El
lema “Canadá está de vuelta”, usado con frecuencia por Justin Trudeau, suena
algo exagerado en cuanto al cobijo de ciudadanos extranjeros en dificultades.
En 1980, durante el gobierno de Pierre Elliott Trudeau, padre del actual primer
ministro, el 28 por ciento de los recién llegados al país eran refugiados: el doble de lo que se espera
este año.
En 2017 Canadá ha recibido a miles de solicitantes de
refugio procedentes de Estados Unidos. No han llegado por los puestos fronterizos, sino por
caminos y veredas. Tres provincias han sido escenario de los cruces:
Columbia Británica, Manitoba y Quebec; el 90 por ciento a través de la provincia francófona.
Los discursos y decisiones de Donald Trump en el tema migratorio han incentivado esta ola migratoria.
La imagen de Canadá como un país sensible a temas humanitarios, difundida
ampliamente por Trudeau, ha puesto su grano de arena.
Entre
enero y septiembre fueron interceptadas 15.102 personas en la frontera.
En un principio eran sobre todo individuos de países mayoritariamente
musulmanes, temerosos de los planes migratorios de Trump. Durante el verano, los haitianos fueron el
contingente más importante, ya que sospechan que el presidente estadounidense
eliminará la protección que les fue acordada por el terremoto en 2010.
Los cruces han disminuido (de 5712 en agosto a 1881 en
septiembre). Trudeau ha recibido críticas por el arribo de estos solicitantes
de refugio. Han salido a colación señalamientos sobre la seguridad nacional y
el gasto público. El
primer ministro expresó en distintos momentos que Canadá tiene un sistema capaz
de enfrentar esta situación. La gestión ha sido efectiva en lo general,
aunque el gran flujo ha provocado que las decisiones sobre cada caso se
retrasen considerablemente.
Una nueva oleada podría estar en camino, según medios
canadienses. Alrededor de
250.000 centroamericanos (salvadoreños, hondureños y nicaragüenses) cuentan con
estatus de protección estadounidense por catástrofes naturales en sus países.
Trump aún no ha dicho si renovará o cancelará ese estatus, que termina a
principios de 2018.
Estados Unidos y Canadá cuentan con el Acuerdo sobre
Tercer País Seguro, el cual impide que un ciudadano no estadounidense solicite
asilo en un puesto fronterizo canadiense debido a que podría hacerlo en Estados
Unidos, considerado un país seguro. No obstante, si la persona cruza de forma irregular, será detenida por
la policía, pero tendrá derecho a una audiencia para pedir esta categoría
migratoria.
“Vimos
en Facebook que Canadá es abierto y que aceptaría a los haitianos. Por eso
llegamos”, declaró
un ciudadano de ese país al cruzar la frontera. Diversos analistas
coinciden en que la reciente oleada de inmigrantes ha sido consecuencia de
mucha desinformación. Circula la idea –errónea, sin dudas– de que obtener el
refugio canadiense es sumamente fácil. Los números indican otra cosa: en los últimos diez años,
la tasa de aceptación fue
de 43 por ciento.
El gobierno canadiense también ha sido señalado. Trudeau
no se ha cansado de afirmar que
las visiones humanitarias son uno de sus temas prioritarios. Además, el
pasado mes de enero, luego de que Trump intentara cerrar por primera vez la puerta a ciudadanos de países
mayoritariamente musulmanes, el primer ministro escribió en Twitter: “A aquellos que escapan de la
persecución, el terror y la guerra, los canadienses los recibiremos,
independientemente de su fe. La diversidad es nuestra fuerza”. Muchas
personas tomaron al pie de la letra las palabras de Trudeau, pero el gobierno
canadiense aclaró que las solicitudes de refugio requieren ser estudiadas con
detenimiento.
Trudeau después fue más cauteloso en la red: “Canadá es un país de acogida.
Pero así como recibimos y alentamos a los recién llegados, también somos un
país de leyes”. El diputado liberal Emmanuel Dubourg viajó a Florida
para explicar a la comunidad haitiana que la protección canadiense no es
automática. Trudeau envió también al diputado Pablo Rodríguez a California para
hacer lo propio con asociaciones de centroamericanos. Las leyes migratorias son claras: para obtener la
protección canadiense un solicitante de refugio debe demostrar cabalmente que
si vuelve a su país, podría estar en peligro por motivos religiosos, políticos,
étnicos o por ser parte de un grupo social específico.
Los lineamientos son precisos, de acuerdo, pero en un mundo donde crece la
intolerancia, muchas personas se ven tentadas a intentar la aventura de migrar,
sobre todo hacia un país cuyo gobierno ha pronunciado palabras cargadas de
protección humanitaria; aunque estas no reflejen de forma fidedigna la
realidad.
Como lo demostró Adnan R. Khan en Maclean’s, el amparo a
los refugiados en Canadá no es tan amplio como se cree. La inmigración económica representa el 57,5 por
ciento (unas 300.000 personas este año); luego está la reunificación familiar (28 por
ciento); el resto es para
los refugiados, por lo que el número que acepta el gobierno canadiense en este
rubro, un 0,13 por ciento de su población total, se aleja mucho de los
de otros países desarrollados. Suecia y Alemania, por ejemplo, juegan en otras
categorías (0,70 y 0,20 por ciento, respectivamente).
Trudeau
recibió a unos 30.000 refugiados procedentes de Siria, acción muy reseñada por
distintos medios. Turquía, país cercano a la zona de guerra, acogió a cerca de 2,7 millones,
mientras que Alemania unos 600.000. La imagen de Trudeau como un protector de los sirios
en desgracia se encuentra sobredimensionada.
Una
probable oleada de centroamericanos a Canadá haría parecer pequeño el número de
cruces en lo que va de 2017. Trudeau jamás contemplaría cerrar los
puntos irregulares, ya que iría contra sus críticas a los muros y sería una decisión insensata
en una frontera tan extensa. Pero se ve difícil que tanto el statu quo
defendido por el primer ministro como sus mensajes a los centroamericanos sean
suficientes.
Una posible solución es que Trudeau le exprese a Trump que sus amenazas y
planes migratorios están teniendo impacto en Canadá y, al mismo tiempo,
cancele el Acuerdo sobre Tercer País Seguro porque Estados Unidos no garantiza ya esa protección,
sugerencia que ha recibido por parte de varios organismos. Sería una acción
valiente, en un contexto donde las renegociaciones del TLCAN son prioritarias, pero quizás sería inconveniente.
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