El
desafío de los conductores es encabezar equipos diversos en contextos de alta
incertidumbre, donde lo urgente erosiona la energía que requiere lo importante.
Cuáles son las dos habilidades clave para ser un líder sólido
No se trata del coeficiente intelectual (IQ) de un líder sino de considerar su
coeficiente emocional como medida de las habilidades interpersonales y de
comunicación que posee.
Existen
líderes que no son conscientes, no han desarrollado o no han llegado a
transformar las habilidades que el mundo hoy demanda para enfrentar desafíos
inesperados, constantes y rápidos. Si consideramos que las fortalezas y
debilidades —sean físicas, mentales o emocionales— son situacionales, ante
alguna circunstancia, o frente a determinados competidores o en algún momento
particular, aquellos que
fueron líderes fuertes en un momento podrían dejar de serlo en otro contexto.
Algo
similar ocurre con los estándares de inteligencia: no se trata del coeficiente
intelectual (IQ) de un líder sino de considerar su coeficiente emocional como
medida de las habilidades interpersonales y de comunicación que posee.
Especialmente hoy, donde la inteligencia artificial y la automatización de
procesos generan interacciones menos humanas que antes, el coeficiente emocional (EQ) se convierte en un
aspecto fundamental para liderar equipos y transformar las organizaciones.
Saber
identificar a tiempo los comportamientos que denotan debilidad o falta de inteligencia
emocional de los líderes le permitirá a toda organización dar un primer gran
paso hacia su transformación positiva, evitando riesgos que puedan poner
en jaque su futuro.
Una manera de identificar si una persona que ejerce un
rol de liderazgo tiene
baja inteligencia emocional es mediante el análisis de algunas de sus conductas
o manifestaciones. Una
de de ellas se refiere a la velocidad para juzgar y sacar conclusiones.
Hoy todo es tan rápido que parece que debemos tomar (y esperar de otros que tomen)
decisiones con gran velocidad. No siempre ser rápido es sinónimo de ser efectivo y, mucho
menos, es un signo de inteligencia emocional. Las personas con bajo EQ suelen juzgar con velocidad
porque no tienen una buena comprensión de cómo leer las emociones de otras
personas, o incluso las propias. Además, debido a los que tienen esta tendencia a juzgar suelen
ser impulsivos o negativos, tienden a percibir a otros (o a una
situación) de forma negativa antes de darse el tiempo para evaluar el contexto
de forma objetiva y precisa, lo que generará que tengan una visión
distorsionada de la realidad, por lo que lo que harán y lo que dirán (o no
harán o ni dirán) será
consecuencia de esta interpretación acotada.
La
velocidad e incertidumbre del contexto actual genera mucho nerviosismo y
ansiedad. La
ansiedad es una preocupación excesiva sobre el futuro. Más allá del
estrés que todos podemos experimentar en algún momento, las personas que poseen
un elevado EQ tienen la
capacidad de buscar obtener una perspectiva de una situación, con
información desde varios ángulos y practicar la atención plena antes de verse
atrapados por el espiralado camino de la ansiedad.
Las
personas con bajo EQ carecen de empatía. No tienden a escuchar las
opiniones y pensamientos de los demás para poder considerar un punto de vista
diferente.
Las
personas con bajo EQ carecen de empatía. No tienden a escuchar las opiniones y
pensamientos de los demás para poder considerar un punto de vista
diferente
Otro elemento que evidencia un bajo EQ es no saber aceptar críticas.
Aunque todos decimos estar abiertos a las críticas constructivas, si cuando las
recibimos sentimos enojo, nos cerramos o tratamos de justificar los hechos, es
una clara evidencia de una baja inteligencia emocional. Solo las personas honestas, seguras de sí y con un
EQ elevado pueden aceptar y procesar realmente las críticas, lo que les
permitirá evaluar sus fortalezas y proponerse un camino de transformación en
aquellos aspectos débiles.
