En
algunas partes de Cataluña, la policía nacional y la guardia civil españolas
blandieron macanas y confiscaron urnas en un intento por impedir el referéndum
del 1 de octubre, que había sido declarado inconstitucional.
Sin embargo, en Llivia, la diminuta plaza de adoquín en el centro estaba llena con
una muchedumbre que celebraba. El ambiente era tan festivo que Rosario
Cortizo, de 67 años, quien administra un restaurante y hostal junto con su
esposo, decidió organizar una parrillada para los votantes.
“Hemos
estado esperando esto durante muchísimo tiempo”, dijo alegremente Cortizo.
Ese día, los catalanes fueron convocados para expresar si
querían o no ser parte de España. Sin embargo, para Llivia, un pintoresco pueblo enclavado a una altura
de cerca de 1220 metros en las faldas de los Pirineos, una parte importante de
esa decisión se tomó hace siglos.
Llivia
ya está separada físicamente de España: la municipalidad de casi 13 kilómetros
cuadrados es una anomalía geográfica producto de una excentricidad en el
Tratado de los Pirineos de 1659, que resolvió una disputa de más de dos décadas entre
España y Francia.
Solo los pueblos, de acuerdo con el tratado, se cederían
a la corona francesa. Llivia
se consideraba una villa, no un pueblo, así que siguió siendo parte de España y
de la región catalana.
Durante más de 350 años, Llivia ha permanecido de hecho
como un enclave español rodeado por territorio francés.
Hoy
en día Llivia se conecta con el resto de España por un filamento delgadísimo,
la carretera N-154, un camino “neutral” que atraviesa Francia a lo largo de
menos de 3200 metros y une a Llivia con el poblado español más cercano,
Puigcerdá, a un par de horas en auto desde Barcelona.
“La
policía española nunca iba a pasar por Francia para evitar que la gente de aquí
votara”, dijo con una sonrisa el alcalde de Llivia, Elies Nova.
Estar
rodeada de territorio francés le dio a Llivia ciertas ventajas tácticas cuando
enfrentó muchas de las mismas trabas que otras partes de Cataluña para llevar a
cabo una votación que el gobierno y las cortes españolas declararon
ilegal.
El día del referéndum, cuando la conexión a internet se
interrumpió en el enclave español, el alcalde de Llivia decidió usar la
conexión francesa para que la votación pudiera proseguir, contó Laurent Leygue,
el alcalde de la vecina localidad gala, Estavar.
“Como
medida preventiva llevaron incluso las boletas de Llivia a Francia para contar
los votos”, dijo Leygue, que se unió a la alegre muchedumbre que
festejaba el día del referéndum.
Debido a su inusual ubicación, los residentes de Llivia
han mantenido desde hace mucho una fuerte sensación de independencia.
“Esto
puede explicarse en parte por la peculiar historia del pueblo”, dijo
Marc Delcor, de 35 años, director del museo municipal que alberga los restos de
la Farmacia Esteve, una de las farmacias más antiguas de Europa: data de la
Edad Media.
“Los
habitantes necesitaban ese sentido de pertenencia, en especial después de
Franco”, añadió, en referencia al general Francisco Franco, cuya muerte
en 1975 abrió la puerta a la democracia española.
Así que quizá no es una sorpresa que el apoyo a la
independencia sea fuerte en Llivia, incluso cuando no está claro qué
significaría en realidad para ellos ser independientes.
El día del referéndum Llivia votó abrumadoramente a favor
de la separación de España, de acuerdo con los funcionarios: “561 de 591 votos
estuvieron a favor del ‘Sí’”, dijo con orgullo el alcalde Nova.
Los
simpatizantes del movimiento separatista en Llivia incluso rompieron un récord
mundial de Guinness al prender cerca de 82.000 velas con la forma de la
Estelada, la
bandera proindependentista, justo antes de que se celebrara el referéndum.
“Fue
un momento único y muy hermoso”, dijo Cortizo. “Todo el pueblo estaba
ahí para cantar Els Segadors, el himno nacional oficial de Cataluña”.
Como parte de las tumultuosas secuelas de la votación,
Cortizo fue una de alrededor
de 200.000 personas que se manifestaron en Barcelona en apoyo a dos líderes
independentistas —Jordi Cuixart y Jordi Sánchez— que fueron encarcelados
a partir de una orden de una corte española.
“Llevamos las 82.000 velas” a la manifestación, dijo
Cortizo. “No dejaremos de
protestar hasta que los liberen y seamos independientes”.
Después del referéndum, la lucha por Cataluña se
intensificó en un intercambio bastante confuso entre el dirigente catalán,
Carles Puigdemont, y el presidente de España, Mariano Rajoy. Este último anunció
el sábado que destituirá a los dirigentes catalanes.
Llivia también es vecina de áreas donde se habla catalán
que pertenecen a Francia y Andorra. Brice Lafontaine, vocera de Unitat
Catalana, un partido que representa a la minoría catalana en Francia, dijo que
el partido se había reunido con Puigdemont en agosto. “Le dije al presidente que, llegado el momento,
estamos listos para proporcionar a los dirigentes catalanes todo tipo de apoyo
logístico, incluyendo hospedaje”, dijo Lafontaine.
El partido hace campaña por una mayor autonomía respecto
de París, pero como señaló Lafontaine: “Los catalanes franceses no buscamos independencia, sino
solo que se reconozca nuestra cultura”.
Dentro de una pequeña pastelería sobre Avenida Catalunya,
la arteria principal que recorre Lliva, algunos se preguntaban por qué
Puigdemont no proclamó la
independencia en su discurso del 10 de octubre, en especial después de declarar
que el referéndum había tenido un éxito abrumador.
“Realmente no dijo nada”, señaló Olivia Morlot, una
francesa que ha vivido en Llivia desde 2001. “Solo le pasó la bolita a las
cortes españolas”.
Otros, como Ester Gonzales, quien nació y creció en
Llivia, consideran el enfoque del dirigente catalán como “un paso necesario hacia la
independencia”.
“Debemos ser pacientes”, dijo. “Entendemos que la independencia no se dará
simplemente de un día para otro”.
En el Hostal Rusó, un pequeño hotel en el centro
histórico, los lugareños se reunieron para ver a Puigdemont hablar ante el
parlamento regional ese 10 de octubre.
“Por
supuesto habríamos preferido que se declarara oficialmente la independencia”,
dijo después Xavier Martinez, de 51 años. “Aun así, el presidente Puigdemont
habló sensatamente”.
“Si
se hubiera proclamado la independencia, nos encontraríamos de frente a un punto
muerto político”, añadió.
Aunque ese parece ser el caso de cualquier modo.
“Ahora
los españoles socavarán nuestro reclamo de independencia”, suspiró y
dijo Cortizo mientras veía por televisión los eventos de esa semana.
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