Bolívar
los calificó de "malvados" y "malditos hombres". En 1822
aceptaron a los libertadores.
Batalla
bicentenario
Los
pastusos lucharon contra el ejército libertador. Estaban conformes con el
gobierno de los reyes españoles, además les habían jurado lealtad.
Hace
200 años corrió el rumor de que los pastusos eran gente de poco entendimiento.
Ese rumor corrió hasta nuestros días y los habitantes de la capital de Nariño se convirtieron en protagonistas
de cientos de historias y chistes en los que no salen muy bien librados.
¿Pero qué hay detrás de esta situación? Los pastusos no creían en la
causa libertadora, poco les importaba el sueño de libertad de unos criollos
intelectuales y, bajo ningún motivo, pretendían traicionar a los reyes, a
quienes les juraron lealtad. Para ellos la palabra era igual de
importante que su volcán. Simón Bolívar llegó a calificarlos de “malditos
hombres”.
Para
los pastusos no existía la posibilidad de traicionar al rey, ya que
“Pasto había empeñado su palabra y le habían jurado fidelidad”, explicó Lydia Inés Muñoz Cordero,
presidenta de la Academia Nariñense de Historia.
Estos hombres son los más tenaces, más obstinados, y lo
peor es que su país es una cadena de precipicios donde no se pueda dar un paso
sin derrocarse
Y es que, según Muñoz, las bases de esa sociedad eran la fidelidad a la palabra
empeñada y la lealtad a sus juramentos. “Lo peor para un pastuso era retraerse de su palabra”,
dijo la historiadora y agregó que en San Juan de Pasto vivían satisfechos con el gobierno del rey.
Tuvieron
que pasar varias guerras que dejaron cientos de muertos para que San Juan de
Pasto, esa provincia clave para conectar lo que sería la Gran Colombia,
pues era un importante corredor para llegar a Quito, se convirtiera en parte de
la Nueva Granada y jurara lealtad a los patriotas y a la naciente nación.
“Logramos, en fin, destruir a los pastusos. No sé si me
equivoco como me he equivocado otras veces con esos malditos hombres, pero me
parece que por ahora no
levantarán más su cabeza los muertos”, le dijo Simón Bolívar al general
Francisco de Paula Santander en una carta enviada desde Quito el 21 de
julio de 1823.
Muñoz Cordero narró que la disputa entre sureños y patriotas duró más de 12 años,
pues la resistencia Pastusa comenzó en 1809 cuando desde Quito fue invitada a
formar parte de la junta de Gobierno. Estaban convencidos de que la soberanía era para los
reyes y no para el pueblo.
Desde ahí ocurrieron varias batallas en las cuales los pastusos salieron
vencedores, pues todos, el pueblo, los indígenas, los oligarcas y la
iglesia se mantuvieron unidos para honrar su juramento de lealtad a la corona
española.
El
apoyo de los indígenas fue clave, explicó el historiador Felipe Arias
Escobar, porque ellos se sentían más seguros con la corona: “La movilidad social que daba la
guerra, o la amenaza que significaba ese ascenso, fue un factor decisivo para
volverse realista o patriota. La mitad de la provincia de Pasto eran
indígenas, quienes veían amenazados sus intereses por el ascenso criollo y el
fin de la autoridad del Rey y sus leyes, quienes protegían al indio de los
abusos de los terratenientes españoles y criollos, tal como se verificó
después”.
¿Por qué apareció un 'nuevo' presidente de la República?
Esas batallas dejaron cientos de muertos de cada bando, pero también dejaron presos, y
algunos de ellos muy famosos, como el general Antonio Nariño, quien cayó
en una batalla en 1814 pero, por su valentía y honor, los sureños le perdonaron
la vida.
Incluso Pasto fue un fortín de la corona española. Tras
la batalla de Boyacá, el 7
de agosto de 1819, cuando los patriotas derrotaron a los españoles. Las tropas del rey se refugiaron
en la hoy capital de Nariño para reagruparse y resistir a los nuevos
enfrentamientos.