¿Alguna vez han interactuado con alguna persona que
parece no escuchar nuestros argumentos, y que va procesando su respuesta más
allá de lo que les estamos diciendo? Las personas con bajo EQ carecen de empatía. No tienden a
escuchar las opiniones y pensamientos de los demás para poder considerar un
punto de vista diferente. Aquellos que poseen un mayor desarrollo emocional en
los aspectos de escucha tienden
a ser percibidos como líderes confiables, lo que redunda en una mayor
satisfacción laboral y fomenta la creatividad de los equipos.
Hoy
se habla de resiliencia como un valor fundamental de las organizaciones,
entendiendo por ella a la capacidad que tiene una persona para superar un hecho
o circunstancia traumáticas. Sabemos que parte de todo proceso de
aprendizaje, especialmente cuando hablamos de innovación, las posibilidades de
fallar son muy elevadas. Las personas con bajo EQ no son resilientes, ya que
tienden a concentrarse más en los errores y tienen muchas más dificultades para recuperarse
emocionalmente de un error, especialmente si el mismo los ha expuesto
ante otros.
Aunque muchas personas tienden a clasificar como débil a un líder tímido, dócil,
deferente o manso, lo cierto es que existen muchos líderes débiles que
se muestran grandilocuentes, egocéntricos, dominantes o dictatoriales. Y aunque estos logren con éxito
algunos de sus objetivos, si las personas no recurren a él o si no buscan la
manera de estar en su equipo, estaremos ante una evidencia de un
liderazgo débil.
La
falta de visión o de estrategia es otra de las manifestaciones de debilidad.
Los líderes débiles tienen la costumbre de no pensar más allá del hoy y, aunque
puedan lidiar con problemas e inquietudes inmediatos, en general se sienten
cómodos con el statu quo. Esta
suerte de “miopía” hace que otros lo emulen y se centren en las tareas
inmediatas en lugar de trabajar con una visión y planificación
estratégica coherente y consistente.
El
aislamiento sigue en la lista. Un líder que se mantiene inaccesible y no
disponible, encerrado en su oficina (u aislado virtualmente) transmite un claro
mensaje a los demás: no está dispuesto a participar. El mensaje se asocia más a un privilegio o como
señal de inseguridad. De igual manera, es imposible concebir a un líder
fuerte si es que posee pocas habilidades de comunicación. Si no puede comunicarse no puede
conectarse con otros y, mucho menos, generar compromiso y transparencia.
La capacidad de hablar, de escribir y, sobre todo, de escuchar activamente son
habilidades esenciales de liderazgo. En esta línea, no menos relevante es la
incapacidad de inspirar y de desarrollar a otros. Los líderes fuertes energizan e inspiran a los equipos
para que alcancen niveles más altos de desempeño y potencial, mientras que los débiles no sólo
no generan este efecto, sino que se enfocan únicamente en hacer el
trabajo en lugar de usarlo como medio para que la gente desarrolle nuevas
competencias y habilidades.
Otra
evidencia de debilidad radica en el doble standard: los líderes débiles tienen
la costumbre de decir una cosa y hacer otra, considerando que está bien
establecer reglas para los demás, pero ellos se mantienen exentos de
cumplirlas. Esta falta de consistencia es un factor importante en el liderazgo
exitoso, y todo líder debe saber que las personas lo observan en cada paso y
toman las señales de su comportamiento.
Finalmente,
la resistencia al cambio. Toda organización, negocio —incluso podemos
extenderlo a países— están en constante crecimiento y evolución. Los
líderes que se resisten al cambio y la mejora pueden ser arrogantes,
complacientes, o ambos. Creen que las cosas están bien como están y no están
interesados en pasar al siguiente nivel o posicionarse para el futuro, lo que es un gran riesgo porque
dejan la suerte de su organización en manos de las transformaciones que otros
líderes harán. Hoy, no hacer nada o no mejorar es dejar nuestra suerte
en manos de los que sí lo hacen.
Reflexionar
sobre estos aspectos nos permitirán detectar, en nosotros y en los otros,
aspectos para mejorar. Ser un líder fuerte y emocionalmente inteligente
requiere dosis iguales de autoconciencia, autogestión y humildad.
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