Hace
ocho años, al científico Dominic DiGiulio le encargaron investigar lo que
ocurría en el estado de Wyoming. Luego lo alejaron del caso. Persistió y ahora
publica sus resultados.
Hace ocho años, la Agencia de Protección Ambiental de
Estados Unidos (EPA) le encargó al científico Dominic DiGiulio investigar las quejas que
llegaban desde el poblado Pavillion, en el estado de Wyoming. Los
habitantes de la región aseguraban
que el sabor y el olor del agua potable habían cambiado.
Los estudios preliminares apuntaban a un caso de
contaminación de los acuíferos con productos químicos. Los pobladores sospechaban de sus nuevos vecinos:
empresas petroleras instaladas en su territorio y que aplicaban la fracturación
hidráulica (“fracking”) para la extracción profunda de hidrocarburos.
Cuando DiGiulio creía estar cerca de una respuesta para
los habitantes afectados, en 2013 su investigación fue sorpresivamente transferida a una agencia local.
DiGiulio no pudo oponerse. Pero ahora les da una sorpresa a los que intentaron
silenciar su trabajo: acaba de publicar un reporte, respaldado por la
Universidad de Stanford, en la revista Environmental Science and Technology, en el que recopila pruebas para
explicar que los acuíferos (Wind River Basin) de la región resultaron contaminados con desechos
de los químicos utilizados en la fracturación hidráulica.
El hallazgo del científico, como lo explicó Gayathri
Vaidyanathan, de la agencia ClimateWire, complica el debate energético en
Estados Unidos. La
administración Obama ha intentado reemplazar el uso de carbón por el gas
natural para reducir el volumen de emisiones de CO2, pero su alternativa
ha despertado una fuerte oposición ambiental por la forma en que es extraído.
“Esa dependencia del gas natural a veces ha hecho ciegas
a las agencias gubernamentales frente a la contaminación y los impactos locales de salud”,
comentó a Scientific American Rob Jackson, científico de Stanford y coautor del
estudio.
De hecho, como lo recordó la periodista Vaidyanathan, en
2015 la Agencia de Protección Ambiental publicó un estudio que alborotó el
debate sobre los impactos del fracking, pues aseguraba que hasta ese momento no se había
demostrado ningún efecto sistemático y amplio sobre cuerpos de agua.
El trabajo de DiGiulio y la Universidad de Stanford no
sólo incomoda a la agencia ambiental. También, por supuesto, pone en aprietos a
los directivos de la compañía Encana, que opera en la zona afectada de Wyoming.
Una vez tras otra sus
representantes han asegurado que el agua es saludable para el consumo humano.
Según explicó DiGiulio, la dificultad para demostrar la
contaminación por fracking se debe a que muchos de los productos químicos utilizados no son analizados en
las pruebas de rutina de los laboratorios ambientales. Al menos 19 compuestos están en
la mira de los científicos que analizan el caso de Wyoming.
Uno de estos químicos, explicó DiGiulio, es el metanol. Se trata del más simple en la
familia de los alcoholes. Sus efectos en la salud humana incluyen daño en los nervios y
ceguera cuando se ingiere en cierta cantidad. El trabajo del científico demostró que el metanol
correspondía a un 10 % de la mezcla química inyectada en la fracturación
hidráulica en Wyoming.
Uno de los problemas para rastrear el metanol en el agua
es que se degrada en unos pocos días. Esto obliga a los investigadores a usar otro tipo de
técnicas de laboratorio para detectar su presencia, así como la de otros
químicos.
Aunque DiGiulio se retiró en 2014 de la agencia
regulatoria, decidió
continuar con su trabajo. El investigador criticó que la agencia dejara
el caso a un lado y nunca publicara los resultados de sus pesquisas en una
revista científica en la que otros expertos revisaran las conclusiones.
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