La
sequía que viene golpeando a la zona desde hace 3 años está generando estragos
en diversos sectores de la economía sudafricana. La viticultura está dentro de
los más afectados.
En medio de su propiedad, en las afueras de Ciudad del
Cabo, Marlize Jacobs está cada vez más preocupada. La sequía histórica que
golpea la segunda ciudad de Sudáfrica ha puesto sus viñas al límite y amenaza toda su actividad.
"Nuestro
tonelaje retrocede por cuarto año consecutivo y la escasez de vino
acecha", lamenta la viticultora, instalada desde hace más de diez
años en la normalmente verde costa de Vergenoegd.
"Los
gastos ligados al agua casi se han duplicado", suspira. "Solo utilizamos el agua
estrictamente necesaria para mantener vivas las viñas, ni una gota de
más".
Ciudad del Cabo y su región sufren desde hace tres años una sequía excepcional
que las ha privado de sus lluvias invernales.
La amenaza del famoso "día cero" o "sin
agua en el grifo" y la perspectiva de un racionamiento de las poblaciones,
que las autoridades llevan meses insinuando, fue descartada este año a costa de
una drástica reducción del consumo de los particulares.
Los
residentes usan más de dos tercios (70%) del agua consumida por la ciudad, pero
las restricciones necesarias al consumo no han evitado que la economía se vea
afectada.
Desde enero, la agencia de calificación financiera
Moody‘s advirtió que rebajaría sin dudarlo la nota de la aglomeración a
"especulativa" si la crisis del agua se prolongaba.
Las
autoridades de la provincia de Cabo Occidental tampoco son muy optimistas y
reconocieron que "la sequía persistente ha estropeado [sus] previsiones de
crecimiento respecto a las del resto del país
Subida de precios
La
agricultura, y especialmente la viticultura, orgullo del país y fuente de
trabajo para decenas de miles de personas, se enfrenta a un duro desafío.
El descenso de sus actividades a causa de la sequía
contribuyó, entre otros factores, a sumir a Sudáfrica en una recesión
"técnica" a principios de 2017. El sector ha crecido desde entonces y
la región ha podido respirar un poco.
En
2016, la región del Cabo produjo por sí sola el 20% del vino y el 15% del zumo
de fruta consumido en el resto de países africanos. Las viñas atraen
igualmente a la región a un alto número de visitantes extranjeros, cuyo aporte
es vital para la economía: 300.000 personas de la región viven del turismo.
La
sequía también afectó al sector de las obras públicas. Algunas obras
solo pudieron terminarse con agua traída desde lejos, mientras que otras
quedaron simplemente suspendidas.
El grupo Rabie ha empezado a reciclar agua usada para
fabricar su cemento en las obras de Ciudad del Cabo, con la inversión que ello
implica. "Esto
aumenta el precio de la construcción", resume su jefe, Miguel
Rodrigues.
En 2016, el 94% de las empresas locales había mencionado
la falta de agua como un riesgo para sus actividades.
Al contrario que los particulares, los profesionales se
han librado en gran medida de los límites diarios de consumo recomendados por
las autoridades.
Estrategias
"Se
trata de evitar crear otra crisis dentro de la crisis", defiende el
concejal encargado de Seguridad, J.P. Smith. "El sector de las obras públicas
ya es muy frágil, si encima le cortas el agua, claramente pones en riesgo el
empleo".
Para
convencer a los consumidores de que reduzcan su consumo de agua, el
ayuntamiento llegó incluso a recurrir a expertos universitarios en ciencias del
comportamiento.
Una iniciativa al parecer exitosa, puesto que el consumo
de los particulares se redujo un 60% en tres años.
Incluso
los industriales desarrollaron estrategias alternativas para ahorrar agua.
Christopher Smith, un ingeniero de la central nuclear de
Koeberg (a 30 km al norte de Ciudad del Cabo), explica que ha puesto a punto una planta
desalinizadora de aguade mar para utilizarla en los sistemas de
enfriamiento de los reactores.
"No
teníamos elección, había que tomar el toro por los cuernos", explica.
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suelos degradados
La dirección de la fábrica local del gigante de la
cerveza AB InBev rechazó comentar las consecuencias de la sequía en sus
actividades, pero otros actores del sector reconocieron que un "día
cero" sería catastrófico.
"Si
no hay más agua, toda la industria de la restauración morirá",
apuntó sin ambages Raphael Clistini, un sudafricano de 28 años que abre bares
en todo el mundo.
Su nuevo local, en la dársena de Ciudad del Cabo, sirve una ginebra producida en
una destilería de la ciudad que podría verse obligada dentro de poco a utilizar
aguatraída desde Johannesburgo, a 1.400 km.
"Eso
hará que los precios suban todavía más", lamenta.
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