Los negocios de Trump, entre el oscurantismo y el
conflicto de intereses
La
victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses ha
generado más dudas aún si cabe sobre las incompatibilidades que podría provocar
el hecho de que siga al mando de su imperio empresarial tanto a nivel nacional
como internacional. Además, Trump se ha negado a publicar su información
fiscal, por lo que solo se puede intuir el alcance de sus negocios.
El hecho es que Estados Unidos cuenta con una estricta
legislación de incompatibilidades, la Ley de Ética y Gobierno de 1978, aprobada
tras el escándalo del 'Watergate', pero esta ley se aplica hasta el rango de congresista y los presidentes
quedaron exentos con el argumento de que se podría complicar aún más su tarea.
"Nunca
antes un candidato presidencial estadounidense había tenido tantas relaciones
económicas con aliados y enemigos de Estados Unidos y nunca antes un negocio
había supuesto una amenaza para el país", ha señalado la revista
'Newsweek' en un extenso reportaje sobre los negocios de Trump en el extranjero
publicado el 14 de septiembre.
Para la revista, "si la empresa de Trump (...) no
acaba de inmediato y para siempre con la familia Trump, la política exterior de los Estados Unidos de
América podría estar a la venta".
En concreto, La Organización Trump y sus más de 500 subsidiarias tienen importantes
negocios dentro de Estados Unidos, de tal forma que cuando tome posesión
pasará a ser a la vez inquilino y casero en el Hotel Internacional Trump de
Washington, alquilado por
sus empresas al Estado, una de las paradojas de su elección.
Además
cuenta con presencia en países como Rusia, Corea del Sur, India, Turquía,
Emiratos Árabes Unidos, Azerbaiyán, Ucrania, China, Bulgaria, Argentina,
Canadá, Francia o Alemania. También tiene empresas asociadas en paraísos
fiscales.
Sin embargo, el negocio de Trump es muy distinto del que se cree. El
presidente electo es conocido como magnate de la construcción, famoso de la televisión y gestor fracasado de casinos, aunque en
realidad desde 2007 los beneficios llegan a su familia principalmente de la venta de la propia marca
Trump.
Sus representantes negocian con constructoras potentes de
distintos países para la
cesión del nombre de Trump a proyectos a cambio de importantes cantidades de
dinero. Así, han surgido como setas los rascacielos con el nombre de Torre Trump en ciudades como
Nueva York, Manila, Estambul, Chicago, Toronto, Las Vegas o Panamá.
Corea del Sur puede servir como ejemplo de la posible
interferencia entre la labor gubernamental de Trump y su labor empresarial. La
relación de las empresas de Trump con el grupo empresarial Daewoo es pública y
durante la campaña presidencial el candidato republicano defendió que Corea del Sur desarrollara su
propio programa nuclear, en lugar de depender de Washington para su defensa.
Daewoo es uno de los principales fabricantes de material eléctrico del país
asíatico, con lo que no es difícil imaginar los beneficios que obtendría si el
país se lanzara a una carrera nuclear.
Con
respecto a Rusia, no son ningún secreto los piropos que se han dedicado
mutuamente Trump y el presidente ruso, Vladimir Putin, rival estratégico de
Washington en el escenario internacional. "Los rusos suponen una
parte bastante desproporcionada en muchos de nuestros activos", reconocía
en 2008 Donald Trump Jr durante una conferencia en Nueva York. "Vemos mucho dinero
fluyendo desde Rusia", añadía. Ese mismo año, en 2008, la empresa
de Trump firmó acuerdos para proyectos de construcción en Moscú, San
Petersburgo y Sochi.
Los casos se repiten en países como India, adonde el
propio Trump Jr viajó recientemente para pedir a las autoridades el desbloqueo de un proyecto
urbanístico... sin éxito. La respuesta podría ser bien distinta si quien
hiciera la petición fuera el hijo del presidente de Estados Unidos, como
también podría cambiar la postura de Washington con el rival estratégico de
India en la región, Pakistán.
DEUDA
CON LA BANCA
Estas operaciones urbanísticas en todo el planeta serían
imposibles sin la colaboración en forma de financiación de los principales
bancos de todo el mundo. Según
'The Washington Post', el conglomerado de Trump debe cientos de millones a
entidades financieras estadounidenses y del exterior.
Sin ir más lejos, una de las torres de oficinas de
Manhattan en las que Trump tiene una parte importante de la propiedad está endeudada con el Banco de
China, una entidad propiedad del Estado chino, al que Trump ha criticado hasta
ahora, pero que a partir de su llegada a la Casa Blanca podría ver con
otros ojos.
Sin embargo, el principal acreedor del imperio Trump es otro, el Deutsche Bank,
una entidad que negocia en estos momentos con el Gobierno estadounidense un
acuerdo sobre las demandas por la emisión de activos tóxicos relacionados con
hipotecas durante la crisis financiera.
Washington
podría pedir hasta 14.000 millones de dólares en concepto de multa por su
gestión, pero la cifra final no se ha publicado aún y el presidente
Trump podría influir en las negociaciones.
Según un reportaje publicado en marzo por 'The Wall
Street Journal', desde 1998 este
banco ha participado en préstamos por al menos 2.500 millones de dólares para
las empresas de Trump.
A
pesar de todo, desde La Organización Trump consideran que "no hay
conflicto" por el hecho de que Donald Trump sea el máximo responsable del
Estado. "Si me convierto en presidente, no me podría importar menos mi
empresa. Son migajas", afirmó Trump en enero durante un debate.
"Gestionad la empresa, niños. Pasadlo bien", añadió.
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