Excelencia
operacional y rediseño de procesos apuntan a la imperiosa necesidad de las
compañías de hoy de ser más eficientes con los mismos recursos y en los mismos
espacios.
¿Cómo
lograrlo?
No esperemos a tener un incendio, a
tener números en rojo, a que la competencia haga para yo hacer. No esperemos a que
algún ente gubernamental nos
exija mejores procesos, mejor servicio y menos cobros a los clientes.
Los objetivos deben venir desde adentro, de un liderazgo en dónde el jefe no tiene que saber más
ni demostrarlo; lo que sí debe ser es un buen comunicador e integrador
de su equipo para que conjuntamente se creen y se obtengan las herramientas para lograr el anhelado
mejoramiento continuo. Es un liderazgo que finalmente debe tener como objetivo el
cliente y que a su vez redundará en beneficios para la empresa.
Una
herramienta excelente y probada, que además es una filosofía de vida que se
llama LEAN. Se gestó alrededor de 1930 y con más fuerza después de la segunda
guerra mundial en el Japón, en la Fábrica de Toyota (manufactura) y hoy es
aplicada en todos los sectores económicos ¿Qué significa, en muy pocas
palabras?: Maximizar el
valor para el cliente eliminando desperdicios en los procesos. Es a esta
sencilla conclusión a lo que debemos llegar; a volvernos expertos en
identificar los desperdicios (Mudas) y eliminarlos; convertirnos en motores de
mejoramiento continuo.
En LEAN los Líderes no tienen equipos
que trabajan para ellos,
al revés, ellos trabajan para sus equipos. Los operadores son los que tienen
las respuestas. Las
decisiones no se toman en las oficinas más altas, grandes y elegantes de los
edificios. Las decisiones se
toman en el piso de manufactura, en la oficina de los clientes, en la
sala de espera de urgencias, en la sala de cirugía. Es allí donde está el
conocimiento, donde se transforman y se crean los productos, en donde se innova y en donde
nace la eficiencia al hacer los procesos sencillos.
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