En
Dakota del Norte, un operario acciona el joystick de la torre de sondeo y hunde
en la tierra la cabeza de acero de su perforadora. Alcanza la marca de 600
metros. Los motores rugen. Faltan otros 2500 para llegar a la formación Bakken.
Una estructura rocosa que esconde 24.000 millones de barriles de petróleo.
La formación Bakken es una capa de solo 40 metros de grosor,
pero que ocupa una
superficie de más de 520.000 kilómetros cuadrados. Dentro de ella, yace
la nueva fuente de riqueza estadounidense. «Para nosotros, el yacimiento Bakken es como un banco»,
dice la gente de Dakota. «El dinero está ahí abajo, solo hay que ir a sacarlo».
Este banco ha enriquecido a muchos granjeros, que se han convertido en
millonarios de un día para otro. Pero no solo se perfora en Dakota, también en Texas y Montana.
Estados Unidos se ha convertido en una superpotencia petrolera en tan solo seis
años. Está ya al nivel de
la mismísima Arabia Saudí. Como primera consecuencia, el poder de los
jeques y de su cártel particular, la OPEP, se tambalea. «Hay gobiernos al borde
del shock», afirma Daniel Yergin, experto en temas petroleros. «Estamos en el comienzo de una
nueva era en la historia del petróleo y de su precio».
Dan Sandaker, el operario de la perforadora de Dakota,
lleva 15 años en este negocio. Su tarea consiste en abrir un agujero tras otro y dejar paso a los
frackers. Ellos inyectan agua y sustancias químicas en los orificios para
extraer así el petróleo atrapado en las rocas de las profundidades. Se
desconoce el efecto que estas sustancias tienen sobre el medioambiente. Lo que
importa ahora es que el
fracking produce petróleo. Hace diez años, Estados Unidos solo extraía
un par de miles de barriles diarios (un barril tiene 159 litros). Hoy son 1,1
millones de barriles. Y en un solo día. El petróleo americano ha provocado un
exceso de oferta: hay más
petróleo circulando del que se consume. La teoría del peak oil, que
sostenía que ya se había alcanzado un máximo de producción y que a partir de
ahí las cantidades extraídas irían siempre en retroceso, ha dejado de ser
cierta.
LAS CONSECUENCIAS. Ese exceso de oferta está haciendo que países como
Venezuela, Rusia o Irán estén perdiendo cantidades ingentes de dinero. En Europa, por el contrario, el
bajo precio del petróleo lo que hace es estimular la economía.
Evidentemente, en Dakota del Norte también están apareciendo damnificados. En
verano, con el precio a 115 dólares el barril, todos los pozos del campo Bakken
eran rentables. Pero ya no.
«El precio no puede caer
mucho más», dice Sandaker, el operario. «Si lo hace, muchos tendremos
que cerrar». Pero es positivo: él cree que una crisis de pequeñas dimensiones
no vendría mal. «Eliminaría a esa competencia que ha entrado en el sector con
una financiación poco sólida». Los fuertes sobrevivirán y la economía de libre
mercado también. Sandaker quiere creer que el precio del petróleo volverá a subir en un par de meses.
De una forma o de otra, su país sale ganando. Los bajos precios de la energía
están revitalizando la economía. El presidente Obama habla de una
«reindustrialización» de Estados Unidos. El petróleo está haciendo que América sea más poderosa
que nunca, también desde un punto de vista político. Un antiguo asesor
del Pentágono, Edward Luttwark, lo resume así: «El bajo precio del petróleo está hundiendo a nuestros
rivales sin que nosotros tengamos que hacer nada».
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