La
ola de millonarias fusiones y adquisiciones en Estados Unidos está despertando
a los reguladores.
Estados
Unidos vive uno de sus mayores booms de transacciones empresariales.
Desde la caída de Lehman Brothers, en el 2008, se han realizado (o esperan
completarse) fusiones y
adquisiciones por US$ 11 millones de millones. La próxima unión sería
entre Dow Chemical y DuPont —que dominan la industria de productos químicos—,
que crearía un gigante de US$ 130,000 millones.
Y
los reguladores antimonopolio están perdiendo la paciencia. La
responsabilidad de normar estas operaciones recae en la Comisión Federal de
Comercio (FTC) y el Departamento de Justicia (DOJ). En lo que va de diciembre, el DOJ ha frustrado las ventas
de la división de electrodomésticos de General Electric a Electrolux y de
Bumble Bee Foods (alimentos marinos y pollo procesados) a una compañía
tailandesa.
El 17 de diciembre, la FTC informó que intentará bloquear la adquisición
de Office Depot por Staples. Una gran transacción en ferrocarriles también causa preocupación
—Canadian Pacific quiere comprar Norfolk Southern—. Este negocio ha
estado en el corazón de las batallas antimonopolio desde el siglo XIX.
La
mayoría de olas de fusiones genera efectos negativos en los mercados a medida
que aumenta el número de empresas que ponen a prueba los límites de lo
permisible. A mediados de la década de 1990 y principios de la del 2000,
los reguladores bloquearon
transacciones en defensa y telecomunicaciones, entre otros sectores.
Hoy,
algunas operaciones millonarias también están causando revuelo político.
El público detesta
sectores que se han consolidado, o planean hacerlo, como aerolíneas y seguros.
El 8 de diciembre, el Congreso celebró audiencias en torno a la fusión de AB
InBev y SABMiller. “Nadie
quiere sentarse en un bar y descubrir que su única opción está entre Budweiser
y Miller”, comentó un senador. Las compañías han prometido vender una de
sus marcas de cerveza aguachenta.
Pero existen motivos más serios que las preferencias
espirituosas de los políticos para aplicar un enfoque más estricto a las fusiones y adquisiciones.
En el 80% de las principales industrias estadounidenses, las 50 empresas más grandes
tenían una mayor participación de mercado en el 2007 que en 1997. En
tanto, los márgenes de ganancia están cerca de su nivel record, lo cual
indicaría falta de competencia.
Además, la escala de las transacciones —su monto total representa el 46%
del valor de mercado de las empresas estadounidenses— señala una mayor concentración.
Antes de la crisis
financiera, muchas fueron realizadas por firmas de capital privado, que armaron
portafolios de negocios no relacionados.
Pero
ahora la mayoría son transacciones “estratégicas” en las que dos empresas
buscan combinar negocios similares, impulsar sus precios y reducir costos.
Alimentos, TV por cable, telecomunicaciones, aerolíneas, chips de computadora y
otras industrias, se han consolidado durante la última media década.
Las interesadas están aplicando tácticas ingeniosas que esperan irritarán menos
a los reguladores. Por ejemplo, si llegan a fusionarse, Dow Chemicals y
DuPont, proyectan dividirse en tres compañías, cada una con una especialidad. Pero los reguladores también
están modificando su enfoque. En el caso de Bumble Bee Foods, el DOJ
definió el mercado con más precisión y solo examinó el mercado de atún enlatado
y no de todo el rubro de pescado enlatado.
En el 2010, el DOJ y la FTC cambiaron sus directrices
para fusiones. En lugar de enfatizar indicadores tradicionales como
participación de mercado en lugares específicos o barreras de entrada, están haciendo uso de criterios
más amplios orientados a determinar si una transacción afectará la competencia
—por ejemplo, si los márgenes o precios se elevarán—.
En
junio, un juez bloqueó la fusión de Sysco y US Foods, bajo el argumento de que
tendrían poder de fijar precios en restaurantes, hospitales, hoteles y otros
compradores de comida. Un argumento similar está siendo usado en el caso
contra Staples y Office Depot.
¿Cuán
lejos llegará esta reacción antimonopólica? La respuesta podría medirse por el
número de transacciones pendientes en las que las acciones de la empresa a ser
comprada se negocian por debajo del precio de adquisición propuesto,
pues ello sugiere que los inversionistas no esperan que la operación se
concrete. Nueve de las 20 mayores transacciones pendientes se negocian a un
descuento de más de 10%.
Unos
cuantos golpes más de los reguladores podrían crear más incertidumbre sobre los
US$ 1.4 millones de millones en operaciones a la espera de completarse.
También podrían poner más nerviosos a los ejecutivos que piensan en nuevas
compras o fusiones, pues tendrán ante sí un prolongado periodo de batallas con
los funcionarios antimonopolio.
A
medida que los reguladores se vuelven más estrictos, las empresas que ya poseen
una alta participación de mercado podrían comenzar a temer que las obliguen a
dividirse en firmas más pequeñas, incluso si ganaron esa posición por
sus propios méritos y no mediante adquisiciones.
Los
reguladores podrían considerar que compañías tecnológicas como Google y
Facebook dominan los mercados donde operan —Microsoft escapó con las justas de
ser desmembrada en el 2001—. Ahora que Estados Unidos está de ánimo populista,
lo antimonopolio está nuevamente de moda y su impacto podría llegar hasta
Silicon Valley.
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