Imagínate
una jaula de malla corrugada que mide poco más de 1x2 metros y tiene tres
niveles, al estilo de una litera. Ahora piensa que es tu hogar.
La escasez de propiedades accesibles en Hong Kong ha
hecho que esa sea la realidad de muchas personas. De hecho, en el 2017 la cantidad de hongkoneses
viviendo en esas condiciones fue tal, que se consideró todo un récord.
Pero si piensas que por la "casa jaula" no se
paga nada, te equivocas. El alquiler mensual puede ser de hasta US$500.
Hay
varias versiones de lo que se conoce como "nanohogares".
Algunos son más sólidos y resistentes que otros, pero el espacio sigue siendo
minúsculo. Y, en todos los
casos, las condiciones en las que viven son terribles.
Algunos
de los residentes de esos espacios son ancianos. Uno de ellos es Tam
Wing Dik, de 78 años. Ollas,
ropa, comida, libros y todas sus pertenencias están confinadas a su alrededor.
Cuando llega la noche, por seguridad, se encierra en la caja.
Opciones innovadoras
Para lidiar con este problema, hay quienes han pensado en
soluciones creativas.
Una de ellas son los OPods, un prototipo de apartamento
pequeño construido en una suerte de tuberías de concreto que se utilizan para
el drenaje del agua.
Los
fabricantes de ese producto no suelen utilizar todas las tuberías que crean y
por esa razón no son costosas como materia prima.
"Lo
que hacemos es inyectarles un poco de capital. Incluimos un baño, una ducha,
cocina y muebles", explica el arquitecto James Law, el promotor de la
propuesta.
No se trata, sin embargo, de una solución permanente
frente al alto costo de la vivienda y a las razones por las cuales se presenta
esa situación.
Problema
extendido
El
caso de Hong Kong no es único. En países como Japón, Australia, Singapur, el
Reino Unido y Nueva Zelanda el valor de las propiedades es también
elevado y no se corresponde con los ingresos de la mayoría de la población.
Para muchos, el problema tiene que ver con los
millonarios extranjeros que compran inmuebles a modo de inversión, con lo que
elevan su precio, distorsionan el mercado y hacen que para el grueso de los
ciudadanos sea muy difícil adquirir o alquilar una propiedad.
Para lidiar con esta situación, el gobierno de Nueva Zelanda está trabajando en
una legislación que les prohibirá a los extranjeros comprar una casa o un
apartamento.
La primera ministra, Jacinda Ardern, está convencida de
que los inversores foráneos están asfixiando a los jóvenes que quieren adquirir
su primera vivienda y a quienes quieren ampliar su familia.
En Wellington, la capital de Nueva Zelanda, los precios
de las propiedades se incrementaron en un 18 % para mediados de 2017, en
comparación con el año anterior.
Hace
25 años el 75 % de la población tenían casa propia. En la actualidad, ese es el
caso para 64 % de los neozelandeses.
Hay quienes opinan que en la crisis de la vivienda hay
otros elementos importantes a considerar.
Londres es otra ciudad en la que el valor de la propiedad
puede ser exorbitante. En la última década los precios se han duplicado.
Ha
habido casos en los que las personas terminan viviendo en un garaje
medianamente acondicionado como una residencia. Y no son pocos quienes habitan
en lugares minúsculos y comparten su residencia.
Y Henry Prior, un agente inmobiliario británico, dice que
muchos están convencidos de que la causa del aumento del valor de la vivienda
son las compras realizadas por inversionistas extranjeros. En su opinión, sin
embargo, no es el caso.
"El
costo de las viviendas no está regido únicamente por las leyes de oferta y
demanda, el acceso a créditos y las condiciones de los mismos, también son
importantes", indica Prior.
Las mayoría de la ciudades en donde existen dificultades
para acceder a inmuebles no han llegado al caso extremo de Hong Kong y las
jaulas, pero si no hay una solución efectiva, quizás las opciones sean similares a los
"OPods".
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