Si
existiera un escalafón sobre las peores rivalidades políticas, la de Donald
Trump y el presidente Barack Obama estaría en lo alto de ese conteo.
“Presidente, usted es un gran
hombre y ha sido un honor reunirme con usted y espero lo hagamos nuevamente
muchas veces más”, sostuvo Trump tras la reunión asegurando que pedirá
consejos al afroamericano en el futuro.
Obama, por su parte, reiteró el mensaje cuando felicitó al magnate por su
triunfo y prometió hacer todo lo posible por asegurar su éxito cuando tome las
riendas del poder.
“Como ya lo había dicho –afirmó Obama– mi prioridad número uno en estos
dos meses será facilitar una transición que garantice el éxito del presidente
electo”.
Pese a los halagos, fue evidente que ambos escondieron ante las
cámaras el odio profundo que se profesan y pusieron al país por encima
de sus rencillas personales.
En el caso de Trump, porque sabe que la actitud del
presidente le ofrece legitimidad tras unas elecciones que dejaron al país
polarizado al extremo y en las que ni siquiera obtuvo el triunfo del voto
popular.
Para Obama, un convencido demócrata, el trámite es más
que una obligación. Pero
es consciente de que será Trump quien administre su legado así no espere de
este favor alguno.
De acuerdo con el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest,
la reunión entre ambos fue
cordial pese a que dejaron en claro sus diferencias frente a algunos
temas. Obama, además, le habló sobre su próximo viaje a Perú, Grecia y Alemania
la semana entrante.
La historia de animosidad data de la campaña electoral
del 2008, cuando Trump abandonó al Partido Demócrata y se pasó al republicano
tras el triunfo de Obama.
El magnate no solo dejó clara su antipatía hacia el nuevo
presidente, sino que se
alcanzó a especular que algo tenía que ver con su color de piel. Cierto
o no, desde entonces Trump arrancó a cuestionar si Obama era realmente un
estadounidense y si profesaba el islam como religión.
Si bien esos rumores no los inició el magnate, sí fue él
quien le dio alas al tristemente famoso ‘birther movement’, un grupo de gente
que llevó al extremo el tema de su ciudadanía.
A
tal punto que Obama se vio obligado a presentar una copia de su partida de
nacimiento, certificada en Hawái. Algo nunca antes hecho por presidente
alguno.
Pero Trump y sus seguidores no quedaron contentos con la
explicación pues, según ellos, lo entregado por Obama era una versión corta del
documento que podía ser falsificada.
‘Algo
raro en el registro’
“No
tiene un registro de nacimiento. Y si lo tiene, hay algo raro, quizá algo
religioso, donde dice que es musulmán”, dijo Trump en el 2011.
Trump incluso envió a investigadores a Hawái y a África
en busca de pruebas. Para evitar que el tema siguiera creciendo y le hiciera
daño en la campaña presidencial del 2012, Obama presentó la versión larga de su partida
(nuevamente, algo inusitado).
Pocos meses después en la cena de corresponsales
extranjeros que organiza todos los años la Casa Blanca, Obama tomó venganza de Trump humillándolo frente a
miles de personas.
“Nadie
está más feliz que Trump por finalmente solucionar ese tema de mi nacimiento.
Ahora se puede dedicar a los asuntos que verdaderamente le importan al país
como si realmente fingimos el aterrizaje en la Luna, qué pasó en Roswell
(localidad famosa por el supuesto hallazgo de extraterrestres) y dónde están
Biggie y Tupac, dos raperos asesinados cuyos fans más furibundos se niegan a
aceptar su muerte y especulan que están vivos en alguna parte”, dijo el presidente
mirando a Trump, que estaba entre los asistentes.
Para
rastrillárselo aún más, dijo que esa noche mostraría por primera vez una copia
inédita del video de su nacimiento. En lugar de eso, las pantallas
mostraron el comienzo de la película del Rey León cuando Zimba es presentado al
reino animal.
Muchos
dicen que fue ese día cuando Trump juró regresar a la Casa Blanca, pero para
sacar a Obama de la mansión presidencial. En cualquier caso fue esa
rivalidad con Obama la que se señala como el inicio de su ascenso hacia la
presidencia.
Ya en la campaña para estas elecciones del 2016, el rencor entre ambos fue más
que evidente. Trump lo llamó el peor presidente de la historia y se refirió a
Obama como un debilucho que arrastró por el piso la imagen de Washington. Y
prometió, de paso, destruir muchas de las iniciativas adelantadas por el
mandatario y que son considerados parte de su legado una vez abandone la Casa
Blanca.
‘Un
peligro’
Obama
le respondió llamándolo inepto, incompetente, incapaz y hasta un peligro contra
la humanidad al que no se le podía dar acceso al arsenal nuclear del país.
Y si bien Obama actuó convencido de que Trump no estaba
calificado para asumir la responsabilidad más grande del planeta, sus ataques contra el magnate y
su abierto apoyo a la candidatura de Clinton fueron atípicos para un presidente
en ejercicio.
El
problema para Obama es que de ahora en adelante quedará a merced de un Trump
que ya alista su bolígrafo para firmar órdenes ejecutivas donde elimina las
adoptadas por Obama para dar alivio a millones de indocumentados, suavizar el
embargo a Cuba, controlar la emisión de CO2 y otras muy cercanas a su corazón.
Así mismo, iniciará su mandato con el respaldo de un
Congreso donde los
republicanos controlarán las dos cámaras y tienen como primer punto de la
agenda destruir Obamacare, la reforma de la salud a la que le dedicó los
primeros dos años de su gobierno y es considerada la joya de la corona de su
administración.
Y
cuando esa batalla inicie, no hay duda, desaparecerá el tono cordial y para la
tribuna que evidenciaron ayer este jueves.
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