Tan
solo hace unos cuantos meses, parecía que la economía global era vibrante y las
principales economías crecían al unísono. Ahora, las fortunas del mundo están
en peligro por una guerra comercial en desarrollo.
A
medida que el gobierno de Trump impone aranceles tanto a sus aliados como a sus
rivales —y provoca amplias represalias— el comercio global sufre trastornos
y da señales de tensiones que podrían obstaculizar el crecimiento económico. La
última escalada llegó el 15 de junio/2018, cuando el presidente Donald Trump anunció nuevos aranceles de
50.000 millones de dólares en productos chinos, lo que provocó una rápida
represalia de Pekín.
Conforme crece el conflicto, se retrasan los embarques en los puertos y las
terminales de carga aérea en todo el mundo. Los precios de materias primas claves se están
incrementando. En las fábricas desde Alemania hasta México, se reducen los pedidos y se
retrasan las inversiones. Los agricultores estadounidenses pierden
ventas a medida que los socios comerciales responden con impuestos propios.
Los trabajadores de una acerería canadiense pelearon por
retirar unos vagones de ferrocarril con destino a la frontera de Estados Unidos
después de que este mes Trump
lanzó aranceles sobre los metales importados. Un cliente de Seattle
canceló su pedido con rapidez.
“El
impacto se sintió de inmediato”, afirmó Jon Hobbs, presidente de
AltaSteel en Edmonton. “En verdad nos estamos dando cuenta de lo que esto
significa para los negocios de la gente”.
El gobierno de Trump describe su postura confrontativa
como un medio para obligar a las empresas multinacionales a regresar la
producción de las fábricas a las costas estadounidenses. Trump ha descrito las guerras
comerciales como “fáciles de ganar”, mientras promete volver a
equilibrar los déficits de Estados Unidos con las principales economías, como
la china y la alemana.
Sin embargo, la ofensiva de Trump podría ser una táctica de negociación que
amenace con provocar problemas económicos para obligar a que haya acuerdos,
y no una medida que conduzca a una franca guerra comercial. Parece que los estadounidenses
están mejor protegidos que la mayoría para enfrentar las consecuencias de estas
hostilidades comerciales. Como una gran economía relativamente en buena
forma, Estados Unidos
puede encontrar compradores locales para sus bienes y servicios cuando
se reduzcan las oportunidades de exportación.
Aun así, la historia ha demostrado que las guerras comerciales son costosas
mientras aumentan los riesgos de hostilidades más abiertas. Se
profundizan los temores de que el actual brote de antagonismo pueda afectar al
resto del mundo.
Antes de que las medidas comerciales entren totalmente en
vigor, los negocios ya
están sufriendo las consecuencias: amenazas a sus suministros, incertidumbre
acerca de los términos comerciales y un persistente temor acerca de lo que
vendrá después.
“Tan
solo hablar de proteccionismo crea problemas”, señaló Marie Owen
Thomsen, economista jefa a nivel mundial en Indosuez Wealth Management en
Ginebra. “Es un riesgo
existencial para la economía mundial”.
Después de dos años de expansión, el tráfico de carga
aérea se mantuvo sin cambios durante los tres primeros meses del año 2018,
según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo. Las caídas han sido pronunciadas, sobre todo en
Europa y Asia.
Los buques portacontenedores —los caballos de batalla del
comercio global— no han tenido crecimiento en mercancía desde el otoño pasado
en términos desestacionalizados, de acuerdo con un índice clave.
Un indicador de comercio mundial monitoreado por Oxford
Economics, una empresa de investigación de Londres, registró recientemente su
actuación más débil desde principios de 2017.
“No subestimemos el impacto macroeconómico”, advirtió la
semana pasada la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine
Lagarde, acerca de los conflictos comerciales. “Sería grave, no solo si Estados Unidos actuara, sino en
especial si otros países tomaran represalias, sobre todo los más afectados,
como Canadá, Europa y Alemania”.
Están surgiendo amenazas para el comercio justo cuando la economía global se enfrenta a
otros retos importantes.
La decisión del gobierno de Trump de restablecer
sanciones a Irán ha aumentado los precios del petróleo, lo que aumenta la presión
sobre los importadores de todo el mundo. La economía de Europa se está debilitando y la de
Alemania —la economía más grande del continente— es particularmente vulnerable.
Los bancos centrales en Estados Unidos y Europa están retirando el dinero
barato que enviaron a recorrer el sistema financiero global después de la
crisis de 2008, lo que aumenta el costo de los préstamos.
El gobierno de Trump ha involucrado a Estados Unidos en
conflictos cada vez más enconados con grandes socios comerciales.
Estados
Unidos importó el año pasado más de 600.000 millones de dólares en bienes y
servicios de Canadá y México, los otros dos países del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte, mismo que Trump ha amenazado con acabar.
Los
estadounidenses compraron más de 500.000 millones de dólares de mercancía china
y otros 450.000 millones de dólares de la Unión Europea. En total, eso
suma casi dos tercios de todas las importaciones de Estados Unidos.
“Si perjudicas seriamente a cualquiera de estos tres,
sentirás los efectos”, dijo Adam Slater, economista principal de Oxford
Economics. “Si perjudicas a los tres al mismo tiempo, sentirás los efectos
considerablemente”.
Para las empresas que fabrican acero y aluminio, los
aranceles de Estados Unidos han planteado un reto directo y amenazante para sus
negocios.
