros educativos de modo tal que los
atacantes puedan ser inmediatamente neutralizados.
En efecto, este poderoso lobby ha impulsado un movimiento
cultural de identidad nacional. Este ha convencido a sus seguidores de que poseer armas hace parte
del “estilo de vida norteamericano”, y que es un derecho central que debe
defenderse a diario.
A su vez, la NRA ha sabido instrumentalizar a su favor la
politización de Estados Unidos, presentando a las personas con armas como seres
realistas ante la debilidad de los “demócratas”. Según esa explicación, detrás de una fachada
bienintencionada, los pacifistas quieren en realidad quitarle las armas a la
gente buena obviando que el mundo está lleno de gente mala. De ahí que
se presente el comercio de armas como la única manera de garantizar la defensa
personal ante enemigos cada vez mejor armados.
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