LA ALIANZA BANCARIA ENTRE CHINA Y EUROPA LE QUITA EL SUEÑO A EE.UU.


El AIIB es financiado por China.

Las señales de la impetuosa llegada de China a las cumbres de la economía mundial están por todos lados.

Por eso nadie se sorprendió demasiado en octubre pasado cuando la potencia encabezó el anuncio de la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (Asian Infrastructure Investment Bank, o AIIB por sus iniciales en inglés).

En cambio esta semana, no fueron pocos los que encontraron inesperado que varias naciones europeas pidieran integrarse en la nueva entidad financiera asiática.

Con 21 países miembros, la nueva entidad buscará financiar proyectos de energía, carreteras y otros proyectos de infraestructura en Asia.

Pekín ha prometido la mayoría de los US$50.000 millones de capital con que arrancará la entidad.
Muchos lo ven como una rival chino al Banco Mundial.

Aunque los US$50.000 millones son apenas una quinta parte del capital de la entidad multilateral basada en Washington.

Pero más allá del impacto económico inmediato que pueda tener el AIIB, todos hablan de su relevancia política.

Reino Unido fue el primer país occidental en buscar convertirse en un miembro fundador de la entidad, y su decisión fue criticada por la Casa Blanca, en Estados Unidos.

El AIIB tiene apenas el 20% del capital del Banco Mundial.

Londres, tradicional aliado cercano de Washington, le puede estar causando ahora un serio dolor de cabeza geopolítico al gobierno de Barack Obama, asegura la corresponsal de asuntos económicos de la BBC, Linda Yueh.

Se dice que Estados Unidos ha urgido a otras naciones a abstenerse de unirse al AIIB.

Un llamado que no ha tenido gran éxito en Europa, donde se anunció que Alemania, Francia e Italia también querían integrarse al AIIB.

La aparición de un banco de desarrollo encabezado por China también puede verse como una reacción a la lentitud con la que se han emprendido las reformas en las instituciones financieras internacionales encabezadas por Occidente.

Estados Unidos tiene efectivamente un poder de veto sobre el Fondo Monetario Internacional, cuyo jefe es generalmente europeo, mientras que el del Banco Mundial es estadounidense.

"China es una nación mucho más poderosa ahora y la segunda mayor economía del mundo quiere encabezar su propia institución financiera internacional", dice Linda Yueh.

Pippa Malmgren, quien fue asesora económica del expresidente estadounidense George W Bush, dijo que la crítica estadounidense a Londres indica que la decisión del gobierno británico pudo tomarlos por sorpresa.
"No es normal para Estados Unidos estar públicamente regañando a los británicos", añade.
Ma Kai

El viceprimer ministro chino Ma Kai estuvo en Alemania cuando el gobierno de ese país dijo que quería unirse al AIIB.

No se conocen todavía como serán muchos de los detalles de operación de este nuevo banco.

Pero su aparición en la escena señaliza para muchos un realineamiento político que los europeos, en particular, están tratando de asimilar, no sin cierta incomodidad.

"Es un asunto complicado alinearse a la vez con China y con Estados Unidos. Los estadounidenses están aparentemente molestos con Reino Unido mientras que China ha aplaudido la decisión británica", dice Yueh.

Nuestra corresponsal asegura que esta será la primera de muchas decisiones tomadas por Reino Unido y otras naciones para posicionarse entre la nueva superpotencia económica y la existente.

Algunos ven en la iniciativa china del AIIB un esfuerzo por empezar a cambiar una organización financiera internacional asociada con el orden político mundial que estuvo vigente por décadas.

Es un asunto complicado alinearse a la vez con China y con Estados Unidos. Los estadounidenses están aparentemente molestos con Reino Unido mientras que China ha aplaudido la decisión británica

El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional surgieron de los llamados acuerdos de Bretton Woods, una conferencia llevada a cabo al final de la Segunda Guerra Mundial, en la que los aliados victoriosos, y en particular Estados Unidos, querían dejar su impronta en la manera en que operaba la economía mundial.

En este caso, con instituciones de desarrollo que buscaban apoyar un sistema capitalista basado en la libertad del mercado.

Por algo las doctrinas defendidas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional fueron conocidas como el "Consenso de Washington".

Nadie habla de un "Consenso de Pekín", y no se conoce el impacto real que eventualmente tenga la nueva institución a la que quieren plegarse los europeos.


Pero pocos dudan de su papel como indicador del cambio en el balance de poder que viene dándose en la escena global.

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