El gobierno de Trump ha involucrado a Estados Unidos en
conflictos cada vez más enconados con grandes socios comerciales.
En Alta, la acerería de Edmonton, los aranceles sobre
metales provocaron una crisis inmediata. Aproximadamente una quinta parte de los negocios de la
empresa tiene que ver con embarcar acero a los clientes estadounidenses.
De forma repentina, la frontera que separa Canadá y
Estados Unidos en efecto se llenó de niebla. La empresa cambió el rumbo de los vagones destinados a
clientes de Estados Unidos, incurriendo en cargos extras por carga que
llegaron a 100.000 dólares canadienses (alrededor de 76.000 dólares).
Los abogados de algunos clientes de Alta han sugerido que
se podrían clasificar algunos productos para evitar tocar los aranceles
estadounidenses, los cuales se aplican solo a ciertos tipos específicos de
acero. Pero por ahora, la
empresa está esperando la decisión de los abrumados funcionarios de aduanas de
Estados Unidos.
“No
sabemos cuándo tendremos una respuesta del gobierno de Estados Unidos”,
señaló Hobbs. “Nadie,
incluyendo la agencia de protección de la frontera de Estados Unidos, sabe qué
hacer”.
En toda Europa, los fabricantes de acero se preocupan por
una consecuencia indirecta de los aranceles de Trump: el acero barato de China que anteriormente se
destinaba a Estados Unidos, ahora se dirige a su continente.
“Hemos visto incrementos”, afirmó Mathias Ternell,
director de relaciones internacionales en Jernkontoret, una asociación sueca de
la industria del acero en Estocolmo. “Es por lo que las empresas suecas y
europeas más se preocupan”.
Trump describe las hostilidades comerciales como un
correctivo necesario para los déficits comerciales de Estados Unidos con otros
países. Pero los economistas y los líderes empresariales señalan que muchas importaciones
son componentes que se emplean para producir bienes en las fábricas de Estados
Unidos.
Para los compradores de acero y aluminio dentro de
Estados Unidos, los aranceles han incrementado los precios, lo que desalienta
la inversión.
Electrolux,
el fabricante sueco de artículos para el hogar, recientemente pospuso sus
planes de mejorar una fábrica de estufas en Tennessee, utilizando como
argumento las incertidumbres creadas por los aranceles.
En los suburbios de Austin, Texas, Matt Bush,
vicepresidente de una pequeña empresa que hace estructuras que se emplean en
edificios de oficinas y
locales comerciales, dijo que los aranceles del acero obligarían a su empresa a
pagar hasta 50.000 dólares más al mes por el metal.
“Tienes
que imaginar que toda la gente que está comprando aluminio y acero en bruto
como insumos para su negocio está en el mismo predicamento”, afirmó. “Y
quizá es sorprendente hasta dónde pueden llegar las consecuencias”.
Manzanas estadounidenses en un mercado en Ciudad de
México. México es el
principal importador de manzanas estadounidenses, pero las ventas han
disminuido porque los precios están aumentando.
Más allá del ámbito del metal, el impacto de las escaramuzas
comerciales se está ampliando y está golpeando a pequeñas empresas y
consumidores.
En México, la angustia acerca del comercio ha prevalecido
desde que Trump tomó posesión, debido a sus amenazas de anular el TLCAN y sus planes de construir un
muro a lo largo de la frontera. Los mexicanos comunes y corrientes han
absorbido el golpe porque el peso mexicano se ha hundido y ha aumentado el
costo de los bienes cotidianos procedentes de Estados Unidos.
“Ese
presidente nos está llevando a la quiebra”, señaló Gustavo Ferreyra
Olivares, un vendedor de fruta que ha tenido un puesto en un mercado de Ciudad
de México durante 35 años. “Trump
es el que ha subido los precios”.
Con el TLCAN, México se ha convertido en el mayor importador de manzanas
estadounidenses en el mundo. Pero las ventas son bajas porque el precio
ha subido casi una quinta parte tan solo durante la semana pasada.
El
gobierno mexicano impuso hace poco aranceles del 20 por ciento a las manzanas
estadounidenses en respuesta a los aranceles de Trump sobre el acero, lo
que dificultará más a Ferreyra vender sus productos estadounidenses. Se imagina
que los agricultores del otro lado de la frontera están sufriendo también.
Una bodega de soya en Argentina. Productores de puerco
chinos han puesto la mira en Brasil y Argentina, los únicos países que producen suficiente soya para
ofrecer una alternativa potencial al suministro estadounidense.
“México es un gran importador de manzanas”, afirmó. “Si
decidimos boicotearlos, todos tendrán que mantenerse ahí”.
Los
mercados de bienes básicos globales están luchando con los impactos del
conflicto comercial, en especial China, que busca alternativas a los
proveedores estadounidenses.
En años recientes, conforme han crecido los rangos de la
clase media de China, también lo ha hecho el apetito nacional por la carne de
puerco. El aumento en la cantidad de cerdos ha obligado a China a importar cada
vez más volúmenes de soya de Estados Unidos.
Pero
China ha apuntado directamente a las granjas de Estados Unidos como represalia
a los aranceles de Trump sobre los metales y ha amenazado con impuestos a la
soya procedente de Estados Unidos. Los productores de puerco de China han
volteado a ver a Brasil y Argentina, los únicos países que ahora producen
suficiente soya como para ofrecer una alternativa potencial al suministro de
Estados Unidos.
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