Liderar
no tiene nada que ver con títulos, cargos o salarios.
El
liderazgo es el arte de la persuasión, de motivar a las personas a hacer más de
lo que nunca creyeron posible. No eres un líder sólo porque haya gente
que te reporte. Si tus
acciones inspiran a los demás a soñar más, aprender más, hacer más y
convertirse en más, entonces puedes considerarte un líder.
No necesitas siquiera que las personas te reporten para
ser un líder. Un conserje
puede influir en las personas a su alrededor y guiarlas del mismo modo que un
presidente. Del mismo modo, cualquiera puede convertirse en un seguidor, incluso si tiene un puesto
de jefatura.
Un ejecutivo importante que crea una burocracia
innecesaria, se encierra en su oficina y evita interactuar con los demás no es más líder que un ingeniero
antisocial que rehúsa hacer cualquier cosa que no sea escribir códigos.
Según Travis Bradberry, los seguidores hacen su trabajo, pero no más. Sin
importar qué tan buenos sean en su trabajo, rara vez se les ocurre ir más allá. Por el
contrario, los líderes ven
sus descripciones de puesto como algo mínimo, simplemente como la base
sobre la cual erigen su grandeza. Los líderes añaden un valor extra cada vez que encuentran la
oportunidad.
Los
seguidores ven los talentos y logros de los demás como una amenaza. Los líderes quieren mejorar las
cosas, y buscan
apoyarse en otras personas para lograrlo. Son verdaderos jugadores de
equipo, y no tienen miedo de admitir que necesitan a otros para fortalecerse en
sus áreas de debilidad.
Los
seguidores ven los problemas de cualquier situación, los líderes ven las
oportunidades. Cuando las cosas se ponen mal, los líderes no pierden
tiempo quejándose: están demasiado ocupados buscando soluciones.
Con frecuencia, los seguidores dudan sobre si deben actuar o no, temen equivocarse. Los
líderes no tienen miedo de tomar una decisión, incluso si no están seguros.
Prefieren tomar una decisión y equivocarse que ser víctimas de la parálisis de
la indecisión.
Cuando cometen errores, los seguidores se apresuran a culpar a las circunstancias
y a otras personas. Sin embargo, los líderes rápidamente se hacen
responsables de sus acciones. No les preocupa que admitir su culpa les dé mala imagen, pues
saben que evitar su responsabilidad les hará lucir peor.
Los
seguidores están eternamente buscando la gloria. Los líderes son humildes. No permiten que
la autoridad les haga sentirse superiores a los demás. No dudan en hacer el trabajo
sucio cada vez que sea necesario, y no pedirán a nadie que haga algo que no
harían ellos mismos.
Los
seguidores se encuentran atrapados en la rutina diaria. Van al trabajo y
completan sus tareas con tal de irse a casa y seguir con sus “vidas reales”. Los líderes aman lo que hacen
y consideran su trabajo una parte esencial de sus vidas.
Los seguidores sólo se sienten motivados por factores
externos: el siguiente título, el siguiente aumento, el siguiente estatus… Los líderes se sienten motivados
desde su interior. No trabajan para conseguir una mejor posición social
o para acumular más posesiones: se sienten motivados a ser mejores porque así son.
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