LA NUEVA RULETA RUSA


La apuesta por el petróleo y las materias primas le representaron a Rusia una década de crecimiento y la aparición de nuevos ricos. Ahora que los precios caen, preocupa la recesión.

El Banco Central de Rusia dejó devaluar el rublo y cambió su esquema de política monetaria a uno de inflación objetivo.

La economía rusa entró en un laberinto. Tras cerrar el año pasado con un pobre crecimiento de 0,2%, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), los augurios para 2015 no son los mejores: el Banco Central ruso calcula que la economía podría caer entre 3,5% y 4%, aunque algunos analistas dicen que podría profundizarse a 5% y entrar en una espiral de recesión de la que no saldría antes de 2017.

La caída en la producción ha estado acompañada de elevadas tasas de inflación, 17% anualizado según Bloomberg, lo que implica que la economía ha entrado en un proceso de estanflación.

La suma de varios males ha agudizado este escenario. Por un lado, la abrupta caída en los precios internacionales del petróleo durante el segundo semestre del año pasadoel crudo genera cerca de 60% de los ingresos fiscales en Rusia– y de otro, el impacto de las sanciones adoptadas en julio por Occidente, con Estados Unidos y la Unión Europea a la cabeza, que se han convertido en la ‘tenaza’ que tiene tambaleando a la poderosa economía rusa.

Para conjurarlos, el gobierno ruso ha acudido a medidas desesperadas, cuyos efectos todavía están por verse. En noviembre del año pasado, y a raíz de la caída en los precios del petróleo, el Banco Central decretó la libre flotación de la moneda frente al dólar y el euro que, aunque provocó una devaluación cercana a 50% en el rublo, evitó que se reviviera la situación que enfrentó en 1998, cuando mantuvo su sistema de bandas cambiarias a costa de ‘quemar’ millones de dólares para sostener el valor de su moneda. Esta vez el Banco Central, dejó que la moneda se devaluara y cambió su régimen de tasa de cambio objetivo a uno de inflación objetivo.

También elevó las tasas de interés para mitigar el impacto de la devaluación en los precios.

En enero, cuando se confirmó que la tasa de inflación de 2014 estaba en niveles cercanos a los que esperaba el gobierno–, el Banco Central recortó sus tasas hasta 15%, en una movida que buscaba flexibilizar el acceso al crédito y cuando los empresarios comenzaban a sentirse ahogados por las restricciones internacionales impuestas por Occidente.

Un segundo recorte en la tasa se concretó el pasado 13 de marzo, cuando bajaron de 15% a 14%

“El daño económico está muy avanzado debido a la enorme dependencia de Rusia del petróleo, actualmente la economía crece a niveles cercanos a cero y la inflación aún no desciende”.

No sólo en los frentes cambiario y monetario el gobierno ruso ha sacado todo su arsenal. Para conjurar la caída en los precios del petróleo, Rusia ha apelado a una estrategia que algunos califican de ‘kamikaze’: aumentar la oferta de crudo, lo que podría terminar de hundir aún más los precios.

A esta estrategia se suma un ‘ajuste del cinturón’ en las finanzas del gobierno –salvo en temas de infraestructura y defensa–, que implica un recorte de 10% en los gastos. La medida incluyó una reducción en el salario del presidente y sus ministros, anunciada el pasado 6 de marzo. Sin embargo, en abril del año pasado Putin había logrado aumentar su salario de US$60.000 en 2013 a US$150.000 en 2014.

Pero los más afectados con estos recortes serán los consumidores. Las cifras de los dos primeros meses del año confirman las peores previsiones: en febrero la producción industrial registró una caída de 1,6%, en un año que se anticipa negro para la actividad privada.

La inversión no ha escapado a este comportamiento errático. En febrero se contrajo cerca de 6,5%, de acuerdo con datos oficiales. El año pasado, según datos de Bloomberg, salieron del país capitales cercanos a los US$150.000 millones, espantados por la caída del petróleo y las sanciones impuestas por Occidente a empresarios, entidades del Estado y funcionarios rusos.

Para frenar esta sangría, a finales de 2014 el presidente Vladimir Putin declaró una amnistía de capitales para lograr que sus nacionales repatriaran el dinero y reactivaran la economía.

Para los consumidores, los efectos son nefastos. Este año el Banco Central calcula que la inflación podría estar en un rango entre 12% y 14%, aunque todos los analistas la ubican en 16%. Con este nivel de precios, la caída en los ingresos reales de los trabajadores es evidente y el diario Financial Times (FT) la calcula en cerca de 10%.

Analistas de FT aseguran que por primera vez, desde 1999, en diciembre de 2014 los ingresos de los hogares empezaron a caer, y esto ha generado recortes importantes en los gastos y una consecuente caída en el consumo.

Pero, aunque muchos ya reconocen que la economía rusa pasa por una mala racha, sus vecinos siguen temiendo por el poderío militar de este país y sus ambiciones expansionistas.

Algunos países del báltico han expresado su preocupación por una posible intervención militar rusa en sus territorios, después de que Ucrania tuviera que vivir, hace cerca de dos años, un conflicto con su vecino.

La tesis del Gobierno Putin, para ocupar parte del territorio ucraniano –la zona de Crimea–, era que necesitaba defender a sus nacionales fuera del territorio. Esto ha generado inquietud en Letonia y Estonia, donde cerca de 25% de su población corresponde a rusos étnicos, pues temen que el mismo argumento sea utilizado para invadir sus territorios.

Más allá de las escaramuzas militares, la economía es el gran interrogante para Rusia. El panorama de corto plazo es complejo en términos de inflación y crecimiento. Una verdadera bomba de tiempo.

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