Pero luego de varios intentos del ejército libertador de
adherir a Pasto a la causa patriótica, por la fuerza o por acuerdos, -incluso
en 1811 respetan a la junta de Santa Fe de Bogotá- fue en abril de 1822 cuando después de una sangrienta
batalla en Cariaco, Bomboná, Simón Bolívar derrotó a los pastusos por una
cuestión técnica.
Aunque el ejército de Bolívar perdió unos 300 hombres,
narró Muñoz, por los códigos de guerra el vencedor era el ejército que permaneciera en el campo
de batalla. Y fue el ejército de Bolívar el que permaneció en el
terreno, pues los hombres comandados por el español Basilio García tuvieron que
regresar a Pasto por una amenaza que recibió la ciudad.
Cuando
Bolívar exigió ser recibido como el vencedor, Basilio García se opuso, pues la
victoria no había sido total. Así las cosas, hicieron unas
capitulaciones en las cuales aceptaron
que Pasto ya no estaría con los españoles, pero no serían sometidos.
“Estando en Pasto tomo la pluma y escribo lleno de gozo,
porque a la verdad hemos
terminado la guerra con los españoles asegurando para siempre la suerte
de la república. En primer lugar, la capitulación de Pasto es una obra
extraordinariamente afortunada para nosotros, porque estos hombres son los más
tenaces, más obstinados, y lo peor es que su país es una cadena de precipicios
donde no se pueda dar un paso sin derrocarse”, escribió Bolívar a Santander el
9 de junio de 1822.
Lo peor para un pastuso era retraerse de su palabra
Pero
tras las capitulaciones, que no fueron aprobadas por todo el pueblo, surgió una
pequeña rebelión, bajo el mando del español Benito Boves. Esto desató la
furia de Bolívar, quien decidió enviar al mariscal Antonio José de Sucre para que se tomara a sangre y
fuego la ciudad y así someter de una vez por todas a los sureños.
Un
ejército de unos 3.000 hombres, en diciembre de 1822, llegó a Pasto y, narró
Muñoz, unos 400 civiles fueron asesinados, un número significativo de la
población. Esa es la famosa Navidad Negra de los pastusos, pues, agregó la
historiadora, allí no hubo
combate, sino un asalto.
“No podían permitirse volver a perder una ciudad clave en
el camino a Quito y al Perú, en plena guerra continental. Tres días de saqueos, muertes y
violaciones que marcaron a la ciudad y a sus habitantes a cargo del Batallón
Rifles, más meses de represalias en toda la región a cargo de Salom,
Flores y el propio Bolívar”, contó Arias.
El
Libertador no podía permitir que los pastusos tuvieran la intención de volver a
estar en su contra y de una vez por todas se sumaran a la causa
patriótica.
“Desde la conquista acá, ningún pueblo se ha mostrado más
tenaz que ese. Acuérdese usted de lo que dije sobre la capitulación de Pasto,
porque desde entonces conocí la importancia de ganar esos malvados. Ya acá
visto que no se pueden ganar, por lo mismo es preciso destruirlos hasta en sus
elementos”, le escribió a Santander en julio de 1823.
Y lo logró, esos “malvados” no volvieron a luchar contra la causa patriótica.
Se quedaron desde ese momento en el bando de Simón Bolívar, pero el recuerdo de
diciembre de 1822 se
preservó. De hecho, se
convirtió en un patrimonio cultural de Pasto cuando, en el carnaval de Blancos
y Negros, rememora esa noche de Navidad.
No obstante, con el paso de los años la fidelidad que tenían los pastusos a los
reyes pasó a Colombia. Por eso, dijo Muñoz, la mejor definición de
pastuso la hizo Roberto María Tisner, de la Academia Colombiana de Historia,
cuando dijo que el habitante de la capital de Nariño es “patriota y fiel como ninguna a lo largo de la
historia, primeramente con el rey y luego con los libertadores”.
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