Una
vez se acaba la Segunda Guerra Mundial y se crean las Naciones Unidas,
iniciamos una conversión intensa con la Declaración Universal de los Derechos
Humanos en 1948. Desde entonces, hemos avanzando en muchos aspectos, ha sido un
trabajo muy importante, pero no es algo nuevo.
Si vamos un poco más atrás, la constitución de los Estados Unidos hablaba del derecho
a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; mientras que la
Carta Magna Británica, en 1215, limitó el poder del Estado sobre sus súbditos. Si recorremos la
historia de la humanidad un par de miles de años más, llegaremos al código de Hamurabi con la ley
del Talión, en el cual se hablaba del derecho a una condena para el agresor,
proporcional al daño causado.
Veo con mucha preocupación que la humanidad solo habla de derechos y no de
responsabilidades: mis derechos como mujer, mis derechos por pertenecer
a una minoría, mis derechos por pertenecer a la comunidad Lgtbi, mis derechos
por ser empleado, en fin, las
personas hablan de sus derechos con una fuerza interminable.
Quienes
evitan pagar sus impuestos lo hacen con la excusa de que se los roban;
quienes se cuelan en los sistemas de transporte, se quejan sobre el servicio y justifican su mal actuar en
su derecho a transportarse; los vendedores ambulantes, incluso en las
autopistas, gritan su derecho al trabajo; quienes quieren tomar y fumar
psicoactivos en lugares públicos, hablan del derecho al desarrollo de la libre personalidad; los
rappitenderos, su derecho
a trabajar; mientras la empresa se escuda en ser una plataforma
tecnológica que no tiene por qué facilitar espacios dignos para quienes
trabajan; los ciclistas pasan en contravía por cualquier calle y exigen el
derecho y respeto a la vida; los motociclistas usan los andenes y callejones
para acortar camino; las
personas en sus vehículos parquean en cualquier lugar, con la excusa patética
que son cinco minutos.
En fin, ejemplos hay por montones. Cada persona, cada
ciudadano, quienes tenemos trabajo y queremos nuestro derecho al trabajo.
¿Quiere trabajo a término indefinido? Tenga hijos, los demás trabajos debemos
ganarlos cada día; los maestros exigen, pero no dejan su mediocridad. En lo
personal, tuve maestros
cuya única lección fue hacerme odiar su materia y, por supuesto, los
empleados que más se quejan se encuentran en las empresas que más dan. Veo sindicatos cuyo trabajo es
atornillar la mediocridad a los cargos.
Para terminar la idea, y no volverme pesado, padres que exigen el derecho de
sus hijos de correr y gritar en restaurantes, en salas de espera, todo por su
incapacidad de disciplinar y educar personas socialmente deseadas, pero
a la hora de jugar en el parque, no les permiten ser niños: caerse, rasparse o
ensuciarse; igual pasa con
quienes tienen mascotas e intentan humanizarlas y les impiden escarbar
la tierra y revolcarse en el lodo.
En lo personal, creo que tantos derechos nos están hundiendo, si no los acompañamos de
responsabilidades. Invito a todos: hombres, mujeres, trabajadores,
maestros, empresarios, ciudadanos, a que hablemos de nuestras responsabilidades, entendiendo que
quienes tenemos más oportunidades, tenemos más responsabilidades que quienes no
y jamás más derechos que nadie.
¿Qué tiene que ver esto con la Felicidad?, que las personas felices lo son
porque asumen la responsabilidad sobre sus vidas, sobre sus actos y sus
relaciones con la garantía que alguien responsable se hará también responsable
de sus derechos.
Quisiera invitarnos a que, como país, tengamos una
conversación intensa sobre nuestras responsabilidades y nos permitamos mostrar
nuestra grandeza.
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